Este 27 de enero se cumplieron exactamente 80 años de la liberación de Auschwitz, uno de los principales campos de exterminio del régimen nazi y se convirtió en un verdadero símbolo del Holocausto, uno de los principales hechos de barbarie del Siglo XX.
En este marco, el objetivo de la presente nota no solo es utilizar esta fecha para recordar memorísticamente los hechos pasados. Por el contrario, lo que buscamos es reflexionar con ellos en torno al presente, y así a la luz del mayor acto de barbarie del Siglo XX analizar el mayor acto de barbarie del presente siglo: el genocidio en Gaza.
Reflexiones en torno al concepto de genocidio
“Aquello que no pudimos decir a gritos al mundo, lo enterramos ahora. Que este tesoro llegue a buenas manos, que espere tiempos mejores, que sirva de advertencia de los extravíos del mundo en el siglo XX.”
(David Graber, en: Diario del Gueto de Varsovia, Emanuel Ringelblum)[1]
Es mucho lo que se ha escrito sobre el genocidio y existen muchas definiciones del mismo. Las reflexiones en torno al concepto de genocidio comenzaron a mediados del Siglo XX, antes ni siquiera existía una palabra para denominar este tipo de hechos. Dicho debate comenzó de la mano de aquellos intelectuales que se pusieron a la tarea de intentar comprender estos actos de barbarie. Así, si bien el concepto fue acuñado originalmente para explicar el Holocausto, luego fue extendido a muchos otros casos que se dieron a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI.
Quién acuñó el termino por primera vez fue el abogado judío-polaco, Raphael Lemkin, quién lo definía en los siguientes términos:
“El término ´genocidio´ significa la destrucción de una nación o de un grupo étnico. Esta nueva palabra está formada por dos partes: la primera proveniente de una antigua palabra de origen griego, genos (raza, tribu), y la segunda, de un sufijo de origen latino, cidio (matanza, asesinato) (…) En sentido general, el genocidio no implica necesariamente la destrucción concreta de una nación, a menos que se materialice en la matanza de todos sus miembros. Nuestra intención es aplicarlo a un plan coordinado de acciones diversas tendientes a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de los grupos nacionales. (…) El genocidio se lleva a cabo mediante un ataque sincronizado a distintos aspectos de la vida de los pueblos cautivos, en el ámbito político (…); en el ámbito social (…); en el ámbito cultural (…); en el ámbito económico (…); en el ámbito biológico (…); en el ámbito de la existencia física (…); en el ámbito de religioso (…); en el ámbito de la moral” (Lemkin en: Engel, 2000)
Sin embargo, el Siglo XX fue tan rico este tipo de actos que poco después el termino debió ampliarse. Esto fue así dado que originalmente dicho termino, al menos en la concepción de Lemkin, solo permitía comprender aquellos genocidios motivados por criterios étnicos dejando de lado muchos otros criterios como el político o el religioso. Así, casos como los genocidios realizados por la última dictadura argentina o chilena, el genocidio de Suharto en Indonesia, etc. no podían incluirse en esta categoría, dado que en ellos se había buscado exterminar a grupos humanos no por pertenecer a una determinada “raza” o etnia sino por tener ciertas ideas. Por ejemplo; en los casos antes nombrados se buscó exterminar a personas por tener ideologías de izquierda o progresivas. Todo esto obligó a ampliar la definición del genocidio reconociendo también aquellos que tenían como eje el aniquilamiento de un grupo por razones político-ideológicas.
Sin embargo, más allá de la discusión académica, que aún sigue al día de hoy, y sin desmerecerla para nada, desde mi punto de vista, uno de los mejores aportes para comprender en profundidad la esencia de todo genocidio vino de la mano del cine. Así, en julio de 1985, en el marco del 40 aniversario del fin de la guerra, se estrenó en la URSS la película “Masacre, ven y mira”, del director Elem Klímov, la película trata sobre las matanzas de los nazis en las aldeas de Bielorrusia y la resistencia partisana. Dicha película tiene una escena de gran valor en donde luego de haber derrotado a una brigada de los einsatzgruppen (escuadrones de la muerte de los nazis encargados de llevar adelante matanzas en Europa Oriental) realizan un juicio a los mismos. En los marcos de este “juicio” son reveladoras las palabras de uno de los miembros de las SS:
“Si, fui yo quien dijo pueden salir, pero sin los niños, dejen a los niños (…) Dije eso por qué todo comienza por los niños. Ustedes no deben existir, no todos los pueblos tienen derecho al futuro. Las razas inferiores procrean la infección del comunismo. Ustedes deben dejar de existir y con esto la misión será cumplida… hoy o mañana”[2]
Así, la clave para entender un genocidio se encuentra justamente en esto, en la negación de derecho a la existencia, de la negación del derecho al futuro de algún “otro”, sea este “otro” definido en base a los criterios que sean. Este es un hilo conductor que une a todos los procesos de genocidios y es algo que podemos encontrar tanto en Holocausto cómo en Gaza y que abordaremos en los siguientes apartados.
