Un ataque político reaccionario

El fallo de la Corte Suprema de Justicia contra Cristina Kirchner.

“(…) mediante el pedido off the record, algunos empresarios definieron la medida de la Corte como alentadora desde la óptica institucional (…) el establishment económico espera que la condena de la ex presidenta, que incluye la prohibición para competir en adelante por cargos públicos, le reste polarización al escenario electoral y, más específicamente, le dé al Partido Justicialista una cosmovisión menos confrontativa con la inversión. Como si los empresarios -y ya no sólo el mercado financiero, siempre cortoplacista- midieran el clima de negocios según los vaivenes ideológicos que va tomando el partido de Perón (…) «Es el peronismo, estúpido», podrían decir sobre la Argentina, parafraseando el eslogan de campaña de Bill Clinton”

(Francisco Olivera, “Los empresarios ven más credibilidad institucional”, La Nación, 11/06/25)

 

Los lentos tiempos de la “justicia” se aceleraron y ayer, martes 10 de junio por la tarde, y se conoció la sentencia contra Cristina Kirchner por corrupción. La pena: seis años de prisión (que cumplirá seguramente de manera domiciliaria) e inhabilitación perpetua para un cargo público.

En lo que sigue realizaremos un análisis de los hechos.

1- Un fallo político

A pesar de todos los desmentidos desde el Poder Judicial, el gobierno de Milei, el macrismo y los medios (como Joaquín Morales Solá), no hay duda alguna que se trata de un fallo político. Al régimen político comandado por la burguesía en el país, y que viene operando a derecha desde las elecciones de 2023, lo que le interesa mayormente no es tanto la “prisión” de Cristina sino su inhabilitación de por vida (el aspecto más político del fallo, que seria “cosa juzgada” -ya volveremos sobre esto último).

En realidad, nuestro partido y corriente no tienen dudas de que el accionar del gobierno kirchnerista estuvo rodeado de hechos de corrupción: nadie podría enriquecerse tanto como los esposos K al frente del Estado a lo largo de su vida sino fuera por casos de este tipo.

Aquí, una primera consideración es que este tipo de gobiernos, que mantienen rasgos absolutamente adelgazados del nacionalismo burgués del siglo pasado, siempre y toda la vida han estado marcados por negociados desde su ubicación en el Estado. Imposible que fuera de otra manera cuando los funcionarios son decenas de miles y, en las formas de “capitalismo de Estado”, no tienen control popular alguno.

De cualquier manera, el fallo de los cortesanos, y el accionar de la “justicia” toda, es de un cinismo descomunal porque en Argentina, desde que se tenga memoria, el empresariado -se considere liberal o no- siempre acumuló a costa del Estado nacional.

Por sólo tomar las últimas dos generaciones, hay que recordar el caso de un joven Domingo Cavallo, presidente del BCRA a comienzos de los años 80′, que estatizó la deuda del empresariado privado llamado en esa época “capitanes de la industria», que supuestamente no podían afrontar ante una de las tantas devaluaciones-estafas a la población trabajadora- que recurrentemente vive el país.

Uno de dichos “capitanes” industriales era papá Macri. El mismo Mauricio Macri estuvo muchos años vinculado a los casos de los desfalcos efectuados en el Correo Argentino privatizado, que no dieron lugar a condena alguna.

Acá hay un primer problema de clase que sufren los políticos representantes indirectos, por así decirlo, de los capitalistas. No es algo nuevo que ocurra bajo el gobierno de Javier Milei ni solamente algo que pase en la Argentina: de manera recurrente y “cíclica” se ha intentado desviar la repulsa popular a la clase capitalista y colocarla en los políticos patronales (la «clase política»)-corruptos o no- como responsables de todos los males.

La realidad es que un país capitalista, y sobre todo si es dependiente como Argentina, los gobiernos capitalistas de Estado suelen tener peso de importancia como un factor mediador entre el movimiento de masas y el imperialismo, sea este tradicional o nuevo imperialismo. Como factor mediador a cargo del Estado, operan como representantes indirectos de la burguesía en las versiones del nacionalismo burgués clásico del siglo pasado o como sus sombras, como seria el kirchnerismo de hoy.

Lógicamente, acá se puede separar el acaparamiento “legal” de la explotación de las y los trabajadores del ilegal. Supuestamente el legal es la mera operación de la propiedad privada y el ilegal es el que está vinculado al acaparamiento de recursos desde el Estado.

Pero el problema es que el entrelanzamiento entre los negocios supuestamente “privados” y los negocios públicos es tan inextricable que es imposible efectuar esta delimitación. Por ejemplo: ¿en qué terreno se ubican las interminables maniobras fraudulentes con el tipo de cambio, la especulación financiera, los oscuros manejos con la deuda pública y demás?

