Notas sobre el Comunismo de Guerra

La ley del valor, la planificación y el poder de la clase obrera en la transición al socialismo

Ponencia presentada en el marco de la Conferencia de Historical Materialism de Londres, 8 de noviembre de 2025.

Introducción

La transición al socialismo no es un modo de producción definido dominado por leyes objetivas que se imponen espontáneamente, como la ley del valor se impone en el modo de producción capitalista. La transición al socialismo es una suerte de formación económico social en flujo, dinámica, en movimiento entre el capitalismo y el socialismo. Entonces, la transición no es un modo de producción donde se imponga una supuesta “Ley de la Planificación” como señalaba Preobrazhensky en “La nueva Economía”[1].

Efectivamente, la planificación consciente de la economía es uno de los reguladores en la transición (regulador, que no es lo mismo que una Ley que se impone de forma espontánea), pero también entran en juego las leyes que vienen del capitalismo, del reino de la necesidad, del pasado: la ley del valor, y con la ley del valor, la necesidad de su forma concreta de expresión, el dinero.

En tercer lugar, en la transición al socialismo tiene la mayor importancia el problema centralmente político de qué clase social se encuentra realmente en el poder. El carácter estatizado de la propiedad expropiada en la transición no garantiza que el poder esté en manos de la clase trabajadora. La clase trabajadora lo tiene que ejercer de manera efectiva, concreta, mediante sus instituciones de la democracia de los trabajadores y partidos. Este último es el regulador fundamental de la transición, el carácter del poder: qué clase social efectivamente domina, planifica.

En este trabajo buscamos ilustrar el problema de la interacción concreta de los reguladores de la transición a través de la experiencia práctica de los primeros años de la Rusia Soviética. En esta primera parte, se analizará en particular la experiencia del Comunismo de Guerra (1918-1921).

La Rusia de los zares y la guerra

La Rusia de los Zares no estaba realmente lista para la Primera Guerra Mundial: tenía uno de los ejércitos -en los papeles- más poderosos del mundo, pero la economía nacional y las finanzas no estaban a ese nivel. El gasto de la guerra fue todo un desafío: en última instancia, la guerra solo podía financiarse con endeudamiento y con emisión monetaria.

Previo a la guerra, en Rusia circulaban monedas de oro y monedas de papel convertibles, denominadas en Rublos de oro. La totalidad del papel moneda en circulación, 1.664 millones de rublos, se encontraba respaldado en un 100% por reservas metálicas de 1.695 millones de rublos de oro. Esto se lograba en parte mediante un pequeño resultado positivo en la balanza comercial y centralmente mediante un importante endeudamiento externo, que cubría sistemáticamente el déficit fiscal del estado zarista (Arnold, 1937, p. 16). Si bien las arcas del Banco del Estado mostraban fortaleza aparente, un análisis del comercio exterior y del presupuesto mostraban los problemas del estado zarista, relacionados fundamentalmente con su atraso y falta de desarrollo capitalista. Del presupuesto del año 1913 se desprende que sólo un 7% de los recursos se obtenían mediante impuestos directos. El 20% mediante impuestos indirectos. Un 25% mediante los ingresos del monopolio estatal de la producción y venta de bebidas espirituosas y otro 3% de la explotación de los ferrocarriles. Este altísimo porcentaje de ingresos derivados de la explotación de dos ramas particulares de la industria muestra el atraso del sistema tributario ruso bajo el zarismo (Arnold, 1937, p. 33 y Davies, 1958, pp. 4-5).

En el terreno del intercambio internacional, se aprecian las debilidades de desarrollo de la industria rusa. La mitad de las importaciones eran de materias primas y manufacturas intermedias para la industria. Incluso aquellos bienes de los cuales Rusia tenía grandes depósitos, como hierro, petróleo y carbón debían ser importados, por el escaso desarrollo de esas ramas. Además, Rusia dependía de sus importaciones de Zinc, maquinaria para la industria, maquinaria agrícola y cobre (Arnold, 1937, pp. 27-28). Con el estallido de la guerra las exportaciones rusas se derrumbaron, mientras que las importaciones se mantuvieron constantes, acumulando una balanza comercial desfavorable de 3.622 millones de rublos corrientes entre 1914 y 1917. Arnold (1937, p. 28) señala que estos números son engañosos, ya que el rublo se depreció fuertemente durante esos años. En realidad, las cantidades importadas se redujeron en cerca de un 80% considerando el volumen comerciado entre 1913 y 1917. Las exportaciones obviamente se redujeron muchísimo más.

Con el estallido de la guerra, el gobierno zarista emitió una nueva legislación para permitir que el Banco del Estado emitiera más notas de crédito[2] para financiar la guerra y decretando la suspensión de la conversión de notas a oro, anulando en los hechos el patrón oro que regía las finanzas rusas desde la reforma de Witte en 1889 (Arnold, 1973, p. 30).

Durante el primer mes de la guerra se emitieron 700 millones de rublos, equivalente a un aumento del 42% de las notas en circulación en enero de 1914. Hasta enero de 1915, se habían emitido 1.283 millones de rublos en notas de crédito, un 77% más de notas de crédito en circulación con respecto al año anterior. En 1915 se emitieron 2.670 millones de rublos, un 92% más (Yurovsky, 1925 p. 13, Katzenellenbaum, 1925, p. 68, Davies, 1958, pp. 8-9 y Arnold, 1937, p. 92). Este sideral aumento en la cantidad de papel moneda, sin embargo, se tradujo en un aumento menor en el índice de precios del 28% para 1914 y 10% para 1915 (ver tabla 1). Esto último le da fuertemente la razón a Marx y su crítica de la Teoría Cuantitativa del Dinero, que establece de manera vulgar que frente a un determinado aumento de la cantidad de dinero, debería producirse un aumento equivalente de los precios de las mercancías[3].

Tabla 1: déficit, emisión monetaria e inflación (1914-1921)
AñoIngresosGastoDéficitDéficit como % del gastoEmisiónTasa de emisiónTasa de inflación
19142.9614.8591.89839,06%1.28377%29%
19153.00111.5628.56174,04%2.67092%10%
19164.34518.10113.75676,00%3.48063%105%
19175.03927.60722.56881,75%16.403198%606%
Fuentes: Katzenellebaum (1924) p. 69 y Arnold (1937) p. 92. Las cifras están en millones de rublos.

 

Para Marx, circula la cantidad de dinero que hace falta en cada momento para el funcionamiento de la economía, para llevar adelante todas las transacciones que son necesarias. Esto es un juego de proporciones y determinaciones concreto, mucho más rico que la simple relación “si hay una mayor cantidad de dinero, aumentan los precios”. Marx explica como, cuando en una sociedad hay más dinero circulando del necesario, este se atesora, quitándolo de la circulación. Al contrario, cuando hace falta más dinero, este aparece: los tesoros se desentierran, las joyas de oro se funden y se acuñan nuevas monedas. Además, el dinero puede circular muy rápido (un mismo billete puede aparecer una y otra vez en cientos de transacciones consecutivas) o muy lentamente, y esto también va a impactar en la cantidad de dinero necesaria. En última instancia, la relación entre la cantidad de dinero y los precios no deja de ser una relación social, ya que la voluntad o no de atesorar dinero y la velocidad a la que este circula son comportamientos sociales, humanos, no técnicos[4].

