Zohran Mamdani: cómo un «socialista» ganó la candidatura demócrata para alcalde de Nueva York

Un terremoto político sacude a Estados Unidos. Un autoproclamado "socialista", de origen indio y musulmán se ha puesto al borde de ganar en noviembre las elecciones para alcalde de la ciudad más grande y económicamente poderosa del país.

La noticia deja en ridículo a quienes vienen anunciando el fin de toda esperanza en el mundo de Trump. Ahora, sin tomar nota de su insistencia en no tener nunca la razón, probablemente apoyarán acríticamente al protagonista del terremoto político de la ciudad de Nueva York. Zohran Mamdani derrotó al representante del establishment del Partido Demócrata, Andrew Cuomo, en la interna del 24 de junio para definir al candidato para alcalde.

Mamdani es de origen indio y nació en Uganda, es musulmán y su plataforma de campaña fue explícitamente «socialista». Todo rompe con los límites que el sistema político imperialista yanqui podía permitir. En Nueva York, acaba de salir a la luz un movimiento político subterráneo que se venía gestado en todo Estados Unidos desde hacía mucho tiempo. El único motivo por el que se podía hacer de cuenta que no existía es por el poder de ocultarlo (y aplastarlo) del establishment demócrata.

Los interesados, querían presentar los profundos cambios en la política estadounidense como un mero giro a la derecha. Así, los demócratas y sus voceros del New York Times podían culpar a las personas trans de la derrota de Kamala Harris y justificar que haya repetido desvergonzadamente los tópicos de la campaña xenófoba de Trump.

La realidad, en Estados Unidos y en el mundo, es más compleja. Lo cierto es que mientras franjas de la población giran hacia la extrema derecha, sectores de masas también empiezan a radicalizarse hacia la izquierda. El panorama electoral a nivel internacional mostraba un mapa cada vez más corrido hacia la derecha. Muchos se dejaron impresionar y le pusieron la marca de su propia desmoralización al prisma a través del cual ven a todo el mundo. Sí, el fenómeno de la extrema derecha viene siendo protagonista de la situación internacional, con Trump a la cabeza.

Y ahora, nada menos que Nueva York, la ciudad sede de Wall Street, el centro mundial de las finanzas, está al borde de ser gobernado por un «socialista». Ni Estados Unidos ni el mundo han girado unilateralmente a la derecha sino que están cada vez más polarizados, aunque haya desigualdad y la extrema derecha por ahora logre dominar.

El triunfo de Zohran Mamdani en la interna demócrata no es una noticia más. La hegemonía del «progresismo» en Nueva York no ha sido cuestionada por los republicanos por mucho tiempo. Si fuera por la pura «democracia» (haciendo abstracción del poder y la influencia sobre las elecciones de las grandes corporaciones y el aparato del Estado), Mamdani podría ganar cómodamente la alcaldía neoyorquina. Pero sería irresponsable de nuestra parte poner las manos en el fuego por esta nueva figura emergente. No está de más recordar los estrepitosos fracasos de los neorreformistas de Syriza en Grecia y Podemos en España.

Las razones de fondo de la polarización en Estados Unidos

En noviembre del año pasado, frente al triunfo de Trump, decíamos: «Los datos son claros: para la mayoría de los trabajadores estadounidenses, todo «progreso» se ha detenido. Para muchos, las cosas empeoraron. Y esto se debe a una combinación de motivos. Primero, y más importante, las derrotas del movimiento obrero de la «era neoliberal». No es casualidad que el estancamiento de los salarios acompañe la caída de la afiliación sindical. Segundo, ahora los salarios estadounidenses compiten más directamente con los del resto del mundo. Tercero, como consecuencia de los dos anteriores, se perdieron puestos en lugares de tradición sindical mientras se crearon en otros «vírgenes» de organización. Los grandes almacenes de Amazon (que son, en términos marxistas, empleo «industrial» productor de valor) se ubican centralmente en ciudades y Estados con menor presencia sindical tradicional.»

Y luego: «La situación de los trabajadores de las grandes ciudades, como hemos dicho, también está estancada o es peor que antes. Pero esto se da en el marco del crecimiento general y la expansión cultural de estas zonas. Allí, pese a todo, parece haber futuro. No es el caso de la mayoría de las «comunidades» en zonas no favorecidas por la globalización. No solamente se han estancado sus ingresos, también los lazos sociales y económicos, junto a las perspectivas de futuro.»

El voto a Trump fue un voto protesta ultra reaccionario, el voto a Mamdani es un voto protesta girado hacia la izquierda. Con la decadencia imperial de Estados Unidos y la era neoliberal, las mayorías populares perdieron. En las zonas más culturalmente atrasadas y económicamente menos pujantes, la reacción es un intento de «regresar» a un pasado idealizado perdido. La consigna de «MAGA» da justo en el clavo entre esos sectores. En las grandes ciudades, hace mucho tiempo que se viene procesando la radicalización hacia la izquierda. En particular entre la base demócrata.

