
Alberto Fernández y Martín Guzmán organizaron una exposición esta tarde con la presencia de los gobernadores de las Provincias. El objetivo: dar detalles de las negociaciones que actualmente desarrolla el Gobierno Nacional para llegar a un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Con la presencia de representantes de todos los distritos -excepto CABA-, Guzmán realizó una presentación donde detalló que las negociaciones se encuentran «en un amplio nivel de consenso» aunque al día de hoy subsiste «un punto medular» que está impidiendo que el acuerdo se concrete. Con un sistema de metas, condicionamientos y plazos de pago, el acuerdo «sustentable y con crecimiento» que presenta el gobierno se parece mucho a cualquier otro acuerdo de ajuste y entrega de soberanía típicos del Fondo. Repasamos las principales claves del acuerdo que prepara el gobierno.
Poniendo el país de rodillas (de forma «sustentable»)
La exposición de Guzmán estuvo repleta de frases hechas y eufemismos progresistas con los que intentó pintar de rosa un acuerdo de ajuste y entrega. Su lenguaje plagado de términos como «crecimiento» y «sustentabilidad» se veía traicionado por su vocación docente, mediante la cual dejaba muy claro aquello que se pretendía oscurecer: lo que se vienen son varios años de ajuste y entrega de la soberanía económica del país.
Comenzó explicando los detalles burocráticos que implica el acuerdo. El mismo comienza con el envío de una «Carta de Intención» del país al Fondo. En ese documento se detalla cuales son las políticas y las reformas que se van a aplicar durante la vigencia del acuerdo. Con un detalle muy importante: la Carta incluirá una «cláusula de consulta» que significa nada menos que el país se compromete a consultar al FMI acerca de cada política económica que se pretenda tomar que afecte lo contemplado en el acuerdo.
Dicho más sencillamente, el Estado Argentino no podrá tomar medidas macroeconómicas sin antes pedirle permiso al Fondo. Con una honestidad brutal, Guzmán llegó a decir que la soberanía del país es también otro factor que entra en la negociación.
El acuerdo incluye también otros dos documentos: El Memorándum de Entendimiento de Metas Económicas y el Memorándum Técnico de Entendimiento. Como sus nombres indican, allí el país deberá explicitar las metas y los objetivos a cumplir de las principales variables de la economía del país. Según explicó Guzmán, estas metas serán monitoreadas y periódicamente informadas al Fondo.
Un punto a destacar: el Ministro detalló que el acuerdo supone que una misión del equipo técnico del Fondo visite el país de manera trimestral para monitorear los objetivos del programa. No solo en el terreno económico sino hasta simbólicamente se trata de una subordinación casi humillante del país frente a las potencias que conducen el organismo. Las evaluaciones realizadas por el equipo técnico luego son elevadas al Directorio, es decir, a los países que conforman el organismo.
Por si todavía quedaban dudas de que el acuerdo será un sometimiento, el propio Guzmán se encargó de dejarlo en claro cuando resaltó la importancia de cumplir las metas económicas previstas: «¿Por qué es importante cumplir con los objetivos? Porque sino el FMI no nos envía los Fondos para pagarle al propio FMI». Es decir, si no cumplís, no llega la plata para pagar lo que ya se debe del acuerdo anterior.
Volviendo a la formalidad del acuerdo, estos tres documentos mencionados van a conformar lo que el gobierno dio en llamar el «Programa Económico Plurianual» que será enviado al Congreso Nacional. Recordemos que el aval parlamentario no es una exigencia del Fondo, sino una táctica política del propio gobierno para «abrochar» a todo el arco político capitalista sabiendo el costo político que tendrá un acuerdo de ajuste como el que se prepara.
Ajuste (pero «con crecimiento»)
Luego de explicar las formalidades y compromisos que implica el acuerdo, Guzmán pasó a detallar el contenido del acuerdo propiamente dicho. Aquí también, la retórica progresista y el lenguaje políticamente correcto dejaron demasiadas grietas por donde se veía la cruda realidad. El programa es mucho más «tradicional» a cualquier otro programa del Fondo de lo que el gobierno nos quiere hacer creer.
Los objetivos económicos previstos en el acuerdo se agruparán en tres grandes ejes:
- Los objetivos concernientes al «Sendero fiscal» (eufemismo con el que se refiere al achicamiento del déficit del Estado)
- Estrategias para la acumulación de reservas (es decir, cómo garantizar que el país va a tener los dólares suficientes para pagar la deuda)
- Programas de financiamiento monetario (de qué forma se va a financiar el Estado teniendo en cuenta los ajustes previstos)
¿Qué plantea Argentina en estos tres grandes ejes? Guzmán se encargó de dejar en claro que han logrado avanzar en acuerdos en todos estos puntos, excepto en el primero de ellos. Por lo que en gran parte el acuerdo terminará siendo tal como lo presentó hoy el Ministro de Economía.
