
“Quien se arrodilla ante el hecho consumado es incapaz de enfrentar el porvenir”
León Trotsky
Bastaron tres días desde el anuncio del principio de acuerdo con el FMI para que irrumpiera una crisis política desencadenada por la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en diputados. Una crisis que ha sido tomada de manera superficial por la mayoría de la izquierda como“meras maniobras”de los sectores kirchneristas sin efecto en la coyuntura, no dando cuenta que se trata de una crisis real cuyos desarrollos son difíciles de adelantar salvo con esquematismos y una mirada poco dialéctica. Una crisis real por arriba cuyas potencialidades podrían desarrollarse según varias hipótesis, entre ellas si se lograra arrastrar a la movilización a sectores dirigidos en parte por el kirchnerismo y los sindicatos.
Las dificultades abiertas por la crisis tienden a concentrarse en marzo, mes en el que deberá votarse en el Congreso Nacional el acuerdo propiamente dicho, tanto en diputados como en senadores. Previo a esta votación, que se calcula para la segunda y tercera semana del mes (el acuerdo debería aprobarse antes del 21 de marzo), Alberto Fernández presentaría una formulación general (sin detalles ni letra chica) en la Asamblea Legislativa del 1° de marzo que da inicio al año legislativo. Las fechas de votación dejan planteada la movilización a las puertas del Congreso para rechazar el acuerdo y la eventual confluencia con sectores amplios que, como el 14 y 18 de diciembre del 2017 con el intento de reforma jubilatoria de Macri –uno de los escenarios posibles-, vayan a hacer escuchar su bronca con la potencialidad que haya desbordes (con el costo político que esto podría entrañar para el oficialismo).
Junto con esto, y como segundo vector de la coyuntura, existe por abajo un enorme malestar social con el ajuste que se arrastra desde el el gobierno anterior a la fecha, pandemia mediante. Una crisis social vinculada a la destrucción del salario y el aumento sin parar de los precios y la pobreza. Descontrol inflacionario que cerró en 51% en el 2021 y que continúa día a día por lo cual no se sabe qué precio tienen las cosas, la precarización laboral y el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores por el arrastre de varios años de decadencia. Un cúmulo de elementos que la gente identifica como “los problemas reales” sin solución a la vista bajo el gobierno en el que depositaron (y depositan algunos todavía) expectativas.
Así las cosas, conviven dos crisis que aún no se han juntado, pero que, de tocarse, de confluir, podrían dar lugar a un estallido de proporciones. Si para las amplias masas el problema del FMI aún resulta abstracto en comparación con los problemas de la vida cotidiana (sumado a que continúa el clima de vacaciones en pleno febrero), un evento mínimo podría clarificar el rumbo de ajuste redoblado que implicaría un acuerdo con el organismo de crédito, alentando una irrupción independiente. Un hecho que sin ser inevitable, está planteado como posibilidad (aunque la mayoría de la izquierda no se esté dando una política hacia ella).
La política revolucionaria como “historia en acto”, como ciencia pero también como arte, como apuesta a romper el equilibrio que supone a los trabajadores como meros espectadores del curso de las cosas, requiere romper con el rutinarismo y la mera declamación. La crisis política abierta–que es uno de los dos elementos más dinámicos de esta nueva coyuntura-, sumada a la crisis social, deben ser puntos de apoyo para una política que apueste a derrotar el acuerdo del gobierno con el FMI, y no a asumirlo como un hecho consumado.
La triple estafa del acuerdo
Repasemos la triple estafa económica, política y democrática que significa el acuerdo con el fondo. El gobierno de Alberto Fernández tiene un principio de acuerdo que implica tomar una nueva deuda por 44.500 millones de dólares para pagar los 44.500 millones de dólares que recibió el gobierno de Macri. Es decir, toma nueva deuda con el fondo para pagar la deuda…[1] Todo esto con un ajuste brutal sobre los trabajadores, el ajuste de la inversión del Estado en salud, educación y obras públicas, etc., para destinar la mayor parte de los recursos del país al pago al FMI.
En segundo lugar,este acuerdo implica desembolsos a lo largo de 30 meses, pero los mismos estarán atados a la revisión trimestral del FMI sobre el rumbo de la economía. Es decir que si no les gusta el ritmo del ajuste (cuyas metas están pautadas en términos de déficit fiscal y reducción de emisión monetaria, entre otros), pueden extorsionar al gobierno con la amenaza del default (no girar el préstamo para los pagos de vencimientos). En otros términos:se establecerá un nuevo Virreinato del siglo XXI que llevará al país a la pérdida de soberanía. Un elemento de injerencia imperialista que no se vive en la Argentina desde los ‘90 y que actualiza el antiimperialismo como un eje político que no estaba presente -a ese nivel- en el país.