Nazismo, sionismo y racismo
“Había que tratarlos [a los judíos] como bacterias de la tuberculosis que pueden infectar el cuerpo sano. Lo que no es cruel, si se tiene presente que incluso muchas criaturas inocentes de la naturaleza, como los conejos y los ciervos, deben morir para no causar daño ¿Por qué habríamos de tratar mejor a animales que se proponen imponernos el comunismo?” (registro de la conversación mantenida entre Hitler y el regente de Hungría Miklos Horthy, 17/04/1943 en: Engel, 2000)
«Estoy muy desconcertado por la preocupación constante que el mundo muestra por el pueblo palestino y que de hecho muestra por estos animales horribles e inhumanos que han cometido las peores atrocidades que este siglo ha visto» (Dan Guillerman, embajador de Israel ante la ONU, 27/10/2023)
Uno de los principales hilos de continuidad entre el Holocausto y Gaza se encuentra en el racismo, en ambos casos la principal motivación de los actos genocidas es la eliminar al otro definido en tanto pueblo.
Así, Hitler y los nazis partían de considerar a los judíos como una “raza infrahumana”, como “parásitos” que se introducían en el seno de otras razas y las debilitaban por dentro hasta conquistarlas por medio del internacionalismo comunista el cual, según sus ideas, era el resultado de la propaganda ideológica de la “judería internacional”. Así, en un sentido literal, Hitler realmente creía que los judíos no eran seres humanos y que, de hecho, eran un peligro para la humanidad como tal. Y, como plantea el historiador del holocausto, David Engel, al exterminar a los judíos Hitler afirmaba estar haciendo un favor y salvando a la humanidad de un peligro (Engel, 2000).
Por otro lado, en el caso del genocidio en Gaza, el racismo viene de la mano del sionismo. El sionismo, es una ideología surgida a principios XX y fines del siglo XIX en el seno de la comunidad judía europea y que fue de influencia marginal hasta la segunda guerra mundial. Esta ideología, influenciada por el auge de los nacionalismos en Europa, planteaba que los judíos eran un pueblo y que como todo pueblo tenían derecho a una tierra y un Estado propios. Sin embargo, esto suscitaba un problema de magnitud, y es que las fronteras mundiales ya estaban delimitadas y la única forma de obtener un tierra y Estado propios era robándoselos a otros y estos otros acabaron siendo los palestinos.
Más aún, como lo ha demostrado la experiencia histórica luego de la conformación del Estado de Israel, la única forma de crear dicho Estado-Nación era hacerlo a través de la expulsión violenta de la población nativa con métodos barbáricos cómo limpiezas étnicas y genocidio, es decir con métodos coloniales e imperialistas del siglo XIX en plenos siglos XX y XXI. Israel acabó constituyéndose como un Estado racista, de apartheid y genocida en donde la población palestina (la que no lograron expulsar) prácticamente carece de derechos, es sometida a una represión y una discriminación constantes y en los últimos años a un genocidio. A esto se suman los cientos de miles de palestinos que fueron expulsados y condenados a vivir como refugiados por fuera de su tierra.
Así, el Estado de Israel se originó con una limpieza étnica, o nakba[3] como la llaman los palestinos, y hasta el día de hoy busca eliminar a toda la población de origen palestino. La tenaz resistencia de este pueblo a abandonar sus tierras genera un odio profundo en el régimen israelí que se materializa en masacres constantes ya sea por parte de fuerzas estatales o paraestatales, como las organizaciones de colonos. Sin embargo, en el último año y medio la situación vivió un cambio de calidad con la política israelí de eliminar a la población de Gaza, ya sea medio de las bombas o el hambre.
