Dudas y crisis oficialista por los próximos pagos al FMI

Inminentes grandes pagos al organismo y la falta de acuerdo para postergarlos son la próxima tormenta del gobierno, que ya comenzó la agenda de ajuste.

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Menos de una semana queda para que el Estado argentino deba afrontar el pago de 1.100 millones de dólares en dos pagos los próximos viernes y martes. El gobierno tiene una sola manera de postergarlos: alcanzar el acuerdo final con el Fondo que no logró en los últimos dos años. El calendario fue demasiado lento en los últimos dos años y se acelera rápidamente en los próximos días.

La traba a la negociación es sabida. Tanto el macrismo como el fernandismo vendieron espejitos de colores al por mayor con sus frases acerca de que «el FMI aprendió de sus errores» y de que la deuda se iba a pagar «con crecimiento y sin ajuste». El Fondo es el mismo de siempre: le exige al gobierno acelerar el ajuste, achicar el déficit fiscal mucho más rápido que lo que el gobierno quiere. 

Aplicar el programa del FMI es ajuste neoliberal clásico, de «shock». El Ministro de relaciones con el FMI, Guzmán, no dice que no, pide más tiempo para el sí. El ajuste administrado es la única manera de no auto-liquidarse en las elecciones. Ya millones de personas decidieron no ir a votarlos en las pasadas elecciones, ser claramente -sin lugar posible a las dudas- quienes encabezan el ajuste al viejo estilo es un lugar incómodo para quienes ganaron las presidenciales de 2019 prometiendo contra el ajuste.

Voces del ala más «progresista» de la periferia del kirchnerismo están pidiendo el default. No para dejar de pagar ese fraude, como plantea la izquierda, sino para no arruinarse a sí mismos en el camino de hacerlo.

“Nos empujan al default, no somos el partido del default, pero tampoco somos un sector político que va a entregar de pies y manos a la sociedad al peor de los ajustes, a más miseria a la que estamos atravesando, de la que recién ahora estamos saliendo, no nos vamos a jugar en una timba la democracia” fijo Leopoldo Moreau en una entrevista en Radio Con Vos. Y, sin embargo, el gobierno del que es parte parece estar a punto de saltar voluntariamente con las manos atadas con un nudo voluntariamente hecho al abismo de «jugar en una timba la democracia».

Intenta apoyarse en la historia de la recuperación económica del primer gobierno kirchnerista. «¿Es peor el default? Néstor Kirchner gobernó la Argentina prácticamente dos o tres años en default, hasta que logró los acuerdos, con los bonistas y el FMI, y mal no le fue, esas divisas que no utilizó en pagar la deuda la usó para reactivar la economía” continuó.

Esta proyección de un pasado que extrañan tiene dos graves problemas. Toda la clase capitalista (incluido su personal político peronista) aceptó no pagar la deuda como algo inevitable porque no podían hacer otra cosa. Primero, la rebelión popular había tumbado a un gobierno tras otro después del 2001 porque todos representaban la voluntad de seguir ajustando para pagar.

Segundo,a la recuperación económica luego del default se dio con años de superávit fiscal: al Estado le entraba más dinero del que gastaba. Sucedió gracias a la bonanza de los precios de agroexportación. Hoy la situación es exactamente la inversa, el déficit fiscal es grande.

El Estado argentino viene logrando paliar el déficit por dos vías fundamentales: más deuda y emisión (que empuja a la inflación). Si se entra en default el gobierno perdería la fuente de ingresos de las nuevas deudas automáticamente.

Hay, por supuesto, vías alternativas: que los ricos paguen más o un ajuste brutal, directo, de consecuencias catastróficas para las vidas de millones (como piden los Espert y Milei).

Pero este gobierno defendido por el «progresismo» en todas sus variantes ha demostrado ser incapaz de tomar ni media medida más o menos seria contra las estafas de los capitalistas, que son las que en última instancia nos pusieron en esta situación. El antecedente es Vicentín parece viejo pero no deja de ser actual. Basta con recordar que luego de esa derrota no volvieron ni a insinuar hacer nada contra los ricos que dominan el país.

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