Y por último, el acuerdo implica un problema democrático: la legitimación del fraude de Macri, una estafa mucho mayor que la realizada por Vicentín y ante la cual el gobierno de Alberto Fernández cedió. Desde el punto de vista de la propia legalidad burguesa ha quedado claro que el acuerdo fue realizado rebasando el propio estatuto del FMI y que es explícitamente lesivo para Argentina dado que era imposible pagar el prestamo (el mayor préstamo que haya dado el organismo en su historia) a un país con la debilidad económica del país en los plazos acordados. El nuevo acuerdo que pretende hacer pasar Alberto Fernandez es un fraude evidente que pretende se vote en el Congreso para legitimarlo y legalizarlo.
Tanto el sometimiento explícito con la llegada trimestral de un delegado imperial al paíscomo la legitimación de la estafa de Macri, son los dos motivos de mayor urticaria para un sector K y otros cercanos al mismo. Desde luego que están dispuestos a convalidar un ajuste para pagarle al FMI (recordemos que Cristna Kirchner se autodefinió como pagadora serial); su politica nunca fue romper con el organismo. Peroson los términos concretos del acuerdo, el costo político del mismo, lo que le están haciendo crisis más allá que su estrategia parece ser “quejarse” simplemente en el recinto mismo del parlamento (lo que, de todos modos, no es un elemento menor de la crisis política aunque no alcance con “lágrimas de cocodrilo” para derrotar el acuerdo y ajuste que se viene).
La posibilidad de resolver el desaguisado vía decreto presidencial (como ha planteado, entre otros, Patricia Bullrich) ha sido descartada de momento, entre otras cosas porque el propio FMI exige que sea votado en el Congreso para legalizar la estafa. Pero el problema se traslada al Congreso no sólo por la movilización que estará planteada los días que se trate el acuerdo para rechazarlo, sino por el problema que los votos necesarios para su aprobación (sobre todo, la fuerza con la que se apruebe) y cómo se posicionará cada bloque.
En Juntos por el Cambio ha habido voces disonantes entre los que aparecen los que llaman a la “responsabilidad nacional” y a acompañar al gobierno en el acuerdo con el Fondo (Morales, Carrio, Larreta) y quienes dijeron que “primero se pongan de acuerdo el oficialismo y después vemos” (Bullrich y Macri), esto sin olvidarnos que personajes ultrareaccionarios como Espert y Milei sobre todo amenazan con abstenerse o votar en contra. Por el lado del oficialismo, los diputados de Patria Grande, del PCR y algunos sectores de la Cámpora se inclinarían por la abstención (también en senadores el bloque oficialista del Frente de Todos muestra indecisiones).
Larenuncia de Máximo Kirchner sumada a expresiones de descontento de sectores oficialistas, han planteado un manto de duda en sectores politizados de la base social k, que tres días atrás consideraban el acuerdo como lo mejor posible. Todo lo cual obliga a la izquierda con aspiraciones de derrotar el acuerdo y luego de hacer dos grandes actos en la Plaza de Mayo, a hacer un llamado claro para ampliar la base de sustentación del rechazo entre sectores más orgánicos de los trabajadores y las clases medias progresistas bajo la divisa que hemos venido desarrollando desde nuestro partido y junto a Manuela Castañeira: que los que dicen oponerse pasen de las palabras a los hechos y se sumen a la movilización (embrete a las direcciones de masas “reformistas” o “progresistas” que es una regla básica de la política revolucionaria).
La apuesta al… 2023
Los socialistas revolucionarios rechazamos los manotazos antidemocraticos, el ajuste y la opresión imperialista. El sometimiento imperialista en complicidad con las burguesías autóctonas (dado el interés mutuo de beneficiarse de la explotación de los trabajadores) y sus gobiernos ponen a estos países en condiciones de atraso desde el punto de vista económico y social y sometimiento político. Y es por este motivo, dicho de manera esquemática, que nos revindicamos antiimperialistas, anticapitalistas y socialistas. La burguesía, como definió Trostky décadas atrás,es incapaz de saldar las tareas democráticas y nacionales. Sólo los trabajadores apoyados en la izquierda pueden saldar las tareas inconclusas de la burguesía mientras que se da solución –simultáneamente- a la explotación de los trabajadores, lo que convierte al proceso en una dinámica socialista.
Dado que los empréstitos son el mecanismo de sometimiento por excelencia del capitalismo en su fase imperialista, estamos en contra de pagar cualquier tipo de deuda con los organismos internacionales de crédito. Desde éste punto rechazamos no sólo el pago al FMI, sino también al Club de París y el conjunto de la deuda externa. Esta posición es el el abc de las corrientes socialistas revolucionarias.
