“Se confirma la tesis de Marx de que la democracia burguesa y el modo de producción capitalista mantienen una relación tensa entre sí, precaria e irresoluble en el fondo”
(Claus Offe)
Nos ha dejado este último miércoles Claus Offe (1940-2025), notable y prolífico sociólogo político, un pensador heterodoxo y auténticamente transfronterizo. Posiblemente pueda considerarse el último integrante con derecho pleno de la legendaria Escuela de Frankfurt, de su segunda generación. La obra teórica de Offe, junto con la de Habermas, clausurarían el gran ciclo frankfurtiano comenzado en la década de los años 1920s. Como él mismo solía confesarlo, comenzó su carrera académica en 1965 bajo la sombra de Jürgen Habermas, de quién fue discípulo, doctorando y asistente. Pero su relación excedía lo catedrático-institucional, fue una larga colaboración de una década, se trataba de un verdadero trabajo teórico compartido y en binomio, basta comprobar las múltiples citas de Offe en los ensayos de Habermas (en especial en sus trabajos sobre el Estado) y viceversa. Estó implicó un claro alejamiento inconsciente del núcleo duro téorico del Marxismo clásico de la Teoría crítica, tal como se expresaba en esos años en la obra de Adorno, Horkheimer o incluso en Marcuse.
Tanto Habermas como Offe intentaban, con nuevos métodos de análisis explicar los procesos de politización del mercado capitalista, sus eventuales nuevas contradicciones y su impacto en la forma Estado. Podría decirse tranquilamente, sin temor a equivocarse, que Offe podría ser considerado un epígono, un “habermasiano” tardío. Su formación y desarrollo coincidió con el surgimiento y ocaso del movimiento estudiantil alemán (el famoso SDS), del que formó parte, fue integrante de la Universidad Libre de Berlín y tuvo una breve pero decisiva estadía en los EEUU, en las convulsas universidades de Berkeley y Harvard. A su regreso a Europa Offe se encontró con el crepúsculo del movimiento estudiantil de 1968 y el nacimiento del fenómeno terrorista, entrando de pleno en la discusión sobre el nuevo Marxismo y las nuevas lecturas de Marx. Las fuentes principales de su trabajo teórico renovado, un Marxismo no dogmático pero minimalista, la teoría sistémica de Luhmann y un fuerte acento en investigaciones empíricas, lo transformaban en un pensador de izquierda no ortodoxo y alejado del dogma del Dia Mat stalinista vigente en los intelectuales de la RDA, como la teoría del Stamokap. Y al mismo tiempo alguien extraño a la tradición antimarxista de la Sociología académica oficial. Era un eclecticismo teórico, sin duda, pero un eclecticismo muy productivo y creativo que planteaba nuevas preguntas y abría la posibilidad de explicar los fenómenos del entonces llamado “Capitalismo tardío”, una nueva época histórica. Un eclecticismo en el cual ninguna influencia intelectual hegemonizaba el enfoque central, ni siquiera el propio Neomarxismo, lo que indicaba una disposición “oportunista” al utilizar todas las tradiciones de la Sociología académica disponibles (de Durkheim a Weber, de Parsons a Stammer, de Gehlen a Luhmann).
Bajo el método de su análisis heterodoxo desfilan casi todos los temas imaginables y posibles de la Sociología política: Teoría estricta del Estado, Estructuras de las crisis sociales, Democracia, Estado de Bienestar, Neocorporativismo, Estado de partidos, Parlamentarismo, Reformas educativas y laborales, Movimientos sociales, Sociedad civil, Ingreso básico universal ciudadano, Integración territorial, Política educativa, etc.
Uno de sus libros más importantes sigue siendo el que escribió en 1972, “Problemas estructurales del Estado capitalista”,[1] muy cercano en letra y espíritu al famoso libro de Habermas: “Problemas de legitimación en el Capitalismo tardío” de 1973.[2]La idea fundamental de ambas obras sobre el Estado es, primero, distinguir una fase capitalista liberal de una fase capitalista tardía y asumir, en segundo lugar, que esta última se caracteriza por formas inéditas y masivas de intervención estatal en el mecanismo del Mercado. Desde una perspectiva de izquierda crítica, esto significaba que surgía un grupo de contradicciones completamente nuevas y, para usar los propio términos de Offe, incompatibilidades “estructurales” o “funcionales” profundas, que ya no podían ser explicada con el paradigma de la autodestrucción de la valorización del Capital. Este novedoso re-acoplamiento del subsistema económico, para evitar su implosión, creaba un formidable aumento en la necesidad de legitimación a través del Estado, lo que terminaba modificando sus funciones de la época del Liberalismo clásico. Estas ideas offenianas aparecieron en medio de un enriquecedor debate de la izquierda alemana, el llamado debato sobre la derivación del Estado o Staatsableitungsdebatte, del que participaron destacados marxistas como Altvater, Gerstenberger, Hirsch, Müller y Neusüss, en especial en la conocida revista PROKLA.[3] La discusión se centraba en la relativa autonomía de la esfera política (Estado) en el Capitalismo con respecto a la Economía, la separación entre ciudadano y burgués y su implicancia en la estrategia y táctica revolucionaria. Para Offe el Estado capitalista tenía cuatro rasgos fundamentales: 1) está excluido de la organización de la producción. 2) al estar separado, su supervivencia y duración dependen de ingresos ajenos a su dominio inmediato; 3) al carecer el Capitalismo de autorregulación, el Estado tiene un mandato imperativo para no solo crear sino mantener, sustentar y ampliar las condiciones mínimas del ciclo de acumulación; 4) en esta lógica de separación-dependencia tan solo puede tener un funcionamiento natural (en delegación de el Capital) si reconecta las necesidades de la lógica capitalista con el “interés nacional” y asegurarse la legitimación popular mientras mantiene las condiciones mínimas y esenciales del ciclo económico.
