El 1ro de agosto de 2017 se produjo la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado. Después de muchos tropiezos puestos en el camino y diversas idas y vueltas en las salas de la Justicia, ahora la causa se encuentra en el juzgado de Ushuaia. Desde ahí, la familia y quienes nos solidarizamos con ellos esperamos las noticias para poder avanzar en el reclamo de Justicia.
Ese golpe nos sacudió. La solidaridad se expresó en las calles con el acompañamiento de los organismos de derechos humanos y de la juventud. Y el hermano de Santiago, Sergio Maldonado, se convirtió en un apoyo “todo terreno” en la solidaridad a las luchas contra la represión.
Al cumplirse los 8 años de la trágica conmemoración, Sergio escribió un libro dedicado a su hermano. Se titula: “Olvidar es imposible. Santiago mi hermano”.
Lamentablemente, siguieron otros. Y se van multiplicando, al paso de las marchas de los miércoles de los jubilados. A los ataques a manifestantes ancianos se suman a los trabajadores de prensa y familiares y amigos que acompañan.
Rafael Nahuel se sumó a la trágica lista de víctimas fatales
El 25 de noviembre del 2017 se sumó a la trágica lista de abatidos por las fuerzas de seguridad a Rafael Nahuel en Villa Mascardi, Bariloche. En este caso, hubo un juicio. El que apretó el gatillo fue condenado a 5 años de prisión por ser el autor material del disparo y a 4 años de prisión para los otros cuatro imputados en el ataque a los jóvenes mapuche, en el que Rafael cayó herido de muerte.
Desde ya, hubo voces de disconformidad con la figura penal con que se dictó la sentencia, “exceso en la legítima defensa”. Los hechos, según los testimonios, es que no hubo ningún ataque previo ni de Rafael Nahuel ni de quienes lo acompañaban hacia los prefectos imputados. Pero fue un pequeño paso adelante en la pelea por Justicia.
Las víctimas se sumaron después en las marchas de los jubilados
La marcha del 12 de marzo fue un día bisagra que dejó al descubierto y bien visibles ante quien quisiera ver la situación de las personas mayores. Esa visibilidad, que se expandió por todo el país, puso muy nerviosos al gobierno mileísta y sus referentes en materia de responsabilidades represivas.
En ese miércoles histórico fueron atacados Pablo Grillo y Jonathan Navarro. Grillo casi pierde la vida y aún se encuentra en recuperación, y pagó con la vista de un ojo haberse manifestado por los jubilados. Hubo personas ancianas que también sufrieron lesiones y golpes graves.
Esto no paró a pesar de estas trágicas consecuencias. La Justicia empezó a intervenir, a paso lento…, pero la represión no paró. El miércoles pasado dejó gaseados, apaleados, detenidos.
Por el delito de protestar. Esa es la causa por la que la doctrina Bullrich apalea, reprime y encarcela. Y la ministra de Seguridad defiende a rajatabla la actuación de todas las fuerzas represivas bajo su mando, sean Prefectura, Gendarmería, Policía Federal. Si tiran a los ojos, a la cabeza, no interesa. Son “intachables” siempre que cometen algún abuso, incluyendo matar.
Pero ninguno de los reprimidos, o heridos gravemente como Pablo, arrestados injustificadamente, han renegado de la causa por la que salieron a reclamar. Por lo suyo o para acompañar a madres, padres o abuelos.
Jonathan lo dice explícitamente: “ ‘Ahora tengo un ojo inútil’, ‘no puedo ir a la cancha ni hacer deporte’ (…) ‘pero no me arrepiento de haber ido a apoyar a los jubilados’.
Retomamos sus palabras, que son la confirmación de que la pelea sigue, continuará la semana próxima cuando desde el gobierno se intente vetar el aumento jubilatorio votado en el Congreso.
Y la solidaridad y el reclamo de Justicia sigue en los hospitales, en las comisarías, en las calles, en los tribunales. Y allí seguiremos hasta lograr tirar abajo el Protocolo Bullrich y toda la política represiva puesta al servicio de empobrecernos.