El pasado sábado (28), el diario israelí Haaretz publicó una noticia que generó consternación a nivel internacional. Según este diario, el gobierno de Netanyahu habría girado órdenes para que las tropas sionistas dispararan a los civiles en los llamados “centros de distribución de alimentos”.

“Es un campo de masacre: soldados de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) recibieron la orden de disparar deliberadamente contra gazatíes desarmados que esperaban ayuda humanitaria”, fue el titular con que Haaretz tituló la nota.

Lo anterior no es una sorpresa. Bastaba con revisar las cifras y frecuencia de las masacres, para notar que había un patrón sangriento en el accionar de las fuerzas de ocupación.

Desde el 27 de mayo, el ejército israelí instauró una nueva modalidad para la entrega de la escasísima ayuda humanitaria que permiten ingresar en la Franja de Gaza. Crearon los llamados “centros de distribución de alimentos”, los cuales están bajo control de la “Fundación Humanitaria para Gaza” (GHF, por sus siglas en inglés), un nombre de fantasía para encubrir que se trata de un grupo de mercenarios estadounidenses.

Dicha fundación es la encargada de administrar tres puntos de reparto de ayuda, hasta los cuales tienen que desplazarse una vez por semana los más de dos millones de refugiados que habitan en la Franja.

De acuerdo al Ministerio de Sanidad de Gaza, hasta el 27 de junio (es decir, en su primer mes de funcionamiento), al menos 550 personas fueron asesinadas por disparos del ejército sionista (un promedio de 18 personas por día), tanto dentro de los puntos de GHF o en los alrededores de los camiones que transportan la comida. Asimismo, se contabilizan más de 4 mil heridos (en promedio 129 por día) desde que está en vigencia este modelo de “ayuda humanitaria”.

En vista de esto, desde Izquierda Web denunciamos que se tratan de campos de concentración, donde hacer una fila para recibir alimentos es una eventual causal de muerte.

El sionismo utiliza el hambre como arma de guerra. La comida es la “carnada” con que atraen a sus presas hacia la fila, en la que pueden ser fusilados en cualquier momento por un soldado sionista o por los mercenarios estadounidenses que contrataron para administrar los centros. ¡Más nazi no se puede ser!