“El enemigo no necesita cruzar nuestras fronteras con fusiles. Ya ha entrado en nuestras casas, en nuestras mentes. Es una infiltración silenciosa, que corrompe y vuelve débil al ciudadano medio.”
General Ripper, Dr. Strangelove.
Durante esta semana, Donald Trump envió una notificación al Congreso en la cual decretó que Estados Unidos está en un conflicto armado formal con los cárteles de drogas. “Estados Unidos ha llegado ahora a un punto crítico en el que debemos usar la fuerza en defensa propia y de otros contra los ataques en curso de estas organizaciones terroristas designadas”, se lee en la notificación.
Al declarar a los narcotraficantes como “combatientes ilegales”, se faculta al presidente estadounidense para matar “legalmente” a los supuestos enemigos, aunque no supongan una directa amenaza. También, le da vía libre para detenerlos indefinidamente sin juicio y procesarlos en tribunales militares.
Días atrás, el New York Times publicó un reportaje en el cual advierte que, altos funcionarios de la Casa Blanca, estarían perfilando una estrategia más agresiva contra Venezuela. El Secretario de Estado, Marco Rubio, sería uno de los artífices de dicho plan.
Para Rubio, escalar las presiones contra Caracas parece ser una prioridad. El Secretario de Estado afirmó que Trump “va a hacerle la guerra a las organizaciones narcoterroristas”, a pesar de la falta de autorización del Congreso para cualquier “conflicto armado” con ellas. Asimismo, cabe resaltar que el despliegue de tropas en el Caribe aumentó, pues pasaron de 4.500 a 6.500 soldados en la región.
En la pasada Asamblea General de la ONU, realizada a finales de setiembre, el mismo Trump se refirió al despliegue militar en el Caribe, cuando aseguró que “recientemente, hemos empezado a utilizar el poder supremo del ejército de Estados Unidos para destruir a los terroristas venezolanos y las redes de traficantes dirigidas por Nicolás Maduro” y, para no dejar dudas sobre sus intenciones, sentenció que “haremos que desaparezcan”.
Parte del interés de Rubio por cambiar el régimen en Venezuela, viene de su cercanía con sectores de la derecha escuálida del país sudamericano. En mayo de este año, el funcionario estadounidense se reunió con cinco opositores venezolanos que huyeron en secreto a Estados Unidos. Además, mostró simpatía por María Corina Machado (que se pronunció a favor del ingreso de tropas norteamericanas), a quien llamó la “Dama de Hierro venezolana”, en un homenaje publicado este año.
Trump: el despliegue territorial contra Venezuela
Trump endurece las palabras y, también, busca llevar esa brutalidad a los hechos. La Casa Blanca estaría por desplegar drones para atacar objetivos “narcoterroristas” —categoría usada por Washington— en territorio venezolano. De esta forma, aumentaría las presiones sobre el régimen de Maduro.
La escalada contra Caracas fue anunciada el pasado martes (30/09) en el marco de la reunión militar en Quantico, Virginia. Previo a la reunión, Trump le dijo a periodistas en la Casa Blanca que “Venezuela ha sido muy peligrosa, con las drogas y con otras cosas” y “ahora vamos a mirar a los cárteles, vamos a mirar muy seriamente a los cárteles que vienen por tierra”, añadió.
Según fuentes citadas por la BBC News “los ataques dentro de las fronteras de este país (Venezuela) podrían comenzar potencialmente en unas pocas semanas”. Esto se sumaría a los ataques en el mar que ya dejan cuatro embarcaciones destruidas y 17 ejecuciones, las cuales para Trump son un triunfo “desde que hicimos eso, no tenemos absolutamente ninguna droga entrando a nuestro país por vía marítima”.
Es de remarcar que, según datos de la ONU, el 87% de la droga que se dirige a Estados Unidos sale por el Pacífico Colombiano y Ecuatoriano, y se produce mayoritariamente en esos mismos países. La participación de Venezuela en la producción o el tránsito de drogas hacia Washington es poca o nula.
Dentro de la lógica expresada por Trump, un elemento que no pasa desapercibido es la diagonal que traza entre la militarización interna, su política migratoria xenófoba y las amenazas contra Venezuela, todo bajo la narrativa de guerra contra las drogas.
