“…Y en su rumbo por saciar la necesidad interior, ha encontrado principios certeros de una belleza nueva. Su música nos empuja a una zona nueva, en la que las experiencias musicales son puramente anímicas y no acústicas. Es el nacimiento de la música del futuro.”
Kandinsky, Sobre lo espiritual en el arte[1]
Un ambiente donde se tejían las generaciones con los retazos de una apuesta: la resurrección del rock irreverente, sin moldes, pura experiencia in situ. El disfrute y la música penetran los cuerpos en una dimensión cuántica, un acto colectivo de pura sinergia que vibró 4 horas y 30 minutos y había ánimos para más. Pogo, mosh y hasta un acto colectivo de autocuidado. Eso fue Winona Riders en su primera presentación en el estadio Obras el 9 de mayo del 2025.
No quiero hacer una crónica desde la lógica de cómo pensar una banda de rock, primero porque acá hay más por develar. Y segundo, porque hay quienes escriben mejor y saben más del tema. Me propongo humildemente resaltar la dimensión donde se gesta la alquimia entre el arte musical de una banda, en un país, en una sociedad, en un mundo, en un momento histórico y un sistema determinados.
Vienen de abajo, a paso firme desde el oeste del conurbano bonaerense, con una estética desafiante, pegando afiches en la calle con engrudo. Hay que decirlo. Tienen sabor a realidad.
Tienen en el lomo cientos de recis en barrios conurbanenses. Un Anfi del Centenario explotado por la concurrencia, y que alteró a la cana[2] -bravo. Tocaron gratis en la Universidad Nacional de las Artes convocados por el Centro de Estudiantes (Nuevo CEAA) en defensa de la Universidad Pública, el arte y la cultura independientes -en plena calle, bravísimo-. Explotaron la capacidad de Niceto. Clavaron cuatro fechas seguidas en el Emergente. Los leo, los escucho y claro, los Winona diagraman el camino orientados por el disfrute y un compromiso exquisito con sus influencias musicales – King Gizzard, Brian Jonestown Massacre, Primal Scream, Sapacemen 3, etc x 1000 -, pero también infiero que son rebeldía con propósito: evitar la tibieza no es arrogancia, es subir la vara del por qué, el cuándo, el cómo. La vicepresidenta es una nazi formada por los milicos; esto pasa en el país y época que habito; entonces lo voy a cantar, lo voy a gritar, lo voy a denunciar. V.V. La industria musical necesita temas cortos, pegadizos, entonces voy a hacer temas largos con notas sostenidas y mucha distorsión. Y la rompen contra todo pronóstico marketinero.
En el 2018 cinco pibes jóvenes, laburantes, amigos, apasionados por la música se juntan por gustos comunes en Morón, para disfrutar del arte del buen tocar con su público que ganaron con el boca en boca, de antro en antro. Ariel (25), Ricky (30), Santi (31), Fran (29), y Gabi (24). Reclaman creatividad. Llegaron rápido, sí. Pero para hacerlo lento, porque el 9 de mayo del 2025 en el Obras los Winona pintaron La persistencia de la memoria[3] con una paleta de colores contenía garage rock, psicodelia, stoner rock, rock progresivo y experimental. Y unas buenas pinceladas de rave. Tocaron 35 temas, su discografía entera, y en el medio convocaron al Sindicato del Drone[4], banda experimental que subió al escenario para estirar cada nota, cada sonido, recrear sobre la recreación de la obra creada invocando una nueva forma de sentir. Una docena de artistas en escena plasmó el arte como acto colectivo. Llegó el momento de Dopamina, el hitazo que alcanzó a miles de oyentes con la radio, y mientras estallaba en pogo una olla en el centro del estadio, un punga se quiso pasar de vivo y de forma colectiva los winoneros lo apartaron, y prevención lo sacó.
Los Winona son la ebullición que provoca la realidad que nos toca vivir, es el retruco a las condiciones de los empresarios que, como en todos los ámbitos de desarrollo humano, quieren hacer de la música un producto para comprar y vender, vender y comprar, y ser ricos y más ricos, mientras por abajo el asunto pinta mal. El costo del negocio es que vacían el arte y atrofian los sentidos.
La música es una forma de expresión del alma, pero descontextualizada y de probeta pierde su filo. En este sistema capitalista todo es mercancía. Todo lo sólido se desvanece en el aire, sí, todo lo sagrado es profanado, sí, pero 4 horas y 30 minutos de show rompe el inmediatismo y trasciende el instante, es un punto de fuga al hit que empieza y termina, rompe con el método Bokanovsky[5] de la receta prefabricada.
En 4 horas y 30 minutos transitamos un viaje impredecible: el de las composiciones osadas de Ariel, Ricky, Santi, Fran y Gabi con un rumbo indefinido, independiente de todo mandato.
Sí hay vara, es dejarlo todo y sin egos. Trascender a un clima de época naif con creatividad revulsiva. Los Winona encontraron un camino oculto que recorren a machetazos limpios y unas encantadoras guitarras distorsionadas, sacando la maleza de lo establecido, tocando, tocando y tocando, removiendo la tierra, convocando amigos y bandas que también juegan intrépidas a desafiar la norma para redefinir el paisaje de la escena musical hoy. Y a los pibes que se paran de manos al sistema y no le chupan el culo a nadie, los recontra bancamos.
[1] Este texto de Vassily Kandinsky de 1910 nos aporta una reflexión profunda de cómo el arte puede trascender la representación física, y establecer una conexión espiritual. Algo que me resonó durante todo el show.
[2] https://es.rollingstone.com/arg-winona-riders-anfiteatro-parque-centenario/
[3] Hermosa obra de Dalí, de relojes derretidos que simbolizan la subjetividad de la percepción temporal y desafía la lógica del tiempo lineal y objetivo.
[4] Drone es un estilo de música minimalista que se caracteriza por el uso de sonidos, notas o clústers sostenidos o repetidos en el tiempo. Suelen ser habituales en este género las composiciones largas prácticamente desprovistas de variaciones armónicas durante toda la pieza.
[5] De Aldous Huxley, en Un mundo Feliz, el método Bokanovsky consiste en la clonación de seres humanos a partir de una célula madre.