“Se necesitaba un sistema científico claro, una dialéctica materialista, para la acción desarrollada en el plano histórico sobre la que tenía que trabajar Lenin; ello era necesario, pero no suficiente, hacia falta aquél poder creador misterioso que se llama intuición: la capacidad de apreciar los acontecimientos con una rapidez inaudita, de distinguir lo esencial y lo importante de los insignificante y lo superfluo, completar con la imaginación los espacios vacios del tablero, medir bien los pensamientos de los demás y sobre todo prever hasta el final los del enemigo; la capacidad de unir todos estos elementos, y en el momento en que la «fórmula» se concreta en su pensamiento dar el golpe decisivo y alcanzar el objetivo. Esta es la intuición de la acción. Es la capacidad práctica de un espíritu inventivo”
“Lenin como tipo nacional”, Trotsky, 23/04/1920
De cara la Convención Nacional del Nuevo MAS que se inicia mañana, 19 de diciembre presentamos un guion de trabajo resultado del informe al Comité Central del 30/11 a la vuelta de la gira europea del autor de este texto.
1.
Es un momento internacional muy disruptivo, hay demasiadas crisis juntas. Por ejemplo, el SWP inglés afirma que Starmer –el primer ministro (laborista) de Gran Bretaña– hace un desastre tras otro, está totalmente adaptado como liberal-social y su gobierno es una vergüenza. Pero ni siquiera gobiernos que supieron mantener fuertemente el control, como Thatcher o Blair en su momento, podrían controlar la situación ahora. Dicen que Starmer “parece un payaso”, pero que en realidad lo que pasa es que hay demasiadas crisis para gestionar: ecológica, económica, geopolítica, a nivel de los gobiernos y regímenes políticos, de las nuevas formas de explotar el trabajo, etc.
2.
Desde el punto de vista objetivo, el momento es dramático. Por supuesto que detrás del “caos” hay un método, pero son demasiadas crisis juntas, lo cual implica demasiadas temáticas juntas. El orden internacional capitalista se está ordenando alrededor de las guerras, de las relaciones de fuerzas entre Estados.
El problema es que entró totalmente en crisis el orden y la configuración capitalista de posguerra, incluido el neoliberalismo, cuando el hegemón era EEUU. Esta expresión superestructural ahora en crisis significaba que por abajo había cierto ordenamiento, forjado por dos determinaciones: a) una más histórica, el desarrollo del capitalismo urbi et orbi, y b) otra, la existencia de una especie de “semi Estado mundial” que era EEUU. Ese orden fue producto de dos guerras mundiales, no de tomar en té en conferencias internacionales. Las relaciones de fuerzas se probaron en la acción.
3.
Ahora se pateó el hormiguero, y los tambores de guerra suenan, no porque vaya a venir la tercera guerra mundial inmediatamente, sino porque nadie sabe cómo se van a acomodar las relaciones de fuerzas imperiales en el nuevo mundo. Desde la Argentina nos puede parecer un poco abstracto esta idea, pero el capitalismo no es solo explotación, también es relaciones de dominio, incluido el dominio entre Estados.
El siglo XX cerró de manera ordenada: se acabaron los países no capitalistas, volvieron la explotación del trabajo al modo capitalista asalariado y la mercancía a todo el mundo, con una hegemonía clara de EEUU. El siglo XXI es un quilombo. Una primera base material de eso es el problema ecológico, aunque en lo inmediato salga de escena por la presión de los negacionistas. Porque no tiene una solución de conciliación el problema del medio ambiente –como demuestra el fiasco de las cumbres sobre el tema–. Es una agria pelea de nuestra época porque capitalistas muy poderosos están ligados a una matriz productiva basada en los combustibles fósiles. Los problemas en la frontera humano-natural son muy estructurantes de la existencia humana.
