Economía

Carrefour: cuando la realidad mata al relato

La salida de Carrefour confirma una tendencia marcada tanto por razones globales como por las inciertas oportunidades locales. El plan "industricida" y la falta perspectivas del gobierno, augura un futuro con mayor desempleo y precarización laboral, con la consecuente caída del consumo interno y el posible aumento de la conflictividad social y política.

Días atrás una noticia sacudió al ámbito económico y, en especial, al mundo de los negocios de comercialización de alimentos en el país. Nos referimos a la puesta en venta de los supermercados Carrefour que, dada su envergadura, no es una noticia más.

La firma cuenta con una cadena de locales de venta al público, la cual está compuesta por 680 sucursales distribuidas en 22 provincias. Sus 17.000 empleados la convierten en el 5° empleador del país, sin contar al personal tercerizado que realiza tareas de limpieza y seguridad que, de un modo indirecto, también depende de la empresa.

Su volumen de ventas proyectadas para este año es de unos 6.000 millones de dólares, es decir, más de un punto del PBI de la Argentina. Esto la ubica como empresa líder en su rubro, ya que representa el 25% del comercio en supermercados de alimentos y otros artículos de consumo masivo.

Se habla de que varios grupos económicos (Menéndez Braum, Galperín, Havanna), están analizando la posibilidad de comprar Carrefour, pero dado el volumen de dinero que la operación implica (se estima que su valor superaría los 900 millones de dólares) se hace difícil poder concretar esa transacción.

Se sospecha que concentraría sus operaciones en Europa, dejando sólo en Latinoamérica sus sucursales en Brasil.

Más allá de declaraciones vertidas por la empresa en las que plantean el respeto por los puestos de trabajo, se sabe que estos movimientos de capital sólo generan riesgos para sus trabajadores, ya sea por parte de su actual empleador o por decisiones que pueda tomar la nueva patronal. Por su parte, la burocracia sindical parece no tener mucho empeño en tomar cartas en el asunto y, como es su costumbre, deja a los trabajadores librados a su suerte.

Esta situación concreta, nos muestra el alto grado de contradicción entre el discurso oficial que hace su eje en las hipotéticas mejoras (producto de la fantasía y de un discurso mentiroso) de una mejor calidad de vida de la población vía reducción de la inflación y este intento de venta por parte de la empresa que, como sabemos, jamás analizaría abandonar un lugar que le garantizase grandes ganancias. También, da por tierra los relatos de cierto grado de reactivación de la economía. Lo cierto es que, de concretarse esta venta, implicaría una fuerte salida de dólares del país y no, como plantea el gobierno, que se está operando una fuerte entrada de capitales.

Algo que corrobora este planteo son los dichos del propio CEO de la empresa, David Collas, quien expresó que “los números del sector no son buenos” y que “los volúmenes (de ventas) siguen decreciendo”.

Es cierto que la empresa tiene intenciones de invertir, como lo está haciendo en la provincia de San Luis, para concentrar su actividad en el comercio mayorista, algo que se vincula en forma directa con la crisis de consumo y la recesión que vivimos.

La situación social es clara y se expresa en el hecho de que cada vez más personas efectúan la compra de insumos básicos con tarjeta de crédito, para luego pagar los mínimos y refinanciar el resto. La caída del salario real hace que los consumos de la clase media se vayan desplazando hacia compras diarias en comercios de cercanía, algo que es propio de los sectores de más bajos recursos.

Algunos expertos, plantean que el país se hace “chico” para una estructura tan grande como la de Carrefour, lo cual sustentan en el alto y creciente nivel de pobreza (38,1%, siendo la indigencia superior al 7%), así como en la caída generalizada del poder adquisitivo de la población, que se ve obligada a disminuir su consumo, lo que resiente la rentabilidad.

Aunque durante las crisis globales como la que estamos viviendo, los inversores tienden a retirar sus capitales de los mercados emergentes y prefieren protegerlos en activos más seguros como los bonos de los países desarrollados, lo concreto es que la fuerza principal que los motiva es la de una ganancia sostenida por cierta estabilidad, cosa que las condiciones argentinas parecieran no poder sustentar.

Varias  multinacionales se están replanteando su presencia en territorio argentino, debido a las condiciones económicas a las que se ve sometida la población y a las escasas perspectivas a futuro. Tal es caso de Paramount, Telefónica, Petronas, Exxon Mobil, Mercedes Benz, ENAP, Nutrien (fertilizantes), HSBC, entre otros que ya se han retirado del país.

La salida de Carrefour confirma una tendencia marcada tanto por razones globales como por las inciertas oportunidades locales.

La baja constante del consumo, sumada a la insostenibilidad de la política de ajuste permanente (con su probable correlato de inestabilidad política), es lo que hace a los grandes capitales, en especial los ligados a la producción, sospechar acerca de un futuro sostenible.

Lo que está claro con este panorama, es que el plan «industricida» y la falta perspectivas del gobierno, augura un futuro con mayor desempleo y precarización laboral, con la consecuente caída del consumo interno y el posible aumento de la conflictividad social y política.

Tal vez, lo que estemos presenciando con el caso Carrefour y el de otras multinacionales, sea el escaso margen de gobernabilidad que la actual política económica puede garantizar.

El planteo, coherente con la política de Milei, es claro: los grandes capitales pueden salvarse, mientras que a nosotros, los trabajadores, sólo nos queda tomar conciencia y comenzar a luchar por un futuro en el que no seamos, como hasta ahora, convidados de piedra.

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