
Con Feinmann se va un notable escritor (no es fácil escribir claro) y también un pensador que trató de abarcar vastas áreas del conocimiento y el arte: la filosofía, el cine, la música, el psicoanálisis, la literatura fueron algunos de ellos. Y también un pensador y ensayista político. Se había doctorado en Filosofía en la UBA en pleno onganiato a la vez que participaba de las “cátedras paralelas” que el alza obrero estudiantil le había impuesto a la dictadura. Editó con su amigo (también fallecido este año) Horacio Gonzalez la revista “Envido” encolumnándose en la denominada izquierda peronista no así con Montoneros, a cuya dirección tildaban de “militarista y sustituista”.
En su primer trabajo acabado y editado luego de caída la dictadura de 1976 (“Filosofía y nación”) pasa revista a la historia argentina y parte de su historiografía, haciendo eje en las figuras de Halperin (a quien critica) y Milcíades Peña, con quien tendrá más de un punto de encuentro y también diferencias que tienen que ver con su “visión”: la correcta crítica al imperialismo y la definición de Argentina como país dependiente lo llevan a congraciarse con el peronismo (“porque allí están las masas”) y a tener una mirada peyorativa (desde ya correcta pero a veces unilateral) hacia el socialismo y comunismo criollos por sus posiciones gorilas. Vio en el kirchnerismo una vuelta a cierto nacionalismo progre y si bien no ocupó cargo alguno, tomó posiciones muchas veces acríticas y hasta condenables por omisión (el asesinato de Mariano Ferreyra por ejemplo). Si bien en su largo trabajo sobre el peronismo reinvindica a Peña en su rechazo al golpe gorila de 1955 (en solitario, no viéndolo como parte de una organización política que era el morenismo),nunca demostró empatía con la izquierda clasista. 1
Fue un buen conocedor y divulgador de Hegel. A Marx lo estudió menos (ni que hablar en lo que a economía específicamente refiere) y muchas veces (¿a sabiendas?) confundió a éste con Juan B. Justo o Victorio Codovila. También abordó concienzudamente a Heidegger al mismo tiempo que criticaba mordazmente el posmodernismo cuya cuna fue Francia.
Aún de aquellos con los cuales uno no concuerda, podemos sacar algo, no sé quién dijo esta frase y no viene a cuento ahora, y si le agregamos que si “esos aquellos” tienen además una excelente prosa, el aserto es verdadero. Los logros de Feinmann no son pocos: escribió un “thriller” que era una crítica velada a la dictadura que luego fue llevada al cine por su amigo Adolfo Aristarain (que ya había hecho algo similar con “Tiempo de revancha”) la inolvidable “Últimos días de la víctima”. Sus escritos sobre cine demuestran sensibilidad y agudeza, algo que también se aprecia en los guiones que realizó. Pianista en su juventud, supo tener análisis agudos sobre músicos contemporáneos, en especial Gershwin y Shostákovich. Su “Sabor a Freud”, pequeña obra teatral, destila humor corrosivo sobre el psicoanálisis y sus cultores. En sus novelas en donde habita su alter ego Pablo Epsteiny la banda de amigos que lo acompañan, la ficción cobra vuelo a la manera de su admirado Sartre en la combinación de filosofía y literatura.
De los escritores preferimos escoger sus mejores páginas y en este caso, optamos por ésta: ¿De qué triunfo se jactan los ideólogos del capitalismo? Sólo podrían afirmar que han derrotado al socialismo si hubieran superado las desigualdades – es decir las injusticias – que el socialismo nació para expresar. Al no haberlo hecho, el regreso del socialismo – de la forma que sea; apenas, tal vez, intuida hoy por nosotros – adquiere el carácter de un imperativo histórico. (La sangre derramada, 1998).
1: Quien quiera ahondar en estas críticas puede ver nuestros Los amores siempre fieles de José Pablo Feinman y también La canción sigue siendo la misma: los intelectuales (vacíos) K noviembre 2010 y marzo 2011 Izquierda Web digital