Además, el estancamiento económico se traduce en una guerra tecnológica feroz. Si la economía mundial se estanca, las fuentes de expansión capitalista e imperialista pueden ser geográficas, como el saqueo de África; plusvalor absoluto, como el de las empresas de reparto; o plusvalor relativo, donde entra la IA. La competencia exacerbada es por las cadenas de valor y por la tecnología. El fetiche de la tecnología está de nuevo recontra instalado. Las perspectivas de las nuevas tecnologías están en discusión con corrientes como los tecno-optimistas, los luditas-pesimistas, el tecno-feudalismo, etc.
La crisis política también se ve urbi et orbi. En todo el mundo se ve la crisis de la democracia burguesa y el momentum de la extrema derecha. Y los elementos de polarización por izquierda también están muy presentes aunque no sean los dominantes: la rebelión contra la ICE en Los Ángeles, la resistencia del pueblo palestino, la histórica huelga general en Italia del 3 de octubre en solidaridad con Gaza, las rebeliones generalizadas en varios países protagonizadas por la juventud de la generación Z, el nuevo movimiento obrero que se pone de pie, las marchas del orgullo y el movimiento de mujeres, etc. También en el terreno electoral, con elecciones como la de Mamdani en Nueva York.
4.
¿A qué gobernanza vamos? Putin y Xi Jinping parecen tener más claro lo que quieren, son capitalismos de Estado con regímenes bonapartistas, potencias imperialistas emergentes. Son “revisionistas” en el sentido de que cuestionan el orden de la posguerra: Breton Woods, la ONU, la hegemonía de EEUU -con bases militares pero no de colonialismo directo sino de dependencia económica-.
La burguesía imperialista que dominó el mundo a partir de las dos guerras mundiales, está dividida: ¿cuál es el orden que quiere? La política de EEUU y la de la UE son totalmente distintas. El último reducto del capitalismo social-liberal clásico es Europa, con regímenes electorales que no existen en China ni en Rusia. Ahí hay un problema: los proyectos bonapartistas chocan con la democracia burguesa porque requieren más tiempo, requieren autócratas. La democracia burguesa con su alternancia funciona muy bien cuando hay estabilidad, después de que una guerra mundial definió las relaciones de fuerzas: privatizo, estatizo, pero todo va bien porque el mundo está diseñado. Ahora bien: no alcanza un mandato de cuatro años para rediseñar el mundo. Por eso los regímenes tienden a hacerse más reaccionarios. En cierto modo, desde el punto de vista capitalista hay “demasiadas” elecciones, demasiado recambio. La burguesía necesita otro tipo de personalidades políticas, y no las hay: Bismarck gobernó 28 años (primero como ministro-presidente de Prusia y luego como Canciller del Imperio Alemán) para lograr la unificación de Alemania; ¿dónde está el Bismarck del siglo XXI?
A Trump tampoco le da la nafta hasta ahora para ser el “canciller de hierro”. En dos años se va, o no, no se sabe, y eso es un lío. A Bolsonaro le dieron 27 años de cárcel, aunque ahora le están reduciendo la pena a dos años y 4 meses. En Ucrania, Zelensky tuvo que hacer renunciar a su mano derecha por corrupción; se afanó millones de dólares, y la sociedad lo quiere matar, ¿cómo va a lucrar en medio de la guerra? Es que aun en medio de la guerra, hay sociedad civil –un producto de la caída del Muro–, cosa que en Rusia no hay.
A Europa, China parece no preocuparle (estamos exagerando para que se entienda). En Le Monde sale un mapa con los “tres emperadores del mundo”, que serían Trump, Putin y Xi Jinping, pero todas las comparaciones son entre la OTAN y Rusia. Les importa Eurasia, su “interland”, no el Pacífico. Con China hacen negocios.
5.
