Francia: la crisis política, el fracaso del NPA y la necesidad de refundar la izquierda revolucionaria

Extracto de la introducción a los debates sobre la situación política en Francia. XX Conferencia de la Corriente internacional Socialismo o Barbarie, Buenos Aires, 22-24 de febrero de 2025.

A diferencia de otras ocasiones, esta vez el informe sobre Francia se encuentra atravesado por el evento reciente que constituyó nuestra expulsión autoritaria del NPA-Revolucionarios. Luego de este escándalo antidemocrático se abre para nuestra corriente la perspectiva de construir una nueva organización política independiente. Sacando un balance crítico del fracaso político del NPA, Socialismo o Barbarie asume el desafío de participar en la necesaria refundación de la izquierda revolucionaria en una nueva etapa de la lucha de clases.

La crisis política del gobierno de Macron y la amenaza de la extrema derecha

La situación política en Francia está marcada por una secuencia de movilizaciones sociales, de confrontación y de polarización en la lucha de clases a partir de 2016 hasta esta parte. En los últimos años, se sucedieron las marchas contra la ley del trabajo, la huelga ferroviaria, los chalecos amarillos en 2018, la lucha contra la reforma jubilatoria en 2019-2020, pasando por la pandemia, las movilizaciones antirracistas del comité Adama, la segunda reforma jubilatoria en 2023 y las marchas por la Palestina en el último período. Más o menos cada año o cada dos años hay un movimiento social importante en Francia.

La confrontación ha ido creciendo contra un gobierno de Macron que se presentaba como “ni de derecha ni de izquierda” en 2017, pero que progresivamente se transformó en un gobierno de derecha y hasta fue haciendo guiños a la extrema derecha últimamente. Macron en algún punto había surgido como una especie de “renovación centrista”, para resolver la crisis de representación de los dos partidos tradicionales de Francia. Por un lado, el Partido Socialista quedó muy debilitado luego del gobierno de Hollande, que había hecho una campaña contra “la finanza” y terminó pasando por derecho una ley antiobrera a pesar de la movilización social, perdiendo todo su capital político. Y del otro lado, Los Republicanos, que a partir de escándalos de corrupción también habían perdido su poderío electoral. En los últimos balotajes se dio el duelo Macron-Le Pen donde el gobierno apeló a la táctica de “hacer barrera” para que no ganara la extrema derecha. Es gracias a este mecanismo que Macron ha logrado mantenerse en el poder, más que por los méritos propios de un gobierno que solamente gobierna para los ricos.

En este sentido, la derechización del gobierno de Macron en los últimos años, sumada a la presión de la extrema derecha y también al clima de inestabilidad internacional, en el que el imperialismo francés se encuentra en retroceso en sus antiguas colonias, son algunas de las principales razones que han dado lugar a una gran crisis política que tiende cada vez más a agravarse. En los últimos meses, Macron decidió disolver el Parlamento y convocar a elecciones sorpresivas luego de la victoria de Le Pen en las elecciones europeas. En las legislativas, existió un fenómeno de crecimiento electoral de la extrema derecha, pero también un rebrote democrático para frenarla. Con un parlamento sin mayorías absolutas, hubo dos meses en el verano sin Primer Ministro y por un largo rato no se sabía quién iba a gobernar el país.

En septiembre, finalmente el elegido fue Barnier, del partido de derecha que tenía el grupo parlamentario más pequeño dentro del Parlamento. Es decir, la gente había ido a las urnas y el gobierno decidió poner un ministro que no representaba en absoluto lo que la gente había votado. Ese gobierno duró menos de cuatro meses porque tenía que pasar el presupuesto de 2025 con recortes en todos los ámbitos y no encontró los consensos necesarios para evitar la moción de censura. Barnier cayó rápido y en su reemplazo apareció Bayrou junto al ”retorno de los muertos vivos”, de Manuel Valls, Elisabeth Borne, Gérald Darmanin, entre otros antiguos ministros.

