Es algo difícilmente discutible la importancia que tuvo Sidicaro en la sociología argentina. Esa importancia está dada en lo estrictamente académico pero va más allá, ya que incluye algunos trabajos que tienen tanto un aspecto de intervención política como de aporte al conocimiento de la sociedad argentina.
Si bien Ricardo Sidicaro ha sido una personalidad pública a partir del período constitucional iniciado en 1983, creo adecuado repasar algunos tramos de su decurso anterior.
Sidicaro pasó por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria – Praxis, dirigido por Silvio Frondizi. Quizás la palabra militante sea un exceso para calificar su participación. Es probable que haya sido un colaborador o un simpatizante decidido. De este paso político Sidicaro rescató el interés por formular un programa político referido a la formación social argentina tal como ésta existe.
Posteriormente, formó parte del fenómeno de la peronización de sectores de la izquierda marxista. De hecho, algunos contingentes del MIR – Praxis fueron parte de este viraje de la intelectualidad militante proveniente de las capas medias. En verdad, este reagrupamiento hacia el nacionalismo fue inicialmente uno. Pero un sector de ese grupo proveniente de Praxis viró hacia la izquierda y confluye con el contingente que rompió con el PC argentino y formó las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Otro sector tomó exclusivamente como interlocutor al actor militar, buscando un grupo de generales que iniciaran un camino bonapartista modernizador hacia el desarrollo[1]. Ricardo Sidicaro optó por vías menos extremas y participó del movimiento universitario conocido como las “Cátedras Nacionales”. En ese período de su trayectoria, a inicios de los años setenta, apareció en una polémica en la revista Panorama entre algunos conocidos sociólogos de la época como José Nun y Santos Colabella. Allí representó el papel de un intelectual peronista sutil y desdeñoso de las polémicas intra-marxistas, aunque el marxismo todavía formaba una parte central de su horizonte intelectual.
Esto cambió durante su exilio. Allí modificó tanto sus posiciones políticas como teóricas. En un contexto europeo de crisis del socialismo real y derrota de la izquierda radicalizada, se distanció definitivamente del marxismo. Al mismo tiempo, abandonó la perspectiva nacionalista peronista y se convirtió en un crítico de esa experiencia. Su distanciamiento del peronismo tuvo dos aspectos. Por un lado, la consideración de sus costados más autoritarios y sombríos, en general muy minimizados en el discurso público (y lógicamente barridos bajo la alfombra por el PJ). Por otro lado, Sidicaro había llegado a la conclusión que en el proceso de globalización del capital, las oportunidades para procesos nacional-populares de desarrollo autocentrado se recortaban dramáticamente. Este fenómeno coexiste con otros dos igualmente trascendentes: la fragmentación y el debilitamiento de los sujetos colectivos[2] y el estímulo de la individualización consumista más desenfrenada, que no se circunscribe a las capas medias sino que invade también a las clases subalternas.
La trayectoria posterior de Sidicaro tiene a partir de aquí su mayor paradoja. Sus ideas políticas podrían resumirse en la asunción de una suerte de socialdemocracia que defendía al régimen burgués al mismo tiempo que advertía que no cabía acumular grandes esperanzas en una mejora para la suerte de las clases populares bajo los gobiernos constitucionales[3]. En tanto sociólogo asumió definitivamente un perfil profesional y académico, simultáneamente alejado del compromiso político explícito y a la vez produciendo análisis agudos sobre los procesos de la sociedad argentina. A este período corresponde la escritura de las que son sus obras más importantes. El libro sobre el diario La Nación titulado “La política mirada desde arriba” y un minucioso análisis que va de Perón a Menem titulado “Los tres peronismos”; enfocado en la relación entre el Estado, las clases sociales fundamentales y sus representaciones políticas y corporativas. Ambos libros son de lectura obligatoria para todo militante que quiera conocer ciertos movimientos estructurales de la sociedad argentina.
Me atrevería a recordar y recomendar la lectura de su texto “El régimen autoritario de 1976: refundación frustrada y contrarrevolución exitosa” cuyo título explicita su tesis, argumentada de modo brillante, y que se encuentra en una compilación titulada “A veinte años del golpe”, con textos bastante menos interesantes, con excepción del de Jorge Schvarzer.
La idea fuerza que unifica los intereses intelectuales de Sidicaro en las últimas décadas fue la del desencuentro trágico de las tareas de modernización de la sociedad, la pérdida de las capacidades de incidencia y democratización social del Estado y el anacronismo[4] de las fuerzas sociales fundamentales de la sociedad argentina. La pérdida de cualquier objetivo finalista se combinaba con una modernización social que cada vez se alejaba más en su concreción material. Su obra académica es una lectura decididamente interesante para un militante marxista y, quizás, su trayectoria, lúcida pero errática, también nos sea ilustrativa.
[1] Al primer grupo pertenecieron los hermanos Lewinger y al segundo el conocido analista político y asesor de Carlos Menem, Jorge Castro, y también el filósofo político Jorge Bolívar.
[2] Especialmente el de la clase obrera, que es el que más relevante le resulta a alguien que revistó en el marxismo y el peronismo.
[3] Esto lo diferenció de sectores como el Club Socialista.
[4] Aunque inicialmente fue cercano a la experiencia kirchnerista, esta idea del anacronismo, que tienen elementos reales evidentes, lo llevó a una posición neutral en el conflicto del kirchnerismo con las corporaciones del agro y, posteriormente, a un anti-kirchnerismo que se acercó peligrosamente al de la derecha liberal.