En agosto pasado, Trump ordenó el despliegue militar en el Caribe como parte de su supuesta “guerra contra las drogas”. Desde entonces, el ejército estadounidense bombardeó 21 embarcaciones que, supuestamente, transportaban droga hacia los Estados Unidos, y asesinó a 81 personas denominadas como “narcoterroristas” por la Casa Blanca.
Además, Washington intensificó sus amenazas contra el gobierno de Nicolás Maduro, al cual acusa de liderar el “cartel de los Soles”, aunque todas las evidencias apuntan a que dicha organización criminal ni siquiera existe.
Para agravar la situación, el pasado sábado (29) Trump difundió un mensaje en sus redes sociales, en el cual advertía que la zona de vuelo sobre y alrededor de Venezuela está “completamente cerrada”, llamando así a las aerolíneas, pilotos y traficantes a no sobrevolar el espacio aéreo del país sudamericano.
Lo anterior constituye un grave ataque contra la soberanía de Venezuela y denota una escalada en la campaña de provocaciones del imperialismo estadounidense. En este escenario, una agresión militar es una de las hipótesis que están colocadas sobre la mesa. Esto puede ir desde bombardeos de infraestructuras bajo el “argumento” de que son utilizadas por los “narcoterroristas” hasta una incursión terrestre, aunque sea de baja escala.
Ante la escalada actual, es importante hacer una comparación entre los recursos militares de Venezuela con las fuerza desplegadas por los Estados Unidos en el mar Caribe, para tener una mejor idea de la asimetría entre ambas fuerzas. Además, es importante sopesar algunas de las variables políticas que intervienen en la ecuación, pues una eventual invasión militar puede abrir una «caja de Pandora» que se vuelva contra Trump a nivel regional y en su propio país.
El ejército de Estados Unidos es, por mucho, el más fuerte del mundo. Según los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), el gasto militar del gobierno norteamericano ronda los $900 mil millones por año, mientras que Venezuela apenas invierte $4 mil millones, aunque sus sus estadísticas no son confiables desde el 2017.
Actualmente, se estima que en el Caribe hay 15 mil soldados estadounidenses, como parte de la operación Lanza del Sur, las cuales estarían desplegadas entre entre Puerto Rico, Guantánamo (Cuba), el portaaviones Gerald y otros buques anfibios.
Aunque es una cantidad importante de tropas, son pocas si el objetivo es invadir y controlar Venezuela. Según el Centro para la Estrategia y Estudios Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), la Casa Blanca necesitaría como mínimo 50.000 soldados solo para invadir Caracas, aunque el ideal sería un contingente tres veces mayor (150.000 mil).
Volviendo al portaaviones Gerald, cuenta con más de 75 aviones y es el buque de guerra más caro del mundo. Además, está acompañado en mar por otras ocho embarcaciones, entre las que se encuentran el buque anfibio USS San Antonio y el buque de asalto anfibio USS Iwo Jima (este último es considerado un portaaviones en miniatura). Además, el ejército norteamericano tiene en la zona un submarino nuclear que puede permanecer sumergido durante meses.
En el plano aéreo, los Estados Unidos cuenta con aviones de patrullaje Poseidón P-8 con sensores de alta tecnología y con capacidad para lanzar torpedos y misiles antisubmarinos, drones MQ-9 Reaper, un escuadrón de cazas F-35. También están desplegados helicópteros de ataque y aerodeslizadores anfibios.
Entre la munición disponible, se encuentran los misiles Tomahawks que pueden ser disparados desde buques y submarinos, y los Misiles Conjuntos Aire-Superficie (JASSM), lanzados desde aeronaves y que pueden atacar objetivos desde un refugio remoto lejos de Venezuela.
Con respecto a Venezuela, de acuerdo a la CIA, en 2020 el gasto militar del país sudamericano fue de 1,6% del PIB, pero cayó al 0,3% en 2021 y subió levemente al 0,6% el año pasado. En cuanto a miembros activos, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) cuenta con 125-150 mil soldados y 8 mil reservistas, a los cuales hay que sumar los 200 mil miembros de las Milicias Bolivarianas.
Pasando al armamento, en el plano aéreo las FANB cuentan con 24 cazas pesados Su-30MK2 y opera una combinación de aviones rusos, chinos y de países occidentales más antiguos. También, cuenta con unos 20 F-16, no todos en servicio.
