Este martes (17), el presidente estadounidense publicó en sus redes sociales “rendición incondicional”, una frase dirigida a las autoridades iraníes. Asimismo, declaró a la prensa que no estaba de “humor para negociar” y aseguró que tenían “control total y absoluto de los cielos de Irán”.
Previamente, llamó a los habitantes de Teherán a desalojar la ciudad, dando a entender que se aproximaba un gran ataque contra la capital del país persa.
Estas declaraciones denotan un giro en la posición de la administración norteamericana que, hasta hace unas semanas, se decantaba por negociar con el régimen de los ayatolás y evitar la vía militar.
Según revelaron varios medios internacionales, a instancias del presidente ayer se reunió el Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, con el objetivo de valorar la intervención directa en la guerra, lo cual ocurriría en caso de que los iraníes no acepten el acuerdo nuclear planteado por los Estados Unidos.
Hasta el momento, desde Teherán respondieron que no van a ceder a todas las exigencias del imperialismo norteamericano, pues se verían forzados a desmontar las plantas nucleares con que abastecen de energía a gran parte de la población.
Tratándose de Trump, es difícil prever si va cumplir con sus amenazas, pero tampoco se pueden tomar a la ligera. En lo que lleva de su segunda administración, demostró con creces que es un verdadero “maestro del caos” que se mueve por el mundo con la sutileza de un elefante en un bazar.
Además, el gobierno de Netanyahu presiona a la Casa Blanca para que se sume a la guerra, principalmente porque el ejército estadounidense cuenta con las bombas antibúnker GBU-57 y los bombarderos B-2 para transportarlas.
Esto es un dato de primera importancia, porque los sionistas ocupan esta bomba para destruir la planta subterránea de enriquecimiento de uranio de Fordo, construida bajo una enorme montaña. Sin estas bombas, es virtualmente imposible que lo hagan y, en consecuencia, no podrían destruir la capacidad nuclear de Irán, algo que plantearon como uno de sus objetivos para lanzar el ataque “preventivo”.
Por otra parte, entrar a la guerra contraería un costo político para Trump. En sus campañas electorales se opuso al intervencionismo de los demócratas y prometió que no se inmiscuiría en guerras ajenas.
Junto con esto, dentro del movimiento MAGA hay sectores que son abiertamente anti-intervencionistas, para los que Estados Unidos no deben intervenir en este tipo de guerras.
En los próximos días se verá cual será el accionar de la administración estadounidense. Por el momento, pareciera que recurre a la lógica de la diplomacia coercitiva, es decir, obligar a los iraníes a negociar mientras los israelitas los atacan, amenazando con un escenario militar peor en caso de que no cedan a sus exigencias.
Una apuesta complicada que puede provocar el efecto contrario. Su actuar irascible e impredecible lo convierte en un árbitro de poco fiar. Trump puede firmar un acuerdo un día y, al otro, renegar de los compromisos adquiridos.
A esto se suma que el gobierno fascista de Netanyahu está desatado y sin control alguno, una combinación que torna más difícil las negociaciones en Medio Oriente.
¿Vale la pena hacer muchas concesiones para obtener un frágil cese al fuego? Estas son el tipo de preguntas que se desprenden del “nuevo mundo” que está surgiendo, donde se están resquebrajando los antiguos consensos y, en consecuencia, los conflictos tienden a dirimirse por la vía de la fuerza.