Este jueves (6) inició la Cumbre de Líderes que antecede a la COP30, que este año se llevará a cabo en la amazónica ciudad de Belén, Brasil.
La “Conferencia de las Partes” es el órgano responsable de tomar las decisiones para ejecutar los compromisos que asumen los países para enfrentar el cambio climático. Para esta ocasión, se espera que la cumbre tenga como foco el financiamiento de medidas para la “adaptación verde”.
Durante la sesión de apertura, el presidente brasilero defendió la “superación de los combustibles fósiles” y la “reversión de la deforestación”. Un discurso contradictorio, considerando que su gobierno promueve que la estatal Petrobras explote yacimientos petrolíferos en la costa amazónica, una iniciativa ampliamente criticada por sectores ambientalistas y que generó tensiones dentro de su mismo gabinete.
Asimismo, Lula quiere aprovechar su condición de anfitrión para promover el “Fondo Bosques Tropicales para Siempre” (TFFF por sus siglas en inglés), el cual contará con un financiamiento de 125 millones de dólares, de los cuales 25 millones serán aportados por los países que lo suscriban, y los restantes 100 millones provendrán de fondos privados.
Es decir, apela a la “eco-filantropía” burguesa para financiar programas de “preservación” de los bosques; una medida que no cuestiona mínimamente la la lógica ecocida del capitalismo que destruye el medio ambiente, pero que es muy útil para que las corporaciones y gobiernos imperialistas se presenten como “eco-friendly” ante el mundo.
Por otra parte, esta edición de la COP30 tiene un menor perfil que sus antecesoras. Uno de los motivos, es el negacionismo del cambio climático del gobierno de Donald Trump, al grado de que retiró a su país del Acuerdo de París suscrito en la COP21 (2015). Esto dio paso a que otros gobiernos (alineados y no alineados con Washington) desistieran de participar o enviar delegaciones de menor rango al evento.
Por ejemplo, muchos integrantes del G20 (responsable por el 80% de las emisiones de carbono en el mundo), como África del Sur, India y Arabia Saudita, optaron por enviar ministros. China, por su parte, estará representada por el vice premier Ding Xuexiang, considerado el sexto en la jerarquía de poder del régimen.
Aunque es preocupante, la pérdida de perfil de la COP30 no debe generar sorpresa. Desde que se suscribió el Acuerdo de París en 2015, cada año se hizo más evidente que las metas estipuladas eran promesas sin perspectiva de realizarse.
Un informe reciente del Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente concluyó que en el último año las emisiones de CO2 aumentaron un 2,3%, alcanzando un record de 57,7 gigatoneladas. Por este motivo, es un hecho que el planeta excederá la meta de 1,5°C dentro de poco tiempo, y se pronostica que en 2100 el calentamiento global será de 2,8°C.
Lo anterior refleja que el capitalismo es incapaz de contener su dinámica ecocida y, por tanto, su tendencia es hacia la profundización de la crisis ambiental y las catástrofes naturales serán cada vez más frecuentes y violentas. Por ello, la salida a la crisis ecológica es anticapitalista, pues es la única forma de planificar la producción en aras de restablecer el equilibrio metabólico entre la naturaleza y la sociedad, y no en función de los intereses de los capitalistas.




