72° aniversario

La rebelión obrera anti-burocrática de 1953 en la RDA

La rebelión de la RDA sería el puntapié para un ciclo de rebeliones anti-burocráticas, cuyo desenlace mayor fue la revolución húngara de 1956. Aunque la burocracia logró contener la rebelión obrera en la RDA con una mezcla de concesiones y represión, era claro que la situación política en los países del glacis era complicada por los problemas económicos, el régimen autoritario y el malestar ante la evidente expoliación rusa de los países del Este europeo.

El 17 de junio se conmemoró el 72° aniversario de la rebelión obrera en la República Democrática Alemana (RDA). En junio de 1953, los trabajadores berlineses comenzaron una huelga contra las pésimas condiciones de vida y trabajo en la RDA estalinista. La lucha rápidamente se masificó y dio paso a una batalla campal contra el poder de la burocracia soviética y sus lacayos locales.

La rebelión de la RDA sería el puntapié para un ciclo de rebeliones anti-burocráticas, cuyo desenlace mayor fue la revolución húngara de 1956. Compartimos un extracto del ensayo La forja de las revoluciones antiburocráticas, publicado originalmente en Izquierda Web en marzo de 2021, donde se analiza este evento histórico.

El segundo episodio de rebelión obrera tuvo lugar en la RDA en junio de 1953. En este país las condiciones de vida se deterioraron mucho en los años previos, debido a las medidas de ajuste que tomó la burocracia estalinista contra la clase obrera. Por ejemplo, se intensificó el ritmo de trabajo en las fábricas en 1951 y, al año siguiente, se redireccionaron muchos recursos estatales para la construcción de un ejército propio, lo cual afectó la inversión en la industria de bienes de consumo.

Ambas medidas redundaron en una caída del nivel de vida y en la emigración masiva hacia Alemania Occidental, lo cual agravó los problemas económicos del país. Ante esto y por la urgencia de cumplir las metas del plan impuesto por la URSS, la burocracia estalinista en la RDA profundizó los ataques contra la clase obrera y la población en general, tal como declaró el entonces secretario del PC de Berlín-Este: “El precio de la carne, del azúcar, de la mermelada y otros artículos alimenticios fue aumentado; los billetes de ida y vuelta concedidos hasta entonces a los obreros, suprimidos; la clase media se vio privada de su tarjeta de alimentación; se acentuó la presión sobre los campesinos y artesanos para obligarlos a integrarse en las cooperativas” (Citado en Nagy, Democracias populares, 114).

El malestar con el gobierno en la RDA era compartido por gran parte de la población, por lo cual la burocracia implementó el 09 de junio de 1953 algunas concesiones económicas… ¡pero en beneficio de la burguesía remanente y la pequeño burguesía! En contraparte, al día siguiente decretó más medidas de ajuste contra la clase obrera, imponiendo un aumento del 10% en las cuotas de producción y vinculó el salario a la productividad. Esto dio como resultado una reducción en los salarios obreros que, para el caso del sector de la construcción (uno de los más grandes en medio de la reconstrucción de la posguerra), la caída osciló entre el 10 y 15% (Lauria, 2019).

La organización obrera inició varias semanas atrás, pues el 28 de mayo se realizaron algunos paros parciales en las construcción por temas salariales, lo cual propició un clima de debate en las fábricas y canteras de Alemania. Por esto no sorprende que la huelga contra el decreto del 10 de junio iniciara en el sector de la construcción civil, en concreto en la sitio de la construcción del bulevar Stalinalle, donde miles de obreros realizaron una asamblea masiva que acordó marchar hacia la sede del gobierno nacional para entregar sus demandas directamente a Walter Ulbritch, jefe del gobierno de la RDA.

Ahí fueron recibidos por funcionarios de segundo orden y, aunque les aseguraron que el aumento de cuotas sería suspendido, los más de diez mil obreros que concurrieron a la protesta no se dieron por satisfechos hasta escuchar eso del mismo Ulbritch, por lo cual decidieron continuar la huelga. En este punto la huelga pasó a combinar las reivindicaciones económicas con las políticas, una dinámica similar a la experimentada por la huelga en Checoslovaquia. Las principales consignas del movimiento en adelante fueron: a) cancelación del aumento de las cuotas de trabajo; b) reducción de los precios en las tiendas del Estado; c) aumento general en el nivel de vida de la clase trabajadora; d) Abandono del intento por crear un ejército (porque debilitaba la industria de bienes de consumo); e) Elecciones libres en Alemania (Dale, 2016).