Volviendo a la cuestión del racismo, otro rasgo común que encontramos entre el Holocausto y Gaza se encuentra en la deshumanización del otro. Como bien señalaba un trotskista judío sobreviviente de los campos de concentración nazis, la barbarie en las palabras antecede a la barbarie en los hechos. Esto es así porque para llevar adelante semejantes actos de barbarie es necesario construir una suerte de legitimidad. Así, para convencer a alguien de que cometa actos genocidas uno de los primeros pasos es deshumanizar al otro, se debe convencer a los perpetradores de que no están exterminando seres humanos. De esta forma los nazis hablaban de los judíos como “parásitos” o de “raza infrahumana”, y de forma no tan sorprendente es que hemos escuchado a los dirigentes de Israel hablar de los palestinos como “animales humanos”, “terroristas”, “animales horribles e inhumanos”.
Este racismo, compartido tanto por el nazismo como por los sionistas tenía inserta otra idea dentro de sí otra idea; que era la de la imposibilidad de la convivencia pacífica entre los pueblos y esto llevo a toda una serie de encuentros entre ambos a lo largo de las décadas del 1930 y 1940. Así, mientras a lo largo de la década del 30 gran parte de la comunidad judía de Francia, Gran Bretaña y USA llevaba adelante acciones como boicots a los productos alemanes para enfrentar a los nazis y solidarizarse con sus hermanos judíos alemanes, los sionistas optaron por llegar a acuerdos oportunistas con nazis y permitir la entrada masiva de productos alemanes al Mandato Británico de Palestina a cambio de que se enviara allí a parte de la población judía para así reforzar el proyecto colonial sionista.
Incluso en esta criminal historia de encuentros entre nazismo y sionismo pueden encontrarse hechos de colaboración incluso ya en la fase de exterminio en los campos. Así, en su obra “Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal” Hannah Arendt señala la simpatía que dicho genocida tenía por los sionistas e incluso señala la complicidad de dirigentes sionistas en el holocausto, siendo uno de los casos más extremos el del doctor Rudolf Kastner, quién posteriormente llego a ser portavoz del Ministerio de Comercio e Industria de Israel[4]:
“El más grande idealista que Eichmann tuvo ocasión de tratar entre los judíos fue el doctor Rudolf Kastner [a modo de elogio, Eichmann calificaba a los sionistas de idealistas], con quién sostuvo negociaciones en el caso de las deportaciones de los judíos de Hungría, y con quien acordó que él – Eichmann – permitiría la ´ilegal´ partida de unos cuantos miles de judíos a Palestina (los trenes en los que se fueron iban protegidos por policías alemanes) a cambio de que hubiera ´paz y orden´ en los campos de concentración desde los cuales cientos de miles de judíos fueron enviados a Auschwitz. Los pocos miles de judíos que salvaron sus vidas gracias a este acuerdo, todos ellos personas destacadas y miembros de las organizaciones sionistas juveniles, eran según las palabras de Eichmann ´el mejor material biológico´. A ojos de Eichmann, el doctor Kastner había sacrificado a sus hermanos de raza en aras de su ´idea´, tal como debía ser” (Arendt, 2003).
Es una parodia grotesca y un verdadero insulto para las víctimas del Holocausto que quienes perpetran el genocidio en Gaza utilicen su memoria histórica para justificar sus propias aberraciones cuando en realidad muchos sionistas en más de un caso fueron cómplices del Holocausto y solo lo con fines oportunistas.