Una encuesta de Gallup encontraba en el 2018 que el 57% de los «progresistas» en Estados Unidos preferían al «socialismo» por encima del capitalismo. Ya en ese entonces, se trataba de un giro ideológico insólito en el país centro del anticomunismo de la Guerra Fría. Es que ninguna de las promesas de la era neoliberal se cumplió. El «triunfo sobre el comunismo» no había dejado ni migajas para las amplias mayorías. En Estados Unidos, para los trabajadores las cosas habían empeorado.

Hace mucho que se viene gestando un fenómeno como el de Mamdani. En 2018, ya se había dado la sorpresa del ascenso de Alexandra Ocasio Cortez también en Nueva York, mujer trabajadora de ascendencia latina. Ambos son militantes de la misma organización: el DSA, Democratic Socialists of America. Esta organización creció rápidamente luego del primer triunfo de Trump. Si hace diez años contaban con apenas 6 mil miembros, hoy dicen ser unos 80 mil.

Las razones del triunfo: una campaña militante de apelación a la clase trabajadora

Bernie Sanders tuvo razón cuando dijo que “no debería sorprendernos que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él”. Que haya tenido razón no fue obstáculo, sin embargo, para haberse encolumnado detrás del fracaso de Biden por cuatro largos años.

El triunfo de Trump dejó anonadados a los voceros de los Biden, Clinton y Harris. ¿Cómo podía ser que los demócratas hayan perdido tantos votos entre los trabajadores, los latinos y los musulmanes teniendo en frente a un candidato tan abiertamente antiobrero y xenófobo? Por supuesto, le echaron la culpa a la gente. Los estadounidenses son racistas, decían. Los «progresistas» fueron demasiado lejos con la «agenda trans», decían.

En ningún momento se les ocurrió decir nada que sea cierto: que Biden defraudó completamente las esperanzas abiertas en 2020, cuando hizo campaña diciendo que iba a ser el «presidente más progresista de la historia de Estados Unidos», cuando prometió subir el salario mínimo, cuando quiso posar de candidato de la clase trabajadora. Frente a la decepción y el giro de la campaña electoral a la derecha, eligieron ellos mismos correrse aún más a la derecha. La campaña electoral de Harris no tuvo otra promesa económica que créditos a los pequeños negocios. Además, se dedicó a repetir las infamias antiinmigrantes de Trump, con su racismo y odio.

Decíamos también en noviembre, en el mismo artículo: «Pensilvania era uno de los Estados clave para definir la presidencia cuando se pensaba que la elección iba a estar más disputada. La revista Jacobin realizó una encuesta entre los trabajadores del Estado que llevó a una conclusión muy clara. Las propuestas de «populismo económico» tenían muchísima más popularidad que la campaña de «defensa de la democracia».»

Los ejes de campaña de Zohran Mamdani que le dieron el triunfo ponen en evidencia que la agenda de la clase trabajadora tiene mucha popularidad. No es que el establishment del Partido Demócrata no lo entiende, es que son un partido del imperialismo yanqui y su burguesía. Lo entienden muy bien, y deciden combatirlo. Son enemigos de la clase obrera. Y parte de ese combate contra los intereses de las mayorías populares es la insistente campaña de que nada radicalizado contra la clase capitalista es posible. La apelación al «realismo» es una mentira interesada.

Algunos de los puntos más importantes de la campaña de Mamdani fueron:

  • Congelamiento de los alquileres.
  • Servicio de autobuses públicos gratuito.
  • «Seguridad comunitaria» en oposición al poder represivo de la policía.
  • Cuidado infantil gratuito.
  • Tiendas de comestibles propiedad de la ciudad.

Además, plantearon aumentar el salario mínimo y financiar programas sociales aumentando los impuestos a los grandes ricos y capitalistas. De esos que abundan en Wall Street. La campaña se centró en que los trabajadores puedan pagar vivir en Nueva York, una de las ciudades más caras del mundo.

Andrew Cuomo, el candidato del establishment apoyado por los Clinton, fue gobernador demócrata del Estado y tuvo que renunciar en 2021 por múltiples casos de denuncia de acoso sexual. Además, su gestión fue de pura continuidad neoliberal y de ataques permanentes a la clase obrera. Con todo el apoyo del aparato demócrata, con el financiamiento de los multimillonarios a través del «super PAC». su derrota es una derrota de todo el establishment demócrata.

No se trata solamente del fracaso nacional de Biden y Harris, sino también de la vergonzosa gestión del actual alcalde de la Ciudad, Eric Adams. Éste se presenta para la reelección como «independiente» por no poder ser ya candidato demócrata después de quedar envuelto en denuncias de corrupción. Además, decidió alinearse con Trump y permitir que Nueva York quede alineada con las políticas de detenciones ilegales fascistoides de los inmigrantes.

