
La lista de personajes y partidos que protagonizan esta nueva alianza es tan variopinta y cada una de sus caras tiene tanto propio que es difícil saber por donde empezar. Así que simplemente hagamos un recuento.
Los «liberales» Espert y Milei. Supieron ganarse la simpatía de sectores jóvenes acomodados que no tuvieron demasiadas dificultades en la vida y necesitan sentir su superioridad social como una individual: la universidad privada pagada por los papás es mérito propio y los negros pobres lo son porque no son tan buenos como el pibe de Palermo. Detestan el activismo y la lucha que ha condicionado la historia del país en las últimas dos décadas y creen sinceramente que el economista que grita estupideces en un tono más elevado que otros en la TV dice genialidades mientras nadie en su entorno parece percatarse de su mirada aparentemente condicionada por el uso de drogas recreativas. Por más absurdo que sea un planteo, encuentra su público cuando dice lo que otros quieren escuchar.
Su mundo es el de una polarización absoluta que no encuentra matices ni complejidades mayores que esa: la “libertad individual” capitalista y el estado, tal es el antagonismo que cruza al mundo y el universo más allá del tiempo y por encima de las estrellas. Si el estado se ve obligado a tirar algunos restos a los más pobres para que no mueran de hambre, esos pobres son “parásitos” que viven de los demás y están atentando contra la “libertad” de los “individuos” (categoría en la que los pobres no parecen entrar).
Hacen creer sinceramente a personas no muy conocedoras de historia que la «decadencia» argentina comenzó con cosas como la existencia de leyes laborales. Los momentos de esplendor que reivindican estos ideólogos son aquellos en los que la organización sindical era ilegal y se trabajaba por sueldos de hambre con jornadas laborales de 12, 13 y más horas, con situación habitacional de hacinamiento en los conventillos. Un pasado verdaderamente glorioso.
Cynthia Hotton, una oscurantista de las más repugnantes que ha dado la historia reciente. Defensora de la represión de la diversidad sexual, fue una de las principales organizadoras de las movilizaciones contra el Matrimonio Igualitario. En 2010 se destapó por todo el país la cloaca del más violento oscurantismo y sus desechos salieron a la superficie.
Su campaña de discriminación contra las personas LGBT fue más allá que su oposición a que se puedan casar, fue una verdadera «cruzada» de criminalización. Su ideología es la del fundamentalismo religioso teocrático, transplantada a nuestro siglo por un salto en el tiempo en el que es difícil saber si la Edad Media aterrizó en el siglo XXI o nuestra época tuvo una regresión de varios siglos.
El ex funcionario de De la Rúa, Ricardo López Murphy. Este es el primer nombre de la lista que nos demuestra que los cadáveres políticos gozan de buena salud. También es el primero que nos saca del futuro mundo de fantasías liberales en la que convierten a Argentina en una Nueva Zelanda latinoamericana y los pies aterrizan en el sucio suelo de la crisis económica y la catástrofe social del 2001.
15 días duró como Ministro de Economía del gobierno de la Alianza, apenas unos meses antes de que cayera el presidente mismo producto de la rabia popular. Su «plan» para terminar con la crisis solo la empeoró y terminó eyectado de su puesto luego de intentar un recorte masivo del presupuesto a la educación.
El ex presidente del Banco Central y ex Ministro de Economía de Menem, Roque Benjamín Fernández. Durante su participación de la gestión menemista es que comenzaron a crecer los números récords de desocupación, junto a su consiguiente crisis social que llevaron a millones a la más completa desesperación. Tiene mucha, muchísima más responsabilidad en el surgimiento del movimiento piquetero que cualquier dirigente de izquierda.
Lejos de la retórica «anti Estado» de los liberales, su trayectoria política pone más blanco sobre negro sobre lo que realmente son. Una de sus medidas de más largo alcance fue la generalización del IVA, imponiendo el régimen tributario actual en el que cada vez más pagan los pobres y menos los ricos. A eso lo llaman «crecimiento». Con su apoyo se vetó la posibilidad del 82% móvil para los jubilados, haciendo de la miseria jubilatoria algo estructural. Encabezó la privatización de YPF, con su consiguiente desinversión y saqueo que culminó con el déficit energético. Por supuesto, también fue uno de los responsables del endeudamiento del Estado, lanzando un bono a 10 años por 500 millones de dólares.
Entre los partidos impulsores del frente está la UCeDé de los tristemente célebres (por corruptos indisimulables) Alsogaray. La insistencia de las figuras de estas listas en torno a la “decadencia de los últimos 70 años” teniendo en sus filas a ese partido, que le puso ministros a las dictaduras militares bananeras de Aramburu y Onganía, se vuelve rápidamente una retórica solamente creíble para viejos nostálgicos de esos buenos momentos en los que no tenían que molestarse en votar porque de todas formas alguien iba a hacer un golpe de estado y pibes chetos que creen que la historia comenzó cuando ellos nacieron.
La incorporación del Partido Autonomista Nacional (PAN) es la apertura de una antigua tumba olvidada para hacer caminar a su morador y convertir estas elecciones en una película de terror de clase B. La diferencia con los clásicos de los 80′ es que el muerto da mucho menos miedo que cuando estaba vivo.
El PAN es el viejo partido oligárquico que dio presidentes como Julio A. Roca y Nicolás Avellaneda. Su única manera de gobernar era encabezando un régimen en el que la mayoría no tenía derecho a votar y de todas formas masificando el fraude a plena luz del día elección tras elección con el «voto cantado». Su tiempo de gobernar el país se terminó cuando se instauró el sufragio universal. Debe ser incómodo para sus miembros apelar al voto de la gente y a la vez explicar su historia como partido.
El liberalismo supo ser una corriente histórica que enfrentó por doquier regímenes conservadores y teocráticos. Tuvo representantes intelectuales de la talla de John Locke y Adam Smith, fue representante de las ideas de la Ilustración. Hoy, se alía con oscurantistas y retrógradas de otro siglo y tiene por principal enemigo los más elementales derechos laborales conquistados con más de un siglo y medio de lucha de la clase trabajadora. Sus «referentes» son ahora gritadores mediáticos de dogmas absurdos. El liberalismo no es ya ni una caricatura de sí mismo.