En la montaña rusa de la pandemia

Mientras en el mundo la película está empezando, en Argentina estamos en la antesala de la situación. Es necesario prepararnos para momentos duros que inevitablemente van a llegar.

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A lo largo de las últimas semanas, en el mundo se fue desarrollando un debate entre dos abordajes posibles del Covid-19 que podría sintetizarse en la siguiente pregunta: ¿Qué hay que priorizar: la salud de las personas o las ganancias de las empresas? En un extremo a derecha teníamos los Trump y los Bolsonaro que negaban la gravedad de la pandemia y en consecuencia defenestraban toda medida de cuarentena que afectase el libre desarrollo de los negocios. Hoy ese “extremo” burgués que ponía por delante el inmediato recomienzo de las actividades y “que muera el que tenga que morir” ha retrocedido ante los cachetazos de la pandemia, replegándose en políticas de algún tipo de aislamiento social. Por el contrario los países que han aplicado cuarentenas, incluso anticipándose a tener números elevados de infectados, han logrado cierta contención en la propagación del Covid-19.

Desde ya que la aplicación de cuarentenas (medida correcta y que se demuestra como la única eficiente ante la falta de una cura o vacuna, más allá de ser completamente rústica y en parte un tributo a la desinversión en salud) han sido aprovechadas para reforzar el rol del Estado, y en varios casos para imponer estados de excepción (suspensión de las libertades democráticas) como en Chile, o por regímenes completamente reaccionarios como el caso de China, donde el control sobre la población es directamente deshumanizante. Pero hay un dato de importancia: China dice haber controlado la pandemia (habrá que ver) y está avanzando en el levantamiento de la cuarentena en Wuhan, epicentro del brote de coronavirus, tras 11 semanas de confinamiento.

Allí donde las medidas de aislamiento social se aplicaron con rezago, el tiempo perdido se pagó en vidas: los casos de Italia, España, Francia, Inglaterra (con su Primer Ministro, Johnson, en terapia intensiva) y Estados Unidos son muestras del desastre: diariamente circula información con números de infecciones y muertes, sistemas sanitarios colapsados o al límite del colapso, personal médico sin elementos indispensables…todo esto en países imperialistas, emblemas del capitalismo mundial.

Hoy Estados Unidos trepa al primer puesto en el ranking de países con mayor cantidad de casos: más de 400 mil infectados y cerca de 15 mil muertos, con foco en Nueva York. Lejos de los centros imperialistas, el caso de Ecuador resuena entre los más desastrosos con extremos rayanos a la barbarie: un gobierno adicto al FMI que se resistió a dictar la cuarentena a tiempo y hoy es incapaz de retirar a los muertos por coronavirus de los hogares de Guayaquil.

El empresariado contra la cuarentena y la salud de la población

Es imposible pensar el país fuera del mundo. Es evidente que el gobierno anunció la cuarentena el 19 de marzo de manera preventiva (aún con muy pocos casos de Covid-19 y casi sin casos de contagios locales) mirando lo que ocurre en otros países. El resultado de esta política es evidente, luego de cuatro semanas, la cuarentena se mostró relativamente exitosa, aún con muy pocos casos de infectados y muertes.

Pero la cuarentena supone un parate económico que paraliza por la vía de los hechos las ganancias de los empresarios. Así fue como durante estos últimos días se vivió una impresionante campaña de los empresarios y los medios reclamando que se levante la cuarentena que “asfixiaba la vida económica”. Que era peor el remedio (cuarentena) que la enfermedad. Para los grandes burgueses la cosa es fácil: que el país, los trabajadores y el pueblo en general revienten, pero que su ganancia no se vea afectada. Esta brutal ofensiva llegó a hacer mella en el mismísimo gobierno que durante días especuló con la idea de flexibilizar y cuasi levantar la cuarentena.

Este grito era un eco del reclamo mundial de la burguesía más recalcitrante que proponía que la cura no podía ser más cara que la enfermedad, y que ante el desaceleramiento de la economía profundizado por la cuarentena había que priorizar las ganancias de los empresarios. Pero en el plano nacional, la misma también fue parte de una ofensiva en respuesta a la amonestación verbal y moral de Fernández que los llamó “miserables” tras los despidos de 1450 trabajadores de Techint. Una bravuconada absolutamente insustancial puesto que como suele ser el gobierno, frente al empresariado, nunca termina de pasar de las palabras a los hechos. A continuación, el gobierno demostró una vez más su carácter social liberal y firmó un decreto que permite la reducción salarial que ya es moda en las fábricas, los comercios fast food tipo Mc Donalds y demás empresas del país. En las palabras, “progresista”; en la realidad, liberal y ajustador.