Por lo demás, el caso Vialidad, que remite a apropiación ilícita en la provincia de Santa Cruz y de la cual no dudamos que haya cuestiones de corrupción, es un evento extremadamente menor respecto a, por ejemplo, la historia de la deuda externa argentina, no solamente con los fondos buitres sino con el mismo FMI. Se habla de que el caso Vialidad significa un enriquecimiento de entre 600 y 1000 millones de dólares, lo que suena excesivo. Pero cuando hablamos de la deuda privada estatizada por los años 80 por Cavallo, es decir, 45 años atrás, ¡hablamos de 30.000 millones de dólares! Más recientemente, la anterior gestión de Luis Caputo al frente del Banco Central con Macri (entre junio y septiembre del 2018) tomó deuda con el Fondo por 56.000 millones de dólares, de los que primeramente fueron recibidos 45.000 millones. Ahora, el gobierno de Milei agregó lo que faltaba para dar una falsa imagen de «dólares frescos» en las reservas del BCRA. ¿Cómo podría llamarse a esto con otro nombre que no fuera un desfalco mayor del Estado argentino? Y esto cuando, para colmo, Milei está tomando nueva deuda para llegar al nivel de reservas del Banco Central que le exige el nuevo acuerdo con el Fondo.

Digan lo que digan, desgárrense las vestiduras que se desgarren, exploten el repudio de las «bolsas de López» (¡que efectivamente existieron!) o lo que sea, frente a lo que estamos es un manotazo político reaccionario contra un sector que la burguesía argentina e imperialista se quieren sacar de encima a como dé lugar.

No es la corrupción, es la política.

2- Corrupción y nacionalismo burgués

La acusación de corrupción no es nueva en la historia de los gobiernos de los países dependientes. ¿Puede haber presidente más corrupto que Trump, enriquecido con sus desfalcos en negocios inmobiliarios? Sin embargo, no fue inhibido por ello… ¡Ni siquiera por un intento de golpe de Estado! Y por esto mismo es tan importante que se castigue a Bolsonaro en Brasil y no hacer como hacen algunas corrientes de izquierda con doble estándar, que corren a los brazos de Cristina en la Argentina para obtener algunos votos mientras en Brasil le sacan el cuerpo a la pelea por la prisión de Bolsonaro con argumentos falaces.

Pero dejemos lo anterior para otro momento. Lo concreto es que el argumento de la supuesta o real “corrupción” de políticos nacionalistas burgués se utilizó de manera reiterada en el siglo pasado. Los casos son variados pero nos circunscribiremos a Latinoamérica, a dos casos emblemáticos: Bolivia y Brasil.

En 1939 el presidente Boliviano Germán Busch se suicidó luego de nacionalizar el petróleo en el país hermano (1937). Bolivia había salido muy mal de la guerra fratricida con Paraguay y giró a la izquierda. El país estaba exhausto por dicha contienda y Busch nacionalizó el petróleo como forma de hacerse de recursos. En 1939 termino suicidándose al no aguantar la presión del clima de polarización política y social desatado en el país. Luego, en 1946, otro presidente de rasgos nacionalistas, Gualberto Villarroel, fue linchado en la Plaza del Palacio Presidencial boliviano (Plaza Murillo) por una turba reaccionaria apoyada por el Partido Comunista de Bolivia.

Tal fue la crisis de Bolivia que todo desembocó en la Revolución de 1952, desencadenada, entre otras cosas, porque al candidato del Movimiento Nacionalista Revolucionario, de rasgos nacionalistas burgueses, le había sido birlado fraudulentamente su triunfo electoral y se tuvo que exiliar en la Argentina. Dicha revolución obrera y socialista quedó inhibida en su forma burguesa cuando Paz Estenssoro, el candidato proscripto, ocupó el poder.

Veamos el caso de Brasil. Getulio Vargas fue durante décadas una figura parecida a Perón en el país hermano, el principal gigante latinoamericano. En la década del 30 gobernó tras un golpe de Estado como una figura bonapartista de derecha. Pero en los años 50 el varguismo volvió a través del voto popular y como figura bonapartista de izquierda. El imperialismo yanqui (que por esos años tenia un puño de hierro en la región operando detrás de cuanto golpe de Estado y dictadura militar ocurriera en su patio trasero latinoamericano) lo llevó al suicidio el 24 de agosto de 1954. Pasando por el gobierno “desarrollista” de Jucelino Kiubichev hacia el final de dicha década, como en la Argentina con Frondizi, un gobierno con acuerdos de grandes inversiones con el imperialismo yanqui, entre 1961 y 1964 gobernó el país el discípulo de Vargas, Joao Goulart, el que fue depuesto, precisamente, con un golpe de Estado.

Lógicamente, los nacionalismos burgueses, por su propia característica de administración del Estado (burgués) tenían -tienen- trazos de corrupción aunque no menos que todo el gran empresariado que hace negocios con… el Estado.

