Más que un cambio de nombre

Trump y el Departamento de Guerra

Este cambio de nombre se inscribe en una nueva situación internacional caracterizada por el retorno de la carrera armamentista entre las potencias imperialistas y su giro hacia la territorialización. ,Washington quiere dejar en claro que tiene el principal ejército del mundo y lo van a usar para hacer valer sus intereses, aunque sea pasándole por encima a los consensos internacionales previamente establecidos.

La semana pasada, el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció el cambio de nombre del Departamento de Defensa que, en lo sucesivo, pasará a llamarse Departamento de Guerra. Este cambio de nombre se produce en medio de las tensiones en el mar Caribe y la anunciada “guerra contra las drogas” de la Casa Blanca, que ya tuvo su “primer combate” con el acto de terrorismo de Estado que ejecutó el ejército estadounidense, cuando bombardeó una lancha que, supuestamente, transportaba droga y asesinó a sus once tripulantes.

Este cambio no es fortuito, sino que se inscribe en una nueva situación internacional caracterizada por el retorno de la carrera armamentista entre las potencias imperialistas y su giro hacia la territorialización, es decir, contar con sus “espacios vitales” o esferas de influencia.

Ministerio de Guerra: el “retorno” a la historia militar estadounidense 

Resulta pertinente señalar que, el Departamento de Defensa, comenzó a llamarse de esa manera en 1949, bajo el mandato del presidente Truman. Según informa El País, este “separó la Fuerza Aérea y el Ejército de Tierra y los puso, junto a la Marina, bajo el mando de una nueva entidad. El Congreso la denominó Departamento de Defensa”. Previo a dicho cambio, a esa institución se le llamaba Departamento de Guerra.

Tal como en otras ocasiones, el mandatario estadounidense cuestiona las instituciones y los consensos que surgieron de la segunda posguerra. Esto también es señalado por figuras militares/burguesas como Douglas Lute: “En cierto modo, tiene todo el sentido: esta administración simplemente nos está retrotrayendo a la época anterior a la era Truman (…) Ha desmantelado los procesos, las instituciones y las normas establecidas después de la Segunda Guerra Mundial”.

Así, con este cambio de nombre Washington quiere dejar en claro que tiene el principal ejército del mundo y lo van a usar para hacer valer sus intereses, aunque sea pasándole por encima a los consensos internacionales previamente establecidos. Por otro lado, el cambio también ayuda a justificar los futuros ataques en la guerra contra las drogas de Trump, los cuales, según el mismo Marco Rubio, seguirán ocurriendo.

En el plano de la política contra las drogas, la Casa Blanca combina dos cambios: a) en los hechos, al operar un giro militar para afirmar su dominación imperialista en la región, y b) en las palabras, al declarar a los cárteles como organizaciones terroristas, o al hablar ya no de narcotraficantes, sino de “narcoterroristas”. Así, se trata de instalar una narrativa que vincula el narcotráfico con la llamada “guerra contra el terrorismo” luego de los atentados contra las Torres Gemelas de 2001.

A inicios del siglo XXI, en nombre de la “lucha” contra el terrorismo, se legitimó el uso de drones y misiles para asesinar a supuestos terroristas sin que mediara un juicio. Es decir, se trató de una práctica de terrorismo de Estado, la cual fue retomada ahora por la administración de Trump para luchar contra los “narcoterroristas”, un “enemigo” que le sirve de excusa para desplegar sus tropas por casi cualquier rincón del mundo.

Al mismo tiempo que Trump renombra el Departamento de Defensa como Departamento de Guerra, el mandatario se encuentra en plena campaña ¡Para el premio Nobel de la Paz! Como parte de la misma, el senador republicano Markwayne Mullin elogió a Trump por “terminar las guerras, no iniciarlas”, y afirmó que el cambio de nombre “refleja la seriedad de esta misión de seguridad nacional y un retorno a nuestra historia militar”. A su vez, la Casa Blanca lo llama el presidente de la paz (esto nos recuerda la lógica del “doblepensar” de la novela de Orwell, 1984, tipo “La guerra es la paz”). .

Peter Hegseth: El hombre “MAGA” en el ejército

Peter Hegseth es un veterano del ejército estadounidense que participó en las misiones a Irak, Afganistán y en misiones a Guantánamo. Además, es un nacionalista conservador muy cercano a Trump. También, a partir del 2014, ingresó a Fox News, en la cual llegó a ser uno de los presentadores más importantes. Ya para la segunda administración de Trump asumió como Secretario de Defensa.

Hegseth es una de las figuras que más sobresale en el cambio de nombre del departamento, como uno de los hombres alineados a Trump es quien ha llevado sus políticas a lo interno del ejército.

Por ejemplo, Peter fue el encargado de prohibir la participación de personas LGBT+ (en particular trans) en esta institución. También, llevó adelante despidos de altos funcionarios en el ejército, ya que, según él, “no están allí por mérito”, sino para cumplir políticas de inclusión.

El ahora “Secretario de Guerra” fue uno de los principales promotores del cambio de nombre, pues, desde su perspectiva, los Estados Unidos ganaron “la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, no con el Departamento de Defensa, sino con un Departamento de Guerra”.

Según Hegseth, “vamos a atacar, no solo a defender. Máxima letalidad, no una legalidad tibia”, dijo según la BBC; además, aseguró que busca “efectos violentos, nada de lo políticamente correcto. Vamos a formar guerreros, no solo defensores”.

El giro hacia el “Departamento de Guerra” denota el intento del gobierno de Trump por rescatar las “viejas glorias” del imperialismo norteamericano en el marco de la disputa por la hegemonía mundial, principalmente ante el desafío de China. En este marco, cada vez ganan más jerarquía los atributos del “hard power”, esto es, de la fuerza militar como parte de la lucha por el reparto de las zonas de influencia.

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