Desidia, saqueo y desinversión

El apagón de Milei: un fracaso de la gestión capitalista del país

Supuestamente, el apagón masivo de la Ciudad de Buenos Aires tuvo un origen "inesperado". Lo cierto es que es el resultado de décadas de desinversión de las privatizadas, agravada por la destrucción de la obra pública bajo Milei.

Según analistas, el apagón se debió al «desenganche de dos líneas paralelas de trasmisión de Edesur» en la madrugada, y fue completamente inesperado por suceder en horas de baja demanda. Pero ya es costumbre. Pasa desde hace años, y hay una especie de resignación: viene el verano, viene el calor, vienen los cortes. Es una especie de fatalidad meteorológica. Medio millón de personas se sin luz por responsabilidad de Edesur.

Ningún gobierno ha aceptado la realidad de que el país vive en crisis energética. Todos se han dedicado a darle más y más beneficios a las privatizadas mientras la inversión no paró de languidecer. Y bien, hay crisis energética, y muy notoria. Milei culpa al Estado de lo que hacen las privatizadas, aunque la obvia complicidad del Estado es inocultable. El discurso «libertario» pretende exculpar de toda culpa a los multimillonarios que hacen su negocio con la desinversión. Y por eso su política es tan absurda: darles todo lo que quieran, una y otra vez, para que su benevolente mano pueda traer las soluciones necesarias.

La explicación de los apagones masivos se puede resumir en pocas palabras: en las últimas décadas, la producción de energía aumentó menos que la producción en general. E incluso en medio de una crisis económica como la que vive Argentina, con menos «demanda» de energía en la producción que en tiempos normales, la inversión total es insuficiente en relación a la demanda. Pero esa cuenta incluye un montón de problemas más, como algunas usinas térmicas muy viejas, instalaciones de tendido domiciliario que superan los 50 años de antigüedad y el uso de generadores a combustible que son obsoletos y/o carísimos.

Incluso las nuevas instalaciones, injertadas en un contexto de desidia general, no pueden no colapsar. En última instancia, se les exige más de lo que pueden dar debido a un contexto general de desinversión.

Ahora bien: ¿por qué el aumento de la generación de energía fue tan bajo respecto del índice general? Sencillamente, porque no hay inversión suficiente. Desde ya, del lado de las compañías privadas, sobre todo Edesur y Edenor, la inversión en mantenimiento es muy baja, y la inversión en generación nueva, casi inexistente. Las nuevas plantas de generación de energía eléctrica han corrido casi íntegramente por cuenta del Estado. Y ahora Milei desmanteló esa poca inversión. Sí: los tarifazos y sus millones fueron a los bolsillos empresarios, no a la inversión.

Una clase dominante en apagón

En el fondo, y bien mirada, la crisis energética es una confesión de múltiples fracasos. Las “obras” de los gobiernos peronistas y el macrismo fueron (en relación al conjunto de la economía) más parecidas al arreglo de un bache que al “desarrollo sustentable”. Se dejó de lado la puesta en pie de infraestructura (energía y transportes, esencialmente) que le dé sostenibilidad, competitividad y productividad al conjunto de la economía. Ni uno solo de los gobiernos de las últimas décadas tuvo una política real de desarrollo general de infraestructura. De hecho, no tocaron nada del fraude de las privatizaciones. Y Milei no hace más que empeorar todo.

Es exactamente lo que Milcíades Peña llamaba, hace 50 años, “pseudoindustrialización”, como hemos señalado reiteradas veces. La industria crece en determinados bolsones y nichos con ventajas competitivas especiales (agroindustria), pero es incapaz de un desarrollo integrado, profundo y sobre bases sólidas. Y la propia clase capitalista no atina a ver la crisis energética como parte de ese problema, sino como un muerto que hay que tirarle a éste o al próximo gobierno.

Y esta crisis es, también, la confesión del fracaso del modelo de gestión “mixta de hecho” de la energía, en la que conviven concesionarios privados con un Estado que regula tarifas y subsidios. Esta fórmula de equilibrio inestable podía tener su razón de ser en los primeros años de la gestión Kirchner. Pero, como muchos otros instrumentos de ese período, su utilidad pasó a ser cada vez menor hasta que ahora se revela como lo opuesto del principio, un descalabro en todo sentido: económico, político y de gestión del servicio.

¿La solución, entonces, es estatizar? Más que una solución, es casi el único camino que queda, pero en sí misma no arregla ninguno de los problemas esenciales. Como hemos dicho en otras ocasiones, la cuestión de fondo es el carácter de una clase dominante, la burguesía argentina, que está completamente desentendida de las necesidades estratégicas y estructurales no ya del conjunto del país y de la población, sino incluso de la propia sostenibilidad de la economía capitalista argentina a largo plazo. Su personal político, a su manera y con sus mediaciones, refleja esta incapacidad histórica.

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