Gran parte de la emisión de nuevas notas de crédito se destinó a fortalecer a los bancos, cuyos deudores recibieron una moratoria en los pagos de sus créditos por parte del estado (Arnold, 1937, p. 29). Luego, otra parte fue utilizada para retirar de circulación las monedas metálicas, en vistas a la suspensión del patrón oro. En términos marxistas, ninguno de estos usos del papel moneda lo transformaba en nuevos medios de circulación, ya que en el primer caso quedaban en manos de los bancos, y en el segundo reemplazaron otras monedas en circulación. Por último, Arnold (1937, p. 47) agrega que en los primeros meses de la guerra hubo un aumento artificial de la cantidad de mercancías producto de todos los bienes que no habían podido exportarse, que tendió a reducir el alza de los precios. Yurovsky (p. 14) incluso afirma que, por el cierre de las exportaciones de trigo y otros productos primarios, y teniendo en cuenta que la guerra aún no había arruinado cultivos ni derrumbado la productividad, sus precios de hecho se redujeron al comienzo de la guerra. Por último, lo más importante, por lo menos hasta 1916 el campesinado atesoró, no solo en las viejas monedas de plata, sino también en papel moneda, restringiéndolas de la circulación (Yurovsky, 1925, p. 19). El campesinado todavía no había hecho una experiencia hasta el final con el papel moneda, si el Zar y sus ministros decían que el papelito valía 10 rublos de oro, había una confianza en que esto era así, como si la firma del Zar convirtiera el papel en oro.

Durante su corto ejercicio del poder, el gobierno provisional que sucedió a la caída del zarismo en marzo de 1917 aumentó los impuestos directos, aunque fue incapaz de aumentar los impuestos indirectos por oposición del bolchevismo, los obreros y los campesinos. El aumento de los impuestos directos se demostró insuficiente para combatir el déficit. Se introdujeron consecutivamente dos nuevos tipos de papel moneda denominados en rublos, los llamados “billetes de la Duma” o “dumkies” y luego los “billetes de Kerensky”, “kerenkis” (Arnold, 1937, p. 43). Se emitieron 16.403 millones de rublos, que financiaron el 73% del déficit fiscal[5]. Veremos cuáles serán las consecuencias de este hecho para los bolcheviques, que tomaron el poder en el momento en que el gobierno provisional recurría a la emisión monetaria para cubrir casi tres cuartas partes del déficit público.

El Comunismo de Guerra, o como las categorías de la economía política vuelven por sus fueros en la transición

A mediados de 1918[6] los bolcheviques se enfrentaban a dos problemas fundamentales. En primer lugar, se estaba desatando la guerra civil con las fuerzas de la contrarrevolución, apoyadas por invasiones por parte de todas las potencias imperialistas de la época. Por otro, enfrentaban un problema económico-social de primer órden, la alimentación de las ciudades. La relación entre el campo y la ciudad es una de las relaciones sociales fundacionales y fundamentales de cualquier sociedad humana. Es una de las grandes contradicciones sociales que la transición al socialismo debe reabsorber[7].

Una de las primeras medidas de la revolución rusa fue legalizar la entrega de las tierras al campesinado ruso, que este mismo estaba tomando en sus manos al calor de la revolución. La tierra fue nacionalizada por la revolución, pero entregada de facto a las asambleas campesinas para su reparto entre las distintas familias de las aldeas. Este hecho político cimentó la alianza entre la clase trabajadora y el campesinado, no exenta de contradicciones.

Es que, de esta manera, la revolución proletaria debía coexistir con la pequeña propiedad privada de uno de los principales medios de producción: la tierra. En lugar del programa socialista del campo, la nacionalización de las tierras y su cultivo a gran escala, con el mejor equipamiento y dirección científica (Carr, 1966b, pp. 37-39) los bolcheviques aprobaron un decreto redactado por el partido campesino, el Partido Socialista Revolucionario, que consagró la pequeña propiedad privada de la tierra[8], siguiendo no la doctrina de Marx, sino la “expresión de la voluntad incondicional de la mayoría de los campesinos conscientes de toda Rusia” (Carr, 1966b, p. 41). En los hechos, legalizando la toma de tierras y su explotación en pequeñas unidades familiares. El argumento de Lenin hacia sus compañeros bolcheviques tenía que ver con las etapas de la revolución: “nosotros, como gobierno democrático, no podemos evadir la decisión de la masa del pueblo, incluso si no acordamos con ella” (Carr, 1966b, p. 42), siempre con el objetivo de virar lo más pronto posible a medidas socialistas para el campo con apoyo de los campesinos pobres y trabajadores rurales. Mientras tanto, la masa de campesinos rusos controlaba en los hechos la tierra y, por lo tanto, la producción agraria.

En este sentido, una crítica desatinada aunque fraterna fue la de Rosa Luxemburgo[9]. Desatinada porque, por más que el reparto de las tierras a pequeños productores agrarios no es efectivamente el programa socialista para la tierra, políticamente la revolución rusa es inimaginable sin la alianza con el campesinado que impulsó dicha política. Es uno de los grandes aciertos de Lenin que le permitio a la clase obrera de un país relativamente atrasado (en comparación con Alemania, Francia e Inglaterra) al poder.

Dicho lo anterior, el reparto de las tierras no deja de tener enormes contradicciones para el poder obrero. En primer lugar, pone un recurso estratégico para alimentar a la clase trabajadora y al ejército rojo (y ganar la guerra civil) en manos de otra clase social. Esto significa que la obtención de alimentos se convierte en la principal relación social del período, entre la clase obrera y el campesinado. Siendo más concretos, los valores de uso de la tierra producidos por los campesinos no eran directamente sociales, sino mercancías que se compran y se venden.

Lenin sostenía que lo que se necesitaba del campesinado era una suerte de crédito: la clase obrera necesitaba alimentos baratos (prácticamente gratuitos) para ganar la guerra, a cambio de defender la enorme conquista del reparto de la tierra. Sin embargo, la experiencia del siglo XX demuestra que los incentivos morales o políticos (que no son lo mismo) solo pueden funcionar en un sector de vanguardia y por un corto período de tiempo. En el largo plazo y en la masa de la población (y las 20 millones de familias campesinas rusas constituían la masa de la población), para ponerse en marcha el metabolismo social, el “trabajo para otros”, los incentivos no pueden ser solo políticos y morales, tienen que ser materiales. La masa de la población no puede trabajar con la promesa de incentivos materiales futuros, debe haber conquistas materiales presentes, tangibles[10]. Esto lo decía muy bien Trotsky: la sociedad necesita vivir mejor no cien años después de la revolución, sino lo antes posible.

