Desde Estados Unidos, en la previa a la asunción de Trump

Apuntes sobre la polarización social y la organización por abajo, a partir de un viaje por Estados Unidos.

Tuvimos la oportunidad de hacer un viaje familiar por Estados Unidos en las últimas semanas de diciembre y la primera semana de enero, por los Estados de Virginia, Nueva York y Massachusetts. Con las limitaciones de que fueron las semanas de las fiestas, que en Estados Unidos trastocan mucho la cotidianeidad (no hay escuelas ni universidades, la gente viaja muchos kilómetros para encontrarse con sus familias o amigos), pudimos reflejar una serie de situaciones que complementan y le dan carne a muchas de las definiciones que debatimos y sostenemos desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie.

Viajar es un privilegio enorme en éste contexto, e implica no sólo conocer un lugar determinado sino también ver el mundo desde nuevos puntos de vista. Nueva York en particular es una capital del mundo, cosmopolita, intercultural, donde en el subte o en un café te encontras con árabes, coreanos, europeos… con gente de muchos rincones del mundo, y sucede que en muchos rincones del mundo están pasando cosas: acción, reacción, desequilibrio…

Nos proponemos compartir reflejos que condimentan o hacen más concretas las definiciones existentes. Estuvimos en la zona de Nueva Inglaterra, que es la zona más histórica de Estados Unidos.

Aterrizamos allá en medio de una huelga de trabajadores de Starbucks y de Amazon, y en esos largos meses intermedios entre la elección de Trump y su asunción.

Un país dividido

Lo primero que salta a la vista desde el instante en que llegas a Estados Unidos es que es un país dividido, que en cierta medida es muchos países a la vez, atravesado por muchos clivajes que lo polarizan, que dividen a la totalidad de la población drásticamente entre una u otra posición.

La fractura que más pudimos apreciar es entre lo urbano y lo rural. Nuestro primer destino fue Lexington, un pueblo de 6000 habitantes en medio de Virginia, rodeado del mundo rural. El mundo rural de Virginia no son las inmensas hectáreas de monocultivo a la que nos tiene acostumbrados la provincia de Buenos Aires, sino las granjas, tal y como nos las muestran las películas: viviendas tradicionales, en terrenos muy grandes, con graneros y vistosas camionetas estacionadas al costado. No suele faltar la bandera de Estados Unidos flameando en la galería, junto a la puerta de la casa. Es el universo de los norteamericanos blancos, de familias tradicionales, y en esa zona de Virginia en particular, hijos e hijas de la desindustrialización.

En la mitad de las tranqueras de éstas casas se leen carteles de “Trump 2024”. En algunas de ellas también se lee “Women for Trump” (mujeres por Trump). En menor medida hay también flameantes y visibles banderas confederadas. En el pueblo, tumbas y monumentos reflejan aquello que la guerra civil no saldó: los líderes confederados descansan honrados, y perdura en el mármol su legado de defensa de la oligarquía rural, de la esclavitud y del racismo.

Más que banderas confederadas, se pueden observar banderas de Estados Unidos en negativo (o en blanco y negro) con una franja azul que las atraviesa. Aparecían con la suficiente frecuencia como para obligarnos a investigar su significado. Es la bandera del movimiento “Blue Lives Matter” (“Las vidas azules importan”). Un movimiento que es una reacción racista al Black Lives Matter y que defiende por lema a la policía. Es que uno más de los debates que dividen al país es alrededor de las fuerzas policiales, muy cuestionadas desde el asesinato de George Floyd, y que sumaron desprestigio con la represión a los estudiantes que se manifestaron por Palestina.

Se hace necesario traer a colación el concepto de reversibilidad: recordar que la realidad siempre es más rica y que, como se dijo, Estados Unidos es un país dividido y existe a todo esto una fuerte contracara.