Guetos y “Solución Final”, o sobre la cuestión de los métodos
«He ordenado un asedio completo a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia» (Yoav Gallant, ex ministro de defensa de Israel en “X”)
“Cerraron las fronteras del gueto, interrumpieron todos los suministros y, de esta forma, condenaron a la población al hambre. Condujeron a la población a la desesperación y a la apatía.” (Diario del Gueto de Varsovia, Emanuel Ringelblum)
A la hora de abordar el holocausto los historiadores han identificado toda una serie de diversas etapas dentro del proceso. Así, en un primer momento los nazis tomaron medidas tendientes a la identificación de los judíos de la mano con medidas discriminatorias. Por ejemplo, las leyes de Núremberg. Luego avanzaron a una segunda fase que incluyo la expropiación de los bienes y propiedades en manos de judíos y buscaron expulsar a través de la emigración a todos los judíos de Alemania. Sin embargo, a partir de la invasión de Polonia en 1939 se pasó a una política mucho más violenta de concentración de los judíos en guetos. Allí, la población vivía en pésimas condiciones padeciendo hambre, enfermedades y era sometida a trabajos forzados. Finalmente, a partir de la invasión de la URRS en el 1941 se pasa implementar la conocida “Solución Final” con la construcción de los principales centros de exterminio tales como Auschwitz-Birekenau, Belzec, Treblinka, Sobibor y Chelmno en donde fueron asesinadas millones de personas en las cámaras de gas.
Sin embargo, más allá de un relativo acuerdo entre los historiadores en torno a lo planteado anteriormente, existe una fuerte discusión en torno a cuando se tomó la decisión de exterminar físicamente a la población judía. Un grupo plantea como fecha clara 1941, con la inauguración de los campos de exterminio, sin embargo, otro grupo plantea que esta decisión ya estaba tomada al momento de crear los guetos. La posición de estos últimos se fundamenta en la idea de que encerrar a miles de personas en condiciones de hacinamiento, explotarlos laboralmente, condenarlos al hambre y negarles el acceso a la salud no podía tener muchos finales posibles más allá de la muerte y, entonces, la creación de los campos solo habría significado la creación de un medio más eficaz para esta tarea.
Ahora nos detendremos brevemente en la cuestión de los guetos por su similitud con algunas de las medidas que el gobierno de Israel aplicó en Gaza. Dichos guetos eran barrios o pueblos cercanos a las vías férreas que eran vallados para impedir que la gente pudiera escapar y en donde se obligaba a vivir en condiciones de hacinamiento a miles, decenas de miles e incluso cientos de miles de judíos según el caso.[5] Allí, no tenían acceso a la salud ni a medicamentos por lo cual la más mínima enfermedad solía causar estragos y llevar a miles de personas a una muerte evitable. A esto último se le sumaba la cuestión del hambre y el frío dado que los nazis casi no enviaban provisiones a los guetos condenando a la población al hambre y la desesperación.
“A mediados del mes de mayo el protagonista del gueto es el hambre y las muertes que se ha cobrado esta plaga. En los últimos tiempos mueren una media de 150 personas cada día (eso supone que hasta el 15 de mayo murieron 1700 personas), y la mortalidad sigue creciendo. A los muertos se les entierra por las noches, entre la una y las cinco de la madrugada, sin mortajas, envueltos en un papel blanco (que después también se les quita), en unas tumbas colectivas. Al principio los cadáveres se colocaban en tumbas separadas, uno al lado del otro, pero ahora se les entierra en una fosa común. Falta tierra para enterrar a los difuntos, ya que no se les puede enterrar a mucha profundidad porque aparece agua; tampoco hay suficiente tierra para rellenar las tumbas. Debido a eso las autoridades sanitarias alemanas y polacas está deliberando sobre el uso de crematorios.” (Diario del Gueto de Varsovia, Emanuel Ringelblum)
A su vez, otro elemento a señalar es que dichos guetos eran gobernados por los denominados consejos judíos conformados por dirigentes reconocidos dirigentes de la comunidad judía quienes a cambio de ciertos beneficios y privilegios traicionaron a sus hermanos y entraron en complicidad con los alemanes. Así, eran estos consejos quienes hacían aplicar la ley alemana en los guetos, quienes mandaban a los judíos a trabajos forzados y luego quienes se encargaban de entregar a los judíos para ser enviados a los campos.