En términos concretos, el campesinado ruso en 1918 no estaba dispuesta a regalarle a la clase obrera el fruto de su trabajo solo por consideraciones políticas, el Estado Obrero tenía que comprarles la comida y los campesinos pretendían comprarle al Estado Obrero productos industriales. Pero había un gran problema: los bolcheviques no tenían a su disposición recursos financieros o industriales genuinos. La producción industrial se había derrumbado producto de la guerra y el sabotaje de la contrarrevolución (ver tabla 2), por lo que los bolcheviques solo podían recurrir a la emisión de dinero sin respaldo para realizar sus compras de mercancías en el mercado. Pero la decisión de llevar comida al mercado no era de los obreros ni del partido bolchevique, sino de los propios campesinos. El campesinado es una clase social con un doble carácter: por un lado, produce para su propia subsistencia familiar, el autoconsumo. Desde este punto de vista, el trabajo campesino no ingresa al metabolismo social, no es social sino individual, puramente privado. Por otro, puede elegir vender un excedente en el mercado, para apropiarse de recursos que no pueden auto-producir.

Tabla 2: producción en Rusia (1914=100)
YearAgricultureBig industrySmall IndustryTotal industryTotal
19131099410296102
1914100100100100100
19151031048098105
19168589908995
19178769807284
19186729754251
19195816502544
19205416452443
19214915502539
19225921553045
1922/236729603852
1923/248838734868
1924/2510859856686
1925/2611384938699
1926/271169510297105
1927/28120111102109112
Fuente: Markevich y Harrison, 2011, p. 680.

 

Para 1918, a diferencia de 1914, el campesinado sí había hecho una experiencia con el papel moneda: no importa la firma de qué gran jefe tuviera el papel, del Zar, de Kerensky, de Lenin o Trotsky, el papel no vale “lo que dice”, vale lo que efectivamente puede comprar en el mercado. Los campesinos en 1918 estaban cada vez menos dispuestos a trabajar a cambio de papeles que representaban muy pocas mercancías industriales. La hiperinflación de 1917 del 600% (previa a la toma del poder por parte de los bolcheviques) había hecho mella (ver tabla 3).

Por ese motivo[11] los bolcheviques se vieron obligados a instaurar lo que luego se llamó “Comunismo de Guerra”. Un régimen económico particular donde se nacionalizó el conjunto de la industria para ponerla al servicio del esfuerzo de ganar la guerra civil y se organizó la apropiación de alimentos mediante destacamentos armados de obreros de las ciudades que recorrían el campo realizando “requisiciones”[12]. Las requisiciones eran una recaudación del excedente: se calculaba cuántos alimentos necesitaba una familia campesina para sobrevivir y se requisaba todo el excedente para alimentar a los obreros y soldados (Carr, 1966b, pp. 153-155).

La economía se “naturaliza”, los intercambios entre el campo y la ciudad ya no estaban mediados por el dinero sino por el hecho político de la requisa de granos. Esto significa que los productos del campo ya no ingresaban al metabolismo social como mercancías, no se intercambiaban por dinero. Habíamos dicho que para Marx circula tanto dinero en una sociedad como hace falta para llevar adelante el intercambio de mercancías. Si el intercambio de mercancías se reemplaza por las requisas, se reduce a su mínima expresión el mercado: es una sociedad donde el dinero no tiene prácticamente espacio para circular. Esto reduce todavía más su necesidad, multiplicando la depreciación del papel moneda. Si a comienzos de la guerra la tasa de depreciación del dinero -inflación- era menor a la tasa de emisión, en 1917 esta relación se invierte, pero con el Comunismo de Guerra se va a la desproporción absoluta: una emisión del 267% en 1919 se traducía en una hiperinflación descontrolada del 1376% (ver tabla 3).

Tabla 3: déficit, emisión monetaria e inflación (1917-1921)
AñoIngresosGastoDéficitDéficit como % del gastoEmisiónTasa de emisiónTasa de inflación
19175.03927.60722.56881,75%16.403198%606%
191815.58046.70631.12666,64%33.500122%690%
191948.959215.402166.44377,27%164.200267%1376%
1920159.6041.215.1591.055.55586,87%943.699419%635%
19214.139.90026.076.81621.936.91684,12%16.375.3001400%1616%
Fuentes: Katzenellebaum, 1924, p. 69 y Arnold, 1937, p. 92. Las cifras están en millones de rublos.

 

Habíamos dicho que no puede sostenerse una relación social en base a incentivos puramente morales o políticos. La compulsión (las requisas eran obligatorias y las llevaban adelante destacamentos de obreros armados) también tiene un límite, la falta de incentivos materiales para la producción llevó a los campesinos a reducir la superficie producir lo mínimo indispensable para la subsistencia, es decir, retirarse del metabolismo social general y circunscribirse a la economía familiar de auto subsistencia. Es dramática, por ejemplo, la reducción de la producción de cultivos industriales (lino, madera, oleaginosas, algodón) registrada por el III Congreso de Consejos de la Economía Nacional de toda Rusia de enero de 1920 (Carr, 1966b, p. 172), que ilustra cómo la economía rusa estaba retrocediendo a niveles previos a los alcanzados antes de la guerra.

Los límites del Comunismo de Guerra, o por qué es necesaria una transición entre el capitalismo y el comunismo

La ley del valor en el capitalismo (¡y también en la transición!) iguala esfuerzos de trabajo humano para permitir el intercambio de los mismos cuando el trabajo no se organiza directamente. Es una forma inconsciente de organizar los esfuerzos de la sociedad. Como tal, tiene sus límites, demostrados por las crisis de sobreproducción del capitalismo. Pero la ley del valor tiene un importante rol que cumplir en la transición hasta que pueda ser reemplazada por la pura autoorganización consciente de la sociedad.

La transición justamente es tal porque la toma del poder es un acto eminentemente político, una revolución que pone a la clase trabajadora en el poder, pero la transformación de las relaciones sociales requiere una revolución permanente, una superación material de las condiciones de necesidad que vienen del pasado. El puente entre el pasado y el futuro no puede ser voluntarista. La eliminación artificial de las categorías de la economía política capitalista no significa en sí misma un modo de producción superior.

¿Qué tienen de superior las requisas a los campesinos? Esto no es una crítica a la experiencia concreta bolchevique: las requisas eran una necesidad y punto, y como tal las defendemos frente a las críticas ingenuas que no comprenden la realidad compleja de la sangre de la guerra cibil. Pero lo que es un error es pensar que, porque se eliminó el mercado en el campo, reemplazado por las visitas de los destacamentos de obreros armados, estamos ante un modo de producción superior. La realidad es que el Comunismo de Guerra fue una verdadera des-economía donde se pusieron todos los recursos de la nación al servicio de ganar la guerra sin considerar las condiciones de reproducción social. Se puso en juego todo el capital material de la nación al servicio del triunfo militar y de la alimentación de los obreros de las ciudades. Para eso fue exitoso. Pero no pudo ponerse en marcha la reproducción social, fundamental para poner en marcha una verdadera transición al socialismo. La producción se derrumbó durante este período.

