El pasado fin de semana cerró la presentación de listas para las elecciones de la provincia de Buenos Aires del 7 de septiembre. Un cierre caótico, desprolijo y precario, con las principales listas mostrando internas y fisuras, mientras una población estupefacta intuye que sus intereses no están contenidos en esas querellas.
Se concentraron aquí toda una serie de problemáticas que dan cuenta de que el país atraviesa una coyuntura de “pre-crisis” vinculada a una serie de asuntos no resueltos y que, tampoco queda claro si las elecciones las van a resolver: ¿Con qué resultado saldrá el gobierno? ¿En caso de una victoria, le va a alcanzar para llevar adelante las tareas pendientes? ¿Si no consigue el volumen político suficiente, adónde va el país? ¿Cuánta legitimidad van a tener las elecciones? Si el mileísmo fracasa, ¿qué viene después?
Lo que está puesto en duda son las condiciones de gobernabilidad de un país ingobernable.
Internas, “casta” y apagones: la crisis estratégica del país burgués
Los elementos de crisis expresados en el cierre de listas tienen varias determinaciones, pero una fundamental: la incertidumbre de la burguesía política y económica alrededor de si el gobierno de Milei tiene perspectivas sustentables.
En términos generales, están de acuerdo con el plan de Milei, consideran que tiene voluntad para encarar las transformaciones que se necesitan para poner al país más a tono con el mundo, etc. Sin embargo, vienen reclamando a viva voz que para que esto se concrete, el gobierno debe tender a algún grado de apertura que genere una hegemonía mayor y se convierta en estabilidad política.
En este punto es donde miran de reojo al mileísmo. Y las últimas semanas no han sido muy alentadoras: los desacuerdos con los gobernadores por los fondos para las provincias terminaron con un 6 a 0 parlamentario que pone en cuestión el superávit fiscal, pero fundamentalmente el control del Congreso; la ruptura con Villarruel como problema institucional y político; el desplazamiento del armado electoral de las “Fuerzas del Cielo” de Santiago Caputo, etc, son señales en sentido contrario. Incuso en el cierre de listas, aunque logra absorber a un sector del PRO, la “lapicera de Karina” dejó afuera a otro sector que termina confluyendo en Somos, un armado electoral bastante ecléctico pero con algún peso territorial que no está claro a quién hace más daño, si al mileísmo o al peronismo.
La vocación de “construir partido” del mileísmo se choca con la necesidad de ampliar las bases de sustentación de su proyecto, y conduce al 27 de octubre, el día después de las elecciones. Aun ganando, ¿va a tener la suficiente musculatura para llevar adelante la contrarreforma laboral, jubilatoria, fiscal y la liberación total del cepo?
Esa duda no es solo sobre el futuro, sino que tiene sus reverberaciones en la actual coyuntura, y se expresa fuertemente en el terreno económico. El gobierno impulsó una fuerte suba de tasas de interés de corto plazo para apaciguar la subida del dólar ante la inquietud de los mercados, lo que repercute negativamente en la actividad económica. Mientras tanto, el FMI salió a alertar sobre el nivel críticamente bajo de reservas, que se ubican en terreno negativo en 6000 millones de dólares. Aquí el Fondo mete el dedo en la llaga cuando formula: “La evaluación externa está sujeta a una incertidumbre excepcionalmente alta y depende de la implementación de reformas estructurales que impulsen la competitividad y la productividad”. El gobierno se ata con todas sus fuerzas al carro de la baja de la inflación, mientras el resto de las variables económicas saltan como piolines gastados, y el FMI le exige contrarreformas y reservas para pagar la deuda.
Mientras tanto el peronismo, el gran partido de Estado en Argentina, atravesó también el cierre con serias discusiones que incluso dejaron planteada la posibilidad de una ruptura. Debieron tomarse 36 horas más de negociación, apagones de luz mediante. Finalmente, ninguno de los sectores se animó a dar el paso, porque ambos tienen mucho que perder: el kirchnerismo entiende que sin unidad se frustra su plan de que en 2027 asuma un nuevo gobierno peronista que indulte a Cristina; el kicillofismo, debe gobernar la provincia todavía dos años más. En el medio quedó un tendal de heridos, y una base de votantes y simpatizantes que miraban espantados cómo la “opción frente a Milei” se desangraba en vivo y en directo.
Sin embargo, la interna entre estos dos sectores (con Massa como componedor) expresa la discusión sobre las condiciones de posibilidad para construir un peronismo que sea recambio de Milei en 2027. El “tocar nuevas canciones” de Kicillof es una forma “poética” de ir hacia un peronismo aggiornado que se presente como renovador y confiable para la burguesía, que no cuestione el derecho de propiedad y que no vuelva atrás en relación a lo conseguido con el mileísmo. Para esa tarea, la trayectoria de Cristina la hace inviable: más allá de lo tímido y ultralight de su gestión, la burguesía quiere garantías de que ningún gobierno va a intervenir ni mínimamente en su derecho a explotar el país, sus recursos y a la población trabajadora.
Para sumar a este escenario de chiquero y degradación institucional, las candidaturas testimoniales del peronismo -poniendo intendentes al frente de las listas municipales, e incluso a la vicegobernadora a la cabeza de la Tercera Sección-; las listas de funcionarios, punteros y personajes de dudosa procedencia de LLA; la “violetización” de sectores del PRO en función de mantener los cargos, dan cuenta de una elección provincial donde pretenden dar prioridad al peso de los aparatos territoriales.