Posteriormente, a partir de 1941 comienzan a implementar la política de las cámaras de gas y los campos de exterminio. Estos campos se caracterizaban por una organización industrial y científica. Cada campo tenía un cupo de judíos que podía gasear al día y los alemanes debían organizar concienzudamente los traslados para no sobrecargarlos. A su vez, al llegar (los que llegaban vivos pues muchos morían en el traslado) pasaban por una suerte de “cadena de montaje” en donde eran despojados de sus ropas y todos los objetos de valor. Luego para evitar la resistencia se les informaba que debían bañarse y los llevaban a las cámaras afirmando que eran baños. Finalmente, la persona a cargo, que por regla general nunca era alemana, sino por lo general judíos del sonderkomando o ucranianos, eran encargados de aplicar los mecanismos necesarios para gasear las cámaras y luego debían trasladar y cremar los cadáveres para no dejar pruebas.[6]
“A la mañana siguiente, unos pocos minutos antes de las siete, me dijeron: “¡En diez minutos llega el primer tren!” De hecho, unos pocos minutos después llegó un tren desde Lemberg, con 45 carros que llevaban 6.700 personas, de los cuales 1.450 ya venían muertas a su llegada. Detrás de la pequeña ventana con alambres de púas, niños, jóvenes, muertos de miedo, mujeres, hombres. El tren se detuvo: 200 ucranianos aptos para la tarea abrieron las puertas y con sus látigos de cuero sacaron a los judíos de los carros. Un altavoz daba instrucciones en voz alta: quitar toda vestimenta, incluidos prótesis y anteojos; amarrar sus zapatos juntos con pequeños trozos de cuerda entregados por un pequeño niño judío; entregar todos los objetos de valor, todo el dinero en la ventanilla de “Objetos de valor”, sin tener un recibo a cambio. A las mujeres y niñas se les cortaría el cabello en la barraca del “Barbero”. . . Luego comenzaría la marcha. A derecha e izquierda, alambre de púas; detrás, dos docenas de ucranianos, pistolas en mano. (…)
Heckenholt era el conductor del camión de motor diésel cuyos gases de escape se usaban para acabar con la vida de estos desdichados. (…) el motor diésel arrancó. En ese momento, la gente en silencio en estas cuatro cámaras seguía con vida, ¡cuatro veces 750 personas en cuatro veces 45 metros cúbicos! Transcurrieron 25 minutos. Se podía ver a través de una ventanilla que muchos ya estaban muertos cuando un foco eléctrico iluminaba la cámara de tanto en tanto. Después de 28 minutos, solo unos pocos quedaban con vida. Finalmente, después de 32 minutos, ya habían fallecido todos. (…) Luego, los cuerpos eran arrojados a grandes trincheras, cada una de 100x20x12 metros, ubicadas cerca de las cámaras de gas. . . Luego me dijeron que los cuerpos se apilaban en las vías férreas y se quemaban con combustible diésel para no dejar rastros” (Testimonio de Kurt Gerstein en: Stackelberg y Sally, 2002)
Ahora bien, en cuanto a los métodos del genocidio en Gaza aunque los sionistas no llegaron a construir campos de exterminio, no les dio la relación de fuerzas, si tomaron nota de lo efectivos que fueron los guetos para diezmar a la población judía. De esta forma, convirtieron a la Franja de Gaza en el gueto más grande de la historia de la humanidad con más de dos millones de personas en su interior en un territorio de proporciones mínimas.
Así, a lo largo de año y medio el Estado de Israel ha condenado al hambre y a las enfermedades a la población de Gaza a lo cual le ha sumado una política de bombardeos y ataque sistemáticos a infraestructura civil, hospitales, escuelas, campos de refugiados y han hecho todo lo posible para evitar el ingreso de toda ayuda humanitaria a la Franja. Todo esto ha tenido como resultado el exterminio de decenas de miles de personas a los cuales también condenaron durante año y medio a abandonar sus casas y trasladarse forzosamente de un lugar a otro.
Cuando se leen o escuchan testimonios de la vida cotidiana en Gaza es inevitable encontrar similitudes con los testimonios de los judíos del gueto de Varsovia. Al respecto es muy claro el siguiente testimonio de Israa Ali, residente de Gaza y empleada de Médicos sin Fronteras, cuyo testimonio fue compartido por dicha organización:
“Me faltan palabras para describir un día en la vida de la gente de Gaza en estos momentos. La mañana empieza básicamente cuando nos despertamos. Damos vueltas en la cama e intentamos dormir un rato, pero el ruido de los bombardeos no nos deja.
Estamos despiertos, escuchando las noticias en la radio. En esta era moderna, deberíamos tener electricidad y acceso a Internet, pero nuestros teléfonos están muertos.
Corremos a ver si hay combustible para encender el generador, y entonces nos damos cuenta de que el generador también está muerto. Entonces, reconocemos que vivimos en una Gaza sitiada.
