Presidenciales en Chile: una votación a la derecha

El fracaso del “progresismo” y el fortalecimiento de la extrema derecha.

El pasado 16 de noviembre, se llevó a cabo la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile[1]. Aunque el primer lugar fue para Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista en el marco de la coalición Unidad de Chile, quien terminó la jornada con una gran sonrisa fue José Antonio Kast del Partido Republicano (extrema derecha), el cual se ubicó en segundo lugar.

La felicidad del “nazi de Paine”, como se conoce al republicano, es porque “perdió ganando”, debido a que entra como favorito en la disputa del balotaje del próximo 14 de diciembre, en el que se medirá con la oficialista Jara. A diferencia de su contrincante, Kast tiene mucho margen para ampliar su base de votantes, pues da por descontado que sumará los votos del electorado de derecha que teme que una “comunista” gane la presidencia del país.

No obstante, la elección expresó un giro a la derecha y el escenario inicial es muy adverso para Jara, también es cierto que la segunda vuelta presenta muchas incógnitas y mediaciones que hacen imprevisible el resultado, el cual no se puede prever de antemano por la simple aritmética electoral.

Los números de la votación

Veamos los datos arrojados por los comicios, los cuales arrojan algunos datos interesantes sobre la distribución del voto y la configuración del escenario político en lo venidero.

Como señalamos previamente, Jara se impuso en la votación general con el 26,8% de los votos, seguida muy de cerca por Kast con un 23,9%. En tercer lugar se ubicó Franco Parisi del Partido de la Gente, un populista de derecha que se hizo con el 19,7% de los sufragios (el doble de lo que le daban las encuestas), desplazando al cuarto lugar a Johannes Kaiser del Partido Nacional Libertario (13,9%). En cuanto a Evelyn Matthei, candidata de la coalición de centro-derecha Chile Vamos, pasó de encabezar las intenciones de voto al inicio de la campaña a ubicarse en el quinto lugar con el 12,5%.

Elecciones Chile

A nivel del Congreso, de los 155 escaños de la Cámara de Diputados y Diputadas, el campo de la derecha (Kast, Kaiser y Matthei) conquistó 76 de los 155 escaños, mientras que en el Senado obtuvo la mitad de las curules. A pesar de este avance global, es importante anotar que la derecha tradicional agrupada en Chile Vamos, perdió presencia ante el avance de la extrema derecha, pues pasó de 12 a 5 escaños en el Senado y de 52 a 23 en Diputados.

En cuanto a la izquierda institucional y la centroizquierda, perdieron el dominio que tenían en la Cámara de Diputados y Diputadas desde el retorno a la democracia. En la próxima Legislatura contarán apenas con el 40% de los escaños.

Desde el punto de vista geográfico, los resultados sugieren que el país se dividió en tres franjas electorales. En el norte minero (regiones de Antofagasta, Atacama, Arica, Tarapacá) el triunfo fue para Parisi, cuya campaña populista cautivó a un sector del electorado desencantado con la política tradicional, muy susceptible a los problemas de inseguridad (asociada por la derecha al aumento de la migración) y que resiente el abandono del Estado. El eje central y el sur agrícola, donde tiene mucho peso el electorado conservador, evangélico y ruralista, fue el “cinturón conservador”  en el que se impuso Kast con más del 30% de los votos.

Por último, la región metropolitana (que incluye a Santiago), Valparaíso y la parte del sur urbano, fueron los baluartes donde se impuso Jeannette Jara. En la Capital, por ejemplo, obtuvo más del 30% de los votos, pues conectó con un electorado más politizado y crítico. Por otra parte, es un dato llamativo que la “izquierda” institucional tuviese un pésimo desempeño en las Comunas de menores ingresos, en las que su votación promedió el 19%, mientras que mejoró su votación en los sectores que tenían mejor nivel socioeconómico.

Las perspectivas y las incógnitas de cara al balotaje

A simple vista, la matemática electoral indica que los candidatos del campo de la derecha sumaron el 50,3% de los votos emitidos en la primera vuelta. Por este motivo, Kast se perfila como el favorito para el balotaje, pues potencialmente puede reunir el voto del conjunto de la derecha. De hecho, la misma noche del 16 de noviembre tras conocerse los resultados, la derecha escenificó una “reunificación” con la presencia de Kaiser y Matthei en el acto del Comando Republicano, en el cual confirmaron su apoyo a Kast de cara al balotaje.

