El jueves Scott Bessent decidió pasar finalmente de los tweets a los hechos e intervino en el mercado de cambios argentino. El Tesoro estadounidense compró pesos por un valor de 100 millones de dólares, una medida con pocos precedentes en la política exterior yanqui.
El salvataje a Milei se completaría con un swap por u$s 20.000 millones a anunciarse el próximo martes, cuando el ultraderechista argentino se reúne con Donald Trump en Washington.
Salvavidas con fecha de vencimiento
En las últimas semanas había quedado demostrado que con tweets no alcanzaba. La sed de cobertura de los mercados (y la identificación de un enorme negocio contra el peso por parte de los grandes tenedores de divisas) podía sólo pausarse momentáneamente con anuncios políticos y diplomáticos por parte del trumpismo. Tras la primera reunión de Milei con Trump y Bessent en Nueva York la presión devaluatoria volvió a crecer, lo mismo que el Riesgo País y la caída de los bonos argentinos.
En los días previos, el Tesoro argentino había quemado casi u$s2.000 millones para intentar contener el dólar. Era casi la totalidad de lo que había logrado acumular el gobierno tras comprar lo liquidado con las retenciones cero (se le fugaron unos u$s 3.000 millones hacia manos privadas). Para detener la sangría de divisas hacían falta dólares contantes y sonantes. Bessent abordó la cuestión abriendo una cuenta del Tesoro yanqui en un banco privado argentino para comprar pesos inyectándole unos u$s 100 millones al mercado de cambios local.
La intervención en el mercado de cambios local (que fue anunciada por Bessent a posteriori) funcionó para contener la cotización del dólar durante el jueves, día en que el poder de fuego del Tesoro se terminaba. El jueves abrió la rueda con 300 millones disponibles, menos de lo que había vendido en la rueda anterior. La situación era clara. Si no entraba un actor externo al juego de cambios, los dólares del Tesoro se terminaban el mismo jueves y el lunes empezarían a quemarse los dólares del Banco Central. Era un panorama pre – apocalítptico como para empezar la última quincena antes de las elecciones nacionales.
En los días previos, los analistas y el propio oficialismo especulaban con y rezaban por un anuncio de Bessent el próximo martes, cuando Milei pase a rendir pleitesía por el Salón Oval. Una vez más los cálculos y los rezos se quedaron cortos. Hizo falta que Bessent gire billetes el mismo jueves para contener la sangría de un gobierno que transitó otra semana de crisis agudizada con la salida de Espert, el show decadente de Milei en el Movistar Arena (un insulto público a la realidad social de los trabajadores, al rock y al buen gusto) y las constantes corridas a funcionarios y caravanas oficialistas en todo el país.
Y una vez más, la intervención yanqui está lejos de solucionar los problemas. En lo inmediato, la volatilidad cambiaria sigue siendo alta. Alimentada por la falta de precisiones y el carácter errático del Pacto Trump-Bessent-Caputo-Milei. El rescate yanqui tiene mucho lleva y trae, mucho tweet y muchas pompas, pero pocas definiciones en la hoja de ruta económica, las proporciones y el largo plazo. El jueves Bessent defendió el sistema de bandas y dijo que el peso «está barato». Esto (que podría ser dicho por cualquier estadounidense o habitante de cualquier país imperialista en cualquier momento de la historia moderna) buscaba desmentir el diagnóstico de dólar atrasado y el pronóstico de devaluación urgente.
Los anuncios de Bessent operan como los de Milei: fingiendo demencia ante la realidad para justificar medidas de una discrecionalidad exagerada. La razón de ser del salvataje trumpista no es otra que atrasar la devaluación hasta después de las elecciones. Sigue sin haber otra opción sobre la mesa de Milei y el imperialismo. La otra opción es mantener la cotización «barata», dejar que el Central sangre y marchar animosamente hacia el default.
Que la volatilidad desaparezca, con las medidas anunciadas hasta ahora, es impensable. Ningún «plan» de salvataje que sea sostenible por no más de 15 días puede resolver una crisis de divisas sistémica que amenaza con detonar las reservas en pocos días. Ni hablar de resolver las contradicciones de la economía real o del inexistente proyecto económico mileísta.
