Milei llega a los dos años de mandato como un cadáver que revivió sin nunca haber realmente muerto. Se quiere mostrar con una fuerza e iniciativa que hace dos meses parecían imposibles. Cuando cayó la candidatura de Espert, parecía que se llevaba con él a todo el gobierno. Y ahora muestra una apariencia de imparable un gobierno que parecía derrumbarse.
Las cosas pasan muy rápido. El resultado de las elecciones le dio una segunda vida a un gobierno que había acumulado tantos problemas que parecía que ya no podía gobernar. En muchos sentidos, el peronismo le salvó la vida. Frente a los deseos de la clase dominante, no tienen ningún programa alternativo para la crisis argentina. Y eso les costó la elección.
Milei no solucionó ninguno de los problemas estructurales de la economía argentina. De hecho, los empeoró todos. Pero logró estabilizar uno de los síntomas más sentidos por la inmensa mayoría y que se había convertido en el centro de toda discusión política: la inflación. Lo hizo preparando problemas económicos mucho más explosivos, pero -junto a la posibilidad de desmadre que se visualizó si el gobierno perdía en octubre- fue suficiente para sostener una parte de su electorado. En las pasadas elecciones, la principal fuerza “opositora” del sistema -el peronismo- se negó terminantemente a plantear ningún programa alternativo. En una situación tan frágil, eso los hizo invotables para mucha gente. Le regalaron las elecciones de medio término a un gobierno que parecía caerse.
La clase dominante no sabe si este gobierno representa su salvación o un nuevo hundimiento. La burguesía argentina y su personal profesional saben muy bien que Milei está sembrando muchos problemas que, más pronto que tarde, va a haber que cosechar.
Estabilización con desacumulación (y destrucción) económica
Los delirios sobre un supuesto “milagro” económico en boca de Milei suenan a como sonaría un constructor festejando la pavimentación de un camino mientras lo siembra de minas explosivas.
Lograron la estabilización de la inflación y el tan festejado superávit fiscal creando muchos y muy graves problemas económicos nuevos. Nada valió la pena. Las subas de precios están en niveles parecidos a los del 2015 y nunca bajaron de niveles altísimos para los parámetros internacionales. Los voceros y los trolls anuncian la “liquidación” de la inflación en el país con la inflación más alta del continente. Los resultados son, como mínimo, modestos. Y se lograron preparando problemas todavía mucho más grandes.
Lo dijimos muchas veces: la economía argentina es inflacionaria porque necesita muchos más dólares para funcionar que los que puede “producir”. Ha sido así por mucho tiempo. El país no tiene la tecnología ni la infraestructura para producir por su cuenta equipamiento, herramientas, máquinas, software, conocimiento o artículos de consumo que usa diariamente para la economía local. Salen cotidianamente dólares para comprarlos. Más que los dólares que obtiene vendiendo. Así, se ofrecen más pesos por cada dólar un día tras otro. La moneda argentina pierde siempre así poder de compra, y los precios, sistemáticamente, suben.
“Nada en el ‘plan’ económico estaba bien. Básicamente, los grandes empresarios y sus representantes les echaban la culpa a los trabajadores y los pobres. Pero el problema es la clase capitalista argentina. Faltan dólares porque la economía argentina no puede vender por ellos más que lo que compra con ellos. Entonces, esa falta de dólares es compensada por el Estado argentino de dos maneras: con más deuda o con más emisión de nuevos pesos. Estas alternativas se vienen turnando desde hace décadas, provocando un desastre atrás de otro. El problema es que los capitalistas en Argentina se llevan mucho invirtiendo poco, por lo que el país sigue sin poder generar más dólares que los que necesita para funcionar. Y así se sostiene en el tiempo, interminablemente, el ciclo infernal de atraso, ajuste, deuda e inflación.” (“Caputo y Milei acumulan pólvora para contener la inflación y el dólar”)
Esta gestión logró moderar la inflación de tres maneras: postergando pagos de deuda con nuevos préstamos, con los salvatajes externos permanentes y permitiendo la destrucción de la infraestructura económica.
Todo el 2025 estuvo marcado por la misma discusión. Siempre parecía inminente la devaluación, siempre se anunciaba que la cotización simplemente no se podía mantener. En términos puramente económicos, este diagnóstico era estrictamente cierto. La crisis cambiaria estaba siempre a la vuelta de la esquina. Milei puede vender sus espejitos de colores de triunfo económico porque el gobierno de Estados Unidos y el FMI decidieron sostenerlo a toda costa. Incluso malgastando sus propios recursos. En abril, se anunció un nuevo préstamo del Fondo por otros 15 mil millones de dólares; en octubre, el salvataje de Bessent a una gestión que agonizaba. En primer lugar, el “milagro” se logró poniendo nuevos y pesados eslabones a la cadena al cuello del país de la deuda externa.