En oposición al aparato, se puso de pie una campaña militante con miles de voluntarios que lograron torcerle el brazo.

Sería un grave error, de todas formas, perder de vista el historial de capitulaciones de Bernie Sanders y AOC. Ser parte del Partido Demócrata ha implicado para ellos alinearse con el aparato.

Un triunfo de la causa Palestina y la lucha contra el racismo

Ser «musulmán» y activista político en Estados Unidos se ha convertido en signo de «progresismo». Ya existía una figura pública del DSA que es la más radicalizada de todo el Partido Demócrata: la palestina Rashida Tlaib. Intentan hacer una interpretación modernizadora y democrática del Islam.

Sería propio de sectarios contentarnos con discusiones teológicas de defensa abstracta del ateísmo. Este fenómeno es una reacción al racismo y la islamofobia, que son la marca de identidad del neofascismo: la islamofobia es el nuevo antisemitismo. Estas cosas no son nuevas en Estados Unidos: Martin Luther King Jr. era, después de todo, un pastor cristiano.

Los demócratas fueron aliados incondicionales del genocidio en Gaza. El rechazo a lo que es cada vez más evidentemente una limpieza étnica colonial y a un gobierno cada vez más evidentemente fascista como el de Netanyahu finalmente encuentra una expresión política. A diferencia de la tibieza de AOC y Sanders, Mamdani denuncia claramente como «genocidio» la masacre en Gaza y hasta hizo parte de su campaña en urdu, un idioma indio. No solamente la campaña, su propia identidad es un hecho político. Y el voto demócrata mayoritario hacia él es uno de protesta contra el racismo y el genocidio.

Además, Zohran Mamdani hizo parte de su campaña la reacción militante a las razzias antiinmigrantes del ICE. Sus videos en redes sociales incluían su presencia poniendo el cuerpo a frenar las detenciones racistas. El triunfo sobre Cuomo es uno de radicalización contra el racismo brutal de Trump.

Los límites del «populismo de izquierda»

«Populismo» ha sido una definición «atrapa todo» en los últimos años sobre cualquier cosa que se sale de los marcos de la «normalidad» y tiene alguna figura carismática al frente. Sea de «izquierda» o de «derecha.

Hay muchas cosas superficiales en común entre Trump y Mamdani. Ambos ganaron contra el establishment de sus partidos, ambos triunfaron diciendo cosas que el sistema político no quería decir. Pero ahí se acaban los parecidos, que son en general superficiales. Trump es un magnate ultrarreaccionario. Su programa coincide plenamente con sostener (y empeorar) el orden capitalista, el de la clase dominante a la que representan tanto demócratas como republicanos. El de la defensa de la clase trabajadora y el antiimperialismo choca directamente con todos los intereses fundamentales de la institucionalidad y de sus jefes.

El problema del reformismo es que acepta la institucionalidad vigente, lo que implica adaptarse a las reglas del juego de los dueños del mundo. Se parecen así a la burguesía inglesa whig del siglo XVIII, que quería hacer valer sus intereses pero creía que la aristocracia terrateniente era la única capaz de gobernar.

El «populismo de derecha», en cambio, ha intentado una y otra vez desafiar a la democracia burguesa, girar hacia regímenes más autoritarios, pasar por encima de la institucionalidad y sus representantes. Fue así y solamente así que han logrado imponer su agenda a nivel internacional. Es que personajes como Trump se sienten jefes de la sociedad. Los reformistas, en cambio, se ubican como «empleados» de la institucionalidad. Así, por ejemplo, Trump combatió y triunfó frente a los intentos de meterlo preso frente a sus flagrantes crímenes. Mientras tanto, personajes como Lula (que ya no es ni reformista) se entregan a la «Justicia» en causas evidentemente armadas.

Esa «moderación» es el primer paso de la capitulación. Las instituciones del capitalismo solamente pueden servir a los capitalistas. Y gobernando solamente a través de ellas, sin desbordarlas, es que fuerzas como Syriza y Podemos terminaron convirtiéndose en partidos de gestión capitalista ultra normalizados. Le decepción con ellos fue la antesala del ascenso internacional de la extrema derecha. No depositemos muchas esperanzas en un gobierno «democrático socialista» de Nueva York. Sí en la fuerza militante de la clase trabajadora, antirracista y antiimperialista, que acaba de demostrar que puede convertirse en organización política y ser mayoría con la bandera del «socialismo».

Seremos directos: Te necesitamos para seguir creciendo.

Manteniendo independencia económica de cualquier empresa o gobierno, Izquierda Web se sustenta con el aporte de las y los trabajadores.
Sumate con un pequeño aporte mensual para que crezca una voz anticapitalista.

Me Quiero Suscribir

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí