¿Por qué “esfuerzo”? Sencillamente porque no se asimila todo en la primera lectura. Porque hasta puede ser provechoso hacerlo con uno o más resaltadores a mano. Da sus frutos. ¿Por qué “hermoso”? Borges hablaba del placer de entender. Y es realmente placentero lograr eso. Huir como de la peste del “sentido común”, de todo atajo tanto en el pensamiento como en toda acción por modificar la realidad (a la cual, precisamente, primero hay que aprehenderla).
Hegel luego de escribir sus dos grandes obras: la Fenomenología del Espíritu en 1807 y la Ciencia de la lógica en 1812 y 1816, tiene la intención de compendiar ambas y lograr una forma integral de dichos trabajos y de su “sistema”. Resultado de esto será la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas que verá la luz en 1818.
La primera parte de la misma (“el primer momento del sistema”) será la lógica, aquella que se denominará “Pequeña Lógica” y que Engels recomendaba como un buen comienzo para introducirse a la dialéctica hegeliana. Digamos también que en su estadía laboral en Nuremberg (1816) redacta una breve Enciclopedia filosófica para el curso superior, que utilizará para enseñar a estudiantes entre diecisiete y diecinueve años.
Decíamos en nuestra anterior nota, que aquellos que trataron a Hegel como “perro muerto”, obviaron el filo revolucionario de su dialéctica, como afirmaba Marx. Ésta es lógica y ontológica, trata de dar cuenta del pensamiento puro en su máxima abstracción, como asimismo descubrir la “propia lógica del objeto, su racionalidad”.[1]
Cierto “marxismo” opinaba en cambio, que ésta era pura metafísica y un “pecado de juventud de Marx”. Abjurando del sujeto y viendo sólo estructuras, terminaron en un barranco no sólo filosófico, sino, lo que es peor, político también. Althusser con su “La revolución teórica de Marx” y su discípula Marta Harnecker en “Los conceptos elementales del materialismo histórico”, verdadero best seller en América Latina en los sesenta y setenta, son su máxima expresión.
Volvamos a Hegel y a su “Pequeña lógica”. Al final de su primera parte y bajo el título de Conceptos más precisos y división de la lógica, encontraremos la exposición más sucinta en donde el autor señala: Lo lógico, según la forma, tiene tres lados: a) el abstracto o propio del entendimiento; fi) el dialéctico o racional-negativo; y) el especulativo o racional-positivo. Y agrega:
79: Estos tres lados no constituyen tres partes de la lógica, sino que son tres momentos de todo lo lógico-real, es decir, de todo concepto o de todo lo verdadero en general. Pueden ponerse en conjunto bajo el primer momento, es decir, bajo el entendimiento, y así mantenerlos separados, pero de este modo no son tratados con [arreglo a] su verdad propia. La indicación que aquí se hace sobre las determinaciones de lo lógico, como también sobre su división, es ente caso por igual solo anticipada e histórica.
Ernst Bloch, comentando este señalamiento y concordando con él, advierte que: Ninguna de estas tres determinaciones puede oponerse de por sí, con carácter independiente, a las otras dos, sino que las tres deben entrelazarse y superarse constantemente en su modo de ser finito, mantenerse de continuo en la corriente en que se hallan. Es precisamente de la fluidez de los conceptos, de este algo absolutamente histórico y en continuo devenir, de donde la dialéctica hegeliana toma su vida y la posibilidad de expresar el contenido de la vida como si, al mismo tiempo, lo crease. Por eso, estas tres determinaciones dialécticas no constituyen tres partes separadas ni, menos aún, tres partes de un manual escolar que puedan considerarse diferentes, sino que hay que ver en ellas un solo concepto vivo, una unidad vital plasmada en concepto. Son, simplemente, «momentos de todo lo lógico-real, es decir, de cada concepto y de todo lo que se presenta como verdadero” (Bloch E: “Sujeto y Objeto. El pensamiento de Hegel”. Negritas nuestras).
En esta primera parte de la Lógica, continúa Hegel:
80 a) El pensamiento en cuanto entendimiento se queda parado en la determinación fija y en la diferencia de ella frente a otra; un tal abstracto [así] delimitado vale para el entendimiento como siendo de suyo y como subsistente.
81 $) El momento dialéctico es el propio superar de tales determinaciones finitas y su pasar a sus opuestas. 1) Lo dialéctico, tomado por el entendimiento como algo separado de por sí, especialmente cuando se hace patente en los conceptos científicos, constituye el escepticismo; éste contiene la mera negación como resultado de lo dialéctico. 2) La dialéctica se considera habitualmente como una habilidad extrínseca que puede producir arbitrariamente una confusión en determinados conceptos y una mera apariencia de contradicción en ellos, de modo que [según este modo de ver] lo nulo no serían aquellas determinaciones, sino la apariencia [de contradicción], y lo que el entendimiento capta, por el contrario, sería más bien lo verdadero. Frecuentemente la dialéctica se considera como algo que no va más allá de un sistema subjetivo para columpiar raciocinios que van de acá para allá y de allá para acá. En ellos falta la riqueza de contenido, y su vaciedad se recubre con ese ingenio que aquel modo de raciocinar engendra. —Pero en su determinación propia, la dialéctica es más bien la propia y verdadera naturaleza de las determinaciones del entendimiento, de las cosas y de lo finito en general. La reflexión es en primer término un rebasar la determinabilidad aislada y un referirla de tal modo que, puesta en relación, se mantiene por lo demás en su valor separado. La dialéctica, por el contrario, es este rebasar inmanente en el cual se expone la unilateralidad y limitación de las determinaciones del entendimiento tal como es, a saber, como su propia negación. Todo lo finito es este superarse a sí mismo. Por ello, lo dialéctico constituye el alma móvil del proceder científico hacia adelante y es el único principio que confiere conexión inmanente y necesidad al contenido de la ciencia, del mismo modo que en él reside en general la verdadera y no extrínseca elevación sobre lo finito.
