Palizas, tortura psicológica y hambre

La horripilante experiencia del salvadoreño deportado por “error” en la cárcel de Bukele

Migrar es un proceso complejo. Implica dejar atrás lugares y seres queridos, para recomenzar un proyecto de vida en tierras lejanas y extrañas. Las condiciones de la travesía varían según los casos, pero hay cosas en común. Lidiar con la burocracia migratoria es una de ellas.

Con excepción de los migrantes “golden” (los millonarios que compran su visa de residencia), el resto de los mortales nos vemos obligados a deambular por los pasillos de las oficinas de migración, donde los funcionarios-policías no pierden ocasión en recordarte que sos un extranjero cuya estadía en el país depende de ellos. El Estado-nación burgués se corporiza de forma inequívoca.

El caso de Kilmar Ábrego llevó esta espiral burocrática a niveles inimaginables. Migró desde El Salvador en 2011 e ingresó de forma irregular a los Estados Unidos. En 2019 fue detenido junto a otros tres hombres en Maryland, pero un juez de inmigración impidió su deportación por motivos de seguridad, alegando que corría riesgo de ser asesinado por causa de la persecución de las pandillas en su país natal.

Desde entonces, Ábrego estaba viviendo tranquilamente con su familia bajo el resguardo de ese estatus migratorio. Pero, en  marzo del presente, fue detenido por agente de ICE y deportado por “error” a El Salvador, donde fue recluido en la mega-prisión que mandó a construir Nayid Bukele, el “Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot).

Desde que entró en funcionamiento, el Cecot acumula cientos de denuncias por violación a los derechos humanos. Es la pieza central del engranaje represivo del autócrata salvadoreño. Buscando información sobre el tema nos encontramos con un artículo de la DW de junio de 2024, que denuncia la muerte de 300 reclusos en el país centroamericano desde que entró en vigencia el régimen de excepción. Al día de hoy, la cifra debe ser bastante mayor.

Ábrego experimentó esta violencia en carne propia. Al trauma de ser deportado y separado abruptamente de su esposa e hijos en los Estados Unidos, se sumó el horripilante paso por el Cecot.

En un documento judicial que presentaron sus abogados, denuncia que sufrió palizas constantes por parte de los oficiales a cargo de la prisión, además de privación de sueño y una pésima alimentación. Perdió catorce kilos en las primeras dos semanas e su detención en la mega-prisión.

“Bienvenido al Cecot. El que entra aquí, no sale”, fue la frase con que un funcionario penitenciario le dio la “bienvenida” al lugar.

Asimismo, declaró que durmió en una celda abarrotada con camas de metal sin colchón, donde la luz permanecía encendida las 24 horas y, además, en reiteradas ocasiones se le negó el acceso al baño, por lo cual se “ensucio encima”.

Por si lo anterior no bastara, lo amenazaron con trasladarlo a una celda con pandilleros para que lo asesinaran.

Tras una enorme presión mediática y judicial, la administración de Trump se vio obligado a traer de vuelta a Ábrego a los Estados Unidos el pasado 06 de junio. Pero, de inmediato, lo sometió a un nuevo proceso judicial, en esta ocasión acusándolo de “tráfico de personas”.

La “prueba” que presentaron las autoridades es un video de 2022, donde se le ve en manejando un auto con nueve indocumentados a bordo. No fue detenido en el momento, pero ahora es la excusa para tratar de enviarlo a prisión y, posteriormente, deportarlo.

El relato de los hecho hasta aquí es bastante horripilante, pero se torna aún peor al señalar el siguiente detalles: el mismo Ábrego pidió permanecer en prisión en  los Estados Unidos, pues tiene miedo de ser capturado por el ICE y deportado nuevamente en caso de que sea liberado.

Lo anterior es sintomático del grado de estrés entre los migrantes en los Estados Unidos, debido a las redadas masivas e ilegales que realiza la administración Trump. Con tal de cumplir la cuota de los tres mil indocumentados por día, los agentes federales detienen a toda persona que tenga la tonalidad de piel “latina”.

El caso de Kilmar Ábrego desnuda la violencia xenófoba de la administración estadounidense y de la extrema derecha en general. Fue tratado como un criminal y confinado en una prisión para “terroristas” por buscar una vida mejor en tierras lejas. Esta es la forma en que los capitalistas y los Estados-nación burgueses dividen a la clase trabajadora, haciéndoles creer que sus hermanos de clase extranjeros son los responsables de sus condicoines de vida precarias, cuando en realidad quienes les roban y explotan son los de arriba, los capitalista. Ningún ser humano es ilegal. Terminamos la nota con un verso del poeta costarricense Jorge Debravo, extraído de su poema “Nocturno sin patria”: “Me gustaría tener manos enormes/ violentas y salvajes/para arrancar fronteras una a una/y dejar de frontera sólo el aire.”

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