
Este martes el ministro de economía Sergio Massa, anunció nuevas medidas económicas en el marco de la devaluación post-PASO y la necesidad de repunte electoral del candidato oficialista. En línea con la ultima tanda de medidas, se trata de paliativos que apenas alcanzan a correr a la inflación por detrás, pero que en lo ultra-inmediato tendrán algún efecto real.
La medida más resonante anunciada hoy por Massa junto a la titular de la ANSES Fernanda Raverta, es un nuevo bono para trabajadores informales similar al que se entregó durante la pandemia y que se conoció como IFE. El nuevo bono constará de dos cuotas de $47.000, a cobrar cada una en octubre y noviembre respectivamente.
La decisión está orientada hacia el inmenso universo de trabajadores que no están formalizados, una tendencia que creció de manera exponencial en los últimos años de la mano de la precarización laboral, sobre todo de la pandemia en adelante.
Está claro que se trata de paliativos de carácter evidentemente circunstancial, casi obligados para el gobierno si quiere mantener alguna mínima chance de llegar a una segunda vuelta. La medida no resuelve nada de fondo, que es la pulverización del ingreso producto de la inflación, fenómeno que más sufren precisamente quienes no tienen un trabajo formal, al no contar con paritarias ni derechos laborales. Sin embargo, para las golpeados bolsillos de los trabajadores informales la medida tendrá su impacto, aunque no más que en el extremo corto plazo.
En el mismo sentido pero aun más escandaloso es el «refuerzo» anunciado para quienes son beneficiarios de un plan social o una prestación por desempleo: dos cuotas de apenas $10.000, el mismo monto que se entregaba tres años atrás en plena pandemia, y al sector más sumido en la pobreza de la sociedad. Un chiste de mal gusto.
El carácter paliativo e inmediatista de estas medidas no se explica sólo por la urgencia electoral, sino también con el plan económico de fondo que pretende seguir el oficialismo en caso de seguir en el poder de la mano de Massa: redoblar y reforzar un durísimo ajuste económico que pagarán los trabajadores, a los que no hay más que parches para ofrecerles. Esto está confirmado por el propio proyecto de presupuesto 2024 de Massa, que prevé increíblemente un ajuste del Estado tal que llegue al 1% de superávit fiscal. Estos anuncios como bonos o la devolución del IVA no van en contradicción con este plan, sino que son su consecuencia lógica: dar alguna migaja para seguir con el ajuste estructural.
Se verá si estas medidas tienen o no el efecto electoral positivo que busca Massa. Lo que es cierto es que, a pesar de tratarse de manotazos de ahogado, es probable que su impacto se sienta en un sector, sobre todo el de más bajos salarios, para los que un refuerzo de este monto puede tener cierto impacto aunque, repetimos, en un período de extrema inmediatez, mientras la inflación se acelera a niveles récord que no se veían desde la previa al estallido hiperinflacionario de fines de los ’80.
Un verdadero golpe de timón económico que ponga en primer lugar las necesidades de los trabajadores empezaría por romper el acuerdo con el FMI algo que Massa no piensa hacer, y mucho menos Milei o Bullrich. Mientras el país siga atado a los ajustes exigidos por el Fondo, el «progresismo» va a limitarse a dar alguna medida reparatoria inmediata que no alcanza a recuperar el ingreso de la clase trabajadora, mientras continúa el ajuste.






