Con la orden de su liberación, y más si llegara a efectuarse (cosa que se sabrá hoy mismo), quedará plenamente en evidencia el uso de las causas judiciales para torcer la situación política y el carácter proscriptivo de la prisión a Lula.
Las investigaciones sobre Temer venían ya de la época en que ejercía la presidencia, pero el congreso frenó la posibilidad de avanzar en su contra luego de haber hecho exactamente lo contrario respecto a Dilma. Lo que se sabe hasta el momento sobre la causa que se cierne sobre la cabeza de Temer es que Jose Antunes Sobrinho habría delatado a funcionarios vinculados a él. Antunes es ejecutivo de la empresa ENGEVIX y, según su testimonio, João Baptista Lima Filho habría recibido un millón de reales de “propina” para favorecer a dicha empresa en la atribución de la construcción de la planta de energía Angra 3. Lima Filho es un histórico hombre de confianza de Temer, miembro de su mismo partido (el PMDB) y habría sido el vínculo entre las empresas contratistas y el ex presidente.
La causa por la que fue detenido es el Lava Jato, en este caso por orden del fiscal Bretas de Río de Janeiro. La historia, como si de un ser pensante se tratara, suele tomarse revancha: Temer está hoy preso por el mismo motivo por el que llegó a la presidencia del país más grande de Latinoamérica. El Lava Jato se convirtió en la forma en que el Poder Judicial ejerció un arbitraje bonapartista antidemocrático para torcer la situación de Brasil hacia la derecha, derrocamiento del PT mediante.
“Las elecciones son el resultado distorsionado de una determinada correlación de fuerzas entre las clases construida extra-electoralmente. Para lanzar una ofensiva reaccionaria capitalista contra las amplias masas brasileras en la que no tuvieran peso alguno la base social de trabajadores y las tradiciones ‘progresistas’ del PT, para hacer pasar un ajuste sin límites, el aparato del Estado de Brasil, apoyado en un movimiento proto-fascista de clases medias, dirigió todo su poder a desbaratar el peso del PT.
El Poder Judicial, con Moro entre sus más destacados miembros, lanzó golpe tras golpe al PT descabezando su organización, desmoralizando a sus miembros y aislándolo de amplias capas de oprimidos y explotados. Por su parte, el lulismo aceptó las reglas del juego de los jueces y los dejó avanzar una y otra vez. Primero, les regaló la calle; luego, aceptó el encarcelamiento de Lula. Con un PT indefenso y una burocracia sindical sin iniciativas, amplios sectores de trabajadores que ya venían decepcionados de su gobierno giraron a la derecha arrastrados por la ola reaccionaria de las clases medias cebadas por personajes como Bolsonaro.
Más que Temer, más que el Congreso, más que el PT, más que las propias elecciones, el verdadero poder recayó sobre los jueces. Ellos atribuyeron poderes políticos y proscribieron candidatos según las necesidades del giro reaccionario y de ajuste de la clase dominante…
Esto no significa por supuesto que el PT tenga las manos limpias, pero deberíamos hacernos algunas preguntas si tenemos confianza en que juzguen a quienes se embarraron las manos los que viven con las manos, la cabeza, el torso y la cintura metidos en un lodazal. Usaron contra el PT una práctica habitual de los políticos y jueces capitalistas, no por la corrupción misma sino para despejar el molesto fantasma de los trabajadores que aún consideraban al PT como propio. Para conjurar a esa acosadora sombra que se cernía sobre sus nucas es que avanzaron sobre su supuesta organización. Si el PT estuvo indiscutiblemente metido hasta el cuello en un maloliente chiquero, Moro y los suyos limpian las instituciones a mano desnuda repleta de barro; pasando cuidadosamente sus manos sucias por las instituciones sucias. Tratan así de mostrar una ‘limpieza’ del régimen brasilero pero no logran hacer más hacer imposible distinguir donde termina la mugre del PT y donde empieza la de Temer, Bolsonaro y Moro.” (“El juez que proscribió a Lula y será ministro de Bolsonaro ¿Quién es Sergio Moro?”)
No está claro a largo plazo quién saldrá ganando de la inestabilidad institucional de Brasil. Hasta el momento, por el deterioro del nivel de movilización de los trabajadores, el ganador ha sido Bolsonaro. Pero no está todo dicho, la pelea está abierta y fenómenos como el rechazo masivo al actual presidente en el Carnaval ponen en evidencia que las puertas a un giro de la situación están abiertas.