Son momentos necesarios por los cuales hay que pasar, en un símil de la Fenomenología cuyo subtítulo, recordemos, era: “Ciencia de la experiencia de la conciencia”, entendida ésta como el primer momento del sujeto, siendo los siguientes la autoconciencia y la razón, en donde éste “se dará cuenta” que es un sujeto intersubjetivo (“un yo que es un nosotros y un nosotros que es un yo”) y que la realidad es sujeto-objeto. Hegel culmina señalando:
82 y) Lo especulativo o racional-positivo aprehende la unidad de las determinaciones en su oposición, lo afirmativo que se contiene en la disolución de ellas y en su pasar.
1) La dialéctica tiene un resultado positivo porque tiene un contenido determinado o [lo que es lo mismo], porque su resultado no es verdaderamente la nada abstracta y vacía, sino la negación de determinaciones [sabidas como] ciertas, las cuales se conservan en el resultado, precisamente porque éste no es una nada inmediata, sino un resultado. 2) Este [resultado] racional, por consiguiente, aunque sea algo pensado e incluso abstracto, es a la vez algo concreto porque no es una unidad simple, formal, sino unidad de determinaciones distintas. Con meras abstracciones o pensamientos formales la filosofía nada tiene que ver en absoluto, sino solamente con pensamientos concretos. 3) En la lógica especulativa se contiene la mera lógica del entendimiento y ésta se puede construir igualmente desde aquélla; para ello no se requiere otra cosa que omitir lo dialéctico y racional; de esta manera [la lógica especulativa] se convierte en la lógica usual, una historia [o enumeración] de varias determinaciones del pensamiento colocadas juntas y que en su finitud valen como algo infinito.
Digamos sí, aunque no ahondaremos en eso ahora, que en esta obra el idealismo objetivo de Hegel (que se halla mucho más cerca del “materialismo inteligente” que el materialismo vulgar, al decir del Lenin de los Cuadernos Filosóficos) es palpable. La idea pura en esta primera parte, es una abstracción vacía, semeja una partitura en blanco a la cual aún falta incorporarle las notas; para luego “salir”, exteriorizarse en la naturaleza primero y en el espíritu (mundo humano) después.
Señalábamos en notas anteriores que la “tríada” mayor de la dialéctica hegeliana, era aquella que estaba conformada por el universal abstracto – el particular o negación y el universal concreto. Esa “matriz” si se nos permite el término, se ve en esta sinopsis que estamos leyendo.
Se parte, a riesgo de ser esquemático, de una afirmación vacía de contenido, de ahí su abstracción (“la representación caótica del todo” como escribe Marx en “El método de la economía política”), para arribar a categorías más simples (pero unilaterales) hasta llegar al universal concreto que es concreto precisamente, porque se ha cargado de determinaciones en su “camino”, tanto real como pensado, en donde este último reproduce a aquel, y es allí en donde la dialéctica hegeliana que estaba de cabeza, debe ser “puesta sobre sus pies”.
Otros sí decimos, por ejemplo, cuando se invoca la “humanidad” esto resulta una abstracción, hay que “salir” de allí: particularizarse, negarse, darse un contenido. En este segundo momento (segundo momento no cronológico: “todo es un momento o proceso”), para ser María o Pedro, que son artistas u obreros o docentes, etc; para arribar finalmente al universal concreto que re – une a los dos momentos anteriores. Son María o Pedro muchos más verdaderos o concretos porque ya incorporaron todas las determinaciones, que hicieron de ellos algo más rico, nunca en forma acabada porque ellos, como toda realidad, siempre está “siendo”, y que en en su finitud valen como algo infinito.[2]
Recordemos que estamos tomando el final de una introducción y una sinopsis que realiza el propio Hegel. Lo que tendría que oficiar como un estímulo para sumergirse no sólo en esta Pequeña Lógica sino en La Ciencia de la Lógica, a la cual volvió Marx para redactar ese “todo artístico” que era El Capital. Bueno, ahora sí: a leer.
[1] La lógica no es la ciencia de las formas exteriores del pensamiento, sino de las leyes del desarrollo de todas las cosas materiales, naturales y espirituales, es decir, del desarrollo de todo contenido concreto del mundo y de su cognición, el resultado, la suma total, la conclusión de la historia del conocimiento del mundo (…) En esta red se forman, aquí y allá, nudos más sólidos que son los puntos de apoyo y de orientación de su vida y conciencia. (paráfrasis de Lenin por Dunayevskaya, citado en Saénz R. “El marxismo y la transición socialista” volumen 1)
[2] Aquí seguimos a Héctor Raurich y Rubén Dri, con el ejemplo citado, que intenta ser pedagógico.