De este modo, Macron hace su última jugada poniendo a todos los ministros de su proyecto político que le quedaban disponibles pero en un contexto en el que se sabe que el gobierno es débil y no se sabe cuánto tiempo puede continuar. Existe el fantasma de que vuelva a haber elecciones anticipadas, ya que la extrema derecha ejerce una presión constante para que se aplique desde ya una parte de su programa político y Macron, que en realidad había sido elegido para que no ganara la extrema derecha, ya ha votado cosas en el Parlamento en conjunto con Le Pen. Más allá de que Macron tiene cierto prestigio a nivel internacional como dirigente europeo, a nivel interno no es lo mismo. Hay una dificultad que tiene la burguesía para saber quién es la opción más viable en el poder, sobre todo de cara a las presidenciales de 2027 en las que Le Pen aparece como la opción más viable, mientras que Macron ya no puede volver a presentarse.

A la vez, la crisis política también desnuda un cuestionamiento al conjunto del régimen de la Quinta República. El sistema de representación está cuestionado porque la gente se pregunta: ¿cómo puede ser que yo voy a votar y después ponen el Primer Ministro que ellos quieren y que no tiene nada que ver con lo que yo fui a votar? Además, los elementos autoritarios del régimen se hacen muy visibles para la población, ya que el sistema permite que se gobierne sistemáticamente por decreto, con el artículo 49.3. Entonces, hay toda una serie de tareas y de consignas democráticas a reivindicar que el partido en el que militábamos hasta hace dos o tres semanas no veía en absoluto como una necesidad. Por ejemplo, una consigna que propusimos, “fuera Macron”, en el momento de mayor crisis cuando caía el primer ministro, planteamos que se vaya también el presidente. Una orientación que parece totalmente obvia, pero que para el NPA-R, enceguecido por su derrotismo rutinario, no era tan obvia.

El callejón sin salida de las direcciones políticas y sindicales de la izquierda institucional

Por otro lado, además de esta crisis política y democrática, hay también crisis económica. Hay ajuste en la educación, hay ajuste en la salud, hay ajuste en el presupuesto del Estado y hay también toda una serie de despidos en fábricas, en trabajadores que han perdido o están perdiendo su puesto de trabajo. Hay un recorte importante en cuanto al presupuesto del Estado, que se evidencia, por ejemplo, en la universidad, que está dando lugar a movilizaciones a nivel nacional.

A su vez, la presión hacia la extrema derecha y el crecimiento electoral de Le Pen y Bardella, evidentemente se enmarca en el ámbito internacional. Evidentemente la situación internacional caracterizada por la emergencia de Trump, por el genocidio en Palestina y la guerra en Ucrania, impacta también en Francia. La extrema derecha impone su agenda anti-inmigrantes, su odio racista, sus ideas reaccionarias. Esto configura también la vida política en Francia, que en el último periodo no estuvo tan caracterizada por movilizaciones masivas en la coyuntura última, porque hubo mucha mediación electoral y porque las direcciones sindicales y políticas reformistas, así sea la CGT en cuanto a los sindicatos, o la Francia insumisa en cuanto a la dirección política, se han caracterizado por una enorme pasividad. Hay despidos por todos lados y hay ajustes en la educación, en la salud, en el presupuesto del Estado, y los sindicatos no están haciendo absolutamente nada. En todo el último año la Intersindical no hizo más que una marchita de rutina y un llamado tibio a votar al Frente Popular. Pasaron el año llamando al “diálogo social” con el gobierno de Macron. Están muy por detrás de la amplitud de los ataques.

Y con respecto al reformismo, a la Francia Insumisa, la táctica del Frente Popular que ellos llevaron a cabo durante las últimas elecciones legislativas, en las cuales se unificó la Francia insumisa con el Partido Socialista, con el Partido Comunista y los Verdes, si bien tuvo un relativo éxito a nivel electoral, lo primero que hicieron fue, en las legislativas, llamar a votar a los candidatos de Macron contra la extrema derecha. Esto permitió, por ejemplo, que Elisabeth Borne y Darmanin fueran elegidos, dos de los ministros principales de Macron. La táctica del “desistimiento” de LFI es, en realidad, su estrategia política, la renuncia a la pelea. Y este Frente Popular, que había generado algún tipo de ilusión, se rompió absolutamente hace algunos meses, cuando, frente al nuevo gobierno, LFI puso en el Parlamento la moción de censura, pero el Partido Socialista no la votó. ¿Quién podía pensar que el Partido Socialista iba a traicionar? era el chiste en Francia. Toda la táctica de Mélenchon y compañía sirvió para organizar la derrota y para resucitar al PS, que ahora negocia con Macron el ajuste y nuevas medidas contra las jubilaciones. Toda esta perspectiva de la Francia insumisa, que todo lo centra únicamente en el Parlamento y no convoca absolutamente a nada por fuera de lo que es la Asamblea, limita las posibilidades de movilización y de lucha independientes.