Fernández retrocede ante el fantasma del colapso sanitario

La novedad por estas horas es el nuevo “giro” que parecería que ha dado Fernández, quien ha anunciado extra-oficialmente que mantendría la cuarentena por al menos dos semanas. La realidad es que el mundo mostró que hacer lo contrario sería una irresponsabilidad criminal. La idea de levantar la cuarentena crecía en momentos en que se informaba que el ascenso de casos comenzaría a mediados de abril y que se espera el pico de contagio para mediados de mayo. Levantar la cuarentena ahora sería dar riendas sueltas al contagio con su dinámica de colapso del sistema sanitario y muerte.

Lo del viernes pasado con las largas colas de jubilados tratando de cobrar sus míseros salarios y pensiones fue una muestra de lo cerca que estuvo el gobierno de desbarrancar. Los miles de jubilados, y trabajadores que cobran asignaciones familiares llegaron sin un peso al día del cobro y generaron colas de varias cuadras en los bancos. Fue un momento de ruptura de la cuarentena lisa y llana. Aquí nuevamente se demostró el carácter social liberal del gobierno, que clama por la población de riesgo, los mayores y los pobres, pero que fue incapaz de obligar a los bancos privados que abrieran las puertas o dieran una respuesta desde el conjunto del sistema bancario para evitar el colapso en los cajeros automáticos. En Argentina hay miles de trabajadores que tienen como única fuente de recursos las asignaciones del Estado y las changas. Muchos de ellos viven en barrios y asentamientos donde el hacinamiento es la regla y por lo tanto un caso de Covid-19 puede tener efectos desastrosos. El desprecio con el que fueron tratados los jubilados y los trabajadores más vulnerables tiene como contrapartida el respeto absoluto a la propiedad privada que profesa el gobierno. La imagen de los jubilados expuestos al contagio y al frío causó un enorme rechazo entre los trabajadores y sectores amplios de la población; pero también fue una alerta para Fernández que lo llevó a dar el volantazo antes del precipicio.

Que la cuarentena no la rompa el hambre

Como decíamos en la edición anterior, la salud y la economía no pueden ser pensadas de manera absolutamente separadas. Un abordaje que parte de la salud (lo cual es correcto) debe avanzar hacia medidas que afecten las grandes fortunas para garantizar salarios universales para que los trabajadores no se vean sometidos a la disyuntiva de enfermarse o morir de hambre. A esta disyuntiva se ven sometidos miles de trabajadores y trabajadoras que viven de changas, o que trabajan en negro y que ven en la cuarentena una condena al hambre y que quieren y necesitan salir a trabajar. ¡Los trabajadores son los primeros en querer cuidar su salud y la de su familia! Pero someter a alguien a elegir entre cuidar la salud de una infección o pasar hambre es de un cinismo insoportable. Toda las medidas miserables del gobierno para con los trabajadores son un elemento que se contradice con la cuarentena y que no hacen más que incrementar las presiones sociales. Es insostenible la política oficial de mantener intactos los derechos de los grandes empresarios al tiempo que se continúa el ajuste en medio de la cuarentena. Es necesario implementar medidas universales que lleguen al conjunto de la clase obrera: los trabajadores registrados, los no registrados, los cuentapropistas, los changarines, los monotributistas. Una medida realmente universal que permita que el conjunto de los trabajadores no se vean obligados a salir de sus casas poniendo en riesgo su salud y la de su familia para tener qué comer. Es necesario poner sobre el tapete del debate nacional la necesidad de un salario universal de emergencia de 40 mil pesos. ¡Que nadie tenga que decidir entre la salud y el hambre!

En el caso de los trabajadores que están en blanco la preocupación pasa por los recortes que puedan aplicar las patronales a los salarios. Junto con esto, cada trabajador sabe bien si el trabajo que realiza es “esencial” en este momento o no: la clase obrera y asalariada en general se encuentra expectante de qué nuevas ramas puedan ser declaradas “exceptuadas” de la cuarentena por Fernández cuando anuncie la extensión de la misma. Sería una provocación completa anunciar la extensión de la cuarentena pero a la vez obligar a trabajar a sectores cuya producción o trabajo no estén estrictamente relacionados con las verdaderas necesidades de los trabajadores y la sociedad en momentos de pandemia.

El gobierno ha logrado generar cierto desconcierto entre los trabajadores. En los hospitales los trabajadores de la salud transmiten preocupación por que ir a una cuarentena flexibilizada podría llevar al sistema hospitalario a una rápida crisis. Recordemos que el umbral de crisis del sistema sanitario en Argentina es muy bajo: los números de respiradores artificiales, camas, e insumos elementales como barbijos, máscaras protectoras, alcohol en gel, etc., continúan siendo raquíticos. Las imágenes que llegan de Inglaterra de enfermeros y enfermeras cubriéndose con bolsas plásticas la cara y el cuerpo por la falta de máscaras y camisolines descartables son también índices del mundo que no pasan desapercibidos a nadie.

