La construcción del Estado nacional argentino fue un proceso marcado por el conflicto. Se suele considerar al año 1880 -en el que se llevó adelante la federalización de Buenos Aires- como momento cúlmine de la organización nacional. Según Ansaldi, es el momento de cierre de una crisis orgánica abierta desde las invasiones inglesas de 1806. Sin embargo, en este trabajo ahondaremos en las dificultades y desafíos que debieron afrontar las clases dominantes para la imposición del orden social. (Ansaldi, 1980)
Contexto
En las dos últimas décadas del siglo XIX, el país atravesó profundas transformaciones producto de su ingreso a los avatares de la modernidad capitalista. Los años previos estuvieron signados por la proletarización del gaucho y la población rural. Junto a ello, el avance sobre los territorios habitados por los pueblos originarios, a través del genocidio, permitió la ampliación de tierras disponibles para desarrollar el modelo agroexportador que favoreció intereses económicos imperialistas. La construcción del Estado nacional fue un hecho violento, que consagró un orden social a partir de la lógica de la civilización y la barbarie. (Terán, 2008; Ockier, 2020; Lenton, 2010)
Para 1880 emergieron nuevas problemáticas que debieron afrontar las clases dominantes del mundo capitalista: la llamada “cuestión social”, un proceso de ‘temprano’ conflicto social producto de las primeras contradicciones de las relaciones sociales de producción capitalistas, ahora extendidas en el mundo. Particularmente en Argentina, debemos considerar la masiva inmigración que arribó entre 1880-1914 y que se constituyó como parte importante de la clase obrera en el litoral del país. (Zimmermann, 1995; Terán, 2008)
Si recurrimos al Censo de 1869 y al Censo de 1895, se aprecia el salto cuantitativo de inmigrantes de uno a otro, reflejando de esto modo el impacto que la inmigración masiva, mayoritariamente italiana y española, tuvo en la poblacional argentina. Si bien la llegada de inmigrantes europeos fue alentada por los sucesivos gobiernos (“Ninguna de las naciones que están formándose aquí al fin de este siglo XIX, presenta tantas ventajas para el inmigrante europeo como la República Argentina”- Censo de 1895: 789), la modernidad trajo consecuencias no deseadas para la clase dominante argentina.
A nivel internacional, las identidades nacionales se delineaban y afirmaban, en lo que daría forma a la disputa imperialista entre Estados nacionales. A su vez, el movimiento obrero comenzaba a ser protagonista de las luchas sociales, y la Argentina, con su nueva clase obrera en formación (y su innegable carácter extranjero), no sería la excepción. Junto con ello, la modernidad planteó un nuevo criterio de legitimidad política, y las masas, presionando por la democratización, ya no podrían ser desestimadas. (Terán, 2008; Hobsbawm, 1991)
Una de las preocupaciones de la élite argentina era ‘la invasión de las masas extranjeras’ que vendrían a disolver a la sociedad que los había incorporado. Esta problemática buscará ser resuelta desde el Estado, en el marco de una redefinición de la relación entre el Estado y la sociedad civil, que buscó atenuar los rasgos más “peligrosos” de la cuestión social. (Zimmermann, 1995; Romero, 1965).
El Estado nacional y “las masas”
Es pertinente acudir a Oszlak para comprender las formas de intervención estatal. Para la imposición del orden y su institucionalización, el Estado nacional recurre a diversas vías de penetración (represiva, cooptativa, material e ideológica) en la sociedad civil. A través de la Ley de Residencia (1902) la clase gobernante en Argentina recurrió a la vía represiva para garantizar el orden social y limitar la influencia política de los extranjeros. Sin embargo, afirma Oszlak, todo sistema de dominación requiere de un consenso generalizado. Coerción y consenso en su justa y variable combinación, son la base para la dominación política y la legitimación hegemónica. (Oszlak, 1982)
En ese sentido, la penetración ideológica envuelve mecanismos para la adhesión “natural” al orden vigente (las relaciones sociales capitalistas), como así también la necesidad de crear una conciencia nacional que promueva un profundo sentimiento de pertenencia e identificación a partir de un mismo origen, lengua, tradiciones, costumbres. En Argentina, la educación será la herramienta privilegiada en la estrategia de penetración ideológica del Estado. La educación cumpliría ante todo una función política: garantizar el orden y la gobernabilidad de las masas. (Oszlak, 1982)
La educación pública: la “cruzada nacionalizadora” de la clase dominante argentina
El país se transformaba visiblemente y el “aluvión inmigratorio” presentaba un problema para la convivencia social. La construcción de la identidad nacional argentina tendría el objetivo de homogeneizar y unir aquello que la modernización capitalista disolvía. A su vez, permitía disputar con otras ofertas identitarias, asociadas tanto a la nacionalidad como a identidades políticas. (Romero, 1965; Terán, 2008).