No existe el pasaje inmediato al comunismo: cualquier intento de hacerlo de manera artificial recuerda más a formas anteriores de organización social mucho más atrasadas y explotadoras del trabajo humano[13].

La transición, tanto desde el punto de vista social como político y económico, es un juego de proporciones que no se pueden avasallar de manera administrativista, burocrática o voluntarista. La contracara de la crisis del campo era la incapacidad de financiar la revolución mediante una emisión monetaria descontrolada. En un principio el estado zarista, luego el gobierno provisional y por último el gobierno soviético, lograron apropiarse de recursos reales por medio de la emisión monetaria. Sin embargo, durante el Comunismo de Guerra, al reducirse el espacio de circulación de las mercancías y al haber hecho la sociedad, y particularmente el campesinado, una experiencia con el papel moneda, comenzó a reducirse la capacidad del estado obrero de captar recursos reales por la vía de la emisión. Marx lo dice de manera muy clara en El capital: por más billetes que emita el Estado, en cuanto estos entran en la circulación se les aplican las leyes de la circulación de dinero, que lo equiparan bruscamente con la masa de dinero metálico que deberían representar en la circulación. El Estado decide cuantos billetes lanzar a la circulación, pero es la sociedad la que en última instancia determina el valor de esos billetes. Esta ley se aplica mediante la desvalorización del papel moneda y el aumento generalizado de los precios de las mercancías. En la tabla 4 podemos ver una aproximación de qué significaban en términos reales las emisiones monetarias: se lanzaban billones de rublos a la circulación para captar cada vez menos mercancías reales con esas emisiones. Cómo puede verse, la capacidad del estado obrero de financiarse mediante emisión monetaria estaba tendiendo peligrosamente a cero para 1921, demostrando el límite material real de financiarse con artirugios financieros, por fuera del aumento real de la producció industrial y agrícola.

Tabla 4: valor real de la emisión monetaria
Año y semestreDaviesYurovskyPreobrazhenskyKatzenellenbaum y Arnold
19181er372409525372
19182do162151161
19191er114116386128
19192do108109122
19201er606118668
19202do606165
19211er363414639
19212do143
Fuentes: Davies, 1958, p. 31, Yurovsky, 1925, p. 28, Katzenellenbaum, 1925, pp. 56, 57, 70, 74 y 75 y Arnold p. 91. Si bien hay algunas diferencias entre cada uno de los cálculos realizados, los resultados son similares.

 

La sociedad rusa organizada de esa manera en el Comunismo de Guerra logró dos objetivos: ganar la guerra civil y alimentar (en la medida de lo posible) a los obreros de las ciudades. Pero para ir más allá, determinar la productividad del trabajo en distintas unidades productivas a fines de maximizar el rendimiento del trabajo, acumular capital, avanzar en el desarrollo tecnológico y productivo, incentivar el crecimiento de la producción agraria, cualquier objetivo relacionado con el desarrollo económico, era necesario organizar la sociedad de otra manera. La última propuesta destinada a incrementar la superficie cultivada, diezmada por el desincentivo a la producción individual que significaron las requisas, fue la de fijar por ley un área mínima que era obligatorio sembrar. Una conclusión lógica (y absurda) del Comunismo de Guerra: la organización de la producción por medio de la coerción generalizada. La propuesta fue aprobada pero no llegó a ser efectiva (Dobb, 2012, pp. 120-121). No es el objetivo de este trabajo juzgar a los bolcheviques y sus medidas. El Comunismo de Guerra fue un conjunto de medidas desesperadas tomadas por el jóven gobierno de la inexperta clase obrera rusa para ganar una guerra civil feroz y derrotar a todas las potencias imperialistas de la época. Pero sí es necesario entender que, más allá de garantizar el triunfo en la guerra -¡qué no es poca cosa!- no había nada para rescatar en él en el terreno económico o social. La aspiración marxista es la liberación de la humanidad de toda explotación y opresión. Un decreto del gobierno obligando a una familia campesina a sembrar una mayor cantidad de tierras de las que esa familia quiere no tiene nada que ver con la libertad, sino más bien con la servidumbre.

Administrativismo y planificación

Esto nos permite establecer otra distinción importantísima entre el administrativismo y planificación. El Comunismo de Guerra fue un régimen de administración de los recursos de la revolución al servicio de ganar la guerra civil y que los trabajadores no mueran de hambre. ¿Qué significa esto? Que los bolcheviques ante cada necesidad contemplaban todos los recursos disponibles y los ponían al servicio de resolver esa necesidad. Necesitamos un nuevo contingente de soldados en el frente. Perfecto, vayamos a la fábrica textil donde tenemos el mejor trabajo político y convenzamos a la mitad de los trabajadores de sumarse al ejército rojo. Necesitamos producir botas, no hay problema, cerremos la fábrica de relojes y que esos trabajadores se sumen a la fábrica textil que acabamos de cerrar para enviar a sus trabajadores al frente. Necesitamos alimentos, organicemos un destacamento de obreros para buscarlos en el campo.

La administración de los recursos es ponerlos en juego para resolver problemas inmediatos ocupándose de la distribución de lo existente, sin espacio para preocuparse por la reproducción, haciendo abstracción de los elementos económicos y también políticos. En el fondo la mera administración de los asuntos es como un caballo que te lleva a los trompicones mientras todos el tiempo hacés maniobras para no caerte: vas a algún lado pero no sabés adonde.

La planificación busca organizar los recursos disponibles pero teniendo en cuenta las múltiples determinaciones de la realidad, no solo en lo inmediato sino en el largo plazo. Atiende a los problemas políticos estratégicos y también a los económicos. Una buena planificación permite adelantarse a los acontecimientos, no siempre estar resolviendo problemas sobre la marcha.

Para planificar hace falta un rumbo, un objetivo. Aquí ingresa con pleno derecho la democracia socialista, que en la transición no es un mero “régimen político” sino que, producto de la fusión entre política y economía en la transición[14], se transforma en un verdadero regulador.

En el capitalismo, la ley del valor y su expresión en precios es una aproximación a el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías. La demanda agregada es una aproximación a la necesidad social, con una salvedad: en el capitalismo solo ingresa al metabolismo social como necesidad la demanda “solvente”, es decir, de quién tiene dinero.

En la transición al socialismo, tenemos el problema de como medir los esfuerzos que cada tarea requiere. No es un problema trivial, ya que estamos hablando de en que aplica su esfuerzo una población trabajadora que aún esta viviendo bajo condiciones de “autoexplotación” del trabajo. La clase obrera no puede darse el lujo de no medir y conocer el esfuerzo que le implica cada tarea que debe ser abordada.