A nivel defensivo, desde marzo Caracas desplegó el sistema de defensa aérea S-300VM Antey-2500 y los puso en estado de preparación operativa en la base aérea Capitán Manuel Ríos, 120 km al sur de Caracas. También cuenta con sistemas rusos como el S-300VM, Buk-M2E y Pechora-2M, creando una red de «negación de acceso» (A2/AD) alrededor de puntos clave como Caracas, Paraguaná y Maracaibo.
En el caso del Buk-M2E fue desplegado en octubre y está diseñado para interceptar aeronaves, helicópteros, misiles de crucero y amenazas balísticas limitadas a distancias de hasta 45 km, dependiendo del perfil del objetivo. Los S-300 y los Buk son sistemas relativamente modernos y se utilizan en Ucrania.
Respecto al plano naval, cuenta con dos fragatas Lupo y OPV modernos (Navantia) como puntas de lanza; dos submarinos Type-209 de los años setenta del siglo XX y, aunque fueron modernizados en 2009, su operatividad es incierta. Asimismo, el 6 de septiembre desplegó lanchas de ataque rápido Peykaap III de fabricación iraní.
En el plano terrestre, Caracas tiene 172 tanques y 8,802 vehículos blindados de origen chino y ruso BTR-80, BMP-3, tanquetas AMX-30, posee tanques como el T-72 ruso y el AMX-30 francés. También cuenta con vehículos blindados chinos VN-4 y en los últimos años se convirtió en el único país sudamericano con drones armados con capacidad de ataque. Estos serían los Antonio José de Sucre 100 y 200 (ANSU-100 y 200), drones de fabricación venezolana, que derivan de versiones modernizadas de drones iraníes.
Por otra parte, según las revistas especializadas en temas militares, como Milenio o Galaxia Militar, una de las principales limitaciones del régimen venezolano es el poco mantenimiento que recibieron sus armamentos en los últimos años, debido a la baja inversión en el sector. Por este motivo, no hay certeza de cuánto del armamento está en funcionamiento. Algo similar pasa con los soldados de la FANB, dado que por la crisis económica muchos soldados han desertado por los bajos salarios que reciben. En este sentido, la crisis global que afecta al régimen se traslada al campo militar.
Aún así, es de recalcar que Maduro acudió en semanas recientes a Rusia, China e Irán con solicitudes de ayuda frente a la escalada que lleva adelante Washington en el Caribe.
A sabiendas de la asimetría militar, el gobierno de Maduro comenzó a filtrar por los medios que, ante un posible ataque de los Estados Unidos, optarán por aplicar una estrategia de resistencia prolongada con grupos guerrilleros por todo el país y, en particular, en Caracas, para impedir la gobernabilidad en caso de que los norteamericanos tengan éxito en sacar del poder a Madura y traten de instalar un gobierno con sus vasallos en la oposición. En la visión de Caracas, esperan que «esto conduciría a una (…) resistencia popular prolongada, en la que se espera que las fuerzas armadas desmovilizadas y otros movimientos sociales se queden con las armas y se dispersen entre la población para luchar una guerra de guerrillas contra la ocupación de Estados Unidos».
Es imposible saber de antemano si esta amenaza de Maduro es real, pero es una posibilidad que la administración estadounidense lo tiene presente como una posibilidad. Lo último que quiere Trump es embarcarse en una aventura militar que se transforme en un pantano militar, similar a lo que sucedió en Afganistán o Irak. Una cosa es derribar un gobierno con un ataque militar, otra muy diferente es construir un nuevo régimen con legitimidad.
Por otra parte, un eventual ataque contra Venezuela puede despertar una ola de indignación antiimperialista en la región, lo cual puede volcarse en contra del mismo Trump, incluso a nivel interno, pues cada días más sectores de la clase trabajadora y la juventud estadounidenses se oponen a sus políticas de extrema derecha a nivel interno y externo.
Asimismo, es público que dentro de la administración estadounidense hay tensiones entre los sectores del movimiento MAGA que son aislacionistas y contrarios a intervenir en conflictos externos, con el ala encabezada por el secretario de Estado Marco Rubio, un conservador republicano con vínculos orgánicos con la gusanería cubana y sus equivalente venezolanos, quien defiende una política intervencionista imperialista.




