Estados Unidos

Trump interviene la FED y prepara una tormenta perfecta para la economía global

la cuestión es que realmente no existe tal cosa como la gestión técnica de la economía capitalista. Una verdad que expone el cambio de ciclo de la situación internacional y que el trumpismo personifica a la perfección. La era de los consensos se terminó. En su lugar se impone el caos internacional, la tendencia a los choques entre Estados y la subordinación de la economía a la política.

Donald Trump avanza en la tan largamente anticipada intervención sobre la Reserva Federal (Fed), el Banco Central estadounidense. Su objetivo inmediato es lograr una rebaja en las tasas de interés. El tema se repite desde la asunción del ultraderechista en el acoso discursivo contra Jeremy Powell, el presidente de dicho organismo. Trump lo llamó de «imbécil», «estirado» y otras cosas por el estilo, por su negativa a rebajar el precio del dinero en un contexto de inflación ascendente sostenida.

El último capítulo de la novela fue la decisión de Trump de destituir unilateralmente a Lisa Cook, una de las gobernadoras que integran el Directorio de 7 miembros del Central estadounidense. Así se concretan las amenazas de intervenir la Fed, rompiendo con los mecanismos de consenso bipartidista utilizados habitualmente para organizar la gestión de la Fed. Cook ya anunció que judicializará la medida de Trump.

La batalla por la Fed

Los estándares de funcionamiento del Central yanqui (y de otros países centrales) pueden parecer exageradamente formalizados si se mira desde los países del Sur Global. El Central argentino, por ejemplo, viene de concretar medidas que rozan el delirio místico. Suba de encajes a niveles inéditos, tasas que llegan al 60% en determinados instrumentos. ¿Por qué? Porque así lo dictó el Ejecutivo bajo Milei.

En Estados Unidos, la institucionalidad del Central está destinada a garantizar determinada autonomía técnica del organismo. Esto remite (dicho esquemáticamente) a que se trata de economías de envergaduras y complejidades radicalmente distintas a la de países periféricos como la Argentina. Aumentar la cuota de irracionalidad (o más exactamente discrecionalidad, en este caso discrecionalidad trumpista) en una economía como la estadounidense puede tener consecuencias sumamente graves. Y no sólo para las variables internas, sino también a nivel global. Es por eso que la intervención de Trump sobre la Fed despertó alarmas internas e internacionales.

Una de las que criticó la medida fue Christine Lagarde, ex titular del FMI y actual presidenta del Banco Central Europeo. Esta figura clásica del establishment neoliberal alertó que «si los gobiernos intentan dictaminar el tipo de interés, las economías corren el riesgo de volverse disfuncionales», por lo cual «la independencia de cualquier banco central [respecto al Ejecutivo] es crucial»

Lagarde expresa lo que supo ser el consenso burgués de las últimas décadas: autonomía de los Centrales para garantizar la estabilidad financiera. Bajo esa doctrina, el personal burgués tendía a seguir determinados mantras técnicos. Como por ejemplo: si hay inflación ascendente, no puede haber rebaja de tasas. Ya veremos cuáles fueron las consecuencias la última vez que la Fed se desvió de esos mantras.

Pero la cuestión es que realmente no existe tal cosa como la gestión técnica de la economía capitalista. Una verdad que expone el cambio de ciclo de la situación internacional y que el trumpismo personifica a la perfección. La era de los consensos se terminó. En su lugar se impone el caos internacional, la tendencia a los choques entre Estados y la subordinación de la economía a la política.

La intervención de Trump sobre la Fed es una muestra de ello. Trump busca reemplazar la inercia económica (el mantra de la ortodoxia liberal) por la discrecionalidad de un proyecto imperialista desde el Estado. Es por eso que busca pasar por encima de los mecanismos institucionales.

La destitución de Lisa Cook es altamente cuestionable desde el punto de vista legal. El Ejecutivo yanqui tiene la potestad de destituir gobernadores de la Fed si por razones extraordinarias o de flagrante incompetencia. Trump dice que Cook tiene que salir del organismo porque tiene un historial de fraude hipotecario. Fraude que sería personal (no de gestión) y que de todas maneras no es respaldado por ninguna prueba fehaciente.

En estos momentos Cook ya judicializó la destitución y la situación está abierta. Pero no está claro qué posición asumirá el Judicial yanqui.

Trump junta las nubes de la tormenta perfecta

«Desde todo el espectro político, los economistas aseguran que la economía de Estados Unidos se encuentra en una situación sumamente delicada, ya que los aranceles a las importaciones impuestos por Trump encarecen los bienes de consumo y amenazan con impulsar la inflación. Son las mismas preocupaciones que recalcó Powell [el presidente de la Fed al que Trump quiere destituir] la semana pasada, cuando habló de un mercado laboral ‘raro’, donde se han desacelerado tanto la oferta como la demanda de mano de obra, lo que aumenta el riesgo de un pico de despidos y aumento del desempleo.