Pero también pertenece al abc de la política revolucionaria que para ganar a sectores de masas para esta posición es necesario llevarlas al terreno de la lucha de clases, que es donde se procesa la experiencia, entre otras, con las direcciones burguesas y burocráticas actuales que son tributarias del régimen capitalista y que dirigen a contingentes masivos de trabajadores. ¿Puede alguien pretender con seriedad derrotar un acuerdo con el FMI movilizando sólo a los sectores que influye la izquierda? Nos parece evidente que no más allá de que colectivamente hemos ganado terreno en la representación política con nuestras figuras. Lo cual no quita que la influencia orgánica que tenemos sea insuficiente para torcer la realidad por nuestras propias fuerzas.
La ubicación de los compañeros del FITU de exclusiva delimitación del gobierno vía la denuncia, ha tenido el carácter de una política ultimatista del tipo “vengan al pié”; se han negado a construir un canal por intermedio del cual ganar para las calles más amplios sectores. Una orientación ridícula que va contra una táctica elemental de exigencia, denuncia y unidad de acción, que consiste en embretar a dichas direcciones como maniobra a favor de nuestros objetivos o desenmascararlos por la inconsecuencia de sus posicionamientos. La posición fatalista del FITU responde más a un posicionamiento para el 2023 (es decir, una orientación oportunista) que a buscar todas las posibilidades para derrotar el acuerdo con el fondo en las calles.
Las dificultades que se plantean para derrotar el acuerdo son evidentes: los críticos o disidentes no quieren romper con el gobierno; pretenden circunscribir toda la crítica al parlamento mismo. Pero la crisis abierta por sectores del oficialismo con su propia tropa dado el carácter entreguista del acuerdo debe ser aprovechada para exigir -e imponer eventualmente- que se pase de las palabras a los hechos. De lo contrario, desnudar los límites de la propia dirección K ante la justa pretensión de sectores de su base (los más posibilistas apoyan cualquier cosa) de que no se pague con el hambre del pueblo. La mera delimitación sin más es de una adaptación preocupante que se cruza de brazos a la espera de los efectos del ajuste que vendrá, mientras se apuesta solo a los votos para la izquierda ante el desencanto con el gobierno en el 2023…
Ganar sectores de masas para tomar las calles
La movilización del pasado martes 8 convocada por el conjunto de la izquierda y las organizaciones sociales ha sido muy importante. Su impacto fue mayor que la del 11 de diciembre pasado dada la nueva coyuntura abierta con el principio de arreglo con el fondo y la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista. Sin embargo, es evidente que una de las limitaciones de la movilización (de las dos movilizaciones) ha sido la de no haber arrastrado más que al público propio (militancia de la izquierda y de los movimientos sociales, básicamente).
La apuesta por lograr la incorporación de sectores masivos de trabajadores (cosa que aún no hemos logrado, pero quizás se obtenga ante una eventual irrupción frente al Congreso los días de sesiones) debe partir de hacer un llamado a movilizarse a todos aquellos que se han pronunciado contra el acuerdo incluidos los sectores k y oficialistas, así como también a los sindicatos dirigidos por la burocracia. Es necesario tener una política de embrete hacia esos sectores de cara al intento las sesiones del Congreso en las que se intentará convalidar el acuerdo.
Consideramos muy valiosa la participación de los movimientos sociales con su presencia multitudinaria. Pero para derrotar el acuerdo es imprescindible ganar a los sectores estructurados, a las y los trabajadores, a la juventud estudiantil y a los sectores progresistas de las clases medias para que se movilicen contra el acuerdo con el FMI.
Desde nuestro partido hemos tenido enorme participación en las dos últimas movilizaciones organizando columnas militantes con muchisimos jóvenes y representación de trabajadores y trabajadoras, entre ellas los repartidores del SITRAREPA, La Nirva, Garbarino, EMA, etcétera, además de la militancia partidaria y de nuestra juventud del ¡Ya Basta!
Por lo demás, nuestra compañera Manuela Castañeira y demás figuras de nuestro partido vienen cumpliendo un rol fundamental en denunciar el verdadero carácter ajustador y entreguista de este acuerdo, así como en llamar a que más amplios sectores se vuelquen a las calles.
Con esta orientación militante seguiremos interviniendo en una crisis política que recién se ha abierto y que puede dar lugar a eventos mayores.
[1] Respecto de los términos económicos del acuerdo ver en la presente edición “Claves del acuerdo con el FMI” de Ramiro Manini.