Resumiendo, hay demasiadas crisis juntas como para que el capitalismo las pueda manejar. Estamos en una etapa competitiva que busca una resolución en las relaciones de fuerzas, con una burguesía imperialista tradicional dividida entre EEUU y la UE (amén de la división interna en los propios Estados Unidos). También hay un giro al rearme desde prácticamente cero en una UE, donde el Estado de Bienestar se había construido a partir de reducir cualitativamente el gasto militar –los “dividendos de la paz”–. Francia resucitó el servicio militar voluntario, como Alemania, y aunque los franceses y alemanes blancos no van a ir ni locos, ambos países están llenos de turcos, árabes y africanos pobres, que podrían ir al ejército para tener un futuro.
No es lo más probable que Rusia quiera ir más lejos de la franja este de Ucrania y Crimea. Pero Rusia tiene muchos recursos naturales y humanos, y una sociedad que todavía no parece reclamar nada porque reventaron las conquistas de la vieja URSS hace décadas (desde los años 30 en adelante). En la Rusia actual prácticamente no existe sociedad civil, lo mismo que en China (aunque exageramos un poco).
En Europa occidental, les tocás un feriado y estalla Francia… También es muy actual el debate sobre presupuestos en el mundo; en Francia no les dejan bajar los presupuestos que tienen que ver con el gasto social, y en Gran Bretaña hubo un lío similar por el presupuesto. Y el giro a una economía de guerra –aunque por ahora hablar de guerra sea una exageración– obliga a sacrificar gasto social. Ya hubo un sacrificio de gasto social con el capitalismo neoliberal, y ahora otro con el capitalismo armamentístico.
6.
Hay otro problema dramático: el gasto militar viene ligado a que los países imperialistas tradicionales no pueden permitirse no tener industria (no pueden depender de China para tener armamento). En Gran Bretaña hubo toda una discusión porque cerraba la última acería, y parece que la estatizaron porque no pueden rearmarse sin acerías. En Francia hay un escándalo porque Arcelor Mittal cerró las tres plantas, y finalmente votaron mantener una abierta. Se abrió todo un debate sobre que hay que “volver a industrializar Francia”.
Todo esto significa un retorno a la lógica imperialista clásica (tradicional), muy ligada a la combinación de explotación con expoliación y guerrerismo. Trump le acaba de cerrar el espacio aéreo y marítimo a Venezuela y quiere voltear a Maduro. Tiene una lógica de esferas de influencia: “el Caribe es mío”. Acaba de redactar una nueva versión de la doctrina Monroe (1823) -en síntesis, “América para los estadounidenses”- titulado “Corolario Trump”. Xi Jinping les exigió a las fuerzas armadas chinas que estén listas para atacar Taiwán en 2027 y Putin insiste en que quiere las regiones conquistadas de Ucrania para Rusia. ¿Cuál es la negociación? ¿Se juntan a hablar de qué? Porque no se puede comparar Venezuela con Taiwán, que hace el 70% de los semiconductores del mundo, y la burguesía yanqui no puede entregar Taiwán (aunque ahora Trump reclama por las estatizaciones del petróleo en Venezuela en 1976, cuando entra en vigor PDVSA).
7.
Es obvio que entramos en otra etapa mundial: una etapa de crisis, guerras, reacción y revoluciones, una nueva era de los extremos, definición que es mejor a la de una “nueva era de las catástrofes” (Callinicos). Porque las catástrofes se vienen -¡o ya se viven!-, pero la definición de meras catástrofes queda como muy pasiva y la primera, leninista, es revolucionaria (atiende a la reversibilidad dialéctica de la situación, no puede haber reacción sin acción).
Lo concreto es que a mediano plazo no se ve cómo se van a acomodar todas estas crisis sin choques bélicos, y sin lucha de clases. Esto sin ser mecánicos, porque eso de que si viene la guerra después viene la revolución, no es mecánicamente así. (O si vienen las revoluciones después de las guerras, pero para ganarlas hace falta que maduren los factores subjetivos que hoy todavía no están -factores subjetivos que incluyen las organizaciones revolucionarias con influencia de masas.)
La revolución social está inscripta en la lógica de esta nueva etapa, que es lo que no ven el SWP, el SU y otras corrientes derrotistas (aunque también las hoy las corrientes objetivistas, aunque estas están en franca decadencia como se acaba de ver con el estallido de la LITCI).
