Nuevos peritajes que demuestran la criminalidad de la represión y la herida a Pablo Grillo

En el marco de la causa por su herida, se realizaron peritajes sobre el disparo del gas lacrimógeno que hirió gravemente a Pablo Grillo.

Peritos especializados realizaron el sábado pasado mediciones en el lugar donde fue herido Pablo, que está señalizado con una marca en el pavimento, provocada por la caída de la granada de gas lacrimógeno que previamente había impactado en su cabeza. La cápsula de gas rebotó en restos de madera de una cama que se encontraba allí y pegó en la cabeza de Pablo. La distancia establecida por las mediciones de los expertos revelan una distancia de 2 metros entre el arma del gendarme hasta la cabeza de Pablo.

Estos datos, corroborados hasta el momento, son contrarios a los dichos de la ministra de Seguridad, quien dijo que Pablo tuvo la mala suerte que el gas rebotó en un hierro y le pegó en la cabeza. Declaraciones en sintonía con el sumario administrativo en el que Gendarmería expresó que la culpa era de Pablo “por ubicarse en la línea de tiro”.

Hasta ahora, los hechos constatados fehacientemente revelan que no fue un hierro sino madera y la distancia a la que se realizó no es la permitida en el uso de estos proyectiles. La distancia debe ser mayor y no a la cabeza, según la reglamentación de la fuerza y, hasta ahora, las pericias desmienten las declaraciones de la ministra de Seguridad y el sumario de la fuerza represiva actuante.

Fueron fundamentales los registros de los hechos del Mapa de la Policía, que también registró el recorrido del otro gas lacrimógeno que impactó en Jonathan Navarro y le provocó la pérdida de visión de un ojo. El registro también indica que fue a poca distancia y en forma horizontal, con tres minutos de diferencia entre ambos disparos.

La querella de Pablo requirió información precisa de las cámaras y audios utilizados por las fuerzas represivas. Aún no hay documentación entregada. También solicitaron al juzgado interviniente la cadena de responsabilidades en el accionar represivo de ese día. Intentan saber bajo las órdenes de quién estaban los que apuntaron con los gases lacrimógenos. Hasta ahora no hay respuestas. Las únicas palabras, hasta el momento, son que el único culpable es Pablo, por ubicarse mal para sacar fotos de la marcha.

Solo está identificado el gendarme que disparó a Pablo y la foto del prefecto que lo hizo contra Jonathan.  Esos son los testimonios de los hechos a los cuales les temen las fuerzas represivas: los de la verdad, sin ninguna mentira ni “vuelta de tuerca” de por medio.

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