Por ejemplo, nos podemos encontrar con el desafío de como restablecer la logística de un país como Argentina. ¿Hay que reparar las rutas y fabricar nuevos camiones? ¿Re construir vías férreas y fabricar trenes, eléctricos o a diesel? Son todas preguntas relevantes porque en la transición al socialismo, por lo menos en una economía que no es del centro imperialista, seguimos aún en el reino de la necesidad: la dictadura proletaria necesita elegir en que invierte sus esfuerzos. Quizás en el corto plazo sea más barato poner en pie una flota de camiones, pero en el largo plazo sea más eficiente el ferrocarril, aunque demande mayores esfuerzos actuales. Y tambien entra en juego la búsqueda de un sano metabolismo con la naturaleza. Lo importante es que no podemos empezar ni a pensar la respuesta a esta pregunta si no podemos cuantificar, de manera comparada, el esfuerzo social de cada una de estas empresas (¿cuánto esfuerzo actual? ¿en cuantos años se logra una flota de trenes que supere a la flota de camiones? ¿cuanto mejor es el metabolismo humano natural en cada una de las variantes?). No se pueden tomar decisiones racionales en base a generalidades. El conocimiento de los costos es la base de una planificación racional.

Pero la ley del valor no solamente es útil para planificar ex ante (antes de los hechos), sino también para verificar el plan ex post. La clase trabajadora, que en la transición sigue vendiendo su fuerza de trabajo como una mercancía, tiene derecho también a controlar la calidad de los productos y elegir que comprar y qué no. Es importante que lo que se produce sea útil. Quiero dejar un ejemplo de la “planificación” estalinista para que se entienda el punto. A la burocracia no le gustaba el mercado, así que el control de la producción no se hacía en función de los valores sino de las toneladas. Un gerente de una fábrica de tractores tenía un objetivo, en base al plan, de tantas toneladas de tractores por año. El incentivo de ese burócrata era fabricar tractores pesadísimos, que no tenían ningún valor real: ¡no servían para labrar la tierra, se undían! Una mercancía para tener valor, primero tiene que ser útil. No solamente es desperdicio de esfuerzo humano, sino que es un gasto innecesario de recursos naturales, que nunca entraron en la ecuación administrativa del estalinismo.

La necesidad de combinar la ley del valor con la planificación y la democracia de los trabajadores se exacerba en una sociedad como la rusa donde una parte importante de la producción material estaba en manos de pequeños productores -campesinos- que producían mercancías para el mercado.

El problema de la unidad de medida de los precios

El hecho de que la ley del valor sea uno de los reguladores de la transición implica que es necesario que esta ley pueda expresarse de una forma concreta. Las mercancías no vienen con su “valor” grabado en una etiqueta, el valor es una relación social que no puede ser conocido ni por los productores de mercancías ni por los consumidores ni por el estado.

“Una mercancía cuyo valor puede ser igual al de dos libras de oro, puede venderse en determinado momento por más o menos que esa cantidad. De nuevo, ninguna mercancía tiene inscripta en ella su magnitud de valor. En la forma del precio está implícita la posibilidad de que diverjan este con su magnitud de valor. No es un defecto de la forma precio, sino la forma en la que funciona una sociedad de productores privados e independientes: ‘la norma sólo puede imponerse como ley promedial que, en medio de la carencia de normas, actúa ciegamente’ (Marx, 2002, p. 125) y también ‘¿Qué pensar de una ley que sólo puede imponerse a través de revoluciones periódicas? No es sino una ley natural, fundada en la inconsciencia de quienes están sujetos a ella’ (Marx, 2002, p. 92).” (Manini, 2024)

Los valores, para poder manifestarse como en la realidad como precios, necesitan compararse con distintas cantidades de dinero. Para que ese proceso funcione, es necesario que unidad monetaria sea estable.

Muchos dirigentes bolcheviques en la época del Comunismo de Guerra creían que podían utilizar la emisión monetaria de manera indefinida para financiar los gastos del Estado Obrero, sin concecuencias negativas.

En diversos textos del período importantes teóricos del bolchevismo como Bujarín y Preobrazhensky se explayaron sobre las virtudes de la abolición del intercambio, señalando que, si bien pudo haber errores o excesos, fue una política consciente que tendía a la superación del modo de producción capitalista. En su folleto La economía política del período de transición, Bujarín señala que, al finalizar la guerra civil, la estructura del Comunismo de Guerra -la administración del intercambio entre el campo y la ciudad- debía sostenerse y consistía en un paso adelante en el proceso revolucionario (Howard and King 1989, pp. 292-294). En el artículo “Trabajo común para el fondo común”, publicado originalmente en el periódico bolchevique Pravda, y luego en el órgano de la III Internacional “The communist”, Bujarín (1920) ofrece una arenga contra el intercambio libre de productos, señalando que era la administración del trabajo y la distribución la que podía salvar a la sociedad rusa del caos. Había una fuerte idea de que la desintegración de las relaciones sociales fundadas en la producción de mercancías, en el valor, era un paso en el camino de la transformación socialista. Desde un punto de vista teórico, en el análisis del Bujarín “izquierdista” desaparecía totalmente la necesidad de un período de transición: para él el administrativismo irracional y antieconómico del Comunismo de Guerra era la precuela de la conquista del socialismo. Esta ingenuidad fue absolutamente desmentida por experiencia de la revolución rusa.

Desde un punto de vista monetario, la desmonetización del rublo se veía como un fenómeno deseable y, además, inevitable. El rublo aún existía, pero estaba condenado a perecer, en un plazo aparentemente corto. Por ejemplo, en el artículo Papel moneda en la época de la dictadura del Proletariado, de 1920, Preobrazhensky dedica

“[…] este trabajo incompleto al instrumento cuya perfección e inmenso esfuerzo inspiró la escritura de estas páginas: la imprenta del Comisariado del Pueblo de Finanzas. El gobierno revolucionario de Francia pudo sobrevivir y hacer la guerra gracias a la emisión de papel moneda; los asignados fueron lo que salvó a la gran Revolución Francesa. El papel moneda de la República de los Soviets ha apoyado al nuevo poder durante el período más difícil de su existencia, cuando no era posible pagar los costos de la guerra civil a través de impuestos directos. ¡Gloria a nuestra imprenta! Es verdad, no le queda mucho tiempo de vida, pero ya ha completado tres cuartos de su trabajo. En los anales de la gran revolución proletaria, junto con los cañones, rifles y ametralladoras de nuestra época, el mecanismo de la ametralladora del Comisariado del Pueblo de Finanzas ocupará un lugar de honor. Esta ametralladora disparó al orden burgués por la espalda, en su sistema monetario, y transformó las leyes de la circulación monetaria en el régimen burgués en un medio para destruir ese régimen y una fuente para financiar la Revolución” (Preobrazhensky, 2014, p. 733).

Por un lado, asigna un rol realista a la emisión monetaria descontrolada: el último recurso para ganar la guerra y para terminar de expropiar las reservas monetarias de la burguesía, los terratenientes y, agregamos nosotros, el campesinado. La ubica como un instrumento de la guerra de clases, para luego señalar que “no le queda mucho tiempo de vida”, expresando que la desmonetización del rublo marcaba un rumbo deseable.