No hace falta ir hasta Nueva York para que el aire cambie. En Roanoke, una ciudad de 94000 habitantes también en medio de Virginia, ya se ve que Estados Unidos no es un país solo de blancos americanos. Muy por el contrario, las ciudades son un foco de interculturalidad, donde familias de afroamericanos y migrantes provenientes de muchos lugares del mundo viven y trabajan, y a veces también se organizan en sindicatos, o se movilizan por los derechos de las mujeres y las diversidades, por poner un ejemplo. De hecho, en el Estado de Virginia perdió Donald Trump, y fue pura y exclusivamente por el peso de los distritos urbanos.

“Fight Back”: el contragolpe

En Nueva York o en Boston ya no vimos banderas de defensa de las “vidas azules”. Sí vimos banderas de Black Lives Matters colgadas de ventanas y banderas del orgullo en las vidrieras de muchos bares. En todas las librerías hay una sección privilegiada destinada a libros sobre el racismo o los movimientos anti-racistas, y así también, otra a estudios feministas o sobre la diversidad sexual.

Un diario local de Boston (Cambridge Day) decía en su portada “Bracing for Trump” (preparándose para Trump). La nota principal contenía una serie de entrevistas a referentes de ONGs de los sectores que más podrían verse afectados: Un integrante de una organización LGBT; una referente local de la organización Planned Parenthood; un abogado de una ONG que trabaja sobre las migraciones; y un referente del sindicato de trabajadores de la educación de Somerville, quienes se preparan para enfrentar la “promesa de campaña” de Trump de eliminar el Departamento Federal de Educación. Schuyler Pisha, abogado especialista en inmigración que trabaja en una organización sin fines de lucro, contaba que a partir del triunfo de Trump, recibieron un incremento en las donaciones que habían bajado mucho durante la administración de Biden. Él afirma que los fondos no dejaron de ser necesarios en los últimos años, pero lee éste hecho con optimismo: como un incremento en su capacidad de acción para hacer frente a una situación adversa.

Hay un dato más: en todas las ciudades se sostienen movimientos, de distinta intensidad, en defensa de Palestina y contra el genocidio en curso por parte del Estado Sionista de Israel. Es un movimiento protagonizado por jóvenes, estudiantes y también trabajadores. Es un movimiento que enfrenta sus propias contra-reacciones y sus propias batallas, como los 300 sumarios disciplinarios que la administración de la Universidad de Columbia inició contra los estudiantes que participaron de los acampes y de la toma del Hinds Hall. Es un movimiento que se movilizó en Nueva York el 1 de enero, que salió a las calles el primer día del año. Un movimiento que siguió el minuto a minuto del acuerdo de alto al fuego, que lo celebró sentidamente cuando se anunció, y que aún así llama a mantenerse alerta y organizados hasta que Palestina sea libre “desde el río hasta el mar”.

En ese marco, pudimos acercarnos a una reunión de voluntarios y voluntarias por la causa Palestina. En pleno Manhattan, más de 60 jóvenes se reunieron (y se reúnen todos los lunes) en The People’s Forum, para compartir las actividades por Palestina que se realizaron en las distintas zonas de Nueva York, y para planear nuevas actividades. Estos jóvenes activistas organizan manifestaciones, actividades de visibilización muy disruptivas (como plantarse con banderas de Palestina en el curso del clásico desfile de muñecos que organiza Macys en Acción de Gracias), y campañas contra las principales empresas estadounidenses que son garantes del genocidio (como la campaña Mask of Maesrk, la principal compañía de transporte y logística que envía cargas militares a Israel). Éstos jóvenes activistas, al igual que miles de estudiantes en campus universitarios a lo largo y ancho del país, llevan 15 meses organizándose desde abajo en solidaridad con el Pueblo Palestino.

Protestas por Palestina plantarse en el curso del clásico desfile de muñecos que organiza Macys en Acción de Gracias. Foto: AP

Algunos de estos movimientos y organizaciones convocaron y organizaron movilizaciones en el “inauguration day”, el día de la asunción de Donald Trump. Son 83 puntos de convocatoria distribuidos en diferentes puntos del país: Manhattan, Washington DC, San Francisco, Seattle, Houston, Los Angeles, Las Vegas, Boston… y la lista sigue. Algunas acciones se desarrollaron el día de hoy y otras están convocadas para los próximos días. Fueron visibles las movilizaciones en Nueva York (con temperaturas por debajo de los -10°) y en San Francisco. La consigna de la convocatoria es We Fight Back. Es una expresión que me es muy difícil traducir literalmente. Podría ser: “respondemos” o “contraatacamos”. Es un contragolpe, es una reacción a un ataque, pero no es una reacción defensiva.