El fracaso del NPA

Entonces, la cuestión evidentemente pasa por construir una extrema izquierda revolucionaria para dar la pelea de forma independiente. El tema es que frente a esta secuencia de polarización y luchas que ha habido, en cuanto a la extrema izquierda, se ha dado un debilitamiento de sus fuerzas por razones subjetivas y de orientación. La consecuencia de este proceso ha sido la explosión del principal partido de la izquierda revolucionaria en Francia, que era el NPA. La adaptación desastrosa del NPA-Anticapitalista, del sector histórico de Poutou y Besancenot, que dirigía el NPA y que venía históricamente de la LCR, los ha llevado a adaptarse totalmente a la lógica institucional del Frente Popular. Por ejemplo, Poutou, durante la campaña electoral, dijo que estaba muy contento de hacer un frente con François Hollande, una vergüenza absoluta. La integración del NPA-A a este frente se explica como una respuesta totalmente derrotista y adaptada al miedo al “fascismo”, a la extrema derecha. Entonces, terminan haciendo frente con cualquiera. Es una orientación desastrosa, porque justamente el Frente Popular dura un suspiro y se rompe en sí mismo, liquidando en el camino la construcción de un partido revolucionario independiente con una perspectiva de lucha de clases.

Del otro lado, la otra ruptura del NPA, el NPA-Revolucionarios, tenía la oportunidad de hacer un primer congreso, que fuera un congreso de refundación, para repensar las bases programáticas y estratégicas de la organización. Pero no hizo para nada eso. El congreso del NPA-Revolucionarios, en el que participamos y que terminó con nuestra expulsión de la organización, fue encarado por las dos corrientes mayoritarias de una manera puramente organizacional, con un acuerdo de aparato para tener el control del partido y para validar la nueva dirección, sin poner en discusión ningún tipo de análisis, ningún tipo de orientación para la intervención en la lucha de clases y ningún tipo de cuestionamiento o de balance crítico de la propia historia del partido. Entonces se dio la situación de un primer congreso en el que la tarea era fundar una nueva organización luego de la ruptura de la dirección histórica que había ocurrido dos años antes, pero las dos corrientes que fueron minoría durante décadas en diferentes organizaciones y que por primera vez tenían la dirección de un partido decidieron no plantear ningún proyecto nuevo, manteniendo estatutos y principios fundacionales del NPA de 2009 de forma acrítica y despolitizante.

Socialismo o Barbarie constituirá una nueva organización para refundar la izquierda revolucionaria

En ese contexto, Socialismo o Barbarie dio una pelea política a brazo partido durante el congreso del NPA-R defendiendo la necesidad de repensar las bases estratégicas y programáticas de la organización. Las premisas de creación del NPA en el 2009 con la idea de partido amplio no corresponden a la realidad de la nueva etapa de la lucha de clases actual. Sin embargo, la estrechez de miras de la dirección del NPA-R cerró toda perspectiva de balance del fracaso del partido y transformó el congreso en el evento de nuestra expulsión. Se trata de una bancarrota profunda para una organización que se plantea construir un partido sin ningún tipo de base política sólida y que celebró su primer congreso echando a la minoría que planteaba los verdaderos debates de fondo que la dirección quiso esconder.

En este sentido, el espacio que ocupó el NPA y que ocupaba la LCR, como la principal corriente de la izquierda revolucionaria en Francia desde 1968 ha quedado vacante. Erróneamente el NPA-R piensa que ese lugar puede ocuparlo Lutte Ouvrière, una organización rutinaria que es incapaz de formular una política revolucionaria para el movimiento social. Por esos motivos, la tarea que se abre es la refundación de la izquierda revolucionaria en Francia, sacando un balance crítico de la experiencia del NPA y de la LCR, para poder construir una izquierda revolucionaria que pueda jugar un rol en la nueva etapa de la lucha de clases actual.

Por estas razones, luego de nuestra expulsión del NPA-R, Socialismo o Barbarie se propone participar a esta necesaria refundación apostando a la construcción de una nueva organización revolucionaria en ruptura con el oportunismo y el sectarismo que caracterizan a las corrientes actuales.

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