Más adelante en el mismo texto Preobrazhensky teoriza por qué no es un problema la liquidación del medio general de los intercambios. Según el dirigente bolchevique, si la salud y la fuerza de la sociedad burguesa, capitalista, se encuentra en el incremento en la cantidad de mercancías vendidas, en la “nueva sociedad” se encuentra en la cantidad de productos directamente distribuidos. Y esta relación la interpreta como la lucha entre las mercancías y los “productos”, una lucha entre el mercado libre y el Comisariado del Pueblo de la Alimentación (2014, p. 757).

No hay en el texto una real mención a la cantidad total de bienes de uso producidos, sino que la importancia se asigna a la forma en que esos bienes de uso se producen e intercambian: como mercancías o productos.

En este proceso de reducción en la cantidad de bienes de uso-mercancías y aumento de los bienes de uso-productos, es lógico para Preobrazhensky que, incluso sin emisión monetaria, el valor del papel moneda se reducirá, ya que hay menos mercancías por las cuales intercambiar el stock existente.

Pero en caso de que sobreviviera durante el período de transición un sector “pequeño burgués”, en este caso el campesinado, existe una oportunidad para que el Estado Obrero se apropie sistemáticamente de recursos a partir de la emisión monetaria:

“Si la imprenta funciona bien entonces no hay nada que pueda impedir al gobierno agregar ceros. En lugar de 10 rublos, el billete se puede imprimir de 10 millones. Y esos 10 millones se pueden intercambiar por un saco de cebollas o un par de botas en el mercado libre. Esto no es un problema si los salarios de los trabajadores están en cuatro quintas partes naturalizados [pagados en especie] y el quinto restante sea ajustado de acuerdo a la inflación.

Esta perspectiva puede horrorizar a la gente común […] Pero no hay nada terrible en esto para el Estado Socialista […]” (Preobrazhensky, 2014, pp. 758-759).

Preobrazhensky no niega el efecto inflacionario de la emisión de cantidades ingentes de signos monetarios. Tampoco tiene fantasías acerca de que la emisión monetaria “cree valor de la nada”: tan solo permite al estado apropiarse de parte del valor generado en la sociedad[15]. Pero subestima profundamente el rol del dinero, con todas sus funciones, en una economía en transición, y por lo tanto subestima los problemas que trae aparejada la desvalorización acelerada de la moneda, un tópico común entre el ultraizquierdismo bolchevique de la época. En el fondo Preobrazhensky sostiene que el estado obrero está en condiciones de reemplazar el mecanismo de la ley del valor. En las páginas siguientes explica como el estado podría fijar precios en el marco de una fuerte depreciación del papel moneda producto de la emisión. Para regular los precios, el poder obrero tiene las siguientes opciones:

  1. Intentar fijar los precios al valor del momento de la revolución. Pero, sostiene Preobrazhensky, está establecido con “irrefutable claridad” que es imposible fijar los precios del mercado libre de esta manera.
  2. Tomar los precios de base al momento de la toma del poder por parte del proletariado y establecer las relaciones entre los distintos productos. Si los precios del mercado son 25 rublos por una libra de manteca, 500 rublos por un par de botas, 100 rublos por una libra de harina, entonces puede establecerse que un par de botas vale 5 veces más que una libra de harina, que a su vez vale 4 veces más que una libra de manteca. Si el estado emite billones de rublos, simplemente debe ajustar esas proporciones a la depreciación del papel moneda. Estos nuevos precios no serán producto de la fantasía, sino que se basarán en la “verdadera relación entre los distintos productos y el papel moneda en circulación”. Ante cada emisión, el gobierno simplemente deberá corregir los precios de esta manera (Preobrazhensky, 2014, pp. 764-765).

El análisis de Preobrazhensky es interesante, pero se aparta profundamente de la teoría del valor de Marx. Lo primero que admite es que la desvalorización creciente del rublo socava su capacidad de servir como medida de los valores. Sin embargo, esto no sería un problema.

Pero, como vimos anteriormente, es imposible para los productores de mercancías (y también para el estado, incluso cuando ocupa el rol de productor) conocer el valor de las mercancías. El valor de las mercancías y su relación entre unas y otras solo puede conocerse de manera indirecta y por aproximaciones sucesivas a través de la propia dinámica del proceso de intercambio mercantil. Es un error profundo creer que las proporciones entre los precios de distintas mercancías ¡en medio de una guerra y en el momento previo a una revolución! son el índice correcto para toda la eternidad (o por lo menos para el período de la transición) para planificar la economía. En el fondo lo que expresaba Preobrazhensky, entre otros autores en este período ultraizquierdista de un sector del partido Bolchevique como Bujarín, era la idea de que se podía planificar la economía de la transición sin recurrir en ningún momento a los mecanismos del mercado y de la ley del valor, sino exclusivamente a través de decisiones o reglamentaciones desde el estado.

En búsqueda de una medida del valor: por qué no pueden reemplazarse los problemas sociales por artilugios técnicos

Más allá de las bravuconadas ultraizquierdistas contra el dinero, la verdad es que para planificar la economía hace falta una medida que unifique. Es imposible llevar adelante un presupuesto en “valores de uso”, es decir, en los diferentes productos de la economía. Hay demasiados productos para ponderar, sin una medida unificada del valor no puede hacerse síntesis. El problema que tenían los bolcheviques es que el rublo se depreciaba demasiado rápido. Para cuando un Departamento lograba elaborar su presupuesto, este ya no se encontraba vigente, necesitaban mucho más dinero para operar. Para cuando el Comisariado de  Finanzas lograba aprobar ese presupuesto, ya era prehistórico. Lo que terminó ocurriendo es que el Comisariado de Finanzas aprobaba los presupuestos con su mera presentación. El rol “planificador” del Comisariado de Finanzas pasó a ser pedirle al Banco del Pueblo la emisión de una enorme cantidad de dinero y la “planificación” de como entregar a cada departamento esas toneladas de papel moneda[16]. El caos presupuestario en realidad expresaba un alto grado de desorganización social. Para 1921 ni siquiera se seguían compilando los estimados de los diferentes departamentos. En marzo de 1921 se abolieron las comisiones presupuestarias de los diferentes comisariados e incluso la comisión presupuestaria interdepartamental del Comisariado de Finanzas: fue el fin de la compilación de presupuestos monetarios durante el Comunismo de Guerra (Davies, 1958, pp. 37-38).

Sin embargo, era necesario planificar la economía, justamente por este rol de centralización de las relaciones sociales que personificaba el estado soviético. Para eso, y como parte de la ideología que vislumbraba la próxima desaparición de la moneda, se comenzó a trabajar en la idea de realizar un presupuesto calculado no en rublos, sino en especie[17], a fines de volver a tomar el control de las finanzas y la planificación.