Offe (y Habermas) afirmaban que los mecanismos puramente políticos que exige el reproducir una y otra vez estas condiciones, se modifica con la naturaleza histórica del Capitalismo. La conclusión era que el Estado capitalista tardío tenía problemas estructurales insuperables, y los mecanismos de los que disponía, incluso bajo la forma del Estado de Bienestar, finalmente resultarían inadecuados para las necesidades de la reproducción. La conclusión era fatalista: el Estado capitalista no solo no puede garantizar que pueda satisfacer todas las necesidades de la acumulación al mismo tiempo, sino que resulta imposible que lo haga en tiempo y forma. Por lo tanto Offe como Habermas sugieren la posibilidad de un verdadero crisis política del Estado capitalista que es de alguna manera, por supuesto, una crisis económica postergada o diferida en la etapa política. Offe admitió más tarde que había subestimado el poder del Capitalismo para volver a infiltrarse en las instituciones políticas y deslegitimar sistemáticamente las expectativas orientadas al bienestar popular. Para la Nueva izquierda y la ortodoxia marxista del Dia Mat, Offe era el exponente más destacado (y el más peligroso por su consistencia teórica) de lo que se denominaba “la ilusión del Estado de Bienestar”,[4] criticado por ser revisionista y reformista, e incluso se le acusó de tener una concepción ideológica, pre-materialista, del Estado. Offe reconoció que su libro era una respuesta negativa a la ortodoxia teórica marxista desarrollada en Alemania en la década de los 1970, y que intentó desarrollar un enfoque más adecuado al análisis del Estado, tomando inspiración en los trabajos de Miliband y Poulantzas, y de la nueva planificación capitalista pública. Hay dos posiciones polémicas de Offe que debemos destacar, heredadas sin lugar a dudas de la Teoría crítica frankfurtiana, en torno al Marxismo clásico que siguen generando polémica. Básicamente en la Teoría crítica la Teoría del valor del trabajo marxiana se ha vuelto obsoleta porque el trabajo como tal ha dejado de ser la forma más fundamental de conformación de lo social. Offe sigue esta tendencia: cuestiona en primer lugar el rol del proceso del trabajo-salario como elemento igualador y homegeneizador, sobre cuya base se formaría la clase en-sí; y, en segundo lugar, niega la función del rol del trabajo como centralidad en la identidad proletaria. Para Offe el Trabajo asalariado no determina homogéneamente la existencia social, por lo que esta creciente heterogeneidad de l proletariado constituye un problema grava para la acción colectiva de la clase y repercute íntimamente en el diseño organizativo de partidos y sindicatos. La tesis de Offe es que bajo condiciones capitalistas “tardías”, no existe una condición central que determine causalmente todas las demás condiciones en una superestructura-base. Modificando la fórmula clásica de Marx, el Ser social sólo determina parcialmente la conciencia. En este debate Offe aparecía atacado por dos lados: mientras que la corriente dominante de la Academia burguesa lo criticaba duramente por su enfoque materialista, su inclinación por las grandes teorías y sus supuestas fantasías sobre el fin de la Historia en relación con el inminente colapso del Capitalismo tardío, la izquierda ortodoxa lo acusaba enfáticamente de idealismo descarado, empirismo falso y reformismo reaccionario al estilo Bernstein.
Su prognosis sobre el Capitalismo tardío y sus contradicciones finalmente no se cumplieron. Miembro fundador de los Die Grünen, siempre propugnó un Eco-Socialismo desde los años 1980, terminó siendo un apasionado defensor de la renta básica ciudadana. En una entrevista con motivo de la publicación de uno de sus último libros, Europa en la trampa, en 2016,[5] cuando le preguntaron, en una ironía leninista, “¿qué hacer?” en esta época de Globalismo neoliberal, Offe respondió tal y como cabría esperar de un teórico del Capitalismo tardío: “Sinceramente, no lo sé. Ni siquiera conozco a nadie que lo sepa con certeza”. Descansa en paz.
[1] No existe edición en español.
[2] En español: Habermas, Jürgen: Problemas de legitimación en el Capitalismo tardío; Amorrortu editores, Buenos Aires, 1975.
[3] Acrónimo de “Probleme des Klassenkampfs. Zeitschrift für kritische Sozialwissenschaft”, o sea: Problemas de la Lucha de Clases. Revista de las Ciencias Sociales críticas, fundada en Berlín en 1971, un genuino producto del movimiento ejuvenil de 1968, hoy se sigue publicando.
[4] La metáfora de la «ilusión» se refería a la clásica máxima de Marx sobre el equilibrio de poder entre el Capital, por un lado, y el Estado, por otro: «¿Cuáles son los poderes del Estado político sobre la propiedad privada? […] La ilusión de gobernar donde se está siendo gobernado».
[5] Europa in der Falle. Suhrkamp, Berlin 2016.