Reforma laboral

Milei te quiere esclavo

Quedó perfectamente claro: la principal prioridad de este gobierno es la reforma laboral. Al día siguiente del sorpresivo triunfo electoral del mileísmo, se sintieron lo suficientemente impunes para empezar a apurar su principal objetivo. Quieren de rodillas a la clase trabajadora argentina.

En septiembre del 2023 se discutía en la Cámara de Diputados una reducción de la jornada laboral. Un abogado de la UIA, llamado Julio Cordero, intervino públicamente en contra en las sesiones con personalidad invitadas. Su opinión sobre los trabajadores quedó perfectamente clara: “Yo limito la jornada y usted tiene que trabajar menos. ¿Para qué? ¿Para ir afuera a hacer qué?”.

 

Es para quedarse con la boca abierta mirando fijamente a la persona que habló. Al patrón simplemente no le entraba en la cabeza que los trabajadores puedan o quieran tener otra vida que no sea trabajar para ellos. ¿Por qué hablamos de algo que pasó hace más de dos años y bajo otro gobierno? Porque Julio Cordero es ahora Secretario de Trabajo de Milei: es el representante de este gobierno frente a los reclamos obreros.

También es, por supuesto, uno de los principales responsables de todas las políticas laborales de este gobierno. Cordero marca el tono de las intenciones de este gobierno y sus voceros sobre el proyecto de reforma laboral en curso.

Desde hace mucho, desde la extrema derecha hasta la centroizquierda claman por una «modernización» laboral, que es retroceder de las condiciones de trabajo del siglo XX a las del siglo XIX pero con computadoras. El tono de la campaña ideológica en torno a los derechos de los trabajadores es ese desde hace mucho. Como ahora hay celulares, software y aplicaciones entonces es necesaria más «flexibilidad». Es decir que, como te pueden contactar las 24 horas, tenés que estar a disposición del patrón las 24 horas. No es solamente la derecha: en febrero del año pasado, CFK hablaba también de la «necesidad» de «actualizar» las normas laborales.

Cuando hablan de «flexibilidad», «modernización» y «actualización», jamás hablan de cosas como que la productividad laboral es muchísimo más alta en todo el mundo que la primera vez que se instauró la jornada de 8 horas. Su lógica no es que las nuevas tecnologías sirvan para mejorarle la vida a la mayoría de la gente. Su lógica es, obviamente, la del lucro capitalista: las nuevas tecnologías, las nuevas formas de organización laboral, todo debe estar al servicio de optimizar la explotación capitalista.

Un ejemplo absurdamente burdo es Amazon, una de las principales empresas del corazón de las tecnológicas. Su algoritmo sirve para controlar cada movimiento corporal del trabajador de sus almacenes, para que no pase un solo segundo sin poner su sangre y sus nervios al servicio de llenarle los bolsillos a Jeff Bezos y sus accionistas. Tan lejos quedaron las fantasías de un futuro capitalista de robotización en reemplazo de la fuerza de trabajo. Si existen es para exprimir más eficazmente al trabajo.

El proyecto «libertario» es una de las formas políticas e ideológicas más extremas de la idea de que no hay vida que merezca ser vivida fuera del lucro capitalista. El propio Milei, como los referente de la Escuela Austríaca o de la neoclásica, habla de las relaciones de amistad, amorosas o familiares en términos de «rendimientos», «ganancias» y «beneficios». Cuando hablan de «libertad individual» piensan solamente en el empresario, porque ese es el único individuo que existe: todo lo demás es despótico «colectivismo».

Para ellos, todos los problemas comenzaron cuando los trabajadores comenzaron a tener algún derecho. No estamos exagerando. El mito de la «Argentina potencia» es el de la época de la república conservadora. Los problemas comenzaron cuando la mayoría pudo votar a quienes realmente querían votar y cuando comenzaron a tener algún peso de decisión los sindicatos.

Toda la doctrina «libertaria», más allá de los chamuyos, se basa en un solo diagnóstico: los empresarios nunca ganan lo suficiente, los trabajadores siempre tienen demasiado. Los dueños del país y del mundo, esos son los «individuos». Los trabajadores organizados, ese es el maldito «colectivismo».

Más allá de toda discusión ideológica, el gobierno plantea que las leyes laborales actuales son demasiado «costosas». De que una reforma laboral serviría para ampliar el trabajo registrado. Hay que ser muy idiota u odiar a los trabajadores y su derecho a tener una vida propia para no reconocer qué significa eso: la solución al trabajo en negro es hacer que el trabajo en blanco sea como el trabajo en negro. La reforma laboral de Milei es legalización del negreo. 

Primero, el derecho a huelga

Parte de la reforma laboral que está hoy en debate estaba incluida en el mega DNU de diciembre del 2023. Milei quiso imponer esta reforma primero por decreto. Y uno de los primeros pasos que dio en su política frente a la clase trabajadora fue intentar prohibir de hecho el derecho a huelga. Es fácil de entender por qué: la era sin derecho al paro y la protesta fue la de niños de 10 años trabajando en minas de carbón con las manos. Y no, lo que decimos no es una exageración, es un hecho histórico.

Uno de los aspectos fundamentales del DNU 70/2023, luego suspendido por su evidente inconstitucionalidad, era ampliar la lista de actividades consideradas «esenciales» e incorporaba una normativa sobre “actividades o servicios de importancia trascendental”.

Paro 9 de mayo

Básicamente, era una lista de actividades que debían garantizar «servicios mínimos». Pero el servicio mínimo pasaba de cosas como la atención de emergencias de salud o de ambulancias a la producción de galletitas. Básicamente, Milei quería prohibir el derecho a huelga.

Así lo denunció en su momento la Corriente sindical 18 de Diciembre: «Más que una guardia o garantizar un servicio mínimo, con la asistencia del 75% se garantiza prácticamente el desarrollo normal de la actividad; es decir, se limita el derecho de huelga y prácticamente se quita el sentido a la acción directa porque casi no tendría efectos prácticos en los sectores en conflicto. La idea es limitar tanto las acciones para que no perjudiquen a las patronales y sus ganancias.»

Los ejes de la reforma laboral mileísta

El gobierno ya comenzó a impulsar la convocatoria a sesiones extraordinarias del Congreso. Quieren tratar en el verano la amputación de los derechos laborales de millones de personas. La idea es obvia: quieren que la gente esté lo más distraída posible en otra cosa para arrebatarle los resultados de la lucha de varias generaciones. ¿Por qué sino hacerlo en el verano?

No hay un nuevo proyecto de reforma laboral ya presentado. Pero ya tenemos el ensayo fallido presentado por la diputada de la Libertad Avanza Romina Diez, una cheta electa por Santa Fe. El proyecto sanciona definitivamente algunas de las modificaciones fallidas de los DNU y suma otras. Las cosas son claras: para este gobierno el problema es que los trabajadores ganan demasiado y trabajan poco. La solución es la esclavización de la mayoría asalariada. Ese es el camino del «progreso».

Jornada laboral de 12 horas

Esta es probablemente la principal provocación anti-obrera del plan de reforma laboral. Quieren destruir la conquista histórica de la jornada de 8 horas, por la que tantos dieron su vida y su sangre. Por supuesto que ya hay muchos que trabajan más que eso. A ellos les quiere quitar las horas extras.

Dice el proyecto: «Las convenciones colectivas de trabajo, respetando los mínimos indisponibles de DOCE (12) horas de descanso entre jornada y jornada por razones de salud y seguridad en el trabajo, así como los límites legales conforme la naturaleza de cada actividad, podrán establecer regímenes que se adecuen a los cambios en las modalidades de producción, las condiciones propias de cada actividad, contemplando especialmente el beneficio e interés de los trabajadores.

A tal efecto, se podrá disponer colectivamente del régimen de horas extras, banco de horas, francos compensatorios, entre otros institutos relativos a la jornada laboral.”

Las cosas son bastante claras. El «mínimo» de descanso entre jornada y jornada es de 12 horas. Al día le quedan 12 horas más para deslomarse trabajando. Y, en caso de que no te impongan una jornada de 12 horas todos los días, el patrón puede disponer de un «banco de horas», de horas extras y francos como quiera. El jefe te puede cambiar los horarios y los francos según le convenga. Hasta parece pensado con saña, con la saña de Julio Cordero, Secretario de Trabajo: ¿qué otra vida querés tener que vivir para tu patrón?

El fin de los convenios colectivos

Los convenios colectivos en Argentina son una conquista poco común. Ponen condiciones laborales en toda una rama de actividad porque fueron impuestas por la fuerza colectiva de todos los trabajadores de esas actividades. El mileísmo pretende reemplazar eso por la prioridad a convenios por empresa. Pone en un lugar de fuerza a los empresarios, que además tienen el apoyo del Estado (gobierne quien gobierne).

A diferencia de otros modelos laborales existentes en el mundo, el modelo de convenios colectivos es uno de los más beneficiosos desde la perspectiva de los trabajadores porque impide que la patronal establezca peores condiciones para una parte de sus empleados.

Indemnizaciones y vacaciones en cuotas

Si te despiden, las empresas pueden pagar la indemnización en cómodas cuotas.

¿Y las vacaciones? «Las vacaciones podrán otorgarse en forma fragmentada y por períodos no inferiores a UNA (1) semana.» Es casi reemplazar las vacaciones pagas por un par de fin de semanas largos.

El regreso de los «Ticket canasta»

Con sus nostalgia por los 90′, Milei quiere volver a una de las cosas más nefastas del menemismo. Los patrones pueden empezar a decidir no pagar ya con dinero una parte del salario sino «en especie», vales de comida o canastas de alimentos.

Lo «individual» y lo «colectivo»

De hecho, el liberalismo mileísta tiene por objetivo aplastar la individualidad de los trabajadores en favor de la fuerza social de la propiedad privada capitalista.

De eso se trata todo el verso de que lo laboral sea «libremente acordado» entre empleadores y empleados. Te inventan un mundo de fantasía en el que el empresario, con sus riquezas y su propiedad, negocia «libremente» con el trabajador, que no tiene nada más que sus manos.

La organización sindical y los convenios colectivos le oponen la fuerza social de los trabajadores al poder de la propiedad privada y el Estado de los capitalistas. Lo dijo explícitamente Milei en un debate: él defiende la «libertad» de «elegir morirse de hambre». Porque esa es la única elección posible frente a la «libertad» de decidir ser esclavo de la clase capitalista.

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