
Las protestas policiales que se están desarrollando en el país son una muestra más de la tendencia a la polarización que existe en la realidad nacional, esta vez, desde la derecha ¿o cabe alguna duda?
Según parece, las manifestaciones son de cierta importancia y se han extendido en las localidades de la provincia de Buenos Aires: La Matanza, Quilmes, Avellaneda, Junín, Bahía Blanca, Olavarría y Tres Arroyos; e incluso en varias localidades del interior del país. La novedad es que las protestas son de uniforme y armados.
Se sabe que, salvo alguna muy rara excepción, la policía, cuya estructura es sumamente verticalista, no se «subleva» sin un guiño desde arriba. Hace unas semanas Eduardo Duhalde hablaba de «golpe de estado» en la televisión. Si bien este pronóstico era completamente exagerado, hay una serie de operaciones políticas que buscan presionar hacia la derecha la coyuntura nacional. A las marchas anti-cuarentena, en defensa de Vicentín y las «quemas» de barbijos, ahora se suma el reaccionario reclamo policial.
Sergio Berni, el ala derecha del partido de gobierno, es quién más siente la presión y la replica sobre el ejecutivo nacional. Según Página 12: «Este martes al mediodía, el ministro Sergio Berni les propuso a los 500 reunidos en Puente 12 que formaran una comisión para mantener un diálogo y evaluar los reclamos.» Sin embargo, no hubo acuerdo entre los uniformados para participar de la mesa de diálogo.
«Super Berni», la cara represiva del ejecutivo, inauguró días atrás sus spots de campaña donde se jacta de su «dureza» y perfil militar. Su accionar nefasto de defensa de la bonaerense y encubrimiento del caso Facundo lo ha desprestigiado ante un sector importante de la población. Sin embargo, el gobierno lo sostiene como nunca incorporando un perfil siniestro al discurso «popular» del gobierno de Fernández.
No se puede ignorar que la protesta policial surge en momentos en que la fuerza se encuentra bajo la mira de amplios sectores de la sociedad por su responsabilidad en la desaparición y muerte de Facundo y los múltiples casos de gatillo fácil, torturas y asesinatos en comisarías y los barrios. Su manifestación es también un golpe de autoridad para garantizar el apoyo incondicional del gobierno a la fuerza y reforzar su autoridad sobre la sociedad, que se incrementó con la cuarentena y que corre riesgo de entrar en crisis si los cuestionamientos se siguen desarrollando.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, salió rápidamente a anunciar aumentos a las fuerzas, cediendo al reclamo de los uniformados.
La presión por izquierda de los reclamos sociales, al toma de tierras, la indignación por los femicidios ocurridos durante la cuarentena y la lucha abierta luego de la desaparición y muerte de Facundo Castro, tiene su contrapartida en los reclamos policiales, la defensa de la propiedad privada, las bravuconadas «cuasi golpistas» de Duhalde, la quema de barbijos y demás.

De ninguna manera se puede asimilar sin más el reclamo policial a un conflicto salarial más. A pesar de la «confusión» de algunas corrientes de izquierda. La policía no es parte de la clase trabajadora, su protesta no puede ser considerada como una manifestación popular, y de ninguna manera debe ser apoyada desde la izquierda. Como dijimos anteriormente en las páginas de este portal: «si por un lado policías y uniformados en general tienen por tarea principal contener el descontento entre la clase trabajadora, tienen también que lidiar con la vida diaria en el capitalismo. Para sostener su autoridad, implementan de manera sistemática la política del terror en los barrios, son verdugos cotidianos entre los más empobrecidos por el sistema, se sienten dueños de la calle y así se comportan. Facundo Castro fue víctima de la práctica cotidiana de los vestidos de azul para sostener su autoridad.» Los policías no son trabajadores.
Pero, si el problema son los ingresos, también esto responde a la caída de los «negocios ilegales» de los cuales forma parte la policía, que se encuentran disminuídos por la pandemia. La prostitución, las ferias callejeras, la venta de drogas y sustancias ilegales, la gastronomía, etc., que se vieron afectadas por la cuarentena, son algunos de los medios por los cuales los vigilantes callejeros se hacen un «plus» para llegar a fin de mes, a costa de coimas y negocios turbios e ilegales.
Hay que rechazar la extorsión de este sector que, apoyado por la derecha, cuenta incluso con las armas para presionar a la sociedad a reforzar su estructura, impunidad y autoritarismo. Hay que continuar movilizando exigiendo justicia por Facundo y castigo a los responsables de su asesinato y de todos los pibes víctimas de gatillo fácil, rechazando la represión a las tomas de la gente sin techo, para derrotar esta extorsión reaccionaria de las fuerzas represivas y tirar abajo el cerco de impunidad que mantiene el gobierno sobre los uniformados.