El principal problema era cómo encontrar un sustituto para el dinero, a fines de poder expresar de manera homogénea el conjunto de bienes y servicios a disposición del presupuesto. Era imposible encontrarlo en las obras de Marx, que consideraba fantasiosas las teorías socialistas que buscaban el reemplazo del dinero por bonos horarios u otras soluciones utópicas. Uno de los proyectos era el señalado por Preobrazhensky anteriormente: contabilizar a partir de proporciones fijas basadas en los precios de 1914. Otra idea fue establecer una “unidad de trabajo”, llamada tred, o “unidad de energía”, ened.

La propuesta era que la unidad de medida fuera el producto “normal” de un trabajador de una calificación “normal” en un determinado período de tiempo. Debían ajustarse las mayores o menores complejidades y productividades del trabajo. En el fondo, se buscaba un reemplazo del dinero que cumpliera el rol de representar de manera directa el valor, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un bien. Nuevamente, no existe ningún mecanismo en la teoría del valor de Marx para “conocer” a priori los valores de las mercancías, y el que cumple ese rol de manera efectiva en el capitalismo es el dinero. Para poder realizar los cálculos, y aproximar a la productividad normal y las habilidades normales se pretendía utilizar las escalas salariales de los diferentes oficios de antes de la revolución.

Arnold (1937, p. 109) cita la propuesta más avanzada para resolver el problema de la conversión de trabajo complejo a trabajo simple para poder realizar un catálogo general de precios de los productos soviéticos en treds. El catálogo se debía basar en los precios previos a la guerra. Los precios previos a la guerra serían convertidos en treds, dividiéndolo por la cantidad de rublos de oro correspondientes a un tred, este último calculado a partir de la comparación del costo de producción de ese bien en términos de rublos de oro o treds.

Tanto la propuesta de Preobrazhensky como la de los treds buscaba que el estado asigne “valores” a las diferentes mercancías de acuerdo a criterios más o menos objetivos, pero que no tienen nada que ver con la ley del valor. Para planificar la producción en cualquier sociedad, ya sea una sociedad de productores libremente asociados o de unidades productivas independientes como el capitalismo, es fundamental poder considerar de manera dinámica las productividades del trabajo. El tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mercancías se encuentra en constante cambio, e incluso más en un período de cambio tecnológico, de incorporación de maquinaria y equipos nuevos, de aumento de la escala. ¿Por qué el valor del cereal debería ser el mismo en una sociedad con una gran explotación agraria con maquinaria agrícola de primera generación que en el campo ruso atrasado de 1914? ¿O el valor de cualquier bien de consumo manufacturado antes de la guerra y después de la destrucción de la economía? ¿O después de la electrificación de la industria? En el mejor de los casos se estaba creando una nueva moneda, atada al patrón oro previo a la guerra, con la contracara de que, en lugar de tener en cuenta la realidad económica y productiva soviética de 1921, se basaba en la realidad económica y productiva de la Rusia de los zares.

Otro intento de encontrar una medida del valor fue la creación de un “rublo indexado”. Indexar significa actualizar el valor de acuerdo con la inflación. Un truco ténico para poder comparar precios a pesar de las altas tasas de inflación. Sin embargo, la indexación solo sirve para actualizar algún precio particular. Todos conocemos por ejemplo la indexación de los precios de los alquileres que imponen los propietarios utilizando el IPC. Sin embargo, es matemáticamente imposible indexar simultáneamente todos los precios de la economía: una vez que todos los precios están nominados en “rublos indexados” deja de poder calcularse el índice.

Supongamos el número índice de precios de enero de 1922, de 288.000. Si en febrero el Comisariado de Finanzas emite 288 billones de rublos, estaría arrojando 1.000 millones de rublos de 1913 a la circulación. En un primer momento parecería ser muy bueno para el gobierno: logró emitir una gran cantidad de dinero con el mismo poder adquisitivo que tenía el mes anterior. Sería la fórmula para crear valor de la nada. Pero en cuanto la sociedad descubriera que hay en circulación más símbolos de dinero de los que demandaba, necesariamente se buscaría un aumento de los precios. Sin un mecanismo para el aumento de los mismos (se supone que el objetivo de calcular en rublos índice es que los precios no varíen), rápidamente quedaría sin efecto esa nueva medida del valor. El Comisariado de Finanzas podría intentar solucionar este problema incrementando el índice de acuerdo con la emisión monetaria. Pero como hemos visto a lo largo de todo este trabajo, es imposible predecir de manera exacta el incremento “normal” del nivel de precios que corresponde a un incremento en la cantidad de papel moneda circulante. Cualquier modificación de este tipo traería una sub o sobrevaluación sistemática del rublo de papel que eliminaría cualquier ventaja de utilizar el rublo de 1913 como medida del valor.

“El sistema de calcular en “rublos de bienes” es por lo tanto posible sólo temporalmente, pero es por su propia naturaleza autodestructivo. En otras palabras, si el “rublo de bienes” o “índice” se deduce del actual nivel de precios [en rublos corrientes], no puede servir al mismo tiempo de estándar para medir esos precios” (Yurovsky, 1925, p. 81-82).

 

El problema no es “técnico-matemático”: la matemática falla en este caso porque es imposible resolver complejos problemas sociales -la comparación de los esfuerzos de millones de seres humanos trabajando en sociedad- mediante tructos técnicos. Esto vale tanto para los “rublos indexados” que intentaron inventar los bolcheviques como para cualquier fantasía de reemplazar las complejidades de la transición por algoritmos, inteligencia artificial, criptomonedas, etc., todas herramientas que pueden ser muy valiosas pero que no reemplazan las profundas leyes sociales que rigen el proceso de transición.

Más allá de las fantasías acerca del pasaje “automático” al socialismo, la realidad social siempre se impone a los delirios administrativistas. De la misma manera que el gobierno soviético necesitaba una medida del valor para planificar la economía, la sociedad misma necesitaba una medida coherente del valor para poder intercambiar sus productos en el mercado.

En ese camino comenzaron a utilizarse divisas extranjeras, e incluso rublos de oro reales de antes de la guerra que volvían a aparecer no solo como reserva de valor, sino incluso como medio de intercambio. En particular, este abandono del rublo tomó más fuerza en las provincias más alejadas del centro, como Transcaucasia, Ucrania y el extremo este, pero incluso empresas privadas y públicas y hasta organismos del estado comenzaron a utilizar monedas de oro. Esto es peligrosísimo, porque la emisión de moneda es un hecho político: si la sociedad comienza a recurrir a monedas viejas -zaristas- o extranjeras, es un enorme cuestionamineto a la dictadura proletaria. En tiempos actuales Venezuela (país que nunca encaró ningún proceso de transición al socialismo ni de dictadura proletaria, hay que aclarar) está en un profundo proceso de dolarización de su economía producto de la desmonetización del Bolívar, un hecho peligrosísimo para la independencia del pueblo venezolano del imperialismo.