El problema no es ese -en todo caso, la corrupción es la gran excusa “institucional” del imperialismo y el régimen burgués en estos casos- sino el doble hecho de que: a) este tipo de gobiernos operan como factores mediadores entre el imperialismo y las masas, razón por la cual le hacen concesiones a esas mismas masas que la patronal rechaza; b) por su propia estructura, el Estado, más aun en estos casos, devenga una parte del plusvalor de la patronal para obras públicas, mantenimiento de las funciones “públicas”, etc., todas cuestiones que la ola neoliberal y libertaria que recorre el mundo no soportan más: ¡todo el botín de la superexplotación obrera la quieren en manos del empresariado privado aunque el Estado (país) se caiga a pedazos!

3- La especificidad del kirchnerismo

El kirchnerismo debe ser entendido en el marco del peronismo y de los rasgos del capitalismo y el imperialismo en el siglo XXI. El peronismo solía ser un movimiento nacionalista burgués, en general bastante de derecha, como en los casos de las tres presidencias de Perón (la última, con la Triple A, directamente autoritario y de extrema derecha). “Ni yanquis ni marxistas, ¡peronistas!” expresaba bien la ubicación de arbitraje de este movimiento nacionalista, que le dio rasgos de un partido de Estado, con sus respectivos sindicatos, construidos al amparo de un periodo histórico en el que el Estado tuvo gran injerencia en la vida política y económica de los países dependientes (lo que no hacia la burguesía en materia de inversiones estratégicas y demás lo hizo -malamente- el Estado en el periodo en el que el mundo estaba presionado por la vía anticapitalista inaugurada por la Revolución Rusa).

Tras el paso por la dictadura militar represiva y ultra liberal de 1976 y con el cambio de siglo, todo se descremó. Sin embargo, el apogeo del neoliberalismo en Latinoamérica en los años 90 llevó la crisis económica y social a tales extremos que se produjeron rebeliones populares especialmente fuertes en Venezuela, Bolivia y la Argentina.

Chávez y Evo Morales fueron los exponentes clásicos de este periodo sin llegar a ser gobiernos nacionalistas burgueses como los del siglo XX (en ningún caso llegaron a tanto). Ambos se degradaron rápidamente aunque sus fuerzas políticas sigan en el gobierno. Por otra parte, Lula fue un fenómeno algo distinto: ni el PT ni sus tres gobiernos (el tercero ocurriendo en este momento) fueron nacionalistas burgueses. Han sido gobiernos liberal-sociales en el marco de un largo periodo neoliberal inaugurado en Brasil por el gobierno del sociólogo socialdemócrata-liberal Fernando Henrique Cardozo, que gobernó dicho país entre 1995 y 2002 y se llevó los laureles de “derrotar la inflación”.

¿Cómo es el caso argentino? A finales del 2001 ocurrió el Argentinazo, una profunda rebelión popular que alteró las relaciones de fuerzas adversas heredadas de los 90 menemistas y que ha durado los últimos 20 años. La reabsorción de dicho proceso es lo que dio vida a la corriente kirchnerista del peronismo. Un corriente burguesa corrida a “izquierda”, social-liberal, pero que en ningún caso puso en práctica un nacionalismo burgués.

Hizo concesiones, sí: dejó de lado parcialmente la represión en el control del Estado, puso en práctica masivos planes sociales y cooperativas (a decir verdad, ¡un mecanismo inventado por el reaccionario Duhalde que fracasó en su operativo represivo en Avellaneda!), estatizó la estafa de la AFJP (las jubilaciones privadas estilo Chile), reestatizó también YPF y Aerolíneas Argentinas, y medidas por el estilo pero que nunca fueron más allá que eso.

Se trató de la reestatización -parcial, por lo demás- de algunas empresas privatizadas en lo 90, una cuestión que luce, sin embargo, eventualmente “radical” para la burguesía y el imperialismo expoliadores si se mira Brasil, donde el gobierno de Lula 3 es una vergüenza que no ha revertido una sola de las contrarreformas de Temer y Bolsonaro.

Por lo demás, en la época del liberalismo-libertario (que no niega que simultáneamente estemos ante un “modelo” de imperialismo expoliador y reterritorializado al estilo Trump), el modelo mismo de un partido estatizado como el peronismo, la amplia organización sindical que todavía impera en el país, etc., aparecen como un obstáculo objetivo para los designios de una parte importante de la burguesía argentina y multinacional.

Esta es la verdadera razón del fallo contra Cristina Kirchner: es un fallo político reaccionario hasta los tuétanos digan lo que digan escribas reaccionarios del diario La Nación como Joaquín Morales Solá.