Bajo esta perspectiva, Bertoni consideró a la nacionalidad argentina como aglutinante social para contrarrestar la disgregación interna. Partiendo de un nacionalismo culturalista (Terán), afirma que lo nacional se encuentra en las costumbres, la simbología, los festejos; y que la definición del ser nacional es un campo de conflicto. Reforzando el rol del Estado como constructor de dicha identidad, señala que la educación pública fue el principal instrumento de construcción identitaria nacional. Se buscaba impartir una “educación moral nacional”, en la cual se inculcaba el deber para con la patria y enaltecer el espíritu nacional. (Bertoni, 2005; Terán, 2008)
En ese sentido, las fiestas patrias constituyeron un gran acontecimiento. Bertoni señala que los actos escolares eran momentos de vuelco de la escuela y sus enseñanzas hacia la comunidad. Bajo este contexto, los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo fueron un gran evento, en el cual el Estado desplegó sus herramientas para festejar al país y su perspectiva de progreso y evolución, a imagen y semejanza de las celebraciones europeas. A su vez, los festejos del Centenario fueron un punto de inflexión, en el cual, triunfó la concepción culturalista esencialista de la nación. En los preparativos y los festejos, las escuelas ocuparon un rol central. (Bertoni, 2005; Bertoni, 2001)
Con el objetivo de demostrar el rol que ocupó la escuela pública en los festejos del Centenario, analizaremos “La Escuela Argentina en el Centenario. Proyectos del Presidente del Consejo Nacional de Educación, Dr José María Ramos Mejía” del año 1909.
José María Ramos Mejía se desempeñó como presidente del Consejo Nacional de Educación entre 1908-1912. Influenciado por la corriente positivista se dedicó al estudio de la psicología de las masas en un contexto en el cual, las grandes multitudes urbanas influían temor entre las clases dirigentes. Para el positivismo, las multitudes actúan por móviles irracionales asociados a lo emocional y lo mítico: su espontaneidad y violencia podía conducir tanto a la barbarie como al heroísmo; y esto mismo dependía de quien las guiara. (Terán, 2008)
Ramos Mejía consideraba que había un creciente divorcio entre las masas y las élites dirigentes y que la modernidad capitalista diluía los lazos sociales previamente existentes. Ante esto, apostó al sentimiento nacional como nueva base sobre la cual asentar el lazo social. La enseñanza primaria sería su sector estratégico: apostó a la escuela pública como herramienta para la nacionalización de las masas, y como freno a la penetración de “ideas subversivas” al orden conservador. (Terán, 2008)
Con respecto a la cuestión inmigratoria, el positivismo de Ramos Mejía presentaba elementos de darwinismo social. Sin embargo, el papel transformador que le atribuyó a la educación permitía atenuar al mismo. La educación permitiría integrar a los inmigrantes y a sus hijos a la colectividad nacional. Ramos Mejía encarnaba el “espíritu del Centenario”, un espíritu reformista que, con el objetivo de modificar la relación entre el Estado y la sociedad, buscó introducir cambios en las instituciones vigentes, entre ellas, la educación. (Terán, 2008; Romero, 1965)
En el proyecto presentado, Ramos Mejía en tanto presidente del CNE, considera que “el CNE debe tomar una participación principal en la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo” ya que este se encarga de orientar el pensamiento en las escuelas, que representan “el germen del alma nacional”. A partir de estos proyectos, buscó vincular a la escuela con “los movimientos espontáneos del pueblo”.
Además, en sintonía con las reformas institucionales, afirma que la escuela es el “vínculo del hogar y del Estado” y por ello debe ser la primera en hacer “convergir todas las energías hacia la grandeza de la patria”. La escuela tiene como deber honrar a los servidores de la patria y considera que la “escuela primaria pública” es factor de “la existencia, progreso y devenir de la Nación” y que “necesariamente” tiene que estar representada en los festejos del Centenario.