8.
El contrapunto, para nosotros muy importante, es que el nuevo mundo social es riquísimo. Hay reacción también porque el mundo social está muy transformado, y es muy hermoso, muy multicolor, muy apasionante. Hay tendencias regresivas pero también tendencias ultramodernas, una modernización de las relaciones humanas muy profunda, y la extrema derecha recalcitrante reacciona también a eso. “Los árabes nos van a reemplazar a los europeos”, dicen los reaccionarios de Francia e Inglaterra (es la teoría del “gran reemplazo”). ¡Ojalá! ¡Porque los árabes y demás migrantes son mucho más simpáticos que los blanquitos pequeñoburgueses! (afirmamos esto en sentido figurado, no literal, obviamente). Lo mismo en EEUU: es un polvorín social a punto de estallar. Si hay un país imperialista de Occidente donde todo puede volar por los aires, ese es Estados Unidos.
Ese mundo social genera una reacción conservadora que es utilizada por la extrema derecha, el bajo fondo del atraso que se expresa en las redes sociales: “Francia está llena de árabes, negros, personas trans… ¿adónde quedó la Francia (o Inglaterra) tradicional, la familia tradicional?”, afirman Bardella o Marine le Pen de Ressemblement National, o Tommy Robinson y Nigel Farage en Inglaterra, etc. Eso es universal de la extrema derecha, está en todos lados (ahora es la demagogia con la que ganó Kast las elecciones en Chile ayudado por el idiota de Boric).
9.
Una de las cuestiones que tienen más actualidad es es entender por qué se reabrió el debate ideológico, que estaba clausurado. Una “clausura” que estaba vinculada con la idea de que llegamos al fin de la historia, el comunismo se murió, solo queda vivir en lo existente, en “este eterno presente”… Ahora se reabrió la historia, y la extrema derecha quiere abrir el debate ideológico.
A comienzos del siglo XX, la que abrió el debate fue la izquierda socialista; Arno Mayer dice que la contrarrevolución es más empírica, más “reactiva” ideológicamente; junta cosas de cualquier lado en respuesta a la revolución. En cierto modo la reacción sigue siendo así, pero en este siglo XXI tomó la iniciativa en reabrir el debate ideológico. El tema a responder es ¿por qué?
Ocurre que esta iniciativa es una caja de Pandora, porque al reabrir el debate se abre también la posibilidad de relanzamiento de la perspectiva socialista; así y todo, lo abrieron; nosotros nos metimos con todo con el perfil del anticapitalismo.
Quizás la extrema derecha reabre el debate porque creen que lo van a ganar, pero está abierto, vamos a ver si lo ganan, porque las generaciones nuevas no viven la experiencia del socialismo y el comunismo como estalinismo; ¡viven la experiencia del capitalismo voraz del siglo XXI! Y aunque les digan que el socialismo fracasó, lo que viven es el capitalismo que es una mierda. Es lo que decía Rakovsky, pero al revés; Rakovsky decía a fines de los años 20: “tenemos un lío porque las nuevas generaciones no se forjan en la experiencia de la Revolución Rusa sino en la experiencia de la burocratización de la revolución, y entonces pueden hacerse antisocialistas”. Pero la experiencia de las actuales generaciones, su contemporaneidad, es que el capitalismo quiere dejar a la mitad del mundo fuera del mapa, es que el capitalismo es una mierda; ¡eso es lo que forja materialmente la consciencia de las nuevas generaciones mas que ninguna otra cosa!
Así que reabrir el debate ideológico, que es sinónimo de reabrir el debate sobre las cuestiones generales sobre el sistema, les puede salir el tiro por la culata.
10.
El mundo del trabajo está transformado, y hay una nueva generación trabajadora y estudiantil que vive y trabaja en condiciones ultra precarias. El acierto constructivo número uno de la corriente es ligarse a las nuevas generaciones estudiantiles y trabajadoras.
