La llegada de Milei al poder reavivó las tensiones entre Macri y Bullrich sobre qué papel debe jugar el Pro en relación con los «libertarios».
Las tensiones entre Macri y Bullrich se lanzaron luego de que la actual ministra «primereara» a su ex jefe político aceptando el ofrecimiento de Milei de Seguridad, algo que Macri pensaba negociar ministerio por ministerio.
Si bien en los hechos todos los diputados y senadores del Pro apoyan sin «peros» todas las iniciativas del gobierno de Milei (Ley Ómnibus, DNU), se trata por ahora de una alianza táctica que no está formalizada entre ambos partidos. Tanto a Macri como a Bullrich les gustaría que esa alianza se hiciera realidad, pero cada uno presiona para meter a sus propios alfiles en puestos de poder.
Macri, con el cinismo que lo caracteriza, apoya a Milei pero sabe que la dinámica económica lo llevará tarde o temprano a una crisis de gobierno. Ahí aparecerá él para tirar un salvavidas y ofrecer su «experiencia» (en fracasos), tratando de poner gente propia en puestos clave del gobierno oportunamente.
Mientras la táctica de Macri es esperar la oportunidad para «coparle» el gobierno a Milei, Bullrich apostó por integrarse al mismo como una de sus figuras clave. La idea de la ministra es mantener un alto perfil que la mantenga como la principal figura política del espacio macrista, por encima incluso del propio Macri.
Las apuestas de uno y otro están en las muy lejanas elecciones de medio término de 2025, para las que faltan una eternidad no sólo desde el punto de vista del calendario, sino mucho más considerando la acelerada dinámica política del país. A sólo 100 días de haber asumido, el gobierno de Milei ya tuvo sus primeras derrotas políticas (Ley ómnibus, rechazo parcial al DNU en el Senado, revés judiciales) así como importantes procesos de movilización en su contra (paro general del 24 de enero, cacerolazos, movilizaciones en defensa de la cultura).
Tanto Macri como Bullrich sueñan con un escenario de coalición de cara a las elecciones e incluso antes, en las que tanto el Pro como LLA funcionen como un frente político. A pesar de los acuerdos políticos prácticamente sin matices con Milei (quien por estas horas es la «envidia» de Macri, por intentar hacer todo lo que el ingeniero «quiso pero no pudo»), no es tan sencillo, ya que las dificultades existen a dos bandas.
Por un lago. con la propia LLA. La fusión con el Pro implicaría que éste último pase a ocupar más puestos de gobierno, algo que obviamente ningún actual funcionario del oficialismo mira con simpatía. De allí surge la tesis de Macri de que el ingreso del Pro debe darse luego de una crisis política, cuando Milei decida hacer saltar varios fusibles.
Por el otro, al Pro le surge el problema de qué hacer con su actual alianza, Juntos por el Cambio. Aunque los radicales y otros aliados cambiemitas están enteramente dispuestos a garantizarle a Milei los votos necesarios para su plan de gobierno, no se ve plausible que quieran ir más allá, como a un frente electoral unificado. La alianza del Pro con LLA implicaría lisa y llanamente romper JxC. El problema con ello no es tanto político (El Pro tiene mucho más en común con LLA que con los radicales o la Coalición Cívica) sino de estructura: el radicalismo es el partido que otorga una presencia territorial clave a todos los candidatos de JxC, que está a años luz de la instalación del Pro, y ni que hablar de la casi inexistente presencia de LLA.
La eventual alianza Pro-LLA no implicaría ningún cambio político significativo en la naturaleza del gobierno: sería igualmente reaccionario, sólo que con mayor estructura y volumen político. Si existieran algunos condicionamientos por parte del Pro estos serían de naturaleza muy particular: ayudar a resolver las cuestiones judiciales de Macri (se dice que el expresidente mira al Ministerio de Justicia como su botín más preciado) y garantizar negocios para empresarios amigos, cuando no para el propio Macri.