La enseñanza de la historia nacional ocupó un rol fundamental en la escuela pública primaria, ya que esta orientaba para “la formación de una conciencia nacional”. Según afirmó Ramos Mejía: “en los acontecimientos históricos debe encontrarse el espíritu patriótico que identifique el espíritu del pueblo y forme el alma colectiva, que es el cimiento más poderoso de las nacionalidades”. Además, “nada honra más la memoria de los muertos ilustres, que la escuela, donde se recuerdan las tradiciones patrias”. Por ello, el presidente del CNE también se pregunta por los métodos para conseguir que “la enseñanza de la historia afirme y robustezca en los niños el sentimiento patriótico”.
En cuanto a la participación de los alumnos de escuela pública en los festejos del Centenario, Ramos Mejía propone la realización de un “desfile escolar ante la Pirámide de Mayo”, como así también organizar en toda la República desfiles en homenaje a la escarapela y sus inventores, a la bandera argentina y una función teatral de carácter patriótico. También, los frentes de edificios escolares deben ser embanderados e iluminados.
En una carta hacia los gobernadores de las diversas provincias, los alentó a llevar adelante los siguientes proyectos y declaró que se trataba de “una obra nacional que fijará un punto de partida y de comparación para el futuro, y, por lo tanto, es una obra de patriotismo y de buena voluntad”.
Conclusión
La educación pública ocupó un rol fundamental en la construcción del orden social en Argentina. La sociedad se transformaba ante el cambio de siglo y la inmigración masiva recibida por esas décadas influyó en la composición social y nacional, particularmente, en las ciudades del litoral. Las élites, atemorizadas por el cuestionamiento al orden social y político excluyente proveniente del ascenso de la lucha de clases, debieron buscar un responsable y obrar en consecuencia: “las masas extranjeras” que diluían al ser nacional bajo el influjo de ideas subversivas.
El problema fue tomado desde el propio Estado: la educación pública sería la herramienta nacionalizadora de las masas, y se encargaría de unir y homogeneizar el lazo social que las relaciones capitalistas diluyeron. El Estado recientemente consolidado comenzó a desplegar sus variados mecanismos para la construcción de un orden en el cual la exaltación nacional y patriótica fue un elemento cohesionador fundamental, como se reflejó en los festejos del Centenario y los proyectos esbozados por Ramos Mejía.
Si bien se suele afirmar que hacia 1880 se consolidó el Estado Nacional argentino, la penetración ideológica del Estado aún no había hegemonizado en el conjunto de la sociedad. La formación de una identidad nacional, desarrollada hacia fines del siglo XIX e inicios del XX, y promovida desde la escuela, permitió cohesionar una sociedad caracterizada por ser un “crisol de identidades” peligroso para la dominación.
Fuentes primarias
“La Escuela Argentina en el Centenario. Proyectos del Presidente del Consejo Nacional de Educación, Dr José María Ramos Mejía” (1909).
Primer Censo de la República Argentina (1869).
Segundo Censo de la República Argentina (1895).
Bibliografía
Ansaldi, Waldo (1980). “Notas sobre la formación de la burguesía argentina, 1780-1880”. En Enrique Florescano (comp.), Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Latina, México, Nueva Imagen.
Bertoni, Lilia Ana (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Bertoni, Lilia Ana (2005). “1910 y la emergencia de ‘otra’ nación». En José Nun (comp.), Debates de Mayo. Nación, cultura y política, Buenos Aires, Gedisa.
Falcón, Ricardo (1987). “Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en la Argentina”. En Anuario Escuela de Historia, 12, Rosario, pp. 365-389.
Hobsbawm, Eric (1991). Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona, Crítica.
Lenton, Diana (2010), “La ‘cuestión de los indios’ y el genocidio en los tiempos de Roca: sus repercusiones en la prensa y la política”. En Osvaldo Bayer (coord.), Historia de la crueldad argentina, Buenos Aires, El Tugurio, pp. 29-50.
Mosse, George (2005), La nacionalización de las masas, Madrid, Marcial Pons Editora.
Ockier, María Cristina (2020), Fortineras, mujeres en las fronteras. Ejércitos, guerras y género en el siglo XIX, Buenos Aires, Imago Mundi.
Oszlak, Oscar (1982). La formación del Estado argentino, Buenos Aires, Ed. de Belgrano.
Romero, José Luis (1965), El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina delsiglo XX. México, Fondo de Cultura Económica. Capítulo 2: “El espíritu del Centenario”
Terán, Oscar (2008), Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI.
Zimmermann, Eduardo (1995), Los liberales reformistas: la cuestión social en la Argentina 1890-1916) Editorial Sudamericana, Universidad de San Andrés.