Y esto sin mencionar que este «plan» quincenal tampoco garantiza el objetivo: que Milei no salga políticamente humillado de las elecciones. Sin eso, todo el «histórico» salvataje del Tesoro yanqui podría pasar sin más a la historia de las intrigas fracasadas.
Jugada geopolítica, discrecionalidad imperialista y fuga capitalista
Más allá de las variables técnicos y el pronóstico del gobierno Milei, es claro que el Pacto con Trump y Bessent tiene un claro sentido colonial y de disputa geopolítica por la influencia sobre Sudamérica. Además, es una intervención partidista de Trump para salvar a su aliado más arrastrado y chupamedias en la región.
El jueves por la noche Bessent salió en la cadena Fox a rendir explicaciones por el salvataje. Es significativo que tuvo que explicar el tema ante la audiencia nacional. Las críticas llovieron sin parar desde el anuncio. Aunque el salvataje parece blindado legislativamente (el trumpismo tiene mayoría dentro del Capitolio) el escándalo dentro del establishment yanqui (tanto demócrata como republicano) refleja la absoluta irracionaldad del plan. Desde todo punto de vista, es demasiado costoso salvar a un gobierno tan fracasado como el de Milei.
Paul Krugman, Nobel de economía y una suerte de vocero del establishment capitalista moderado, señaló que el salvataje servirá para que los grandes fondos de inversión norteamericanos que están «atrapados» en la deuda argentina puedan escapar maximizando ganancias. ¿Cómo? Vendiendo sus posiciones en deuda argentina mientras Bessent sostiene los valores de los bonos y la cotización de divisas inyectando dólares en el mercado local. Un negocio descomunal de quema de divisas que, conceptualmente, configura una nueva transferencia de valor desde las arcas argentinas y los bolsillos de los trabajadores del país hacia los bolsillos de un puñado de especuladores financieros. En criollo: preparan una fuga masiva de capitales con más endeudamiento argentino.
Los medios internacionales señalaron como ejemplar la figura de Rob Citrone, un especulador inmobiliario de magnitud que lidera el fondo de inversión Discovery (uno de los mayores tenedores de letras argentinas) que fue compañero de «trabajo» de Bessent en la firma de George Soros.
El propio Bessent sinceró la intención geopolítica del acuerdo. En medida mucho mayor que Milei y Caputo, quienes intentan difuminar esta arista del tema para justificar el carácter colonial del salvataje.
«Milei está comprometido a sacar a China de la Argentina» dijo Bessent en la Fox. Salió a atajarse Guillermo Francos, que funciona como el incómodo mediador entre el ultra – cipayismo de Milei y los factores de gobernabilidad interna. El jefe de Gabinete dijo que no le consta que esto sea parte del acuerdo. Como si la voluntad de vasallaje y las promesas de sumisión cipayas necesitaran figurar en cláusulas de contrato para concretarse.
«¿Prefieren estar hundiendo lanchas como en Venezuela?. No queremos otro Estado fallido. Vamos a usar a Argentina como un ejemplo», agregó Bessent, para intentar demostrar la necesidad del salvataje. Lo que omitió el secretario del Tesoro yanqui es que lo que está fallido en el Estado argentino es su gestión capitalista, como lo demuestra el fracaso de las últimas 3 variantes burguesas que gobernaron el país y que, tras 2 décadas, vuelven a situar el país en un escenario de crisis orgánico sin solución capitalista a la vista.
En todo caso, la aparente omnipotencia financiera del imperialismo yanqui no garantiza que el «ejemplo» sea feliz. Para que cualquier delirante plan de salvataje a Milei sea viable, el propio Milei debe pasar por el cuello de botella de la crisis política y el repudio social que recorre el país al ritmo de las caravanas oficialistas. Trump y Bessent le están dando apoyo internacional con pocos precedentes a un gobierno que deja un sendero de descontento, odio y escraches cada vez que sus candidatos osan pisar la calle.