La cuarentena debe mantenerse a la vez que se garantiza, mediante impuestos a las grandes fortunas y el no pago tanto de la deuda en pesos como de la deuda con los bonistas y el FMI, para garantizar la gratuidad del transporte a los “trabajadores esenciales”, la duplicación de sus salarios, y se garantice al conjunto de la población un ingreso universal para vivir en condiciones dignas.

La salida pasa por la unidad y solidaridad de los de abajo

En tiempos de pandemia un sector de la izquierda parece vivir su propia endemia: el corporativismo. Digamos rápidamente que el corporativismo es una ubicación sindicalista que toma en cuenta exclusivamente los problemas de un sector específico de los trabajadores y que el resto reviente o no, no es su problema. No importa que el resto de los trabajadores sufran, pasen hambre, sean despedidos, o corran riesgo de contagio. El mundo empieza y termina en el propio ombligo y su pelusa.

El corporativismo es la política por excelencia de la burocracia sindical que busca reforzar la fragmentación subjetiva de la clase obrera y de los trabajadores en general, sobre la base objetiva que les impone el capitalismo a los trabajadores mediante la competencia por el puesto laboral (competencia que es a su vez no sólo local sino también mundial). Por esta vía se extirpa a los trabajadores la capacidad de proyectar una salida de clase para solucionar los problemas impuestos por el capitalismo a los trabajadores (desde los inmediatos a los históricos).

Pero lo que es escuela en la burocracia sindical, es tragedia en los sindicatos recuperados a los dirigentes traidores. Los casos de los SUTEBA multicolor o del SUTNA son casos de corporativismo impulsado desde corrientes de izquierda, como el PO y otras organizaciones que ocupan lugares de dirección. Tras la excusa de “cuidar a los afiliados” han cerrado directamente las seccionales y sindicatos como si la lucha de clase se hubiera suspendido por la cuarentena. Justo cuando es necesario romper con toda tara fragmentaria y poner a los sindicatos al servicio de los intereses del conjunto de los trabajadores, dando un debate al interior de los sindicatos si es necesario para ganarse a los compañeros y saliendo a hacer fuertes campañas solidarias, siempre manteniendo cuidadosos criterios de salubridad.

En esta pasividad irresponsable ceden el terreno de la solidaridad a los oficialistas como los SUTEBAS celestes o incluso a Moyano (máximo exponente del corporativismo pero que se ubicó rápidamente y jugó una carta política al poner el sanatorio de Camioneros al servicio de la salud).

Es una enseñanza elemental del marxismo que los trabajadores no pueden salvarse solos y mucho menos en una situación de crisis tan global. La misma globalidad de la crisis presenta a su vez la posibilidad, aun siendo hoy teórica, de un reverso revolucionario, y el corporativismo conservador de hoy, mañana puede ser directamente reaccionario.

Ya escribían Marx y Engels en el inmortal Manifiesto que la condición de la existencia y de la dominación burguesa es el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. Desde hace 170 años el abc del marxismo pasa por sustituir el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Y estos cacúmenes del corporativismo, se golpean el pecho, orgullosos de no hacer nada, mientras le regalan todo el terreno al gobierno!

La apuesta a la solidaridad es la apuesta al desarrollo de todo elemento de salida colectiva, de organización independiente del Estado, que proyecte la potencia de los trabajadores mediante la tarea de darle salida a los desastres a los que nos lleva el capitalismo en general y Fernández en particular ante la pandemia del Covid-19.

Nuestro partido, por el contrario ha asumido la situación con seriedad revolucionaria, manteniendo la organización cotidiana con criterios de sumo cuidado que implican higiene y seguridad en cada actividad. Y a la vez, ha impulsado la solidaridad desde los colegios en los que se reparte comida, organizando colectas de elementos de limpieza y de protección para los hospitales, y dando la batalla para que los organismos sindicales independientes abran sus puertas a los que queremos organizar la solidaridad que existe entre los trabajadores por abajo.

Mientras en el mundo la película está empezando, en Argentina estamos en la antesala de la situación. Es necesario prepararnos para momentos duros que inevitablemente van a llegar, formarnos en el marxismo para lograr la mayor compresión posible, continuar organizando al partido, y lograr cada día una centímetro más de intervención. Siempre cuidándonos, y siempre con ambición revolucionaria.

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