La voz de mi hijo me llega imprecisa y sus palabras poco a poco se van aclarando: ‘Mamá, tengo hambre, quiero desayunar’.
Mientras preparo el desayuno con las mínimas provisiones, empiezo a culparme por haber tenido hijos y haberlos traído a un mundo con condiciones tan terribles y guerras frecuentes, especialmente esta miserable guerra.
Cuando se tienen hijos, se hace todo lo posible por protegerlos y proporcionarles de todo. No prestas atención a las numerosas veces que escuchas el sonido de las bombas cayendo durante el día. Es un momento en el que se supone que debes ser una madre o padre fuerte, para mantener la calma por tus hijos. Pero lo cierto es que necesitas a alguien que te tranquilice.
Tememos el anochecer. Los drones israelíes, los aviones de guerra, los buques de guerra, los cohetes pesados y las bombas se extienden como un reguero de pólvora. Después de intentar calmarme y calmar a mis hijos, que se despiertan muchas veces llorando, pienso en mi padre, mi madre y mi familia, que se refugian lejos, pero en las mismas circunstancias.
Intentas pensar en positivo, en que están lejos de los objetivos de las bombas, pero es en vano. Estaré preocupada hasta que escuche sus voces”
A su vez, otro hecho a señalar es el ensañamiento contra los niños que llevo a algo que ha sido denunciado como un verdadero infanticidio, se calcula que entre un tercio o un cuarto de las víctimas del genocidio en Gaza son niños.
Por último, en torno a la cuestión de las víctimas se manifiesta la dificultad de calcular su número real, dado que la cifra oficial de 46 mil no tiene en cuenta las miles de personas desaparecidas bajo los escombros ni las miles de víctimas del hambre y de enfermedades que en otro contexto hubieras sido evitables.
Del secreto de Estado al genocidio en vivo y en directo por redes sociales
Una de las principales diferencias entre ambos genocidios, y que responde a una novedad de este Siglo XXI, es que el genocidio de Gaza ha sido transmitido en vivo y en directo por redes sociales. Eso en sí mismo es una gran novedad, algo totalmente nuevo, todos a través de computadoras, celulares u otros dispositivos hemos sido testigos de la barbarie, hemos visto videos de bombardeos a escuelas u hospitales, de niños y niñas mutiladas, de los estragos del hambre, de familias llorando tratando de recuperar los cuerpos de sus familiares bajo los escombros, etc. Y esto es una gran diferencia con el Holocausto dado que allí los nazis hicieron grandes esfuerzos para mantener la “Solución Final” bajo estricto secreto de Estado.
Así, por ejemplo, la documentación oficial nazi se encontraba llena de macabros eufemismos, en lugar de exterminio se decía “solución final”, en lugar de deportaciones forzosas “evacuación”, etc. Esto tenía claras consecuencias en la población judía y la población no judía en general, dado que en muchos casos no se podía saber lo que ocurría y más aún cuando el exterminio era prácticamente evidente aún podían negarse a creerlo. Un claro ejemplo de esto podemos encontrarlo en las comunidades judías de Bialistok y Wilno:
“Un sábado por la noche (8 de agosto de 1941) vinieron a nuestra ciudad gentiles [personas que no eran judías] de las aldeas aledañas y dijeron (…) que los alemanes estaban matando judíos, que nos convenía escapar, dispersarnos y escondernos (…) Le preguntamos al abuelo: ‘¿Qué tenemos que hacer? ¿Huir? Lo consulto con algunos conocidos, el rabino, el carnicero ritual y otra gente importante, y nos dijo que no huyéramos, que no quedáramos donde estábamos, que no iba a pasar nada. Que quizá reclutaran a los jóvenes para llevarlos a trabajar pero que lo de las matanzas… era imposible.” (Testimonio de Rivka Yoselawska en el juicio a Adolf Eichmann en: Engel, 2000)
“Ahí me di cuenta de lo que ocurría en Ponary. Salí a la calle. (…) Y les dije a los judíos: ‘judíos, Ponary no es un campo de trabajo, allí matan a los judíos’. Pero me contestaron: ‘Doctor, ¿Quiere crear pánico? ¿En lugar de consolarnos, en lugar de darnos ánimo, en lugar de darnos esperanzas, viene y nos cuenta historias de terror, nos dice que en Ponary matan a los judíos? ¿Cómo puede ser que se lleven a los judíos y los maten, así como así?” (Testimonio de Mark Dworzecki en el juicio a Adolf Eichmann en: Engel, 2000).
