
El acto del 17 de octubre fue una demostración de fuerza del gobierno nacional, que luego de los cacerolazos de derecha, la suba intempestiva del dolar y la lucha por tierras de los vecinos de Guernica y cientos de tomas a nivel nacional, venía mostrando cierto desgaste. No obstante el contenido del acto no mostró ninguna vocación por resolver ninguno de los grandes problemas de los trabajadores y sectores populares que vienen
Luego de una Caravana de cierta importancia que respaldó al gobierno nacional, comenzó el acto virtual que tuvo como único orador al presidente Alberto Fernandez.
La organización de la jornada tenía dos fases: La caravana convocada por Moyano y el acto virtual que buscaba, mediante la cantidad de conectados, realizar una demostración de fuerza del gobierno. La nota de color se la llevaron los hackeos que se realizaron contra la organización del acto, saturando los servidores e impidiendo que la gente se conecte, arruinando la intención de los organizadores de mostrar el mapa de conectados en la «plaza virtual. Si no fuera por la movilización impulsada por Moyano, no hubiera habido demostración de fuerza alguna y el acto entero se hubiera transformado en una cadena nacional más.
Durante el acto se proyectaron videos en los que declaraciones de gobernadores, el secretario de la CGT, dirigentes estudiantiles y de movimientos sociales. El contenido de las palabras pronunciadas antes del discurso de Alberto fueron rutinarias, lo no dicho fue lo que más llamó la atención: Hector Daer, uno de los popes de la CGT, se deshizo en olas a su propio movimiento y al gobierno nacional, pero no dijo una sola palabra sobre las necesidades de los trabajadores, quienes sufren la terrible ola de despidos que deja un tendal de familias en las calle. Los representantes de los movimientos sociales no pronunciaron palabras en defensa de los vecinos de Guernica y del resto de tomas a nivel nacional que vienen enfrentando desalojos, aprietes por parte de la policía y amenazas de los gobiernos provinciales y nacional. La dirigente de la Federación Universitaria de Córdoba no representó a los miles de estudiantes que quedaron excluidos por falta de conectividad, ni menos aún defendió a los 27 estudiantes que siguen procesados por defender la educación pública durante las tomas del 2018.
El discurso de Alberto
Las palabras del presidente no despertaron sorpresa ni entusiasmo, fue un discurso peronista clásico: La reivindicación de la unidad, de la justicia social y de la nunca faltante “unión entre el emprendedor, el empresario y el que trabaja”. Alberto no buscó polemizar con los cacerolazos de derecha. Por el contrario, dijo que «los peronistas sólo sienten amor por todo su pueblo». No existieron referencias a los grandes problemas que vive nuestro país. No hubo ninguna definición, ni siquiera mención alguna al problema del desempleo, de la situación económica, la deuda externa, a la inflación o al acuerdo con el FMI. No hubo referencia a los problemas sociales de falta de vivienda, el avance de la pobreza y la indigencia, etc.
Todas las explicaciones y propuestas eran ahorradas mediante la repetida frase “poner a la Argentina de pie”, aunque en los cuarenta minutos de discurso jamás se reveló el plan para hacerlo. El sabor que deja el discurso es agridulce: un gobierno intentando dar señales de fortaleza, lográndolo en cierta medida por el peso que tuvo la movilización, pero con la gente a la expectativa de ver qué queda sobre el escenario cuando se disipe el humo de los fuegos artificiales.
El actó terminó, como era de esperar, con las estrofas de la marcha peronista. Por el problema de conectividad, no se pudo reproducir en todos los balcones. Sobre el final, retumbó en el hall semi vacío por el distanciamiento: «combatiendo al capital», una frase que, dadas las circunstancias, sonó bastante hueca.