La noticia de la lucha obrera en Berlín recorrió todo el país y la huelga se extendió a otras ciudades, donde tomó forma de insurrección obrera y popular contra la burocracia. De forma espontánea se formaron comités de huelga para exigir la reincorporación de obreros despedidos, la cancelación de la cuota de trabajo, el pago de igual salario para las mujeres, legalización de la acción obrera en las industrias, la liberación de los presos políticos, la renuncia de los gobernantes y la realización de elecciones libres. Además, los manifestantes no perdieron oportunidad para expresar su odio profundo hacia la opresión nacional rusa y a los cuerpos represivos del Estado: “Ellos rompieron la propaganda de las paredes; los niños de escuela destruyeron sus libros de texto ruso; y en un pueblo, manifestantes sacaron a los oficiales de la Stasi (policía política en la RDA, VA) y los encerraron en una perrera con una taza de comida para perro en frente” (Dale, June 17, 1953, 5).

La insurrección fue particularmente fuerte en los lugares donde se vincularon los comités de huelga de las fábricas o regiones, constituyéndose organismos de doble poder. Un caso sobresaliente fue Bitterfeld-Wolten, donde treinta mil obreros votaron un comité conformado por representantes de las fábricas, mujeres “amas de casa” y estudiantes. Este comité organizó grupos de cientos de obreros para tomar los lugares estratégicos de la ciudad: prisiones, oficinas de correos, el palacio de gobierno municipal, los locales de la Staci, la central telefónica, etc. Algo similar ocurrió en Görlitz, donde incluso el comité de huelga despidió a la policía y designó nuevos encargados, liberando de inmediato a los presos políticos.

En estas ciudades la insurrección se fortaleció por las grandes concentraciones obreras, pero también por la presencia de activistas con experiencias de lucha previas que aportaron en la organización y formulación de consignas. Esto último es importante de resaltar, pues confirma que en la rebelión de la RDA se combinó un estallido obrero espontáneo con las tradiciones y memorias de luchas anteriores.

El nazismo, a pesar de la fuerte represión que desató durante doce años, no desarticuló totalmente las tradiciones de organización socialistas y comunistas del movimiento obrero alemán, las cuales sobrevivieron subterráneamente en las zonas industriales del país. De acuerdo a las investigaciones de Gareth Dale, alrededor de 150 mil comunistas participaron de la resistencia ilegal, mientras que otras camadas de obreros optaron por evitar el peligro de la represión, pero esforzándose por mantener vivos los valores y memorias del movimiento obrero en sus grupos de amigos, centros de trabajo y habitación (Balhorn, 2019).

Esto facilitó la transmisión de memorias de lucha a las nuevas generaciones, lo cual fue patente en la rebelión alemana de 1953 debido a los aportes directos de ex militantes políticos comunistas, socialdemócratas y activistas contra la dictadura nazi. Hay varios casos documentados sobre esto: Otto Reckstatt, líder de la huelga en Nordhausen, fue militante del partido socialdemócrata y representante ante el ayuntamiento de su ciudad durante la república de Weimar; Wilhelm Grothaus, organizador de la conferencia de delegados de Dresden en junio de 1953, tuvo su primera acción de huelga a los doce años en 1905, se unió al partido socialdemócrata en 1919, luego al partido comunista en 1933 y fue arrestado, torturado y condenado a muerte (se salvó por la finalización de la guerra) por los Nazis en 1944 (Dale, 2016).

Un total de medio millón de obreros participaron en la huelga y, según estimaciones, un 10% de la población participó en las movilizaciones callejeras. Ante esto, la burocracia se vio forzada a realizar algunas concesiones económicas, tales como el ajuste de salarios, reducción de precios de productos de consumo básico, modificó ligeramente el plan para fortalecer la industria de bienes de consumo y, a partir del 1 de enero de 1954, la URSS cedió a la RDA la administración directa de varias sociedades mixtas y liquidó los montos pendientes por motivo de las reparaciones de guerra (Nagy, 1968).

De igual manera, el estalinismo desplegó un fuerte operativo represivo contra los cabecillas de la rebelión obrera, con saldo de 267 manifestantes asesinados (los muertos del lado del gobierno fue de 116 agentes alemanes y 18 soldados rusos), más de dos mil heridos, 46 condenados a muerte y alrededor de 25 mil presos políticos (Nagy, 1968; Dale, 2019).

Aunque la burocracia logró contener la rebelión obrera en la RDA con una mezcla de concesiones y represión, era claro que la situación política en los países del glacis era complicada por los problemas económicos, el régimen autoritario y el malestar ante la evidente expoliación rusa de los países del Este europeo.

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