La decadencia del kirchnerismo no podría ser mayor. El gobierno de Alberto Fernández es indefendible y fue pergeñado por Cristina como manera de congraciarse con la burguesía. Es que el peronismo, pero tampoco el kirchnerismo, restan como fuerzas nacionalistas burguesas y, entonces, quedan en el callejón sin salida de no tener un programa alternativo como se vio en la última presidencia del Frente de Todos. La ratificación de la deuda con el FMI no podría haber sido una muestra más elocuente. Como no dejó de ser una muestra elocuente de la vocación capitalista de los esposos Kirchner la “compra de soberanía”, pagándole al final de la primera década del siglo XXI 10.000 millones de dólares contantes y sonantes al Fondo, dejando sin reservas al país (¡qué soberanía puede comprarse dejando un país sin reservas!) y tocando la emblemática campanita en la Bolsa de Comercio de Nueva York.

4- La salida es anticapitalista y revolucionaria

Y así y todo, el empresariado y los mercados no quieren saber nada con Cristina Kirchner. Es evidente que la opinión sobre Kicillof no es la misma. Pero, en todo caso, esa no es la apuesta principal. Lo principal es darle continuidad y estabilidad al gobierno de Milei -aún en contra de él mismo (de ahí las quejas de los diarios Clarín y La Nación por sus ataques al periodismo, su falta de acuerdo con el PRO, etc.).

Ocurre que Milei es el “frontman” del imperialismo y los capitalistas en la Argentina pero no es su mejor representante, por así decirlo. Su mejor representante, su agente directo, era Macri, pero Macri fracasó.

Entonces, estamos como en un operativo de doble vía: a) por un lado, se busca sacar a Cristina del medio para evitar ruido en el ambiente y generar la posibilidad de inversiones de largo plazo; b) a la burguesía le encantaría un acuerdo de coalición entre Milei y Macri que le de al gobierno libertario una coherencia y una estabilidad que siquiera su principal actor tiene. Morales Sola se queja en la editorial del día de hoy de su ¡falta de estabilidad emocional!

Pero esto nos lleva de nuevo a Cristina, el kirchnerismo y el peronismo: ¿Cuál es su estrategia? Parece mucho un copy-paste de la de Lula en Brasil. Éste se entregó a la “justicia”, paso un tiempo en la “cárcel”, luego las tornas cambiaron, su juicio fue anulado y … volvió a su tercera presidencia, muy mediocre y descremada por lo demás (la idea es darle de comer “democracia” a las masas populares sin cambiar nada, de ahí que se habla que en 2026 vuelve la extrema derecha en las manos de Tarcísio de Freitas, actual gobernador del Estado de San Pablo).

Las cosas en la Argentina son algo más complejas: a) Cristina tiene un fallo de “Cosa Juzgada” en la Corte Suprema de Justicia; b) el recurso legal que le queda es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero los procedimientos son ultra largos en ella; c) podría resistirse a la detención pero ya ha pedido estar detenida en su casa…

Lógicamente, su apuesta es a que las cosas se den vuelta y volver ella o algún sucesor de alguna manera. Cuestión que le abre el juego a otra hipótesis de gobierno para el 2027: Kicillof.

Pero no vamos a hacer especulaciones acá sobre el futuro. Solo nos interesa, por ahora, mostrar la naturaleza absolutamente política del fallo de los cortesanos apoyado por todo el régimen burgués. Se trata de un fallo político proscriptivo para una figura -y, en cierto modo, una corriente política como el kirchnerismo- que no le da garantías absolutas de sus designios pese a su profesión de fe política absolutamente capitalista, burguesa y posibilista.

En lo inmediato, refuerza la recuperación de Milei en la coyuntura luego de los dos primeros meses del año en los que pareció debilitarse de manera extrema. En el mediano plazo no tan largo, un país que tiene el dólar pisado de manera artificial, donde ir a un restaurante es más caro que en Londres y Tokio (algunas de las ciudades consideradas más costosas del mundo), donde el salario es miserable en término del poder de compra, donde crece el desempleo y el malestar, va a una explosión económica y social.

De manera simbólica, la condena y el seguro respeto del fallo por parte del kirchnerismo -aunque con pataleo- muestra los límites de clase de una corriente que nunca sacó los pies del plato de sistema capitalista y de esta democracia patronal cada vez más reaccionaria.

Todo esto demuestra que la salida de fondo sólo puede ser anticapitalista: la izquierda revolucionaria, que resta minoritaria y dividida en medio de una “marea posibilista” que aún no termina, es la única fuerza de clase que aún no gobernó este quebrado país, razón por la cual se le pueden abrir perspectivas históricas en el mediano plazo.

En este marco, la juventud anticapitalista de nuestro partido, el Ya Basta!, se dará cita nacional este fin de semana en su histórico I Plenario Nacional para discutir esta salida para nuestro país y la juventud trabajadora y estudiantil.

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