Política fiscal: Como ya es sabido, el programa supone la reducción del déficit fiscal, es decir, recortar los gastos del Estado. Tanto es así que no sólo al final del acuerdo no debería haber déficit, ¡Sino que incluso Guzmán habló de superávit! un objetivo que ni los países más neoliberales del mundo se plantean seriamente.
El punto es que no es esto en lo que no están de acuerdo el gobierno y el Fondo. Ambos estan de acuerdo en el ajuste. Las diferencias surgen en torno a la velocidad en la que debe hacerse. El Fondo presiona por un ajuste fuerte e inmediato, por ejemplo, exigiendo reducir el déficit del próximo año a menos del 2% del PBI.
El gobierno contesta diciendo que semejante ajuste impediría el crecimiento económico, planteando un esquema un poco más gradual. Todos los desacuerdos se reducen a esto: la velocidad del ajuste. Al final, los discursos de nacionalismo épico contra los enemigos neoliberales del Fondo se disuelven en una cuestión de detalles.
En este aspecto, el gobierno no quiere dejar lugar a dudas de cual es la intención. Guzmán lo sintetizó así: «El déficit primario bajó más del doble que en el 2020. Hubo una reducción muy fuerte del déficit, pero de manera virtuosa». Traducido: A pesar de haber una pandemia ajustamos muchísimo (y lo dice sin avergonzarse), pero fue un ‘ajuste virtuoso’ porque no detuvo la recuperación económica. Claro que es muy fácil hablar de «recuperación económica» después de un rebote de una caída de 10 puntos del PBI por la crisis económica mundial abierta por la pandemia.
Acerca de la letra fina del ajuste, Guzmán prefirió no dar muchos detalles. Habló de «focalizar recursos», utilizando aquí sí una terminología bien propia del Banco Mundial y el FMI. Aunque el (fallido) Presupuesto 2022 ya daba bastantes indicios de por donde van a pasar las tijeras: reducción de subsidios, recortes a las partidas de educación, salud, políticas de género, entre otras.
Política monetaria y cambiaria: Para alivio de todo el arco de economistas liberales y neoliberales que se pasean por los programas de televisión, en concordancia con un mayor ajuste habrá una reducción de la emisión monetaria, con el objetivo de bajar la inflación.
Y aquí un punto sumamente importante: Guzmán adelantó que el programa incluye la subida de tasas, una exigencia fuerte que venía pidiendo el Fondo para parar la sangría de Reservas del Central. Lo que se buscará, según el gobierno, serán «tasas de interés real positiva para fortalecer demanda de pesos», y de esa manera desincentivar la demanda de dólares. Esto es importante porque una subida de tasas repercutirá directamente en la actividad económica, enfriando la tan mentada «recuperación» y beneficiando a las inversiones financieras por sobre las productivas. No se ve cómo el ajuste será «virtuoso, con crecimiento y producción», como le gusta repetir al Ministro.
En relación a la política cambiaria, Guzmán habló de «un tipo de cambio que sea consistente con la competitividad del comercio exterior», que «facilite la inversión» y que sirva para acumular reservas. Todas distintas formas de decir que habrá una devaluación. Sin embargo, continuarán los controles de cambios como el «cepo». Esto era algo que se sabía, ya que el propio Fondo apoya las medidas de este tipo. El FMI prefiere que los dólares se utilicen para pagarles.
De nuevo, tanto en lo referido a la acumulación de reservas como al financiamiento monetario (reducir el financiamiento del BCRA al Tesoro), el gobierno y el Fondo están de acuerdo. El punto nodal sigue siendo, como explicamos arriba, la velocidad de reducción del déficit. Pero el gobierno no cuestiona el carácter ajustador del acuerdo como tal.
Una última cuestión de extrema importancia: el «Perfil de pagos», es decir, los plazos en los que hay que empezar a devolver los dólares. Recordemos que el sector más afín al kirchnerismo soñaba con un período de gracia de 10 años sin pagar. Pues bien, lo de hoy fue sencillamente un golpazo de realidad. En el gráfico que mostró Guzmán, el grueso de los vencimientos fuertes estarían entre 2026 y 2033, aparentemente sin período de gracia. El gobierno parece haberse bajado definitivamente de la pelea por los plazos de pago.
En resumen, se trata de un acuerdo de sometimiento, que comprometerá la soberanía política del país subordinándolo a los mandatos del Fondo y aplicando un programa de ajuste que buscará pagar la deuda a costa de las mayorías trabajadoras, sin afectar los intereses de los capitalistas. Una confesión de que las diferencias entre el gobierno y el Fondo son sólo de grado.
La frutilla del postre la puso el Presidente Alberto Fernández, cuando tomó la palabra después de la larga exposición de Guzmán: «No pensamos en pagar la deuda con ajuste.» Es decir, contradiciendo punto a punto todo lo que su Ministro acababa de explicar durante más de media hora. Finalmente, Fernández sintetizó: «Para nosotros, la palabra ajuste está desterrada». Nótese la sutileza de que lo «desterrado» sea sólo la palabra.