La gestión de Trump para tomar el control del Canal de Panamá llevó a la entrada en conversaciones con la empresa norteamericana Black Rock, con el fin de que este emporio emblemático de la burguesía yankee comprara los puertos de Balboa y Cristóbal (ubicados en las costas del Pacífico y del Atlántico, respectivamente), los cuales pertenecían a una empresa de Hong-Kong. Dicha compra se materializó recientemente, algo que fue interpretado como un triunfo parcial en el plan trumpista de contrarrestar la presencia china en el país canalero.
Además, el día jueves 13 de marzo, las tensiones volvieron a escalar tras las amenazas imperialistas de Trump, tras hacerse público que el gobierno estadounidense le solicitó al Pentágono elaborar un plan militar para “aumentar” la presencia de militares en el Canal, con el objetivo de “recuperarlo”.
El memorándum enviado a Pete Hegseth, Secretario de Seguridad, deja en claro que Estados Unidos baraja las opciones militares para apoderarse del Canal de Panamá. Aunque sea una opción que luzca lejana en este momento, en un dato real que figura entre las alternativas a seguir por la Casa Blanca.
Además, en el mismo documento (titulado “Guía Estratégica de Defensa Nacional Provisional”), se encuentran los siguientes puntos: “Proporcionar opciones militares creíbles para garantizar el acceso militar y comercial justo y sin restricciones de EE.UU. al canal de Panamá” y “también establece que la «principal prioridad» del Ejército de EE.UU. es defender la patria, e instruye al Pentágono a «sellar nuestras fronteras, repeler formas de invasión, incluida la migración masiva ilegal, el tráfico de narcóticos, el contrabando y la trata de personas, y otras actividades delictivas, y deportar a los extranjeros ilegales en coordinación con el Departamento de Seguridad Nacional»”.
El documento también aborda otros puntos de la agenda militar con la Unión Europa y la OTAN. Por ejemplo, pretende reducir la presencia en Europa y limitar la ayuda a Ucrania. Junto con esto, les piden a los países miembros de la OTAN que incrementen su presupuesto militar hasta llegar al 5% del PIB, se encarguen de la defensa convencional de Europa y, de esta forma, Estados Unidos ayudará con la “disuasión nuclear externa”. El mismo documento pide seguir con la ayuda militar a Israel y los “aliados del golfo arábigo”.
Retomando las amenazas contra Panamá, estas tuvieron respuesta del gobierno de ese país. Según el canciller Javier Martínez-Acha: “Panamá se mantiene firme en la defensa de su territorio, de su canal y de su soberanía”. El presidente José Raúl Mulido, también tuvo un cruce de palabras a raíz del discurso de Trump en el Congreso, en el cual aseguró que estaban en proceso de recuperar el Canal.
Ante dichas amenazas trumpistas, Mulido respondió de forma directa en la red social X: “Nuevamente miente el presidente Trump. El Canal de Panamá no está en proceso de recuperación y mucho menos es la tarea que en nuestras conversaciones con el secretario (de Estado de EE. UU., Marco) Rubio ni ningún otro se haya ni siquiera conversado. Rechazo a nombre de Panamá y de todos los panameños esta nueva afrenta a la verdad y a nuestra dignidad como Nación”.
Aun cuando el gobierno canalero tome una posición confrontativa con el imperialismo yankee, no se puede depositar ninguna confianza en que está dispuesto a resistir a fondo los embates trumpistas. Su defensa territorial del Canal refleja la presión proveniente de distintos sectores contra las bravuconadas de Trump y una posible invasión estadounidense. Es más, en enero y febrero se realizaron protestas en defensa de la soberanía del país. Al respecto, es importante señalar que Panamá cuenta con una larga historia de lucha antiimperialista, debido a la constante injerencia militar estadounidense en el país (incluyendo la brutal invasión militar de 1989 para deponer al dictador Noriega).
A pesar de los recientes cruces de Mulido con Trump, el gobierno panameño previamente bajó la cabeza antes las exigencias del imperialismo. Por ejemplo, en materia migratoria, se sumó a los ataques contra los migrantes que atraviesan el país y, junto con esto, aceptó recibir personas deportadas desde los Estados Unidos. Además, cedió a la presión para rescindir los acuerdos de la ruta de la Seda con China. Es decir, es un gobierno colaboracionista del imperialismo, incluso en las políticas más reaccionarias contra la población latinoamericana.
Las amenazas por invadir el Canal de Panamá remarcan la importancia estratégica que adquirió Centroamérica bajo la lógica imperialista territorial de Trump. La Casa Blanca está reclamando el control exclusivo de su “patio trasero”, forma despectiva en que los políticos imperialistas estadounidense se referían a México y los países centroamericanos.
Lo anterior quedó demostrado con la reciente visita del Secretario de Estado, Marco Rubio, a varios países de la región. Esa fue la primera gira internacional de la nueva administración estadounidense y, entre los temas principales de discusión, estuvo limitar la “influencia china” y “extender la frontera yankee”.
Las amenazas de Trump de invadir Panamá, sin duda, hacen recordar al intervencionismo estadounidense del siglo pasado, cuando fueron comunes las invasiones militares o el apoyo a los brutales gobiernos dictatoriales. Del mismo modo, expresa los rasgos más brutales de la nueva etapa de la lucha de clases, en la cual las potencias imperialistas colocan el acento en controlar más férreamente sus zonas de influencia, avasallando la autodeterminación de los pueblos en el camino.
Ante las amenazas imperialistas de Trump por invadir Panamá, es necesario que el movimiento de masas en la región retome las banderas de lucha anti-imperialistas y en defensa de la autodeterminación nacional. Pero, agregamos, debe hacerlo desde un punto de vista anticapitalista, pues solamente así es posible enfrentar a fondo las arremetidas coloniales del imperialismo y superar el carácter colaboracionista de los gobiernos de la región, ya sea de los de extrema derecha que apoyan la agenda de Trump, o bien, de aquellos que, aunque se posicionen a la “izquierda” y critiquen las políticas de la Casa Blanca, por su naturaleza burguesa son incapaces de ir a fondo en la pelea con el imperialismo y, por este motivo, terminan capitulando ante las exigencias emanadas desde Washington.