Un año de Milei: 3 mentiras y 1 burrada en el discurso oficialista

A un año de gobierno, Milei habló de una Argentina que sólo él conoce. Una donde la pobreza no es del 50% y los trabajadores no cuentan las monedas para la cena de fin de año.

Llega fin de año y en todas las casas argentinas hay caras largas. Los que tienen aguinaldo lo gastan en la luz, el gas y el agua. Todos los trabajadores batallan para pagar el alquiler y llegar a fin de mes, con unas fiestas que estarán marcadas por la escasez y la incertidumbre económica, con una recesión que no da señales de frenar y se concreta en miles de despidos, peores puestos de trabajo y un aumento sideral de la pobreza.

Así y todo, Javier Milei encaró su última cadena nacional del pasado martes con ánimos de festejo. Sucede que su base social, el 1% de megaricos del país (al estilo de Galperín y las grandes corporaciones, sobre todos los sectores especuladores) sí está de fiesta. La burguesía concentrada del país (y las multinacionales que operan en suelo argentino) vio aumentar exponencialmente sus fortunas en proporción inversa al empobrecimiento de millones.

Fingir demencia ante la realidad social es una marca estructural en el discurso mileísta y esta no fue la excepción. Veamos algunos ejemplos.

«Podemos terminar el año con alivio. Hemos dejado atrás lo peor. El futuro será cada vez mejor. Se vienen tiempos felices en Argentina». 

Una mentira absoluta. Habría que preguntarse quién es ese nosotros que vocaliza Milei. Los millones de trabajadores que caen en la pobreza día a día están claramente por fuera. Lo seguro es que, si Milei sigue gobernando, lo peor no terminó para los trabajadores. La perorata oficialista sobre aniquilar la inflación y el supuesto rebote en V de la actividad económica son pura fantasía.

Lo cierto es que, con sólo 1 año de Milei, la economía argentina transicionó de una dinámica inflacionaria a una dinámica recesiva marcada y de largo aliento. Las famosas desregulaciones mileístas (la razón de ser del ministerio Sturzenegger) no buscan más que destruir el entramado productivo local, abrir el mercado nacional a la rapiña de los capitales imperialistas y maximizar las ganancias de los sectores capitalistas concentrados.

Todas sus medidas son marcadamente recesivas, con un efecto depresor sobre la actividad económica. Por eso la inflación baja y es reemplazada por un azote aún más lacerante para los trabajadores: el despido, la falta de ofertas de trabajo y el empeoramiento generalizado de las condiciones de empleo (desde el salario a las condiciones de contratación, pasando por higiene, seguridad y tantos otros ítems).

Esa recesión apenas comenzó y no hay ninguna señal de que vaya a terminarse rápidamente. Pero más relevante aún es que todas las regresiones mileístas impresas sobre la legislación y las condiciones de trabajo no desaparecerán por el simple hecho de un eventual fin de la recesión. Las pésimas condiciones de trabajo, los contratos basuras, la hiper explotación y los salarios miserables llegaron para quedarse, a menos que los trabajadores del país logren en algún momento romper la contención de la burocracia peronista e imponer sus reclamos en la calle.

»Vinimos a terminar con el régimen de privilegios. Llegó la hora del hombre común».

¿Hace falta aclarar que es mentira? Por estos días, el hombre común sufre en la Argentina mileísta, esforzándose para sobrevivir y sin posibilidad de proyectar ni planificar una vida digna a futuro. Mientras tanto, Milei y sus cómplices se juntan a comer asado en la Rosa en una indisimulada burla hacia la sociedad.

El régimen de privilegios que pervive y se acentúa en la Argentina de Milei es el de la explotación capitalista salvaje y descontrolada. Una ínfima minoría concentra riquezas que no podrá gastar en una sola vida mientras más del 50% de la población es pobre, casi un 20% es indigente y millones más ven acercarse la línea de pobreza día a día.

»Cerramos el INADI y el Ministerio de la Mujer, que eran aguantaderos de militantes y se usaban para perseguir a adversarios políticos».

Otra mentira y otra repetición absurda del viejo y oxidado discurso anti casta de Milei. Milei cerró el Ministerio de la Mujer y el INADI para abrirle espacio a medidas y discursos misóginos, discriminatorios y con un alto contenido de odio.

No casualmente durante los primeros meses del gobierno de Milei tuvo lugar el aberrante lesbicidio múltiple de Barracas, perpetrado con motivaciones de odio explícitas. No casualmente el gobierno que cerró el INADI se dedica constantemente a reproducir discursos de odio y aberraciones como «chistes» sobre la pedofilia, recortes en el presupuesto para combatir la violencia de género, medidas discriminatorias en los servicios estatales para la población de origen extranjero y tantas otras.

«Hoy el mundo vuelve a posar su mirada sobre la Argentina por los motivos correctos. Estados Unidos está diseñando su propio Ministerio de Desregulación a imagen y semejanza del nuestro […]. Nuestro objetivo será impulsar durante el próximo año un tratado de libre comercio con Estados Unidos».

La burrada viene con la genuflexión cipaya habitual en Milei. Sólo Milei es capaz de pensar que el gobierno de la primera potencia mundial mira con admiración la gestión ministerial bananera de sus sirvientes en el Cono Sur. Y pensar además que eso es compatible con un tratado de libre comercio entre la potencia y su país subordinado.

Un tratado de ese tipo sería un cheque en blanco para que el imperialismo yanqui y sus capitales más concentrados destruyan el ya vapuleado entramado productivo argentino. Llevaría a una caída abismal de los puestos de trabajo locales y a una transferencia de recursos desde la Argentina hacia los bolsillos de algunos magnates yanquis, además de subordinar políticamente al país a los dictados estadounidenses. Si el imperialismo yanqui mira con buenos ojos la gestión Milei es porque su programa económico es regalarle los recursos del país a las potencias, y poco más que eso.

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