Luego, el supuesto logro del “superávit fiscal” se alcanzó imponiendo una política de desacumulación, de dejar que se destruya la infraestructura económica argentina. Con Milei, el Estado se retira todo lo que pueda de garantizar las condiciones básicas necesarias para la acumulación capitalista. Y, haciendo eso, provoca lisa y llana desacumulación. No se trata ya de estancamiento, sino de retroceso.
El capitalismo sin intervención del Estado es una fantasía irreal que no ha existido nunca y no puede existir. Los dogmas liberales reemplazan los sistemas económicos históricamente reales (como el capitalismo reinante de los últimos siglos) por “modelos” puros de fantasías construidas con ladrillos de aire.
La realidad es que el Estado burgués ha intervenido siempre para crear las “condiciones generales de la acumulación capitalista”, sin excepción. Hay bases necesarias de cualquier economía capitalista que no son redituables en el corto o mediano plazo, como otras formas de explotación burguesa. Los entramados ferroviarios y las rutas, por ejemplo, requieren inversiones muy grandes y lucrativas demasiado en el largo plazo. De hecho, resultan absolutamente necesarios para hacer lucrativos todos los demás negocios, pero no necesariamente lo son en sí mismos.
«El gobierno del Estado moderno no es más que una Junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa», escribieron en el Manifiesto Comunista Marx y Engels. Y cuando el Estado abandona voluntariamente su lugar de garante del sistema, es un problema bien real para la clase dominante.
El abandono mileísta de las rutas, los caminos y los transportes es un problema explosivo. Si no se invierte en estas cosas, se deterioran más y más. Y eso hace más pesada, costosa y atrasada toda la economía nacional. Una fábrica robotizada en Argentina atrasa si sus productos son transportados en una ruta llena de baches y un tren deteriorado. No hay inversión que signifique avance en estas condiciones. Un emblema de la decadencia bajo Milei fue Whirpool, que cerró en Argentina su planta más tecnificada a nivel internacional.
Otra de las bases del “milagro” mileísta es sembrar de bombas el futuro económico. Es como si una fábrica se quisiera mostrar como rentable pagando sus deudas, tras vender la mitad de las máquinas de su línea de producción.
Enfrentar las contrarreformas
Después de las elecciones de medio término, Milei se siente fuerte como para intentar imponer un retroceso histórico. Hasta ahora, se puede decir que su gobierno fue de estabilización con destrucción, de deterioro económico y social sin dar ningún paso hacia otro “proyecto de país”. A espaldas de las mayorías populares, mientras la población está pensando en las fiestas, el verano o las vacaciones, pretenden hacer pasar en el Congreso una serie de contrarreformas estructurales. La más importante es la reforma de esclavitud laboral.
Con las reformas laboral, del Código Penal, etc, esperan poder dar pasos hacia su experimento social de distopía ultracapitalista. Algunas contrarreformas coinciden con los intereses comunes de toda la clase dominante. Centralmente, con la reforma laboral, hacer más rentable a la economía nacional y lograr “crecimiento” con la esclavización de la clase trabajadora argentina. Otras, parecen más intentos de traer a la vida real dogmas absurdos de mercantilización de todas las relaciones sociales, como es el caso de la reforma educativa.
El caso de la reforma laboral es paradigmático de que este gobierno pone en juego gigantescos pasos atrás. Uno de los cambios planteados por el proyecto es legalizar completamente el pago “en especies” de los salarios. Se termina con toda forma de libertad formal de los trabajadores, y el patrón pasa a controlar hasta qué consumen, como en la era del peonaje. Y este es solamente un ejemplo de este brutal intento de reducir legalmente a la servidumbre a millones de asalariados.
Mientras la CGT negocia con el gobierno, se comienzan a preparar las primeras respuestas a las contrarreformas. Es urgente la conformación de un frente único de la izquierda y de sectores independientes del movimiento obrero, estudiantil y popular para movilizar y empujar al desborde de la burocracia sindical. Hay que exigirle a la CGT un paro general activo ya.
El Nuevo MAS se prepara para su Convención Nacional 2025 los días 19, 20 y 21 de diciembre para discutir su intervención en esta situación política, para prepararse para enfrentar las contrarreformas y para construir una alternativa anticapitalista contra la distopía mileísta y la decadencia del capitalismo argentino.
El 18 de diciembre marchamos contra la reforma laboral esclavista a Congreso. Convocamos a concentrar a las 18hs en Avenida de Mayo y 9 de Julio. Abajo la reforma laboral esclavista.