Estos testimonios son algo impensable en el actual genocidio en Gaza dado que la circulación de la información es inmensa y a ningún palestino le caben dudas de que debe huir ante el avance del ejército israelí para no morir. A su vez, es esta gran circulación de la información lo que ha permitido la respuesta y el repudio internacional al genocidio.
Uno de los mayores temores de los nazis eran que de conocerse la situación aumentaría la resistencia en los territorios ocupados y que hubiera una fuerte respuesta internacional. Si bien esto último no ocurrió durante el Holocausto, la reacción internacional ante el actual genocidio nos ha demostrado que los miedos del régimen nazi estaban más que justificados y que las manifestaciones masivas contra el genocidio en Gaza de las cuales hemos sido testigos pueden interpretarse como un indicio de esperanza en el mundo actual. Un indicio de que gran parte de la población mundial ya no está dispuesta a tolerar la barbarie, aunque ello implique la represión, criminalización, difamación y demás medidas de los gobiernos.
Crimen y castigo
Otra de las cuestiones de interés al analizar tiene que ver con la cuestión de la justicia para las víctimas y el castigo para los victimarios. Esto es algo de gran importancia ya que, si no es logrado, lo que ocurre es una consumación de la impunidad y consumar la impunidad es algo que entraña grandes peligros. Es esclarecedora la reflexión al respecto de Vahakn Dadrían, uno de los principales historiadores del genocidio armenio:
“Cuando un crimen tal como el genocidio se desarrolla más o menos sin dificultad mientras es cometido, y subsecuentemente queda impune, el crimen trasciende en un doble sentido. No sólo se le niega justicia a la víctima, sino lo que es más importante, el perpetrador es alentado a redefinir su ofensa de manera que la criminalidad de su acto quede diluida, o hasta denegada. Esta tendencia a la redefinición es habitualmente acompañada por una masa de argumentos que racionalizan el acto, produciendo lo que se da en llamar el síndrome de la negación. El perpetrador se habitúa a negar el crimen cometido, a negar a la víctima y a cualquier otro el derecho de cuestionar estas negaciones, mucho menos a reconocerle el derecho a condenar el acto criminal. El alcance de tales negaciones no ha sido adecuadamente evaluado por los juristas o los hombres de estado. Estas negativas pueden ser portadoras de incentivos para que potenciales perpetradores consideren al crimen inicial como un precedente impune digno de ser imitado. La mayor amenaza que producen tales negaciones concierne, sin embargo, a la población sobreviviente y sus descendientes, pues pueden ser el blanco de nuevos y aún más eficaces ataques. Sin remordimiento alguno, y enardecido por una evidente erosión de sus eventuales inhibiciones, respaldado por la ausencia de persecución y castigo, el perpetrador que se acoge a la negación no tendrá la menor vacilación en repetir el crimen bajo las circunstancias que él juzgue más o menos propicias.” (Dadrían, 2008).
Es conocida la frase de Hitler al discutir con su círculo íntimo sobre la implementación del Holocausto “¿Después de todo quién recuerda hoy la aniquilación de los armenios?”, así la impunidad en este tipo de crímenes abre la puerta para nuevos crímenes y de mayor magnitud.
En el caso de la Alemania nazi, aún cuando las cúpulas fueron juzgadas (por los aliados), posteriormente se les garantizo impunidad a muchos de los cargos medios y más bajos de la jerarquía.[7] Así, incluso cuando estos crímenes quedan parcialmente impunes se abre la puerta para que otros retomen los medios y los métodos de genocidios anteriores y los perfeccionen aún más. Un claro ejemplo de esto fueron las dictaduras latinoamericanas de la década del 70 que retomando la tradición de los campos de concentración y los campos de exterminio pudieron crear algo nuevo superando los niveles de barbarie previos, los Centros Clandestinos de Detención Tortura y Exterminio, en donde además del exterminio y la privación de la libertad, también pasaba a ser un fin en sí mismo la tortura.