Dado que la inflación se mantiene obstinadamente por arriba de la meta del 2% de la Fed y hace dos meses empezó a subir, es probable que los responsables de la política monetaria tengan poco margen para bajar las tasas de interés sin arriesgarse a una nueva escalada de los precios» (La Nación 26/8).

La avanzada trumpista sobre los mecanismos institucionales de la Fed corona la ya patente intervención sobre los mecanismos automáticos (habituales, inerciales) de la economía global. La política arancelaria de Trump le impuso una presión recesiva a la economía yanqui (e internacional). Si bien aún no se concretó una recesión en Estados Unidos, el mercado laboral raro del que habla Powell atestigua cuanto menos la sequía de inversiones en la primera economía del mundo.

Los números del mercado laboral son una obsesión obligada para Trump. Hace un par de semanas eyectó a la titular de la oficina de estadísticas por desmentir el relato oficial sobre la tasa de ocupación. El nivel de empleo interno es un índice político central para la búsqueda de legitimidad del trumpismo. El relato del primer trumpismo se centró (hacia adentro de los EEUU) en la recuperación de la tasa de empleo como parte de un supuesto proyecto de fortalecimiento productivo nacional.

En su segundo mandato, Trump reforzó exponencialmente esta línea por vía arancelaria. Y no le vendría nada bien (en términos de gobernabilidad) que se desate una ola de despidos masivos y que la economía se enfríe. Y recordemos que, en solo seis meses, el trumpismo se ganó una buena cantidad de enemigos públicos. Le declaró la guerra a los migrantes, a la juventud estudiantil y a la comunidad LGBT. Se ganó una buena cuota de movilizaciones masivas a lo largo y ancho del país. Si se ganase la antipatía de anchas porciones de los trabajadores la situación interna podría empezar a tomar otros matices.

Sucede que el ataque de Trump es enorme. Todos los días profundiza los rasgos más reaccionario de su gestión. En las últimas horas le dió la titularidad del área de inmunización a un seguidor de John F. Kennedy Jr., ambos reconocidos antivacunas. Sumarle una crisis de empleo y una recesión al ataque reaccionario global (que ya generó fuertes resistencias sociales) podría crear un cóctel explosivo dentro de los Estados Unidos. Ese temor es uno de los elementos que explica la obsesión de Trump por intervenir la Fed.

¿En las vísperas de otra gran crisis?

«Aunque la Reserva Federal tiene un mandato dual de estabilidad de precios (control de la inflación) y lograr el máximo empleo posible, desde 1973 solo el 16% de los recortes de tipos se han producido mientras la inflación aumentaba […]. En caso de que [la Fed siga la línea de Trump] el banco central estadounidense rompería con una regla no escrita de la política monetaria: la de no rebajar el precio del dinero en un entorno de aumento de los precios. Según un informe de Bank of America, ese escenario no ocurre desde el segundo semestre de 2007, en vísperas de la Gran Recesión, cuando la Fed optó por rebajarlos en un contexto de aumento de los precios mundiales de la energía y los alimentos, primando así las señales iniciales de un debilitamiento de los mercados inmobiliario y laboral que acabó derivando en la mayor crisis financiera en 80 años» (El País 28/8).

Es evidente que la situación internacional no es la misma que en las vísperas de la crisis del 2007. Sobre todo, en última instancia, porque el signo del ciclo político es bien distinto. En el 2007 se venía de décadas de dominio yanqui indiscutido y neoliberalismo de fronteras abiertas. Hoy eso ya es música del pasado.

Pero el paralelismo histórico sirve para ver que, como ya señalamos, la discrecionalidad trumpista puede tener consecuencias sumamente turbulentas. Y no sólo sobre la economía yanqui sino global. El casi 3% de inflación es un piso de por sí alto para la economía yanqui como para sumarle una baja de tasas. Sobre todo porque la baja de tasas no garantiza ni crecimiento ni estabilidad económica.

«Si el mercado de deuda anticipa más inflación y sube la rentabilidad del bono a 10 años, la bajada de tipos no llega a las hipotecas, ni a buena parte de los créditos a empresas. Sobre todo cuando otras dos fuerzas convergen tirando al alza de los tipos de la deuda: los aranceles, también inflacionistas, y el déficit público estadounidense. ‘La combinación del menor crecimiento del empleo y las provocaciones a la Reserva Federal están empezando a crear problemas reales para los inversores en bonos del Tesoro estadounidense’ […]. De hecho, en los últimos 12 meses, pese a que la Fed ha bajado tipos 100 puntos básicos, los tipos de interés a largo plazo han subido 60, en buena parte por el impacto de las expectativas de inflación» (El País 28/8).

La baja de tasas podría tener el efecto contrario al que Trump busca si se traduce en una escalada inflacionaria, presionando a fin de cuentas la economía en sentido recesivo. Por estas horas se trata todavía de meras posibilidades. En todo caso, lo que queda claro es que la intervención sobre la Fed es un nuevo llamado al caos. Una vez más Trump está creando las condiciones para una tormenta perfecta. Y no está para nada claro que vaya a poder controlarla una vez estalle.

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