Una de las discusiones que emergen en todo el mundo es el de la IA. Detrás de los algoritmos está el trabajo humano asociado. El algoritmo copia y sistematiza sus movimientos. Ese es su secreto. Y al copiarlo y almacenarlo, intenta imponérselo como cadencia del trabajo a la nueva clase obrera precarizada, y no solo a ella.
Una nueva clase obrera explota numéricamente en el mundo, y es fundamental estar vinculado a ella como venimos haciendo desde nuestra corriente en la Argentina, Brasil, con el Congreso Mundial de Gig Workers en Los Ángeles, el SEIU, así como emerge un nuevo movimiento estudiantil que más que nunca es estudiante y trabajador: todo el estudiantado universitario trabaja.
La clave constructiva de la corriente es que cada vez más está vinculándose a este nuevo mundo social, construyéndose en él, lo que incluye las personas trans, el movimiento de mujeres, el movimiento LGBT, nuestra solidaridad con las personas migrantes en todo el mundo, etc. En definitiva, con todos y todas las oprimidas y explotadas del mundo empezando, y con centralidad, en la nueva clase obrera.
Es obvio que las corrientes trotskistas tradicionales que no ven estos fenómenos, que no tienen contemporaneidad, están en franca decadencia, mientras que las corrientes que como SoB nos estamos vinculando y estamos siendo protagonistas en estos nuevos fenómenos, encontramos los puntos de apoyo para la construcción de nuestra corrientes y partidos y para la batalla por relanzar la revolución socialista en el siglo XXI amén que por pelear por transformarnos, en serio, en partidos revolucionarios.
11.
El mundo no da una pauta clara de a dónde va. El crecimiento no es solo un problema de la Argentina, que ya está en el “décimo mundo” en cuanto a su economía, aunque sigue teniendo una lucha de clases y una vida social muy moderna y no hay ese racismo estructural que hay en los países imperialistas. El problema es que hay una lucha tremenda entre el mundo social moderno de la Argentina y su estructura económica súper atrasada, y estas ratas inmundas en el gobierno quieren hundir todo lo que de progresivo hay en el país, en el mundo de los explotados y oprimidos.
En ese sentido, Milei es un peligro (y no un “gatito mimoso”, como afirma superficial y epidérmicamente Bregman) porque lo que quiere hacer es destruir ese mundo social, que no puede sostenerse en condiciones de vida tan malas (la contrarreforma laboral mileísta es eso: una verdadera “contrarrevolución laboral”, aunque opinamos que difícilmente pase).
Con Milei, Argentina va a contramano del mundo: es aperturista y todo el mundo se acaba de volver proteccionista.
Este gobierno es colonial. Hay que desarrollar el ángulo antiimperialista pero íntimamente vinculado al anticapitalismo, que es la conciencia que crece en los sectores más dinámicos de la juventud y las y los trabajadores en el mundo.
12.
Hay dos tipos de trotskismo: el que tiene juventud (laboral y estudiantil) y el que no tiene. Hay que elegir cuál queremos ser (ya lo elegimos, obviamente); si queremos tener más futuro que pasado o más pasado que futuro… Las corrientes históricas europeas tienen acumulación, tienen todavía plata, tienen cultura acumulada, pero están muy mal: su afirmación común al SWP y el NPA/A es “estamos viejos”…
En eso la corriente SoB, nuestra corriente, tiene inmensas perspectivas. La LITCI estalló y la FT es dinámica pero, aunque no lo digan abiertamente, está funcionando -en cierto modo- en “frente único” (es evidente en toda la escenificación que vienen haciendo, en su fisic du rol): por un lado Francia y Brasil, y por el otro Argentina.
