Industricidio

La recesión de Milei hace estragos: 236.000 despidos y 28 empresas cerradas por día

Se multiplican los despidos y cierres de empresas en todo el país. La recesión de Milei hace estragos sobre el entramado productivo, aunque el INDEC intente esconder la realidad con números truchos.

Mientras miles de trabajadores pierden su puesto de trabajo, el gobierno pretende continuar con una agenda de profundas contrarreformas anti obreras. Hasta la burguesía señala dudas sobre el programa económico oficialista.

Los estragos de la recesión mileísta

En los últimos días fluyó un reguero de noticias de despidos en el país. Whirlpool anunció el cierre de su fábrica en Pilar, lo que implicará 220 despidos. Otros 250 trabajadores habían sido despedidos en el transcurso del 2024. La planta de Pilar «había abierto hacía solo tres años, cuando invirtió 50 millones de dólares con el objetivo de producir 300.000 lavadoras de última generación al año». A partir de ahora, Whirlpool (que llevaba 30 años operando en Argentina) sólo se dedicará a vender en el mercado interno aparatos traídos desde el exterior.

No sorprende el cierre de la planta local si se tiene en cuenta que la importación de lavarropas creció un 924% durante este año gracias al recorte de un 15% en los aranceles a importaciones sobre este rubro. Lo mismo sucede con otros electrodomésticos. Las heladeras, por ejemplo, se están importando un 387% más que el año anterior.

En la fábrica de sartenes y cacerolas Essen se despide al 40% del personal. Cierra una planta del fabricante de muebles Color Living. Cierra también la fábrica de generadores y alternadores eléctricos DBT – Cramaco, en Sastre, Santa Fe. Cramaco, como Whirlpool, se dedicará a importar lo que antes fabricaba. En Entre Ríos cierra y despide a todos sus empleados una planta de Granja Tres Arroyos. En Corrientes cierra EN-Platex, textil. La empresa láctea La Suipachense se declara en quiebra. Kimberly – Clark cerra una planta en Pilar despidiendo a 200 trabajadores (otra empresa que deja de producir para importar).

La cerámica Ilva cierra su planta y despide 300 trabjadores. Cierran Solartec (paneles solares), Vulcar (calzado) y la textil Luxo. La alimencia Dánica cierra su planta en el parque industrial de Llavallol, que tenía 86 años de actividad, despidiendo a 150 empleados. Corven despide 100 empleados. El grupo Dass (que fabrica productos de Nike y Adidas) despide a 160. Frávega cierra locales en Temperley y Pergamino. En San Luis cierra la tecnológica Dana y despide 50 empleados. En casi ninguno de estos casos estamos hablando de pymes. En muchas ocasiones se trata de grandes firmas locales o incluso filiales de enormes multinacionales.

Un informe del Centro de Economía Política Argentina (del economista Hernán Letcher) releva que sólo en el primer año y medio de Milei «cerraron 17.063 empresas más de las que abrieron en Argentina, lo que equivale a 28 por día, con un saldo negativo de 236.845 puestos de trabajo«. Vale la pena hacer notar que esto corresponde al período diciembre 2023 – junio 2025. Es decir, antes de que comenzara lo peor de la crisis del programa económico mileísta en contexto electoral. En lo que va del gobierno de Milei se contabilizan 13.000 cierres de empresas sólo en la Provincia de Buenos Aires.

Y a los cierres y despidos se suman los Procesos de Preventivo de Crisis (PPC), habitualmente prólogos al despido y el lock out patronal. En los primeros diez meses del 2025 hubo 143 PPC. Ya superó el total del 2024 y marca la cifra más alta desde 2018 y 2019, cuando se acumulaban dos años consecutivos de caída del PBI.

Una recesión de proporción histórica que Milei no puede ocultar

El salvataje trumpista logró estabilizar la situación cambiaria pero la destrucción de la actividad económica que el gobierno gestó en el camino no es reversible con donaciones electorales financiadas por el Tesoro de los Estados Unidos. Con unos 20.000 millones de dólares evaporados durante el año por la altísima demanda post flexibilización del cepo y tasas de interés que tocaron el 100%, la economía real se desplomó. Hoy ya estamos hablando de una recesión brutal que destruye miles de puestos de trabajo diariamente. Aún si el gobierno se esfuerza por ocultarlo truchando las estadísticas oficiales.

La industria y la construcción están un 22% y un 9% respectivamente abajo de los niveles promedio de 2023. Según el (manoseado) INDEC de Milei, la utilización de la capacidad industrial instalada estuvo en 61,1% durante septiembre. Solo a 3 décimas de septiembre del 2020, en plena pandemia y cuarentena.