Al respecto de lo anterior, anotemos que en Chile la derecha tradicional sostiene vínculos históricos y orgánicos con el pinochetismo. Por este motivo, la reivindicación de la dictadura (tácita o explícita) es un punto de encuentro con los sectores más radicales y, al contrario de lo que sucede en gran parte de Europa, no se practica un “cordón sanitario” para frenar a la extrema derecha.

kast
José Antonio Kast

Por otra parte, Parisi emerge como una gran incógnita para la segunda vuelta, pues aún no declaró su apoyo a ninguno de los dos candidatos y, por ende, nadie puede prever a cuál candidato favorecerán sus votantes que, como apuntamos previamente, representaron el 19,7% de los sufragios.

En las elecciones de 2021, Parisi no apoyó ni a Boric ni a Kast, aunque estudios de opinión revelaron que la mayoría de sus votantes se decantaron por el actual mandatario. Para esta ocasión, no se sabe si va cambiar su táctica, dado que ahora el voto es obligatorio. Hasta el momento, se limitó a declarar que Jara y Kast tienen que ganarse los votos de su base electoral. Es un candidato bastante impredecible, algo típico de un populista de derecha que se define en un sentido negativo: “Ni facho ni comunacho”.

Para Jara es vital sumar la mayoría de los votantes de Parisi, pues es la única forma que tiene para contrarrestar parcialmente el voto unificado de la derecha en torno a Kast. Además, tiene que apuntar a ganar al sector más moderado que votó por Matthei, el cual no digiera fácilmente apoyar a un extremista de derecha como Kast. Por ello, todo apunta que va girar al “centro”, lo cual ya es mucho decir para una candidata que, aunque se presenta como “progresista” y es militante del Partido Comunista, hasta una revista reformista como Jacobin caracteriza que no hizo una campaña de izquierda.

Por último, es importante agregar que pueden tener peso otros factores de mediación internacional. Por ejemplo, en las elecciones de Bolivia ganó el candidato de centro derecha, Rodrigo Paz, y sufrió una inesperada derrota la candidatura de extrema derecha de Tuto Quiroga, aunque las encuestas lo daban como favorito para el balotaje. También, podemos agregar que Lula está en una mejor situación actualmente, así como que tuvo mucho impacto la victoria de Zohran Mamdani en Nueva York.

En suma, aunque el escenario para el balotaje del 14 de diciembre luce muy favorable para Kast, la realidad es más compleja de lo que parece a primera vista. Colocamos estos elementos para ver el panorama más de conjunto y no incurrir en un simple ejercicio de aritmética electoral; esto es, de sumatoria mecánica de los porcentajes que obtuvieron las candidaturas de derecha y extrema derecha.

¿Por qué la campaña giró tanto a la derecha?

En 2019, Chile fue escenario de una impresionante rebelión popular, la cual cuestionó abiertamente el régimen político y económico neoliberal que se impuso tras el final pactado de la dictadura y la transición a la democracia burguesa. “No son treinta pesos, son treinta años”, fue el grito de los manifestantes durante las jornadas icónicas en la Plaza Italia de Santiago.

En 2019, Chile fue escenario de una impresionante rebelión popular

Ahora, en 2025, el país fue escenario de una campaña totalmente girada a la derecha, en la que dos candidatos de extrema derecha (Kast y Kaiser) sumaron el 37,8% de los votos y, además, marcaron la agenda política con sus propuestas represivas para “resolver” los problemas de inseguridad y agitaron discursos abiertamente xenófobos contra los migrantes.

¿Cómo se explica este giro de 180 grados en la situación política del país? A nuestro modo de ver, obedece a una conjunción de varios factores mediatos e inmediatos.

Comencemos señalando que fue muy importante la derrota del proceso constituyente, un operativo en el que tuvo una enorme responsabilidad el gobierno actual. Boric fue electo para liderar el proceso de cambio constitucional, pero durante todo su mandato fue cómplice de las maniobras de la derecha para congelar la rebelión y desgastar el proceso constituyente en un sinfín de votaciones que terminaron beneficiando a la derecha[2].

Por este motivo, Boric entregará el gobierno dejando intacta la Carta Magna de la dictadura, demostrando el fracaso de la “izquierda” reformista chilena para derrotar la herencia de Pinochet y enfrentar a sus nuevos representantes de la extrema derecha. A pesar de que el gobierno realizó algunas reformas progresistas de baja intensidad, no revirtió las relaciones de fuerza del régimen de los “treinta años” post dictadura.