Nos llevan la delantera en lo constructivo, pero están divididos porque no tienen balance del estalinismo (son doctrinarios hasta la médula, normativistas). Hasta ayer, para el PTS China era un “Estado obrero”. Y saltar de ahí a decir que es un “imperialismo en construcción” es un salto demasiado grande que les está costando sangre, sudor y lágrimas aunque pretendan disimularlo. El grupo de ellos de Brasil no fue a ninguna marcha contra la amnistía a Bolsonaro y estaban en contra de exigir cárcel para Bolsonaro (¡en el acto que hicieron en San Pablo salieron lisa y llanamente a mentir que sí están por la prisión a Bolsonaro!). Tampoco son capaces de defender la autodeterminación ucraniana: desde que comenzó la invasión Rusa en febrero de 2022, cambiaron mil veces de posición. Le ponen condiciones al planteo de autodeterminación, lo cual no es la posición clásica del marxismo revolucionario -de ahí todo el enredo ridículo que tienen con la discusión de las consignas democráticas.
Y, en la Argentina, lucen muy superestructruralizados; hay una desconexión entre su construcción por arriba y por abajo.
Así las cosas, hay un enorme espacio internacional para la construcción de nuestra corriente si logramos madurar más constructivamente (esta discusión es la principal de la Convención Nacional que se viene).
También hay un revival del marxismo académico expresado en las conferencias de Historical Materialism. Pero, expresamente, sus organizadores pretenden mantenerlo en ese nivel: militar es, para ellos, escribir papers.
Para que haya un verdadero revival del marxismo militante tiene que haber lucha de clases. Lo de Italia es muy promisorio: hubo dos huelgas generales políticas. Quizás sea el adelanto de un nuevo proceso radicalización que se esta haciendo esperar desde los años 70.
Todo el trabajo del marxismo revolucionario militante es para eso: ¡para prepararnos para un nuevo ascenso en la lucha de clases en el cual podamos cumplir un papel cualitativo!
Porque, en definitiva, sin corriente no hay nada, tampoco sensibilidad, que se crea en la experiencia, con el contacto humano, físico, militante por la base; no hay otra forma. Las “luces” se prenden en el contacto con la realidad. Y en eso somos una corriente fuerte aunque aunque con limitada envergadura todavía. Porque tenemos esa sensibilidad, y es una corriente contemporánea, que funciona a la luz de los problemas del día.
No seríamos contemporáneos si no hubiera una diversidad de generaciones en la corriente. No hay manera de estar al día con el mundo social si no hay un intercambio de generaciones.
Anexo
Sobre la inteligencia artificial
“(…) el automatismo de los sistemas, por su misma extensión (…) comienzan a suscitar una reversibilidad, que uno puede calificarla de dialáctica, en la relación entre el sujeto y el objeto: se trata entre ambos de una relación de autonomia o de independencia mutua relativa. En la medida que dichos sistemas se autoregulan, devinen uno de los principios internos del funcionamiento de los sistemas automáticos, los trabajadores ellos mismos menos subordinados a ellos. Ellos no son más los simples «objetos» de un sistema de la misma manera que antes, en la medida que comienzan a emanciparse de la tutela directa de el capital materializado en dichos sistemas” (Pierre Naville, Vers l’automatisme social?, 1963)
Hay que ver el tema de la transformación del mundo del trabajo y de la inteligencia artificial. Utopía y distopía están muy cerca. La IA puede ser utilizada como herramienta de súper explotación, tanto en plusvalor relativo como absoluto, pero también puede ser utilizada de manera emancipatoria.
La IA utilizada de manera emancipatoria puede modificar -hasta cierto punto- el carácter mismo del trabajo humano. El autómata es un concepto complejo. No sólo realiza operaciones que antes realizaba el trabajo humano: además tiene autorregulación (como señala Simondon). Esto significa que se adapta a una serie de circunstancias sin la intervención directa del ser humano, aunque la ideación –la capacidad de pensar tareas futuras– y la dexteridad –la habilidad– son cosas muy humanas.
Si el factor de mediación entre el trabajo humano y la naturaleza se modifica, dialécticamente el propio trabajo humano se puede emancipar y modificar. Esta discusión no es exactamente nueva, también en el siglo XX tuvo sus ultrapesimistas (Günther Anders) y sus ultraoptimistas (Pierre Naville era, quizás, demasiado optimista, aunque no fetichista -estamos escribiendo sobre esto en textos aparte).