Sectores específicos de la industria manejan niveles de actividad que son directamente de quiebra. Las textiles, por ejemplo, vienen operando a un 44% de su capacidad instalada, 4 puntos abajo de 2024 y 15 abajo de fines del 2023. De vuelta: no se trata de una «crisis de las pymes» sino de una crisis de la producción local y de la actividad económica general, motorizada por la apertura de importaciones, la obra pública cero y otros factores «macro» pero que está innegablemente atada a la crisis histórica del consumo.

«El Indec acaba de informar que las últimas mediciones muestran nuevas caídas de las ventas en supermercados, autoservicios y mayoristas, tanto en la comparación mensual como interanual. El menor consumo se relaciona con la pérdida del poder adquisitivo del salario y sus consecuencias. Por ejemplo, en el último año, el monto adeudado por los particulares a los bancos alcanzó un pico histórico de morosidad del 9% en los créditos personales y de más del 7% en las tarjetas de crédito».

La crisis del consumo y la retracción de la actividad económica trazan un círculo recesivo. No hay forma de que la actividad de una industria destinada al consumo interno (como la argentina) retome su actividad sin un aumento generalizado del poder adquisitivo de los trabajadores. Para eso habría que tomar medidas que no están en la agenda del oficialismo ni de la «oposición» peronista. Medidas anticapitalistas como las que dejó sobre la mesa Manuela Castañeira: aumentar el salario mínimo al nivel de los gastos indispensables, hoy en al menos $2 millones.

Dudas entre la burguesía

La UIA (cámara que reúne a las grandes patronales) ubica el uso de capacidad instalado incluso por debajo del INDEC, en el 58%. Es el más bajo de toda la serie histórica registrada, exceptuando lo más duro de la pandemia. Lo significativo es que hasta los grandes empresarios salieron a señalar dudas sobre el «programa» de destrucción productiva de Milei. Hace algunas semanas, Paolo Rocca (dueño de Techint) habló en la UIA y pidió algún tipo de proteccionismo sobre la industrial local.

«‘Rocca advirtió que el dilema actual del empresariado es ‘producir y dar valor agregado o cerrar y usar la cadena comercial para distribuir material importado'». En criollo: para la burguesía local resulta más rentable hoy importar mercancías basura y convertirse en meros distribuidores del capital imperialista.

La anomia política de la burguesía local es ya un tópico histórico abordado y gastado. Durante las últimas décadas quedó demostrada la voluntad de cipayismo eterno de las empresarios locales. Por eso hasta los propios analistas de la burguesía señalan que «el problema es que el empresariado se abocó tanto en las últimas décadas a sobrevivir y a buscar rentabilidades inmediatas, que su mayor esfuerzo cognitivo fue para adaptarse a los vaivenes de la política doméstica».

En todo caso, las expresiones de dudas o malestar surgidas de la UIA son una novedad. No porque la crisis sea reciente sino porque. hasta hace pocas semanas, los voceros de la burguesía se dedicaban a señalar que «los números vienen mal pero el rumbo es correcto». El reflejo de Paolo Rocca y adláteres responde a que la crisis de la economía real está entrando en un estadio superior. La recesión se asienta y pronostica estragos sociales de proporciones.

Hasta Paolo Rocca ve la contradicción y el peligro de la situación cuando dice que «Argentina ya tiene una dimensión, no es un país que puede colocarse en un contexto internacional con la fuerza de sus recursos naturales y dejarse guiar por eso. Necesita asociar […] un fuerte reordenamiento como está haciendo el Gobierno en la macroeconomía, con una política industrial, un término que en la Argentina ha sido desprestigiado».

La burguesía argentina es cipaya y cobarde pero no estúpida: sabe que destruir el tejido productivo de este país no es una tarea meramente técnica. Reprimarizar el país a los niveles que pretende Milei implica destruir conquistas históricas, relaciones sociales, industrias que sustentan directamente estructuras urbanas como el GBA, de unos 15 millones de habitantes.

Y todo esto sin mencionar que, a nivel internacional, la orientación liberal – bananera de Milei (una economía de aduanas abiertas) va absolutamente a contramano del mundo. La tónica internacional es hacia la vuelta del intervencionismo, el retorno de la discrecionalidad sobre los automatismos económicos de la globalización. Una vez más, la lógica la da el cipayismo congénito del proyecto mileísta: las aduenas abiertas de Milei completan el intervencionismo imperialista de Trump, son una muestra más de la sumisión absoluta al tutelaje colonial – imperialista.

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