Esto fue patente en las declaraciones que brindó en Quantico, donde remarcó que Estados Unidos sufre una “invasión interna”, en la cual los infiltrados “no llevan uniforme”, lo cual es un contratiempo, ya que “al menos cuando llevan uniforme, se les puede eliminar”.
Esos invasores serían, en palabras del presidente estadounidense, los “monstruos” migrantes procedentes de “instituciones mentales” y pandillas de Venezuela y “de toda Sudamérica”, que llegaron “masivamente” al país norteamericano.
Lo anterior lo vincula con la narrativa externa de guerra contra las drogas, pues las embarcaciones derribadas estarían llenas de fentanilo y otras sustancias ilícitas, con la potencialidad de asesinar a 25.000 estadounidenses. En vista de esto, Trump argumentó que “si intentan envenenar a nuestra gente, los borraremos de la existencia”. Sin duda una lógica muy retorcida.
Hasta acá se traza una línea discursiva muy evidente: los problemas de Estados Unidos (como la adicción al fentanilo o la precarización laboral) son producto de un “otro” encarnado por los migrantes latinos que llevan adelante esta invasión, ante lo cual Trump los “combate” colocando militares en las calles. Oculta, de igual manera, que los problemas que atraviesa el imperialismo estadounidense tienen asidero en el sistema capitalista y la pérdida de hegemonía de los Estados Unidos en el escenario internacional.
De tal manera que, la Casa Blanca pretende crear un chivo expiatorio en la población migrante, al tiempo que usa los despliegues militares en las ciudades para combatir la “invasión” interna. Mientras tanto, en política externa busca presionar por un cambio de régimen en Venezuela, usando como tapadera la narrativa de la guerra contra el narcotráfico y la “invasión externa” de “narcoterroristas” y migrantes.
La derecha “escuálida” venezolana a la expectativa de recibir el favor de Trump
Mientras la perspectiva de un futuro ataque por parte de Estados Unidos aparece más definida en el panorama, las reacciones en Caracas van desde el escepticismo, el miedo y las expectativas por la eventual caída de Maduro.
Desde Miraflores, aseguran que el país no es un gran exportador o productor de drogas. Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, apunta que lo que quiere Washington es un cambio de régimen. También, anunció que Maduro suscribió un decreto de conmoción externa, el cual le permitirá “actuar” en caso de que Trump ataque el territorio venezolano.
Por su parte, la oposición escuálida en Venezuela se posiciona a favor de la injerencia estadounidense, aunque lo hace con matices. Machado, que es cercana a Rubio, habría desarrollado un plan para “las primeras 100 horas” tras la destitución del actual mandatario, que implicaría un traspaso de poder a Edmundo González.
También, se posiciona favorable a una futura intervención norteamericana, según un mensaje de la misma Machado, “en las próximas semanas vamos a ver a nuestro país llenando todas las calles de Venezuela” para oponerse a Nicolás Maduro, al tiempo que “tantos de nuestros familiares, los amigos más queridos, nuestros hijos, regresando a casa”.
Por otro lado, Enrique Capriles, otro dirigente de la derecha venezolana, aseveró que la salida no pasa por una solución militar, y expresó preocupación por el costo —que tendría para la burguesía venezolana— una eventual intervención en Caracas.
La diferencia real entre ambos sectores de la burguesía, es la manera en la cual quieren que intervenga el imperialismo estadounidense. ]Mientras Machado tiene “sintonía fina” con la Casa Blanca y se decanta por una intervención militar, Capriles apuesta por las formas del “viejo mundo” y, en sus palabras, “hay que persistir en la búsqueda de un proceso de negociación, sin dejar por fuera a los Estados Unidos, porque la normalidad de la economía venezolana pasa porque EE. UU. sea parte de ese proceso de negociación”.
Reiteramos nuestro repudio al despliegue militar y las amenazas del imperialismo estadounidense contra Venezuela. Nos colocamos del lado del pueblo venezolano en la defensa de su soberanía nacional y el derecho a autodeterminarse. Esto lo hacemos sin brindar ningún apoyo político al gobierno autoritario y burgués de Maduro, al mismo tiempo que denunciamos a la oposición burguesa pro-imperialista que apoyan una posible intervención militar estadounidense.