Malestar social y lucha de clases
Otra duda que surge es cómo impactará todo esto sobre una sociedad que mira con desconfianza un proceso electoral que no va a resolver sus intereses inmediatos: la caída salarial, la precarización del trabajo, la pobreza, el desempleo.
Una encuesta reciente de Zuban Córdoba y Asociados señala que la desaprobación de la gestión de gobierno se ubica en el 57% y que, en el último año, la identificación con el mileísmo cayó 8 puntos (de 53% a 45%). Pero más sintomático aún es que el 52,8% tiene como objetivo de la elección castigar al gobierno, mientras un 55% opina que “Milei representa un peligro para la sociedad”.
Es que, a pesar del intento de encauzar las presiones sociales de manera electoral y de la contención del peronismo, Argentina es un país movilizado. Solamente los últimos meses hemos vivido grandes movilizaciones en apoyo a los jubilados (con su pico el 12 de marzo que terminó en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad), al Garrahan, a los residentes, entre otros.
El malestar social y la degradación de las condiciones de vida, al calor de una crisis económica que se agrava día a día, podrían tener alguna expresión electoral o, eventualmente, emerger en forma de conflictos durante o después de las elecciones.
La combinación entre lucha de clases y elecciones puede tener expresiones variadas, atentos a que la coyuntura no es la del 2023: en ese momento, el régimen político de conjunto trabajó para girar hacia la derecha, superestructuralizando la crisis y abriendo el camino a Milei, que era la novedad de las elecciones.
Este 2025 se presenta distinto: el gobierno carga sobre sus espaldas un año y medio de ataque a los de abajo, sin haber logrado imponer una derrota, e incluso varias veces teniendo que retroceder. A la burguesía le gusta Milei, pero desconfía de que tenga la capacidad de construir las herramientas y los recursos para llevar adelante lo que se propone. El “plan” económico se deshilacha de manera proporcional a la suba de las tasas. El peronismo, con su líder presa, no logra reorientar un proyecto claro que contenga las preocupaciones de la burguesía y las aspiraciones de los sectores de masas a los que representa. Son demasiados cabos sueltos para resolver en una elección.
Impulsemos la lista de Manuela Castañeira y una salida anticapitalista
En este marco, la izquierda tiene la responsabilidad de proponerse como una alternativa política para disputar el malestar social y ofrecer una salida a la crisis del país. Lamentablemente, una vez más, el FITU se negó. La unidad de la izquierda podría haber sido una inmensa novedad en un escenario electoral de tanta incertidumbre. El FITU priorizó nuevamente sus intereses de cooperativa electoral, de cargos y rotaciones, de rutinarismo parlamentario. De hecho, la campaña del PTS “La oposición que no transa”, lo presenta demasiado como un actor dentro del régimen, sin elementos de disrupción y de salida frente a la crisis, y sin tomar ninguna reivindicación o reclamo que provenga de abajo.
De cualquier manera, seguiremos insistiendo de cara a las elecciones de octubre, porque consideramos que hay que construir una izquierda a la altura de la crisis del país.
Pero para esto es necesario fortalecer y apoyar al Nuevo MAS, la lista de Manuela Castañeira, quienes en estas elecciones nos presentamos con una propuesta para renovar a la izquierda con nuevos referentes y un Manifiesto Anticapitalista con una serie de medidas concretas para revertir el derrumbe económico de la Argentina.
El comienzo de campaña nos ubica en un buen punto de partida, dado que la suspensión de las PASO da la medida real de la existencia de dos sectores en la izquierda, hecho que era frecuentemente ocultado por ese mecanismo proscriptivo, y del cual el FITU se aprovechó a lo largo de sus 14 años de existencia.
El lanzamiento de nuestras candidaturas en las ocho secciones electorales y decenas de municipios donde se concentra el grueso de la población de la provincia tuvo un fuerte impacto en medios nacionales y regionales donde se recoge el perfil renovador de nuestras listas compuestas por trabajadores, estudiantes de la agrupación anticapitalista ¡Ya Basta!, del movimiento feminista, jubilados en lucha, y extrapartidarios que encuentran un canal donde expresarse.
Nos proponemos construir un programa anticapitalista que tercie entre la variante libertaria y el estatismo peronista de cartón pintado para dar una salida a la crisis nacional, y que retome los principales reclamos y reivindicaciones de la población trabajadora. Decimos “Un salario para vivir”, que parta de los 2 millones de pesos para garantizar las condiciones mínimas de vida, para evitar el creciente pluriempleo que lleva a tener 2 o 3 trabajos, en general en condiciones precarias, y que sirva para elevar las jubilaciones.
Un programa que asuma de manera transformadora la salud y la educación, indispensables para generar condiciones de desarrollo de la población, y que tome las reivindicaciones de sus trabajadores.
Es necesario romper con el Fondo Monetario Internacional y los lazos de dependencia financiera para volcar esos recursos a la puesta en pie de un plan de desarrollo productivo administrado por los trabajadores. Que sirva para reinvertir en transporte y servicios públicos, ante la catástrofe en que se han convertido en manos de los capitalistas.
Ante un país y una provincia pensados en función de las ganancias de los empresarios, es necesario oponer una salida anticapitalista desde las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y las diversidades.




