Desastre climático: el ritmo de las emisiones aumentó un 50% en 25 años

Al ritmo actual, queda sólo una década para que la temperatura global suba 1,5° con respecto a la época pre - industrial. Las advertencias científicas, la inacción de los gobiernos y el reclamo de una transición ecológica urgente.

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Hace 28 años se reunió la COP 1 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) en Berlín. En esa época los gobiernos de casi doscientos países acordaron objetivos claros. Evitar que la temperatura global supere la barrera de los 1,5°. La forma de hacerlo fue evidenciada por la ciencia una y otra vez: reducir rápidamente y eliminar a largo plazo la utilización de combustibles fósiles a través de una reconversión industrial basada en formas de energía limpias.

Este año la COP volverá a reunirse. Esta vez en la ciudad de Dubái, símbolo del petro – negocio y la devastación fósil. Pasaron 28 años y los datos son sombríos. Las emisiones de gases de efecto invernadero no sólo no se redujeron, sino que aumentaron su ritmo anual en un 50%. La cantidad de gases de este tipo presentes en la atmósfera es un 17% mayor que hace tres décadas.

La catástrofe a la vuelta de la esquina

A menos de 30 años de la COP 1, el cambio climático dejó de ser una previsión para transformarse en una realidad cotidiana. Las demostraciones son diarias.

En el último mes, el planeta atravesó una de las mayores olas de calor registradas en el Hemisferio Norte. El día 3 de julio se registró como el día más caliente de la historia global, con una temperatura promedio de 17 grados. En el sudeste de Estados Unidos y zonas de China la temperatura rebasó los 50 grados. En Irán, el récord fue de 66 grados, en el límite de lo que la vida humana puede soportar.

Desde marzo al día de la fecha, el calor extremo mató a 112 personas en México. Y otras 44 murieron en el estado indio de Bihar. Cientas y miles más debieron recibir asistencia médica o ser hospitalizadas en todo el Hemisferio Norte.

La organización científica World Weather Attribution publicó este martes un estudio en el que expone que la ola de calor que azotó el Hemisferio Norte habría sido mucho menos intensa de no mediar el calentamiento global. Según la organización, las temperaturas extremas superiores a los 50 grados serían «casi imposibles» de suceder si no fuera por la destrucción del medio ambiente y la explotación de combustibles fósiles.

Además de las pérdidas humanas y los daños inmediatos, los efectos del calentamiento global comienzan a modificar las condiciones climáticas generales. El resultado son problemas cada vez más difíciles de anticipar y solucionar en la vida cotidiana de millones de personas.

En Sudamérica, la última gran sequía en la Cuenca del Paraná comprometió la producción hidroeléctrica de la región. El resultado fue un aumento de la demanda de combustibles fósiles, aumentando aún más la emisión de gases de efecto invernadero. El calor y la sequedad produjeron incendios forestales inmensos que azotaron toda la región, destruyendo miles de hectáreas junto a su biodiversidad. En Chile, la sequía ya lleva 14 años presentes, configurando la mayor y más larga sequía en la región.

Estos dos elementos (mayor demanda de combustibles fósiles e incendios) produjo la mayor emisión de gases de la región en los últimos veinte años. El verano austral fue inusitadamente caluroso.

Los negacionistas y los capitalistas verdes

¿Qué hicieron los gobiernos de todo el planeta para evitar este escenario desde la COP 1? Prácticamente nada. Se firmaron muchos papeles y declaraciones de buenas intenciones, pero la explotación de combustibles fósiles continúa y se incrementa año a año.

Algunos gobiernos y sectores de la extrema derecha incluso niegan la existencia del cambio climático, a pesar de que toneladas de estudios científicos prueban lo irrefutable. ¿Por qué, entonces, los gobiernos no toman medidas al respecto?

No hay otra razón que la de las ganancias. El 1% de la población mundial amasa millones de dólares todos los años destruyendo el planeta. Y no parecen dispuestos a dejar de ganar o reducir sus ganancias, aún a pesar de las advertencias científicas.

Los gobiernos del mundo los dejan hacer. Y no se trata de una cuestión de «opiniones» o inclinaciones ideológicas. Incluso los «progresistas» ecológicos como Biden y los promotores del capitalismo verde de moda en Europa han hecho poco y nada para evitar el desastre. El problema es estructural. La economía global es capitalismo, y la única ley directriz del capitalismo es la ganancia. Ganar más, ganar más rápido.

Mientras la economía del planeta esté gobernada por los intereses del 1%, la transición ecológica es lisa y llanamente imposible. Ningún gobierno del planeta que se niegue a atacar los intereses del capitalismo será capaz de detener el cambio climático. La disyuntiva es clara: marchar ciegamente hacia la catástrofe climática o terminar con el capitalismo.

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