Agustina Bazterrica es una escritora argentina reconocida internacionalmente por su estilo provocador y su capacidad para explorar lo inquietante en la literatura contemporánea.
Nacida en Buenos Aires en 1974, Bazterrica se licenció en Artes por la Universidad de Buenos Aires y ha desarrollado una carrera literaria marcada por la experimentación y la crítica social. Su obra más conocida es la novela Cadáver exquisito (2017), con la que ganó el Premio Clarín de Novela y que, posteriormente, fue traducida a más de 30 idiomas, convirtiéndose en un éxito de ventas mundial.
En esta novela, que abrió las puertas del reconocimiento internacional a su autora, somos invitados a descender a un universo perturbador: una sociedad marcada por una crisis sanitaria que exige la eliminación de todos los animales y, con ellos, la posibilidad de consumir su carne. De esa ausencia nace un giro brutal, un nuevo orden que reorganiza la industria en torno a la cría, el sacrificio y la comercialización de seres humanos. En este sentido, la sociedad se fragmenta en dos roles irreconciliables: los que comen y los que son comidos.
Desde esa premisa, la narración nos arrastra hacia un territorio donde el canibalismo se convierte en ley, y cada página es un espejo oscuro que refleja nuestra propia violencia cotidiana. Nos vemos inmersos en un torbellino de emociones que nos obliga a interrogar el valor de los cuerpos, la normalización de la violencia y la capacidad del lenguaje y las instituciones para naturalizar la explotación.
Una estrategia discursiva que naturaliza el horror
“Su cerebro le advierte que hay palabras que encubren el mundo. Hay palabras que son convenientes, higiénicas. Legales.”
La novela Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica, se construye como una distopía que utiliza el canibalismo institucionalizado para interpelar al lector sobre la violencia estructural y el consumo desmedido.
Con un estilo narrativo que combina crudeza descriptiva y un tono clínico que intensifica el horror, nos adentramos en la vida cotidiana de un ser humano que administra la matanza sistemática de otros seres humanos. La autora evita el sentimentalismo y opta por un lenguaje objetivo, casi documental, que refuerza la deshumanización de los personajes y convierte la violencia en rutina, con excelente precisión logra narrar situaciones de lo más grotescas con una frialdad que puede generar gran impacto en el lector.
Bazterrica emplea oraciones breves y directas, con predominio de la narración en tercera persona focalizada en Marcos, el protagonista, lo que genera una perspectiva limitada y claustrofóbica. El uso de tecnicismos propios de la industria alimentaria (“procesar”, “producto”, “faena”) funciona como recurso estilístico que encubre la brutalidad y evidencia cómo el lenguaje puede legitimar prácticas atroces. Durante el relato, el protagonista Marcos Tejo aparece reiteradamente en tensión con ese “nuevo lenguaje” impuesto para referirse a su propia especie, reducida ahora a mera mercancía.
En este mismo sentido, cabe destacar la denominación brutal de “transición” a ese proceso en el que se pasó del consumo de carne animal hacia la purga de esos seres y la consiguiente legitimación del canibalismo, como si simplemente fuera una etapa de amoldamiento de la sociedad sin mayores inconvenientes. Desde las primeras páginas, se percibe la rapidez con la que se llevó a cabo esa llamada “transición”, en la que la comunidad médica y científica se organizó para construir un discurso capaz de controlar el imaginario colectivo y beneficiar a la industria alimentaria, sin dejar espacio ni voz a quienes discrepaban de esta idea en la que un grupo de la especie humana debía ser sacrificado y consumido para la supervivencia de otro.
La repetición de estructuras sintácticas simples y la escasa presencia de adjetivación emotiva, configuran un ritmo seco y mecánico que refuerza la temática de alienación y deshumanización presente en la novela.
Lejos de empobrecer la experiencia del lector, esa austeridad estilística intensifica la tensión ética que atraviesa el relato; las escenas más horrendas no se exhiben para provocar sensacionalismo, sino para interpelar la conciencia del lector. La obra articula su fuerza literaria en la dialéctica entre lo explícito y lo silenciado, gracias a la forma narrativa -su ritmo, su léxico y sus omisiones- la autora logra potenciar el contenido crítico y transformar la lectura en una experiencia inquietante y reflexiva.
“¿Quién es el otro si, de verdad, somos lo que comemos?”
Cadáver exquisito se despliega como un paisaje de horror, donde el canibalismo deja de ser metáfora y se vuelve ley. La novela imagina un mundo en el que, “comer o ser comido”, ya no es figura retórica, sino pulso cotidiano, y la otredad se disuelve en la boca del que devora. Nacida de los miedos y problemáticas de su tiempo, la historia traza el mapa de una industria que transforma cuerpos en mercancía, una maquinaria que maquilla la depredación con protocolos y etiquetas hasta volverla rutina.
En ese orden, la animalización del otro se convierte en discurso legitimador en el que ciertos cuerpos son reclasificados, despojados de nombre y de voz, destinados al consumo como si su destino fuera natural y no decisión política.
“Inmigrantes, marginales, pobres. Fueron perseguidos y, eventualmente, sacrificados. La legalización se llevó a cabo cuando los gobiernos fueron presionados por una industria millonaria que estaba parada. Se adaptaron los frigoríficos y las regulaciones. Al poco tiempo los empezaron a criar como reses para abastecer la demanda masiva de carne.”
Bazterrica construye el horror y la brutalidad de su historia con una frialdad que duele. Como mencionamos anteriormente, sus recursos narrativos levantan un velo inquietante que separa la llamada “carne especial” —los cuerpos humanos destinados al consumo— de aquello que aún se reconoce como vida plena, naturalizando una división tan brutal como cotidiana.
La novela plantea una ontología del valor: pone en jaque el debate contemporáneo sobre qué cuerpos “valen” y cuáles sobran. Las fronteras entre ambos grupos no son naturales sino impuestas; las traza el poder de unos pocos que deciden por todos, que determinan quién merece existir y quién queda reducido a alimento.
Una advertencia sobre, ética, poder y consumo
Advertimos desde el inicio que esta novela no es para todos, hay que tener estómago para adentrarse sin reparos en los hechos que la autora relata. Requiere abrir la mente para captar lo que Bazterrica quiere transmitir más allá de las historias particulares de sus personajes, pues la obra funciona como un espejo que, mediante la ficción, lleva al extremo la exposición de la lógica del sistema en el que vivimos cotidianamente, un sistema que reduce, clasifica y calla.
No se trata únicamente de un relato de horror y deshumanización. Es, sobre todo, una denuncia de la lógica capitalista que transforma la vida en mercancía, donde la ganancia decide quién vive y quien es sacrificado. La industria, amparada por el Estado y por intereses privados, organiza una explotación brutal que se naturaliza a través de normas, discursos y prácticas institucionales.
A lo largo de sus páginas, se va articulando una pregunta que no exige haber vivido un mundo con canibalismo legalizado para resultar pertinente: ¿hasta qué punto toleraremos un sistema que, día a día, nos empuja hacia la barbarie?




