Una nueva ola de contagios en la Argentina

Los números comienzan a acercarse a los peores desde el inicio de la pandemia.

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En el día de ayer, la cifra de nuevos casos de coronavirus en el país ascendió a 20.000 contagios. Los números comienzan a acercarse a los peores desde el inicio de la pandemia. En mayo pasado, durante la segunda ola, el pico máximo de contagios llegó a los 40.000 diarios. Ya no es ningún secreto que el país está atravesando una nueva ola de contagios.

En el último mes, los casos de Covid – 19 aumentaron un astronómico 670% a nivel nacional. En Córdoba, la jurisdicción que más preocupa, el aumento fue del 1.359% durante el mismo período. Por detrás llegan CABA (225%), Provincia de Buenos Aires (182%), Neuquén (67%), Río Negro (58%) y Tucumán (29%).

Estas desigualdades geográficas del crecimiento de casos s explican por las diferencias demográficas y de movimiento urbano, pero también por la aparente mayor presencia de la variante ómicron en el AMBA y en Córdoba. Según los especialistas, en el interior del país sigue predominando la delta.

El aparentemente imparable aumento de casos tiene dos razones: la llegada de la ómicron al país y la aceleración de la circulación viral. Este segundo factor no es menor: con la apertura sanitaria que siguió a las vacunas (eventos masivos sin límites de a foro, apertura de boliches, etcétera) la velocidad con la que circula el virus aumentó rápidamente.

Y no es ninguna sorpresa. Después de dos años de aislamiento, estrés social, angustia por la situación económica, pérdida de seres queridos y demás flagelos pandémicos, los argentinos de a pie han salido a retomar su actividades sociales.

Más llamativo resulta que la gestión de Fernández y Vizzoti no parezcan dispuestos a tomar medidas efectivas para frenar el aumento de contagios.

Vacunas, casos y mortalidad

Carla Vizzotti ha señalado más de una vez que los contagios podrían aumentar aún con la vacunación avanzada (al día de hoy, el 71% de la población posee doble dosis). Así lo indicaron los especialistas y así sucedió.

Pero la ventaja de las vacunas no radica tanto en la baja de los contagios sino en la baja de la tasa de mortalidad. Hasta mediados de diciembre, la cantidad de muertes con respecto al mismo momento del 2020 se había reducido en torno a un 80%. La cantidad de casos que requieren internación, alrededor del 70%.

Estos datos demuestran la preponderancia de las vacunas como herramienta para controlar la pandemia. La existencia misma de las vacunas configura un logro histórico para la ciencia, que debe ser patrimonio y derecho de la humanidad en su conjunto. (Señalamos este punto porque hoy en día no lo es: cientos de millones de personas, países y casi continentes enteros, como África, siguen careciendo casi completamente de vacunas).

Sin embargo, la caída de la tasa de mortalidad (el porcentaje de personas fallecidas sobre el total de casos positivos) no implica que la cantidad de muertes no pueda subir en concreto. Es decir: si los casos ascienden interminablemente, aunque la tasa de mortalidad sea menor que antes de las vacunas, las muertes aumentarán.

Esto parece haber comenzado a suceder. Las muertes no aumentaron un 670% como los casos. Pero ayer fueron 31 los fallecimientos, cuando 15 días atrás no sobrepasaban los 15 diarios. Aunque los números son bajos, el aumento fue del 100%. Si esta tendencia se mantiene en el tiempo, podríamos ir hacia una cantidad de muertes diarias más parecida a la de las últimas dos olas de contagios (octubre 2020, mayo 2021), que llegaron a rondar las 500 muertes diarias. Este único problema amerita de por sí que el gobierno tome medidas concretas para frenar el aumento de casos, aún si la tasa de mortalidad es menor que en los picos de contagios anteriores.

«Cambio de paradigma» y recorte

Ante el aumento de casos, Vizzotti salió a poner paños fríos sobre la situación. Según ella, el gobierno deberá comenzar a trabajar con un «cambio de paradigma» sanitario debido a la diferencia de esta ola de contagios con respecto a las anteriores.

¿Qué medidas se tomarán para operar este «cambio de paradigma»? Principalmente, el «considerar a todo contacto estrecho con síntomas como caso positivo». En criollo, esto significa testear menos. La idea sería que la gente que mantuvo algún tipo de contacto estrecho no acuda a un centro de testeos para saber si está contagiado o no, sino que mantenga directamente un aislamiento autogestionado tal como si fuera un caso confirmado.

Este «cambio de paradigma» no es más que confesar una política de Estado: el recorte de presupuesto sanitario para controlar el Covid, especialmente para la realización de test.

Durante la semana anterior a Navidad se hicieron virales las imágenes de centros de testeo colapsados, con colas de varias cuadras, en las principales ciudades del país. La razón es simple: hay menos centros de testeo y menos tests disponibles. Un ejemplo: en Rosario (la tercera ciudad del país) existe hoy en día un sólo centro de testeo público.

La política de testeos es fundamental para controlar y disminuir la circulación del virus. Entre otras cosas, porque, a medida que aumenten los casos, será literalmente imposible aislar a todas las personas que hayan mantenido contacto estrecho con un paciente positivo. Al mismo tiempo, la circulación comunitaria exacerbada hace más difícil rastrear los contactos y las situaciones de riesgo. Imposible rastrear contactos estrechos en el transporte público, en un boliche o en un recital masivo.

El testeo generalizado cumplió un rol durante la gestión de la pandemia. Después de la primera ola y con la reapertura generalizada de los lugares de trabajo y de la educación obligatoria, el testeo masivo era una herramienta que permitía rastrear casos específicos antes de que se convirtieran en decenas de contagios o contagios generalizados en un lugar de trabajo o estudio.

Ahora que termina el año y los trabajadores comienzan a tomarse sus vacaciones, el gobierno parece menos preocupado por los testeos. Y recordemos que, como señalamos, la vacunación no elimina el peligro de aumento en los fallecimientos. Cuando hay que mantener las empresas funcionando, los trabajadores se tienen que testear. Si es para irse de vacaciones, poder viajar o simplemente cuidar a sus familiares de un posible contagio, el testeo no parece ser tan importante.

El gobierno dejó atrás la «prioridad de salud sobre economía» para priorizar el recorte del gasto público que pide el FMI. Hoy por hoy, las consecuencias pueden no parecer catastróficas. Pero si el gobierno continúa por ese camino, podría causar estragos.

No sólo podríamos ir hacia un aumento de las muertes, sino también hacia un aumento generalizado de casos que paralice lugares de trabajo y tenga nuevas consecuencias económicas. Además, la circulación viral acelerada podría favorecer la introducción y preponderancia de nuevas cepas como la ómicron, que aún no es la dominante en el país.

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