Una derrota para la extrema derecha

El contexto de la derrota del Golpe de Estado en Corea del Sur

El intento de golpe de Estado del presidente Yoon Suk Yeol fue rápidamente derrotado en una jornada de incertidumbre que impactó internacionalmente.

Las horas de caos después del intento de golpe de Estado en Corea del Sur se convirtieron después en festejo popular frente a la Asamblea Nacional. La declaración de la Ley Marcial por parte del presidente Yoon Suk Yeol fue inmediatamente seguida de la militarización del parlamento.

La medida de estado de excepción que intentó imponer Yoon implicaba la suspensión del parlamento, la actividad de los partidos políticos y de los derechos civiles más básicos. Los medios internacionales están presentando la derrota del presidente coreano como resultado de una votación parlamentaria, pero es evidentemente más que eso. La Ley Marcial estaba abiertamente dirigida contra la Asamblea Nacional que votó en contra por unanimidad. La tropas habían rodeado el edificio para que no sesionaran. ¿Quién puede creer seriamente que alguien depone un golpe de estado porque así lo dicen los depuestos por ese golpe de estado? Si el mundo fuera así de sencillo, la violencia política se habría terminado hace siglos.

Las imágenes en las redes sociales son claras. La Asamblea Nacional estaba rodeada por las tropas, que fueron a su vez rodeadas por la movilización popular. Fue en ese marco que los parlamentarios pudieron sesionar y votar contra la Ley Marcial, que era efectivamente un golpe de Estado con otro nombre. Y no fue hasta horas después de la votación que Yoon dio por terminada la ley marcial. El golpe de Estado en Corea del Sur duró seis breves horas.

Ahora, la movilización popular se convirtió en festejo callejero. Las imágenes fueron impactantes. Hasta se pudo ver a una joven mujer tratando de arrebatarle su arma a un soldado.

El contexto de la crisis política

“Declaro la ley marcial para proteger a la libre República de Corea de la amenaza de las fuerzas comunistas norcoreanas, para erradicar las despreciables fuerzas antiestatales pro-norcoreanas que están saqueando la libertad y la felicidad de nuestro pueblo, y para proteger el orden constitucional libre”. Ese fue el anuncio oficial de justificación de la intentona golpista.

La excusa del cuco comunista y de Corea del Norte no se la cree nadie. La medida estaba dirigida a suspender las actividades de la Asamblea Nacional, que viene trabando el poder de Yoon y la mayoría de sus medidas. No solamente la oposición de «centroizquierda», también el partido de derecha tradicional del que es parte, el Partido del Poder Popular. Yoon se encontraba también arrinconado por investigaciones de corrupción sobre su esposa.

Un dato curioso es que muchos presidentes surcoreanos terminaron muy mal. Algunos procesados o presos. Probablemente Yoon temía terminar igual que sus antecesores.

Pero no se puede comparar a los presidentes de 1987 en adelante a los anteriores, incluido Yoon. Ese año, Corea del Sur vivió un verdadero proceso de democratización relativa. Si bien su régimen constitucional se mantiene vigente desde 1948, hasta los 80′ la «democracia» coreana fue la fachada de varios regímenes dictatoriales. Muchos de sus presidentes fueron de hecho dictadores brutales que gobernaban sobre la base del fraude electoral, la represión y la censura. Siempre, por supuesto, respaldados por Estados Unidos.

El más poderoso y sanguinario fue Park Chung-hee entre 1961 y 1979, en muchos sentidos el «fundador» de la Corea del Sur moderna y su «milagro económico». Gobernó primero a través de un golpe de Estado, después fue presidente y luego gobernó otra década tras un auto golpe de Estado.

Pero sus dictadores también fueron muchas veces derrocados por movilizaciones populares democráticas. Park «salió» del poder en 1979, cuando fue asesinado por el jefe de la CIA coreana. Pero ese asesinato político, nada casualmente, se dio mientras el país se encontraba paralizado por la movilización popular con protagonismo estudiantil.

En 1988, el último presidente-dictador de Corea del Sur, Chun Doo-hwan, fue derrocado por una movilización democrática de un millón de personas en Seúl.

Ese fue el comienzo de un nuevo régimen: autoritario con presidentes débiles. Las denuncias de persecución política, represión y cercenamiento de derechos democráticos no se han terminado. Para nada. De hecho, una de las cosas más resonantes de la política surcoreana de los últimos años han sido las inmensas huelgas obreras y la represión de referentes sindicales. Uno de los casos más emblemáticos fue el encarcelamiento de Han Sang-gyun.

Por muchas décadas, Corea del Sur fue un «Estado frontera» de la Guerra Fría y no se quería permitir ninguna democracia. De ahí la presencia permanente en el poder político de los presidentes-dictadores. Pero tras la caída de la URSS, pudieron darse otras herramientas de estabilidad. Una fue la Asamblea Nacional y sus dos grandes partidos, que cambiaron de nombre innumerables veces. El partido que casi siempre gobierna es el de la derecha de los regímenes dictatoriales del siglo XX, hoy llamado Partido del Poder Popular. El otro, la «centroizquierda» conservadora del Partido Demócrata.

La otra gran institución de estabilidad política coreana son los chaebols: las mega corporaciones de dominan el país. Se trata de un puñado de empresas que dominan la vida económica del país, concentrando en algunos clanes la inmensa mayoría de las ramas económicas surcoreanas. Por poner un ejemplo, solamente cinco empresas concentran en sus manos alrededor del 50% del PBI del país: Samsung, Hyundai, SK, LG y Lotte. Por supuesto, todo el mundo sabe que dominan la vida política del país con sobornos y corrupción.

Yoon Suk Yeol: la crisis de un populista de derecha

El mandato de Yoon ahora está puesto en duda por el fracaso de su golpe de Estado. El líder de su propio partido, el PPP, es uno de los voceros ahora de poner al presidente del país contra las cuerdas.

Yoon ascendió al poder como una figura carismática y poderosa surgida desde afuera de los partidos políticos tradicionales. En muchos sentidos, es un provocador de extrema derecha a la manera de Trump y Bolsonaro. Uno de sus planteos más absurdamente provocadores fue el de que había que permitir que Estados Unidos instale armas nucleares tácticas en el país como amenaza a Corea del Norte. Si el cuco del comunismo en la Asamblea Nacional no se lo creyó nadie, tampoco nadie se sorprendió del delirio para justificar el golpe.

Su carrera en el poder comenzó en sus años de fiscal general del país, puesto desde el cual acusó de corrupción a funcionarios importantes de un gobierno anterior. Con una base firme de popularidad, se presentó primero como candidato independiente para después ingresar al PPP. Ganó las elecciones del 2022 por muy estrecho margen.

En su intento de tener el poder de hacer sus reformas de extrema derecha es que chocó con la movilización popular y, ahora, con el régimen político. Su principal derrota fue el año pasado. Yoon intentó hacer pasar una reforma laboral antiobrera brutal: quiso imponer que el límite de la jornada laboral legal pasara de 52 horas semanales a 69 horas. La super explotada clase obrera surcoreana ya es una de las que soporta una de las jornadas laborales más largas del mundo. Una inmensa huelga protagonizada por la juventud frenó esa contrarreforma.

El intento de gobierno fuerte de Yoon fue duramente golpeado entonces. Y con el fracaso de su intento de Golpe de Estado todas sus ambiciones parecen haber fracasado definitivamente.

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