Finalizada la guerra civil y luego de la rebelión en la base naval de Kronstadt en marzo de 1921, que expresaba de manera distoricionada las demandas del campesinado contra las requisas y el monopolio estatal de cereales, junto con el pasaje del campesinado de la “rebelión silenciosa” contra el rublo a alzamientos armados en el campo contra las requisas (Dobb, 2012, p. 121), el partido bolchevique resolvió abandonar finalmente la política del Comunismo de Guerra, junto con todas sus ideas acerca de un presupuesto en especie y el tred, y embarcarse en la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso). Pronto se llegó a la conclusión de que una nueva manera de organizar a la sociedad rusa debía comenzar por restaurar una moneda como dinero, como medio de circulación, pero también como medida de los valores, reserva del valor e instrumento de atesoramiento.

Cómo conclusión de esta primera nota, podemos señalar cinco elementos:

  1. El pasaje del capitalismo al comunismo es una transición, una formación económico social en flujo, dinámica. No existe un
  2. No existe una única Ley que se impogna de manera objetiva, automática, en la transición. Existen tres reguladores que se combinan de manera dinámica: la ley del valor, la planificación y la democracia de los trabajadores.
  3. Ningún estado, tampoco el estado obrero, puede financiarse de manera indiscriminada recurriendo a la emisión de papel moneda.
  4. Es fundamental para la transición poder calcular en base a los tiempos de trabajo socialmente necesarios para producir. Para ello, es importantísimo el establecimiento de un signo monetario estable que permita la expresión de esos valores y su comparación en el tiempo.
  5. No existe ningun sustituto técnico al rol del dinero cómo forma de expresión de los tiempos de trabajo socialmente necesarios, el valor, mientras subsista la mercancía.

Veremos en una próxima nota como lograron los bolcheviques la estabilización de su signo monetario, pero también como la restauración de la aplicación de la ley del valor no alcanza en la transición: es fundamental también, junto con el poder de la clase obrera, la planificación económica, so pena de que el “automatismo” de la ley del valor se lleve puesto el proceso de transición al socialismo.

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[1] Ver por ejemplo “Los reguladores de la economía de la transición” de Roberto Sáenz, en izquierdaweb.

[2] Las “notas de crédito” eran el papel moneda emitido por el Banco del Estado.

[3] Esta es básicamente la teoría monetaria de Javier Milei.

[4] Para un desarrollo más profundo de la teoría monetaria de Marx ver el capítulo 2 de La política monetaria y la planificación económica bolchevique (1917 – 1924) del autor de esta nota.

[5] La emisión de dumkies y luego kerenkies fue tan extensa que incluso se comenzaron a atesorar los viejos romanovs, que, sin dejar de ser un simple papel moneda, eran más valiosos que los nuevos billetes. Esto no solo respondía a un problema de “cantidades relativas” de los distintos tipos de billetes, sino también a consideraciones políticas: la posibilidad de una restauración del régimen zarista que anulara la moneda del gobierno provisional y revaluara los billetes antiguos. Lo mismo pasaría con la moneda soviética hasta el final de la guerra civil.

[6] Para un análisis más general de las medidas económicas tomadas por el gobierno bolchevique en los primeros años de la revolución ver La política monetaria y la planificación económica bolchevique (1917 – 1924). Para un estudio pormenorizado del ejercicio del poder por parte de los bolcheviques y los diferentes regímenes políticos de la dictadura proletaria, asi como la burocratización de la misma, ver Ascenso y caída del gobierno bolchevique de Roberto Sáenz.

[7] Marx y Engels hablan de la oposición entre el campo y la ciudad y la necesidad de la superación de esa oposición dialéctica en La ideología alemana, junto con la separación entre el trabajo manual e intelectual.

[8] Aunque legalmente se declaró la propiedad estatal de la tierra, esta se entregó en los hechos a las asambleas campesinas para su reparto individual.

[9] En La revolución rusa, texto que presenta una crítica fraterna a los bolcheviques aunque en general errada cien por cien en punto a las medidas económicas que, por otro lado, fue publicado después de su muerte sin su permiso por Paul Levi (ver El debate sobre la economía planificada, Roberto Sáenz).

[10] Una presentación más general de este desarrollo puede encontrarse en “Trabajo y «autoexplotación» en la transición”, de Roberto Sáenz, en izquierdaweb.

[11] Entre otros motivos obviamente, relacionados con la dinámica de la revolución y la guerra civil, que no podemos retomar en esta nota.

[12] Es importante destacar la forma de llevarse adelante las requisas: por parte de los obreros conscientes de las ciudades interviniendo de manera directa. Estos son los elementos concretos que nos hablan del carácter del poder, la clase obrera tomando directamente en sus manos las tareas. No tiene ninguna relación con la colectivización forzosa estalinista de finales de la década de 1920, una contrarrevolución social llevada adelante por un ejército rojo burocratizado y llevando adelante un baño de sangre y fuego en el campo ruso.

[13] Hacia finales del Comunismo de Guerra los bolcheviques discutieron y votaron a favor de una resolución que imponía a las familias campesinas la obligatoriedad de cultivar un área determinada de tierras. Una conclusión lógica (y absurda) del Comunismo de Guerra: la organización de la producción por medio de la coerción generalizada. La propuesta fue aprobada pero nunca se efectivizó (Dobb, 2012, pp. 120-121) y los bolcheviques giraron rápidamente a mayores libertades para los campesinos con la NEP.

No es el objetivo de este trabajo juzgar a los bolcheviques y sus medidas. El Comunismo de Guerra fue un conjunto de medidas desesperadas tomadas por el jóven gobierno de la inexperta clase obrera rusa para ganar una guerra civil feroz y derrotar a todas las potencias imperialistas de la época. Pero sí es necesario entender que, más allá de garantizar el triunfo en la guerra -¡qué no es poca cosa!- no había nada para rescatar en él en el terreno económico o social. La aspiración marxista es la liberación de la humanidad de toda explotación y opresión. Un decreto del gobierno obligando a una familia campesina a sembrar una mayor cantidad de tierras de las que esa familia quiere no tiene nada que ver con la libertad, sino más bien con la servidumbre medieval.

[14] Ver al respecto El marxismo y la transición socialista. Tomo I: Estado, poder y burocracia de Roberto Sáenz. También “Economía y política en la transición al socialismo” del autor de esta nota.

[15] Lo que a Prebrazhensky se le escapaba es que el proceso es dinámico: es falso que el estado obrero puede financiarse indefinidamente mediante emisión monetaria. El propio deterioro de la moneda producto de su emisión descontrolada deteriora a su vez la capacidad del estado de financiarse con ella, que en el límite es cero. La desmonetización del dinero no es neutral, como veremos entraña un gran peligro para la dictadura proletaria.

[16] Para simplificar el proceso, durante el Comunismo de Guerra se cerró el Banco del Pueblo, que era el encargado hasta ese momento de la emisión monetaria. Esa función recayó directamente en el Comisariado de Finanzas, ahorrando un paso en el proceso.

[17] En especie significa que el presupuesto se realizara directamente en “productos”, una azaña imposible.

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