Reflexiones

Entre los muchos clivajes que dividen Estados Unidos hay tensiones no resueltas. Hay tendencias que, eventualmente, de alguna manera, se van a chocar.

No podemos hacer generalizaciones. Optamos por enumerar los factores que dan cuenta de que Trump no la va a tener tan fácil, que refuerzan la idea de que las relaciones de fuerza en Estados Unidos no están saldadas: hay una experiencia hecha con el primer gobierno de Trump, que, como afirmaban las compañeras de Afirm en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades en Bariloche, hizo mucho daño pero no pudo llevar a cabo el trasfondo de su plan.

Hay una experiencia hecha también con los demócratas y con el gobierno de Biden, en el marco del cual hubo un verano de huelgas históricas en muchísimos sectores de trabajadores. Hay procesos de lucha que están vigentes, que no fueron derrotados ni se saldaron sus reclamos, y que se expresan en pintadas, carteles y banderas: el Black Lives Matter; el movimiento de sindicalización y contra la precarización laboral; la solidaridad con el pueblo palestino; la defensa del derecho al aborto; la defensa de los derechos de la diversidad; la defensa de los derechos de las personas migrantes.

Sindicato de Starbucks

Hay en muchos sectores una fuerte sensibilidad antiimperialista. Una sensibilidad que lejos de las bravuconadas de Trump afirmando que va a invadir Panamá, Groenlandia y Canadá, piensa y siente “ya dejen a los pueblos en paz”. Esta sensibilidad no es nueva, se expresó contra la guerra de Irak, y anteriormente con otras formas contra la guerra de Vietnam. Hoy una nueva generación toma en sus manos la bandera antiimperialista, y Trump debería preocuparse no sólo por la resistencia, importantísima, que le puedan ofrecer los pueblos oprimidos, sino también por el quilombo que se le puede armar en su propia casa.

Trump asumió su segundo mandato anunciando que emitirá una cantidad récord de decretos. El primero de ellos sería la declaración de la emergencia nacional de frontera, de la mano de las deportaciones masivas con las que amenaza y las redadas anunciadas en Chicago a tal fin. Seguidamente piensa suprimir el reconocimiento del Estado Federal a las personas Trans, reconociendo sólo los géneros femenino y masculino. Sus seguidores se congregan en Washington DC para aplaudir estas políticas ultra-reaccionarias. Los mega empresarios más ricos del mundo, Elon Musk, Jeff Bezos y compañía no se perdieron la ocasión.

Sin embargo, hay hechos que le plantan cara a Trump y la ultraderecha, pero también a todos los derrotistas que eligen ver, de ésta situación del mundo, solo la barbarie. Hay experiencias y redes de organización por abajo que de alguna manera atraviesan un país que es inmenso en extensión y en desigualdades. Algunas de estas experiencias llegan a los medios internacionales y se contagian a todo el mundo, como fue el estudiantazo por Palestina.

Algunas hacen historia, como los procesos de sindicalización y las huelgas inmensas del verano de 2023. Algunas sostienen cotidianamente redes de solidaridad, como las organizaciones que sin fines de lucro ayudan a los inmigrantes a acceder a derechos elementales, o como las agrupaciones de estudiantes por Palestina de Los Ángeles, que en estas últimas semanas se dedicaron a difundir los centros de acopio y recepción de donaciones para los afectados por los terribles incendios.

Estas redes de organización permitieron coordinar acciones en simultáneo en un país gigante y descentralizado, para mostrar que jóvenes, trabajadores, mujeres, migrantes, se preparan para enfrentar las avanzadas ultra-reaccionarias de Trump. Son experiencias vivas, que están en desarrollo en éstos mismos momentos y que no se puede saber de antemano hasta dónde van a llegar, pero tienen su propia potencialidad, y son un punto de apoyo clave para enfrentar a Donald Trump.

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