Naville conecta el desarrollo de las fuerzas productivas y la posibilidad de emancipación del trabajo –frustrada por el capitalismo y el estalinismo: Naville nunca se olvida del estalinismo– con la nueva “masa de materiales” creada por el capitalismo. Al mismo tiempo, esas fuerzas productivas, en manos del capitalismo, son una distopía completa, porque el trabajo humano no se reemplaza para emancipar al trabajador: la supercalificación del autómata es la descalificación del esclavo. Pero ahí no podés entrar como ludita. El autómata copia los movimientos humanos, y es un “producto del cerebro humano creado por la mano humana”, como afirma Marx en los Grundrisse. Su definición recuerda y lleva a un nuevo nivel la de Engels en “Sobre el papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, donde habla de la importancia de la mano liberada de los bípedos para nuestra transformación en humanos.
Con la automación surge una capacidad de fuerza productiva que tiene autoadaptación. Ese es el concepto de autómata, que es distinto de lo automático que no tiene autoadaptación. El autómata tiene autorregulación, puede adaptarse a circunstancias cambiantes.
Hay dos tipos de abordajes en el marxismo de las fuerzas productivas. A) El fetichista tecnológico cree que las fuerzas productivas no tienen nada que ver con las relaciones de producción, con las relaciones humanas. B) El culturalista cree que en las fuerzas productivas no hay un gramo de carácter transhistórico; que todo depende de las relaciones de producción.
Pero en realidad, las fuerzas productivas son un mix entre tecnología y relaciones de producción, porque no se desarrolla la potencialidad del trabajo automatizado de la misma manera en una sociedad de explotación que en una sociedad emancipada.
Nuestro abordaje no es tecno-optimista ni ludita, es un abordaje marxista revolucionario. En el siglo XX hubo otros abordajes culturalistas de la técnica, como el de Marcuse, o escépticos como Weber; Marx era materialmente optimista.
Entre paréntesis, toda esta discusión en pleno desarrollo y elaboración por parte de nosotros, sin la práctica de la corriente internacional no podríamos agarrar. Pusimos en pie el Sitrarepa, el Congreso Mundial, el trabajo en Brasil, etc., y nos metimos a reflexionar sobre la cuestión del trabajo humano como parte de nuestra obra El marxismo y la transición socialista, sin haber arrancado específicamente por el costado teórico del tema. Ahora nos metimos de lleno en la cuestión porque “descubrimos” su impacto enorme en el marxismo así como en la nueva clase trabajadora.
La reflexión sobre el problema de las máquinas, del autómata, de los medios de producción, de los algoritmos, de cómo la herramienta modifica al medio ambiente y también al sujeto transformador, a las y los trabajadores, ese recorrido arranca en Aristóteles, sigue en Hegel, llega a Marx, y en los Grundrisse está el concepto del general intellect. Este concepto alude a la sustitución del gasto de energía humana directa en la producción por la ciencia y el conocimiento (Pasquinelli afirma que es un concepto “idealista” que luego Marx abandona en El capital, pero a nosotros no nos convence para nada el argumento).
El concepto de general intellect, evidentemente le quita base material a la producción capitalista basada en la explotación del trabajo humano (en la sangre, el sudor y los músculos humanos); saca al trabajo del lugar de subsunción formal y real bajo el capital y lo coloca al lado de los medios de producción como vigilador y regulador (el principio mismo de la planificación económica y social está en juego acá).
Esta discusión teórico-política ejemplifica un poco el mundo en el que estamos, y recomiendo leer esas 40 páginas de los Grundrisse, la parte de las máquinas, y el fragmento sobre las máquinas de los escritos de Marx del 61-63, si queremos estudiar sobre IA sin ser posmodernos (así como las obras de Naville, Pasquinelli mismo, etc.).