En caso actual de Gaza el Estado de Israel lleva más de año y medio actuando con total impunidad a plena luz del día, aun siendo transmitido por las redes y sin la posibilidad de ocultar la barbarie. Esto se nos presenta como un precedente de impunidad peligroso ya que, estariamos ante la constitución de una verdadera aberración jurídica, ética y moral que es la concreción de una especie de “derecho al genocidio” que la comunidad internacional, por intermedio de los países imperialistas, parece haberle otorgado a Israel. Cuando a la mera impunidad en la realización del hecho (los actos genocidas) se le suma el apoyo activo, es decir, cuando USA y la Unión Europea no solo no hacen nada para evitar las masacres, sino que incluso lo proveen de armamento y afirman el “derecho de Israel a defenderse” estamos ante la transmutación del hecho (el genocidio) en derecho (de facto).
De esta forma cuando el genocidio transmuta en un derecho (de facto) a manos de Israel, es que la defensa del derecho al futuro y la existencia del pueblo palestino se convierte en un crimen (de facto). De esto último hemos tenido grandes ejemplos desde las denuncias por antisemitismo a quienes critican al genocidio y defienden la causa palestina, la represión constante en países como Alemania a las manifestaciones pro-palestinas, los intentos de prohibición en Francia de la bandera palestina, la represión al movimiento estudiantil por los acampes en las universidades estadounidenses y europeas contra el genocidio, etc.
Sin embargo y como bien señalaba Marx, “derecho contra derecho es una lucha de poder” y en este debido a la heroica resistencia del pueblo palestino y al apoyo internacional que no ceso a pesar de su criminalización es que hoy el pueblo palestino puede celebrar un triunfo, aunque parcial e inestable, como es el actual acuerdo de alto al fuego. Así, es necesario mantener la alerta por el cumplimiento del alto al fuego y seguir luchando por juicio y castigo a Netanyahu y todo su gabinete por los crímenes cometidos en Gaza y así prevenir aberraciones aún peores en el futuro.
Bibliografía y fuentes
Arendt, Hannah. (2003). Eichmann en Jerusalen. Barceloja, Ed: Lumen.
Dadrían, V. (2008). Historia del Genocidio Armenio. Ed: Imago Mundi
Engel, D. (2000). El Holocausto, el Tercer Reich y los judíos. Buenos Aires, Ed. Nueva Visión.
Ringelblum, E. (1940). Cronicas del Gueto de Varsovia. Ed: Titivillus.
Stackelberg, R., and Sally A. W. (2002) The Nazi Germany Sourcebook: An Anthology of Texts. London; New York: Routledge.
[1] Cuando la decisión de los nazis de exterminar a toda la población judía del gueto de Varsovia se hizo evidente un grupo de intelectuales, liderados por el historiador judío-polaco, Emanuel Ringelblum, tomaron la decisión de ocultar bajo tierra el archivo del gueto para salvarlo de los nazis y así dejar a la posteridad un testimonio de lo que allí había ocurrido. La presenta cita es parte de una nota dejada por uno de los miembros del grupo en el archivo.
[2] Cuando habla de los niños se refiere a una escena en donde a todas las personas del pueblo en un granero para luego prenderlo fuego y solo dejan salir a unas pocas personas, pero prohibiendo específicamente la salida de los niños.
[3] Dicha palabra suele traducirse como catástrofe
[4] El Estado israelí hizo todo lo posible para garantizar la impunidad de este criminal, cuando esto ya se hizo insostenible no le quedo más opción que soltarle las manos y permitir que sea juzgado.
[5] Algunos de los guetos más grandes fueron los de Varsovia y de Lodz
[6] Entre los guetos y los campos de exterminio también se dio una fase de fusilamientos colectivos pero que debió dejarse de lado por los efectos psicológicos que generaba entre los soldados alemanes, su menor eficacia para matar y porque siempre dejaba la posibilidad de supervivientes que contaran lo que estaba pasando
[7] A su vez, otro rasgo común fue el carácter ridículo de las penas aún para quienes efectivamente fueron juzgados. Así, podemos encontrar penas de 6 años para personas responsables del exterminio de más de 20.000 personas. Claro está que también hubo excepciones y penas de mayor magnitud, pero sobre para las cúpulas.





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