
A contramano de los discursos oficiales del rector Barbieri y los decanos que festejan los grandes “éxitos” de la virtualidad se encuentra la realidad: se trata de un sistema totalmente precario, con poco presupuesto y expuesto a múltiples fallas. Las caídas de los sistemas a la hora de rendir exámenes a través del campus (como ha pasado por ejemplo en CBC y UBA XXI, quedando cientos de estudiantes sin poder rendir por problemas externos), en las inscripciones o en la cursada en general, muestran los grandes límites que tiene la virtualidad. Todos estos problemas de la virtualidad se dan, por supuesto, sin extendernos en la enorme exclusión que se generalizó en la universidad desde que fue establecida la virtualidad: quienes no tienen los medios para conectarse como internet o computadora, sencillamente quedan afuera de la universidad y no se ha tomado una sola medida frente a esa situación.
La UBA tiene que tomar medidas urgentes: aumentar el presupuesto para invertir en mejorar los sistemas para terminar con las fallas y caídas constantes, proveer de conectividad y computadoras a todos los estudiantes, docentes y no docentes que la necesiten para no quedarse afuera.
Esto deja en evidencia asimismo que se vuelve imprescindible que se empiecen a abrir las facultades y tomar todas las medidas necesarias para un retorno seguro a la presencialidad, empezando por los primeros años y el CBC: un plan de infraestructura para refaccionar y ampliar las aulas garantizando el distanciamiento y circulación de aire; la contratación de más docentes y no docentes para poder cursar en grupos reducidos y en las tres bandas horarias; elementos de seguridad e higiene; y poner en pie comités de seguridad e higiene de estudiantes, docentes y no-docentes para controlar la aplicación de estas medidas.






