
La segunda etapa del Programa de Incentivo a la Exportación, más conocido como el «dólar soja», comenzó como se esperaba: generando enormes beneficios para los sojeros y agroexportadores, y dándole un respiro de muy corto plazo al gobierno.
Sólo desde el 28 de noviembre, cuando comenzó la segunda versión del programa ideado por Sergio Massa, el campo ya liquidó más de $1350 millones de dólares, gracias a que el gobierno les facilita un tipo de cambio diferencial a $230 pesos por dólar.
En ese período el agro comercializó unas 2,71 millones de toneladas de soja, lo que demuestra los enormes beneficios que obtienen por la medida.
El gobierno, por su parte, lo único que obtiene a cambio es algo de tiempo, para tratar de contener la sangría de reservas del BCRA, lo que necesita como agua para evitar una disparada aun mayor de los demás dólares. Pero también para cumplir con las metas de acumulación de reservas del FMI, lo que podría facilitar un nuevo desembolso por parte del organismo, y así seguir haciendo girar la rueda cortoplacista de «ganar tiempo» pero sin perspectiva de salir de la crisis, sino sólo contenerla hasta las próximas elecciones.
Esto lo demuestra el hecho de que mientras estuvo en vigencia la primera parte del programa la entidad monetaria logró su objetivo de acumulación de reservas, las que así como vinieron se fueron a las pocas semanas mediante la venta de dólares por parte del BCRA para contener el precio de la divisa, en particular los «dólares financieros» operados por las grandes empresas. Un esquema que no se diferencia mucho del que rigió en gran parte del gobierno de Macri, cuando los dólares del FMI fueron utilizados para financiar la fuga de capitales.
Desde que se lanzó la segunda etapa del plan, el Banco Central compró U$S693 millones.
El gobierno ya negocia con el Fondo la posibilidad de un nuevo desembolso este mes que podría alcanzar los $5800 millones. Entre esos dólares que llegarían del FMI más lo que pueda hacerse con el «dólar soja», el gobierno espera poder pasar un verano tranquilo en lo que respecta al frente cambiario.
A cambio, como ya adelantaron las autoridades del organismo, le exigirán al gobierno no sólo acelerar el ajuste, sino incluso la puesta en pie de un «plan de estabilización» que significaría aplicar medidas de shock. El ajuste sería, por supuesto, para los trabajadores, muy distinta a la realidad de los grandes productores de soja, que encuentran en la fragilidad de la crisis y las urgencias del gobierno una oportunidad para acrecentar aún más sus millonarias ganancias.
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