Boric fue electo para liderar el proceso de cambio constitucional, pero durante todo su mandato fue cómplice de las maniobras de la derecha para congelar la rebelión y desgastar el proceso constituyente en un sinfín de votaciones que terminaron beneficiando a la derecha

En este escenario, es comprensible que un sector del electorado vea en las candidaturas de extrema derecha una “alternativa”, pues son las únicas que se presentan con un discurso disruptivo que promete cambiar el estado actual de las cosas. Es una salida falsa, pues la extrema derecha no cuestiona el capitalismo que origina la desigualdad social que aqueja a las masas explotadas chilenas. Pero dado el fiasco que fue la experiencia “progresista” de Boric y la derrota de la rebelión, el “cambio” que promete Kast es tentador para los sectores de la población que, con justa razón, están desencantados con sus condiciones de vida.

Por este motivo, la extrema derecha pudo marcar el ritmo de la campaña electoral, instalando los debates y obligando al resto de los partidos a ubicarse a la derecha. Esto ocurrió con el tema de la inseguridad que, de forma oportunista y reaccionaria, la extrema derecha explotó como la causa de los problemas del país (en particular de la inseguridad ciudadana), ocultando así las raíces de los problemas sociales en las profundas desigualdades sociales que atraviesan a la sociedad chilena. Asimismo, es indudable que guarda sintonía con la agenda impuesta por Trump, de la cual se alimenta la extrema derecha a nivel internacional.

Lo peor del caso, es que la xenofobia no fue exclusiva de la extrema derecha. Además de que el gobierno de Boric tomó posturas represivas contra la migración a lo largo de su mandato, también tuvieron mucha repercusión las asquerosas declaraciones del diputado socialista Daniel Manouchehri, quien en un debate en la Cámara de Diputados sobre las multas al voto obligatorio aseguró, refiriéndose a Venezuela, que los de la derecha “quieren transformar a Chile en Chilezuela. Quieren que el debate presidencial de Chile se trate de lo que pasa en una isla en el Caribe. Nosotros no queremos que nuestra política sea de arepa y ron”.

Por otra parte, según un estudio de Panel Ciudadano UDD realizado en mayo anterior, un 70% de los migrantes residentes en el país se declararon simpatizantes de las candidaturas de la extrema derecha y la derecha, a pesar de que fueron quienes promovieron con más insistencia los ataques contra la migración. Excluyendo a quienes declararon que votarían nulo y los que aseguraron no saber por quién votarían, la preferencia de voto se distribuía de la siguiente forma: Kast encabezó la intención de voto con un 37,8%, seguido por Matthei con el 32,2% y, por último, Kaiser con el 15,4%.

Una posible explicación es la “solidaridad” que expresó la derecha con los migrantes venezolanos, en particular durante el gobierno de Piñera, durante el cual se promovió la recepción de migrantes procedentes de dicho país para utilizarlos como argumento contra el gobierno de Maduro. Además, la población migrante venezolana suele ubicarse a la derecha, dado que asocian el socialismo y la izquierda con el desastre social y autoritario del régimen chavista.

Por último, un aspecto de enorme importancia fue la reinstalación del voto obligatorio. Esta fue una maniobra de la derecha que, en el marco del proceso constituyente, presionó para que se instaurara la obligatoriedad del voto y la imposición de fuertes multas económicas para quienes no concurrieran a las urnas. El gobierno de Boric fue cómplice de eso, pues apoyó la medida alegando que el voto obligatorio era una medida para “enfrentar la espiral de abstención que silencia la voz de los más jóvenes y de los más pobres”.

De esta forma, garantizó una sobre representación de los segmentos conservadores y despolitizados de la población en los procesos electorales, algo que quedó demostrado en la primera vuelta, en la que se calcula que votó el 85% del padrón electoral. Para tener una comparación, en 2021 cuando el voto era voluntario, concurrió menos de la mitad del padrón (un 47%).

Lo anterior benefició a Kast, porque el voto del interior (que usualmente es más conservador) se decantó por apoyarlo contra la “comunista” de Jeannette Jara.


[1] Para la elaboración de este artículo nos apoyamos en muchos de los reflejos que nos compartió MG, corresponsal de Izquierda Web en Chile, los cuales publicamos en el artículo Chile: una campaña polarizada y con el avance de la extrema derecha.

[2] Para profundizar sobre la trampa de la Convención Constituyente, remitimos a la lectura del artículo Chile: llamamos a votar “en contra” en el plebiscito constitucional

 

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